Jesús Lens

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Por tierras del Quijote

No me parecieron gigantes, pero sí gigantescos. Salí corriendo nada más bajarme del autobús para fotografiarlos antes de que se pusiera nadie delante y me fastidiara el plano. Como estaba nublado y el cielo tormentoso, además de un leve arcoiris, pillé un cielo cambiante que, cada dos minutos, ofrecía una perspectiva diferente de los molinos de viento de Campo de Criptana. 

Me he venido a Discover-Eat, el primer foro internacional que une turismo, gastronomía, identidad y desarrollo sostenible en entornos rurales que se celebra en Castilla-La Mancha y del que les hablaré largo y tendido en el Gourmet del viernes. De platos como el atascaburras, los andrajos, las migas, las perrunillas y, por supuesto, de sus vinos.

Pero hoy quiero viajar en el tiempo, a aquel periplo que hice hará veinticinco años por estas mismas tierras. Recuerdo que un amigo cuya mujer es de Villanueva de los Infantes casi se cae de culo cuando me vio dando un paseo por el pueblo cervantino. No era normal, entonces, hacer turismo rural por La Mancha. Pero me dio el volunto de pasear por las tierras del Quijote y ahí estaba, flipando con el punto exacto en que podíamos decir, con toda propiedad, aquello de ‘con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho’, aunque sea un apócrifo. Y la ilusión de visitar el Toboso y Puerto Lápice. 

Un viaje, también, imbuido por el placer de sentir, pasear y vivir la naturaleza. Las Tablas de Daimiel y el Guadiana, que no sé si era ya Parque Nacional. Y Cabañeros, donde querían hacer un campo de tiro del Ejército… ¡en un paraje tan singular, hoy protegido! 

Quién me iba a decir, a la vejez viruelas, que el turismo que lo iba a petar en 2025, en clave de lujo y distinción, era precisamente aquél. Un turismo lento y pausado que apuesta por la autenticidad y por el territorio, con un fuerte sustrato gastronómico y cultural. De espacios abiertos y tierra en los zapatos.

Recorremos los viñedos, las queserías, las bodegas y las referencias quijotescas y pienso en volver a casa y enfrascarme en lo más de reciente de Muñoz Molina; en leer ‘A través del Quijote’ de José María Merino y en entregarme de una maldita vez al Quijote liberado que editó Blackie Books. Porque leer y fantasear es viajar por otros medios. Y, después, volver a recorrer estos caminos. Tan cerca, tan lejos.

Jesús Lens

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