TRICONTINENTAL

El pasado sábado estábamos hablando de libros, viajes y cine en Madrid, con un puñado de amigos que, por lo habitual distantes, esa tarde estaban bien cerca. Después nos fuímos de copas, teatro, cena… el domingo anduvimos viendo cuadros y disfrutando de ese gélido Madrid de aire limpio y transparente en invierno.

Hoy es sábado y estoy Lima, preparando el petate para irme unos días a Cuzco. Me acabo de despedir de un grupo de gente que ya son más, mucho más que colegas de trabajo. Amigos mexicanos, franceses, austriacos, españoles y, por supuesto, peruanos. Gente que trabaja en montes de piedad, microcréditos y crédito social. Jorge Alberto, al que todo el mundo echa de menos, me decía hace unos días que hablara sobre el natural amable y acogedor de la gente del Perú. Y vaya si lo son. Besos, abrazos, arrumacos, sonrisas: una extraordinaria atención les carecteriza, en todos los órdenes, profesional y personal.  La gente de la Caja Metropolitana de Lima y sus asistentes han sido unos maravillosos anfitriones y, gracias a ellos, hemos conocido lo mejor del Perú.

Tras una completa visita al interesantísimo Museo del Oro, estuvimos comiendo en la Hacienda Los Ficus, viendo a los caballos peruanos y su espectacular y singular paso sincopado. Disfrutando de los pisco sour y de los tiraditos, ajíes y carpaccios. Y de los bailes populares del Perú. Haciendo justamente el guiri, que es lo que los turistas tenemos el derecho y la obligación de hacer, de vez en cuando.  Faltaría más.

Y, a la vuelta de Cuzco, paso unas horas más en Lima y un avión me devolverá a España, donde ya se está preparando una Arrancaílla noctámbula que nos haga aguantar el tipo hasta la hora de coger un avión para Marrakech. Con otro puñado de amigos. Y con MJ, ¡por fin! La Gente del Sur. Los Lobos de Agüimes. Los aldeanos del Sáhara.

Sí. Efectivamente. Me encanta viajar y me encanta aprovechar las oportunidades que la vida me ofrece para disfrutar del viaje. Pero lo más importante, siempre, son los amigos. Las personas. Ésas a las que conoces de antes y con las que te sientes cómodo y a gusto y esas otras a las que recién vas encontrando en cada recodo del camino, incorporándolas a tu vida, las vayas a ver otra vez o no. Sus miradas, sus relatos, sus palabras y pensamientos, pasan a ser tuyos.

La vida son las personas que conoces. La vida son los ratos que compartes con ellas. Porque luego, cuando estás lejos y las extrañas, nunca te sientes solo. Ahí están su recuerdo, su imagen, sus gestos y sus palabras, siempre diciéndote al oído que, si por algo eres afortunado, es por tener tantos y tan buenos amigos, de aquí a Lima, en tantos países de los cinco continentes, de tantos tipos, orígenes, intereses, aficiones y extracciones. Gente a la que conoces de siempre. Gente a la que jamás volverás a ver. Gente que pasa a ser parte importante de tu vida. Gente. La gente, siempre.

Jesús Lens, pelín nostalgioso otra vez, volviendo a despedirse de un puñado de amigos, pero mirando adelante. Siempre adelante. Para conocer a otra gente distinta y reencontrarse con la de siempre.