Provocación

Hoy, cuando salí para ir a comprar la prensa y desayunar, no solo llovía sino que hacía un frío bastante desagradable.

Al acercarme a la cafetería, vi que había un gran revuelo de gente, en mitad de la calle.

Chafardero, curioso y metomentodo como soy, me acerqué a ver qué pasaba para encontrar que, en mitad del grupo de gente, había un tipo tirado en el suelo. Pensé en un resbalón o algo por estilo, pero cuando levantó la mirada, le descubrí la cara partida y la nariz rota, chorreando de sangre.

– Es que iba provocando – se justificaba otro de los tipos que protagonizaban aquel mogollón, mientras se masajeaba los nudillos de su mano derecha con la palma de la izquierda.

No tenía pinta de provocador el muchacho de la nariz rota, precisamente, tan bien vestido y repeinado.

– ¿Cómo que provocando? – decía otra persona. ¡Si Luis Felipe es de natural pacífico, tranquilo y sosegado y nunca ha tenido ninguna bronca o pelea con nadie!

– ¿Y a quién le importa todo eso? El caso es que iba sonriendo.

– ¿Y?

– Que le pregunté por esa sonrisa y me dijo, sencillamente, que era feliz.

Jesús lluvioso Lens

¿Estábamos tan sarcásticos en anteriores 28 de abril? 2008, 2009, 2010 y 2011.

LA CARRERA

Hablaba con una amiga de carreras. Y de carrera. Y me dio el chispazo para escribir este microrrelato…

El gusto de Andresito por correr tenía a sus padres en un permanente sinvivir, no pudiendo entender cómo le preocupaban infinitamente más las carreras que su carrera. Estaban convencidos de que, por rápido que corriese, esas carreras no le llevarían a ningún sitio.

Andresito les buscó con la mirada, cuando enfilaba la última vuelta, netamente distanciado de sus contrincantes. Con su sonrisa, intentaba decirles que sí. Que las carreras le podían llevar muy lejos. Y muy alto. Por ejemplo, a lo alto de un cajón.

En realidad, el enésimo tropezón de su carrera vino por el ansia de atacar el último obstáculo con demasiada precipitación y no porque se hubiera relajado, sabiéndose con el oro al cuello, como escribieron algunos cronistas deportivos.

De vuelta a las aulas, desmotivado, desalentado y desfondado -no en vano se había quedado sin beca- Andresito sabía que fueron las prisas en las carreras las que le alejaron de las soñadas victorias y le obligaron, para satisfacción de sus padres, a volver a la carrera.

 Jesús Lens.

(Más microficción, y más corta, enlazando desde AQUÍ)