Limitación de mandatos

Lo de las multas sin tramitar por orden del señor alcalde Torres Hurtado  durante la última precampaña electoral, es una nueva prueba de lo necesarias que son las limitaciones de mandatos en la política.

Además de ser un escándalo sin parangón, una estafa a la ciudad y una auténtica vergüenza, el hecho de que la administración local cumpliera la orden verbal de dejar de tramitar multas demuestra hasta qué punto pueden corromperse las instituciones, sencillamente, por la falta de ventilación.

 

Que José Torres Hurtado fuera alcalde de Granada durante trece años consecutivos no fue bueno para la ciudad, ni para sus concejales, ni para su partido, ni para él mismo. Porque decisiones como la referida solo las pueden tomar quienes se consideran por encima de la ley y amos del cortijo, dando por sentado que sus deseos y ocurrencias son órdenes para los demás y que se cumplirán sin que nadie ose cuestionarlas o ponerlas en duda.

Sabido es que muchos políticos, en cuanto llevan un tiempo ejerciendo determinado cargo, empiezan a sentirse indispensables. Poco después, imprescindibles. De ahí pasan a considerarse insustituibles. Y, a partir de determinado punto, ya se creen ungidos por un mandamiento divino que les ordena perpetuarse en puestos de poder.

 

Ellos prefieren llamarlos puestos de responsabilidad, lo que conlleva un halo de esfuerzo y sacrificio que les permite justificar lo de eternizarse en despachos oficiales y sillones institucionales. En Granada hay tantos ejemplos, de unos y otros partidos, que la lista sería más larga que la de los Reyes Godos.

 

De ahí que, para evitar la tentación de incurrir en el cesarismo visionario, se imponga la limitación de mandatos en la política. La tierra sigue girando sin que Fulanito sea alcalde, el sol sale por las mañanas aunque Menganito ya no sea presidente y se pone por las tardes, por mucho que haya cambiado el secretario general del partido.

No actúa igual una persona que sabe que su mandato es finito que otra cuyo único objetivo es perpetuarse en el poder. El mejor síntoma de salud democrática y de fortaleza institucional es que la administración funcione bien con independencia de quién ocupe los puestos de responsabilidad política.

 

Y, desde luego, abrir ventanas y cajones para, periódicamente, airear edificios y despachos, resulta imprescindible en una sociedad moderna y desarrollada que no necesita de Imprescindibles ni de Salvapatrias.

 

Jesús Lens

La economía, estúpido

Aunque posteriormente se popularizo como “Es la economía, estúpido”, la consigna original de James Carville para la campaña presidencial de Bill Clinton era más sencilla: “La economía, estúpido”.

Su nacimiento fue una de esas chiripas a las que los anglosajones bautizaron como Serendipity y nosotros hemos traducido como… Serendipia: Bush padre parecía imbatible en aquellas elecciones, sobre todo, por sus éxitos en la política exterior, tras el final de la Guerra Fría y la primera guerra del Golfo. Su popularidad rondaba el 90% y los estrategas de Bill Clinton decidieron que había que focalizar la campaña en las cosas de casa, en los aspectos que afectaban a la vida diaria de los ciudadanos.

 

Carville condensó esa filosofía en tres puntos clave, anotados en un cartel distribuido por todas las oficinas electorales: Cambio vs. más de lo mismo. La economía, estúpido. No olvidar el sistema de salud.

El segundo de los puntos se convirtió en consigna, en un eslogan no oficial, pero que los demócratas manejaron a la perfección hasta darles la vuelta a los catastróficos vaticinios electorales.

 

Ayer se publicaron los datos de Analistas Económicos de Andalucía, en los que se confirma el crecimiento económico de la región para 2017 de un 3%, pero su moderación en 2018, cuando crecerá el 2,7%.  Por cuanto a la gran lacra de la economía andaluza, el paro; terminará en una tasa del 26% este año y en un 24% al final del próximo.

 

Todo ello sin que se haya tenido en cuenta el efecto que pueda tener en la economía el asunto de Cataluña, en que el que nos jugamos más, mucho más, que los tronos y las banderas.

