Raquíticos frigoríficos culturales

Estos días, leyendo las propuestas culturales de Francisco Cuenca y Sebastián Pérez para las próximas elecciones municipales, me acordaba de la película ‘Wilaya’ y la historia de Fatimetu, una joven saharaui que lleva viviendo en España dieciséis años y debe volver a los campamentos del Sáhara para hacerse cargo de su modesta herencia y cuidar de una de sus hermanas, Hayat, una joven minusválida.

Con el poco dinero que tiene, adquiere un todoterreno de segunda mano para dedicarse a la compraventa ambulante de carne de cordero, lo que molesta al marido de su otra hermana, embarazadísima, quien le afea que se haya gastado el dinero en un coche en vez de regalarles un frigorífico, con la falta que les hace.

Las dos hermanas consiguen sacar su negocio adelante, dejándose la piel en el empeño, conduciendo de sol a sol por los pedregosos caminos del Sahara. Mientras, su cuñado se dedica a fumar, beber té y quejarse amargamente por su mala fortuna.

Al final de la película, Fatimetu y Hayat llegan a la jaima de su hermana, llevando con ellas la ansiada nevera, comprada con los beneficios de su negocio. Y Fatimetu sentencia con una de esas frases que deberían imprimirse en camisetas, chapas y sobres de azúcar:

—Lo difícil no es tener un frigorífico. Lo realmente complicado es llenarlo de comida todos los días.

¿Qué opinarán los músicos de la OCG y, con ellos, los melómanos de nuestra tierra, sobre las promesas de más museos, más espacios escénicos y más contenedores culturales en Granada?

¿Cómo puede basarse el futuro de la política cultural de nuestra ciudad en la construcción de nuevas infraestructuras, cuando el presupuesto que el Ayuntamiento dedica a programación resulta a todas luces insuficiente?

¿Por qué es tan grande y mundialmente conocido el Festival Internacional de Música y Danza? Por traer grandes producciones a espacios emblemáticos de la Alhambra y el Generalife. Por llevar conciertos a iglesias, monumentos, calles y plazas de toda la ciudad. Por buscar la excelencia en la programación, aprovechando el ingente y riquísimo patrimonio de nuestra tierra.

Pongámonos estupendos. Imaginemos que se construyera el Gran Espacio Escénico. ¿Cómo lo alimentamos después, un mes tras otro? Cifras. Queremos ver los números. Que ideas tenemos todos.

Jesús Lens