CUAVERSOS DE BITÁCORA: KHALIL GIBRAN

Queridos Habibis, los Cuaversos de hoy vienen, de nuevo, en prosa. Y su autor es, por supuesto, este Khalil Gibran libanés que me tiene robados los miércoles.

 

De su obra «El Profeta», dejo hoy esta parte dedicada a La Amistad, en adaptación al español de Nersa Roa de Álvarez.

 

¿Qué les parece si consideramos al 2009 como Año Bloguero de la Amistad Internacional?

 

Nuestro amigo es la respuesta a nuestras necesidades.

 

Él es el campo donde se siembra con amor y se cosecha con agradecimiento.

 

Él es nuestra mesa y el fuego de nuestro hogar. Nos acercamos a él con nuestra hambre, y le buscamos sedientos de paz.

 

Cuando nuestro amigo manifieste su pensamiento, no temamos al «no», ni retengamos el «sí».Y cuando él permanezca en silencio, nuestro corazón no debe dejar de oír su corazón.

 

Porque en la amistad, todos los pensamientos, todos los deseos, todas las esperanzas nacen y se comparten en espontánea alegría.

 

Cuando nos alejemos de un amigo, no debemos sentir dolor, porque lo que más amamos en él quizá esta más claro en su ausencia, igual que la montaña es más clara desde el llano para el que quiere subirla.

 

Y no se debe permitir que haya en la amistad otro interés que el ahondamiento del espíritu.

 

Porque el amor que no busca más que la revelación de su propio misterio no es amor, sino una red tendida que sólo recoge lo inútil. Dejen que lo mejor de nosotros sea para nuestro amigo.

 

Si ha de conocer el flujo de nuestra marea, el menguante, que también conozca su reflujo y su creciente. Porque, ¿qué amigo sería aquel que se tuviera que buscar para matar las horas?

 

Buscamos a nuestros amigos para vivir las horas. Porque los amigos existen para colmar nuestra necesidad, no nuestro vacío.

 

En la dulzura de la amistad debe flotar la risa y los placeres compartidos. Porque en el rocío de las cosas pequeñas, el corazón encuentra su alborada, su mañana y se refresca.

LIBLOGS: YERMA EN EL LÍBANO

Hay libros que, por el momento personal y vital en que los lees, se te incrustan en la piel y, además de provocarte muchas y variadas sensaciones, te dejan una huella indeleble de por vida. A mí me ha pasado con «Yerma», leído de un tirón en una tarde de invierno y cuyo recuerdo me viene acompañando desde entonces, como espada de Damocles que pende sobre mi cabeza.

 

Hace un par de noches, cansado, roto, volvía a casa en taxi. El conductor tenía ganas de charlar y me preguntó por las Navidades. Le dije que las pasaría en el Líbano y, como un resorte, me volvió a preguntar: «¿Es usted soldado?»

 

Me quedé de una pieza. ¿Soldado? Pues no. Un simple turista. El hombre no volvió a hablar, me dejó en casa y me deseó felices navidades. Al día siguiente, una amiga me preguntaba si estaba nervioso por mi inminente viaje. «No», le contesté. «Ni nervioso, ni ansioso, ni expectante, ni excitado.»

 

Y me sentí yermo. Vacío. Fue entonces cuando me decidí a escribir las palabras de esa entrada tan gratamente recibida y comentada: «Líbano: escapar viajando». Un texto que es duro de escribir… si sientes todas y cada una de las palabras y las sensaciones que en él se reflejan, como a mí me pasaba.

 

Hasta ahora, prácticamente no le he prestado atención al destino de este viaje. Líbano. He mirado la página del Ministerio de Asuntos Exteriores y, de hacerle caso, lo mejor sería no poner allí un pie. Recuerdo que, cuando empezó la última guerra libanesa, hace unos meses, con el egoísmo propio de los viajeros, pensé para mis adentros que era una pena, que ya había otro país que, de momento, se había convertido en destino vetado. Y, sin embargo, apenas unos meses después, allá me voy. Al Líbano.

 

Ya les he contado que la «culpa» de todo la tiene Daniel. Y a él me encomiendo, lógicamente, para culminar un viaje bonito, ilustrativo y satisfactorio. Decía que quería aprovechar este viaje para reflexionar sobre tantas y tantas cosas de mi vida, pasada, presente y futura. Otra amiga (siempre son las mujeres las que ponen el dedo en la llaga) me decía que me dejase de tonterías y que aprovechara el viaje para disfrutar, pasarlo bien, ser receptivo a los compañeros que me encuentre por el camino, descubrir nuevos paisajes y, sencillamente, gozar con las bondades de una oportunidad única: viajar a un destino tan atractivo como complicado. Viajar.