Con los datos publicados por Analistas Económicos, los habrá que digan lo de “Andalucía, imparable” y quienes pongan el acento en las insoportables y bochornosas tasas de desempleo. Pero, unos y otros, no tardarán en señalar al Procés, haciéndonos desviar la mirada de lo que realmente importa.

 

¡La economía, estúpido! Eso es lo que las grandes, medianas y pequeñas empresas catalanas le gritan a Puigdemont, mientras cambian sus domicilios sociales a Madrid, Valencia o Baleares. Y eso es lo que tendríamos que gritarle todos, más allá de banderas, idiomas, límites geográficos, río Ebro y montes Pirineos. ¡La economía, estúpido! Porque, como sigas por esa linde, ya terminada, nos vas a amargar la vida. A todos.

 

Jesús Lens

Política de tierra quemada

¡Cuántas veces nos empeñamos en complicarlo todo, tratando de hacer planes que, a modo de una eterna partida de ajedrez, contemplan infinitos escenarios, propuestas, respuestas, ofertas y contraofertas!  Entonces llega el fuego y lo arrasa todo, dando por finiquitado el cuento de la lechera.

Hace unos meses, tras el incendio de Doñana, corrió como la pólvora el bulo de las recalificaciones urbanísticas al calor de la tierra calcinada. La opinión generalizada: se trataba de un incendio intencionado con intereses especulativos. La Junta se las vio y se las deseó para convencer al respetable de que no habría recalificaciones y las investigaciones posteriores confirmaron que el incendio se inició por una negligencia en una carbonería de la zona de las Peñuelas.

 

¿Se acuerdan del incendio que amenazó la Alhambra, a mediados del pasado julio? Todo el mundo dio por hecho que fue intencionado. Repasen la hemeroteca. Recuerdo que tuve un agrio cruce de palabras con una persona por el simple hecho de pedir prevención y prudencia a la gente, en verano (Leer AQUÍ el artículo). Un mes después, en agosto, el INFOCA determinó que el incendio se originó por un conato mal apagado, horas antes, “en una zona ubicada junto a un mirador y una piscina comunitaria en la que había botellas, papeles y colillas, y que uno de estos cigarros mal apagados pudo ser la causa de ese primer fuego”.

Arde Galicia. Un centenar de incendios, decenas de focos y la Conselleira del ramo declarando que detrás de ellos está la mano del hombre. Y, como telón de fondo, la polémica Ley de Montes del PP de 2015. Tres personas muertas, miles de hectáreas calcinadas, pérdidas millonarias, desolación, impotencia, rabia, miedo… y desinformación. Los bulos, otra vez, enseñoreándose de las redes.

 

No voy a ser tan ingenuo como para pensar que cien incendios simultáneos son fruto de la negligencia, la casualidad, las condiciones atmosféricas o la mala suerte. Ojalá que la policía consiga detener a los pirómanos… y a los inductores de los pirómanos. Pero sería muy importante clarificar en qué consiste la Ley de Montes, qué permite y qué no, cuando se trata de tierra calcinada por los incendios forestales.

También es básico que cada partido político explique su posición sobre el particular, para que lo tengamos claro. Más adelante. Ahora solo nos queda solidarizarnos con nuestros hermanos gallegos y llorar con ellos.

 

Jesús Lens

Planeta Barcelona

Podría haber esperado a escribir esta columna hasta última hora de la tarde, cuando los mentideros literarios ya hubieran filtrado el nombre del ganador o ganadora del Premio Planeta, pero no me resulta necesario saber si la novela galardonada es histórica, siguiendo la estela de Noah Gordon, o un thriller contemporáneo que transcurre en Venezuela. No me resulta necesario, al menos, para lo que les quiero contar. Sobre lo puramente literario, ya hablaremos. O no.

Al final, fue un thriller esotérico sobre el Grial

Lo importante es que el acto del fallo del Planeta -y su multitudinaria cena, seguida de la animada fiestuqui- se celebró en la misma ciudad de Barcelona que la editorial ha abandonado como sede social tras la declaración -o no- de independencia anunciada por Puigdemont. Además, para mayor emoción, el Planeta se falló justo la víspera del día en que finaliza el plazo dado por el gobierno de España al presidente de la Generalitat para que aclarara si sí o si no. O si todo lo contrario.

