TAP

– ¡Puta! ¡Puta! ¡Hija de la gran puta!

Era domingo por la mañana. Iba atravesando el Zaidín, bajo ese delicioso sol de invierno que calienta sin quemar, cuando semejante sarta de improperios me sacaron de mi ensimismamiento baloncestístico, preocupado por si el CeBé Granada ganaría esa mañana al CAI o no.

No pude ver al autor del referido discurso, tan monotemático como contundente, ya que el sujeto estaba subido en un coche que, justo al doblar la esquina de su calle, salió a toda leche, quemando neumáticos.

Al salir zumbando, dejó bien visible una pintada, escrita sobre la blanca pared de la casa de su ¿novia? ¿mujer? ¿amiga?:

Te adoro.

Me imaginé al individuo, arrobado de amor, escribiendo su declaración en la pared del objeto de sus deseos. Y, tiempo después, gritándole lo que pensaba de ella. Y surgió el chispazo. Del amor. Y del desamor. A la vez.

– Te adoro, puta.

Pensé que tenía que escribir un cuentito con ese título: “Te adoro, puta”.

Creo que suena extraordinariamente bien (desde un punto de vista fonético, entendedme) y que ofrece un sinfín de posibilidades.

El problema estriba en que, cada vez que intento escribir el relato, no me sale. O sea, no me sale nada que esté a la altura de ese proverbial “Te adoro, puta”.

Lo que me lleva a pensar que, posiblemente, el relato ya está escrito y que, con el TAP, queda todo dicho.

Dejo la pelota es vuestro tejado. Porque lo mismo os apetece escribir un cuentito que empiece así:

– Te adoro, puta.

Jesús des-inspirado Lens

¿QUÉ OS SUGIERE?

Esta foto, hecha por mi Cuate Pepe, ilustra una obra de arte  y antes de explicar qué es, dónde está, qué representa, qué nos sugiere y qué combinación de imágenes hace, apelo a vuestra imaginación y a vuestras ganas de escribir algo, una frase, una idea, una locura, una impresión…

No se trata tanto de adivinar qué es como de saber qué os sugiere.

Vamos, vamos, que hace un frío horrible y a este lado de la pantalla (y la ventana) estamos más a gustico…

Jesús Lens

APURADO PERFECTO

Sólo Eduardo me podía cortar el pelo. Llevaba más de veinte años siendo fiel a la misma peluquería, desde que mi madre me llevó allí por primera vez, cuando la abrieron orilla de casa. Después de tanto tiempo, Eduardo siempre sabía cuánto y cómo tenía que cortar, sin necesidad de indicaciones.

Era viernes por la tarde y había mucho bullicio en la peluquería, la mayoría de los clientes, hombres, hablando sobre el reciente Barça-Madrid y la paliza blaugrana. Eduardo cogió la maquinilla y me metió la cuchilla del Dos. Muy, muy corto por los lados. Con las tijeras me emparejó el pelado cuartelero y con la navaja apuró toda la pelusilla de la nuca, dejándola limpia y reluciente, tal y como me mostró orgullosamente en el espejo de mano que se reflejaba en el espejo principal de la peluquería.

Habían quedado un par de pelillos, apenas visibles, en el lado derecho del cuello. Eduardo también se dio cuenta y los quitó con la navaja. Y justo entonces fue cuando me rebanó el cuello y me dejó muerto, degollado, en el sillón de su barbería, todo salpicado de sangre. Nunca llegué a saber el porqué.

Jesús apurado Lens

ÉXODO

Seguimos Sacudiendo letras. Ya tenemos ganador de la primera entrega de este concurso literario, sobre el Éxodo de los gitanos. Las votaciones de la encuesta que tenéis a la Derecha así lo acreditan. Y AQUÍ, los relatos recibidos.

Ahora os dejo mi cuento, cuyo final no ha gustado nada a quiénes lo han leído. Pero no se me ocurre otro. Porque es el final que quiero darle. Jejejeje.