 

Por eso me gustó tanto, al llegar a casa, encontrar el mensaje de otra excelente cómplice que, desde la distancia, ya me va conociendo sobradamente. Un mensaje repleto de buenos augurios, que se concretaban en la siguiente máxima de Tucídides: «El secreto de la felicidad no está en hacer siempre lo que se quiere, sino en querer siempre lo que se hace. El secreto de la felicidad está en la libertad, y el secreto de la libertad, en el coraje».

 

Yerma se casó porque quería tener un hijo. Y no consiguió concebirlo. Y su vida fue un infierno. Y la de su marido. No había otra cosa que le importara que no fuera la sequedad de su vientre. Y así consumió su existencia. Y, por fin, cuando comprendió que jamás se quedaría preñada, no se resignó y, en vez de procurar construir una vida en torno a su esposo, lo asesinó. El fatalismo de los personajes de García Lorca, la autodestrucción, el sufrimiento, la muerte… todo ello tan nuestro… no. Hay que rebelarse.

 

Cuando escribo estas líneas me quedan menos de cuatro horas para emprender mi viaje. He de preparar el petate, comer y salir para la estación de autobuses. Es verdad que, si lo pienso, no es irme al Líbano, ahora lo que quiero hacer. Pero no es menos cierto que, como lo voy a hacer, lo estoy empezando a querer.

 

Sí. Ya estoy nervioso. Me falta un visado para Siria que suplo con una carta de una agencia de viajes, escrita en árabe, y que no sé si me dará problemas en Estambul, donde hago escala. Sí. Ya ando revisando los billetes y los itinerarios. Sí. Ya ando eligiendo qué lecturas me van a acompañar. Sí. Ya voy notando esas mariposas en las tripas que me dicen que sí. Que quiero viajar. Que dejo cosas atrás, pero que me esperan muchas más por ahí delante. Estos días, en Oriente. Y a la vuelta, claro. Libertad para irme. Y para volver. Coraje para apretar los dientes… y seguir de frente.

 

Perdonen que haya usado la excusa de los Liblogs y de «Yerma» para hablar de mí, pero, por un lado, es la grandeza de la literatura: conseguir integrarse en nuestra vida. Y, por otro, ¿qué podría decir yo sobre «Yerma» que no se haya dicho ya, hasta la saciedad, por centenares de estudiosos y especialistas de la obra lorquiana?

 

Haciendo de la necesidad virtud, un cálido abrazo viajero y mediterráneo para todos.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

CUAVERSOS ¿QUIÉNES SON LAS PROTAGONISTAS?

Luego creo que me atreveré a subir un abominable intento de Haiku que escribí el otro día. O quizá no. Pero ahora os dejo con estos versos de él. El más deseado. La persona que ha convertido a los miércoles en el día más esperado para los seguidores de esta Bitácora.

 

Ignacio, que nos habla sobre ellas… ¿quiénes? Tras los versos dedicados a Julia y los referidos al dolor y la derrota, hoy las protagonistas son ellas. ¿Quiénes? ¿De quiénes piensas que habla Ignacio en esta entrega de los Cuaversos?

 

Cuando cautivaron nuestras vidas

llevaban pinturas de guerra en sus rostros

y todas admiraban a algún cantante inglés.

Les gustaba la nieve, el mes de febrero

y los años impares, pero también el mar,

las playas y los bikinis.

Y sobre todo, llamar la atención,

eso sí, sin querer.

A veces se ponían un poco tristes

con un ramo de lluvia entre sus manos

como a la espera de una fotografía.

Buscaban -sin saberlo- la imperfección de la hermosura,

los labios con aristas,

los besos que se consumían de anhelo en nuestras lenguas.

Aguardaban la madurez lejana

en que resultaría tan fácil ser mujeres…

porque la madurez era entonces, tan sólo, una palabra.

Las primeras que recorrieron nuestras vidas

se fueron disolviendo en la nostalgia

y volvieron a surgir algún tiempo después,

creciendo en la clausura de otros labios,

existiendo en unos ojos ajenos,

despertando en el molde de unos cuerpos

que ya, no eran los nuestros.