 

Ya les hablaba hace unos días del batiburrillo de sensaciones de este mes de octubre, muy centrado en lo cultural mientras que, ahí fuera, la actualidad de los acontecimientos amenaza con arrollarnos. Entonces leí la cifra, el frío dato que puede darle un sentido a todo esto: según el presidente del Grupo Planeta, en los dos últimos meses, la compra de libros ha caído un 25% y en las librerías de la cadena Casa del Libro, la afluencia de público habría descendido a la mitad.

Es sintomático que, a medida que se ha ido enconando el Procés, uno de los grandes perjudicados haya sido el sector del libro. “¡Normal”, dirán algunos. “¿Quién tiene tiempo de leer, con la que está cayendo?”

 

Y en esas estamos. Devorados por la actualidad, sin tiempo para la lectura y, por tanto, sin espacio para el análisis y la reflexión e incapacitados para evadirnos mínimamente de una realidad impuesta por la fuerza de los hechos. Este año interesa menos el nombre del ganador/a del Planeta que todo lo que rodea al premio mejor dotado de las letras españolas, definición que siempre me ha sonado un poco pornográfica, por otra parte.

En cualquier caso, no permitamos que la terca realidad nos aleje de las librerías, por favor. Ni del cine, las salas de conciertos o los museos. Es la cultura, la que nos hace libres.

 

Jesús Lens

Seamos más provincianos

No quiero leer lo que escribí el año pasado por estas fechas, cuando había terminado el Granada Noir capitalino y Gustavo y yo nos echamos a las carreteras comarcales para llevar la extensión de nuestro Festival a diferentes pueblos de la provincia, gracias a la colaboración de la Diputación. (AQUÍ se puede leer, una ve escrita y publicada la columna de hoy 😉 )

No voy a leerlo porque será muy parecido a lo que escribiré a continuación y no quiero que me quede el regomello de estar autoplagiándome. Pero es que no hay como salir a los pequeños municipios de nuestro entorno para descubrir a gente maravillosa que se desvive por difundir la cultura entre sus vecinos.

Son concejales y técnicos de cultura que hacen todo lo posible -a veces, hasta lo imposible- para ofrecer una programación de calidad en poblaciones que, si no fuera por su empeño, esfuerzo y dedicación; jamás tendrían la ocasión de disfrutar de películas, conciertos, obras de teatro o exposiciones diferentes a lo habitual.

Permítanme que personifique este empeño en Eli, la inquieta e incansable concejala de cultura de Vegas del Genil que no para de idear, trabajar y poner en marcha mil y una iniciativas y actividades culturales. El lunes pasado, antes de proyectar “Ascensor para el cadalso” y charlar sobre la película con los vecinos, nos llevó a visitar un antiguo secadero de tabaco reconvertido en centro de interpretación de la vega granadina.

O, mejor dicho, en vías de volver a convertirse en centro de interpretación de la vega y en espacio cultural, que el lugar ha pasado por diversas vicisitudes, dependiendo del color del partido que gobernara el municipio.

Eli y Victoria, desde la biblioteca de Vegas, además de impulsar un activo y comprometido Club de Lectura, este año pusieron en marcha una imaginativa -y baratísima- campaña: “El pueblo que lee, en cada rincón una lectura”, que ha sido nominada como candidata a la X Edición Premio Progreso, organizado por la Federación Andaluza de Municipios y Provincias.

La misma sensación de pasión, calor y complicidad hemos experimentado con la gente del centro cultural Carlos Cano de La Zubia y con la del teatro de Purullena. Esta semana seguimos ruta. Mañana lunes vamos a las Alpujarras, a Bérchules. El martes, a Armilla y el miércoles terminamos gira en Guadix. Y el viernes 20, el gran colofón: Petros Markaris en el Centro Lorca. Pero esa será ya otra historia…

Jesús Lens