Se te rompe el alma

Les llamamos accidentes porque resulta tranquilizador. “Suceso eventual o acción del que resulta daño involuntario para las personas o las cosas”, indica la RAE. Accidente es sinónimo de anomalía y excepcionalidad. Sin embargo, en Granada llevamos una racha terrorífica de accidentes que entran dentro de lo incomprensible, lo cruel y lo indignante. Porque si cualquier accidente es desgraciado, estos tres que les voy a resumir resultan abracadabrantes.

Un anciano de 86 años atropelló a una mujer a las tres de la tarde y la dejó tirada sobre el asfalto. Su familia adujo que el hombre no se había enterado del atropello. La mujer acabó en la UCI y después se supo que el conductor ya había tenido tres incidentes similares en los últimos meses. En uno de ellos también atropelló a un viandante y siguió su camino hasta que los vecinos consiguieron pararle. Para más inri, el octogenario padece un problema visual importante.

Hace unos días, un conductor completamente ebrio mató a un motorista tras arrollarle con su coche. Lo más siniestro es que iba camino de un juicio rápido hacia La Caleta, dado que el día anterior ya había sido detenido y sancionado por conducir borracho.

El martes pasado, una mujer falleció tras ser atropellada por un camión en el Callejón del Ángel, junto a uno de los cruces más peligrosos de Granada para los viandantes. En este caso, el conductor del vehículo olvidó echar el freno de mano.

Siempre que voy del Zaidín hacia el centro, procuro evitar ese cruce. Y si me despisto, por mucho que el semáforo se ponga en verde, espero a comprobar que los vehículos se han detenido: al estar a la salida de una rotonda, coches y motos van muy rápido y se ven obligados frenar súbitamente, dado que la visibilidad es escasa.

Pero es que además, y esto el algo que nadie en su sano juicio puede entender, el paso de peatones hacia el Violón está justo en la salida del mencionado Callejón del Ángel, por donde circulan igual los vehículos que los viandantes dado que, para cruzar, el peatón ha de situarse en medio del propio Callejón. Es algo grotesco: mientras espera a que cambie el semáforo, se ve obligado a apartarse y dejar que pasen los coches.

Todos los accidentes son desgraciados, pero en los tres citados concurren circunstancias que los hacen especialmente trágicos. Debemos reflexionar sobre las responsabilidades individuales y colectivas en lo referente al tráfico y a la movilidad.

Jesús Lens