Mientras, las cenizas de tardes sucedidas

se extinguían entre los dedos no tocados

pero ahora, sin la tenaz urgencia del deseo,

sin la mínima voracidad de la costumbre.

Y ya no nos queda más asidero que la melancolía

ni más inminencia que el olvido.

Pues no debemos tener derecho a que nos duela

aquello que no nos pertenece

o lo que tal vez jamás pudo ser nuestro.

O no…

CUAVERSOS DE DOLOR Y DERROTA

Miércoles de Cuaversos. Una pregunta: ¿sabéis por qué contacto el añorado Ignacio conmigo, para publicar aquellos memorables Cuaversos Julianos?

 

Mismamente por aquellas paridas sobre la Soledad que publicamos un día. Mamarrachadas del tipo de éstas:

 

La soledad es despertarte por culpa de una pesadilla y encontrar una fría almohada que no te devuelve un abrazo.

 

La soledad es dormirte sin que nadie te haya dado las buenas noches y despertar sin un Buenos días en el oído. Ni en la boca.

 

La soledad es partir y que nadie te desee buen viaje.

 

Bueno.

 

Aquí está.

 

Un nuevo poema de Ignacio, que enlaza con esas otras derrotas que glosamos la semana pasada, de Khalil Gibran.

 

1974

Aquel año pusimos papel pintado en casa

y mi padre volvió a reparar el FIAT 1500, blanco,

con marchas en el volante, que mi madre,

una mala tarde, estrelló contra un árbol.

En verano, fuimos de vacaciones a Torrox

y en la playa del Morche

vi, por primera vez, a una mujer en top-less

Fue el año del Mundial.

Mi hermano y yo lo vimos por televisión

acérrimos forofos de la Holanda de Cruiff.

Fue el año en que Alemania ganó el Mundial

(2-1 a la potente escuadra holandesa).

Lo vimos por la tele.

Creo que, desde entonces,

me viene esa perenne sensación de derrota.

Fue el año en que perdimos el Mundial,

cuando el Mundial lo era todo para mí.

El año en que Alemania le metió un par de goles

a todos nuestros sueños, los dos,

en blanco y negro

y por la escuadra

(En el 78 Holanda volvió a perder,

un año antes de que los Clash, malheridos,

grabaran para mí London Calling,

sin que yo lo supiera.

Perdimos de nuevo,

perdimos para siempre)

CUAVERSOS DERROTADOS

Los Cuaversos de Bitácora de hoy nos vienen del Mediterráneo. ¿Les gusta Khalil Gibran? Este poema está tomado de su libro «El loco». Y es como si me estuviera susurrando al oído, precisamente, lo que necesito oír. Muy en relación con esta columna que escribí para IDEAL, hace unos meses, también titulada «Derrotas».

 

DERROTA

 

 

Derrota, mi derrota, mi soledad y mi aislamiento;

me eres más querida que mil triunfos

y más dulce al corazón que toda la gloria del mundo.

Derrota, mi derrota, mi desafío y conocimiento de mí mismo,

por ti sé que aún soy joven y ligero de pies

y desdeñoso de los marchitos laureles.

En ti encontré perfecta soledad

y la alegría de ser humillado y despreciado.

 

Derrota, mi derrota, mi rutilante espada y mi escudo;

en tus ojos he leído

que ser entronizado es ser esclavizado,

que ser comprendido es ser rebajado

y ser entendido es tan sólo alcanzar la propia plenitud

y, como un fruto maduro, caer y consumirse.

 

Derrota, mi derrota, mi audaz compañera;

tú escucharás mis cantos, mis gritos y mis silencios;

y nadie sino tú me hablará del batir de alas,

del furor de los mares,

de montañas que arden en la noche;

y sólo tú escalarás mi escarpada y rocosa alma.

 

Derrota, mi derrota, mi inmortal valor;

tú y yo reiremos juntos con la tormenta,

juntos cavaremos fosas para todo lo que muere en nosotros

y nos erguiremos ante el sol con una voluntad,

y seremos peligrosos.

 

Pero no terminemos de forma pesarosa. Que el libanés también ha escrito otras cosas más optimistas:

 

Por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes.

 

En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche, viene una aurora sonriente.

 

Un sabio, Gibran. Y su elección, créanme, no ha sido gratuita.