Sabéis que, hasta final de mes, tenéis de plazo de para la segunda entrega, ¿verdad? 2.500 caracteres, con espacios, sobre ESTE tema. ¡Y que cada uno le de el tratamiento que quiera!

Venga, venga. A escribir. Pero antes… ¡leed! (Y comentad)

Alguien se había dejado el periódico en el asiento del autobús. Rafael lo cogió y empezó a leerlo de atrás hacia delante, como le gustaba hacer. La prensa estaba pensada para eso: empiezas por los cotilleos, los deportes, el cine y los espectáculos y después vas llegando a la parte seria: la política y tal.

El recorrido de la línea 1 se hacía largo, aunque ya fuera entrada la noche y no hubiera mucho tráfico. Rafael miraba a los pocos viajeros que cogían el último autobús de la jornada. La mayoría se irían bajando por la Avenida de la Constitución y La Caleta. Estudiantes que habían estado de cañas al salir de clase, algún currante al que se le había echado la hora encima y cuya pareja le esperaba para echarle la bronca, una enfermera con turno de noche en el Clínico…

Sólo veía a dos viajeros que, como él, se bajarían en la última parada. Uno era el capullo del Perico, que antes de putearle la noche a su madre, iría a pillar a lo del Cani y a ponerse ciego en el chamizo del Miguel. La otra era la Lucía, que había encontrado un curro como cajera en el Mercadona de los Sánchez. Un buen trabajo, por fin, con toda la mierda que había tenido que tragar, la pobre. A ver si tenía suerte y se podía mudar: si seguía viviendo en el Polígono, la Luci era carne de aguja.

Y él mismo, que había sacado bastante guita ese día, tocando la guitarra y echándose un cantecito por los bares de la calle Navas. En septiembre, las terrazas del Centro estaban a reventar de gente, sobre todo, de turistas que visitaban Granada cuando ya no hacía tanto calor.

El Centro de la ciudad, cada vez más bonito, cada vez más jodido. Con las ordenanzas municipales intentando cargarse a los gorrillas, a las gitanas lee-manos o a los músicos buscavidas como él. ¡Y esos cabrones de camareros, que se creen que van a heredar el negocio y le echan con cajas destempladas de las terrazas de los bares! Tanta farolita de diseño y tanto floripondio… ¡cuánta mala follá!

Volvió al periódico. Y se entretuvo con la noticia de la deportación de los gitanos franceses. Qué vergüenza. En pleno siglo XXI, en Europa, expulsados del paraíso para volver al arroyo, estigmatizados, humillados…

En esas estaba cuando el Perico le dio una colleja, sacándole de su ensimismamiento:

– Espabila Rafa, que ya hemos llegao. Última parada: El Polígano.

La farola junto a la parada, la única que había, estaba rota. Apedreada. Otra vez. Tampoco pasaba nada. Acostumbrado a andar a oscuras, sorteando hábilmente los charcos, encaminó sus pasos hacia su casa, procurando no mancharse los zapatos.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

TABACO

¿Será por vago?

 

Os dejo un nuevo Nanorrelato, al estilo de ESTE otro.

 

El caso es que cada uno pueda ponerle género, edad y circunstancias a los protagonistas del microcuento. O sea, que cada uno construya su propia versión del mismo.

 

Dice así:

 

«Cuando escuchó la llave, hurgando en la cerradura, se echó a llorar. Le había dicho que se iba por tabaco y, sin embargo, volvía a casa…»

 

Por cierto, Herman y yo tuvimos una seria discusión a cuenta del segundo «se». ¿Sobra o está bien puesto? A todo esto, si os gusta, lo podéis votar a través de ESTA página. No tardará en salir. Sólo que pongáis «lens» en el buscador… ¡Gracias!

 

Jesús Lens, el Cuentista Minimalista.