TENIENTE CORRUPTO

¡Qué rabia me da tener que escribir lo que voy a escribir sobre una película de Werner Herzog, posiblemente, el cineasta más singular del actual panorama cinematográfico mundial!

 

Hace unos días, repasando nuestro querido libro «Hasta donde el cine nos lleve», para ESTA presentación en Salobreña, vi que habíamos incluido, entre las películas esenciales, varias de este singular director, como «Aguirre, la cólera de Dios» o «Grizzlie man», sin que nos diera tiempo a hablar sobre una joya como «Encuentros en el fin del mundo», en que cuenta su visita a la Antártida.

 

Me encantan los directores visionarios que montan proyectos personales y cuyos resultados, después, son tan singulares como atractivos. Werner Herzog es uno de ellos y tengo muchas ganas, este 2010, de recuperar algunos otros de sus clásicos como «Fitzcarraldo», «Cobra verde» o «Grito de piedra», en que se cuentan las homéricas proezas de hombres tan locos y desmesurados como el director alemán, que desafían los límites de lo humanamente posible.

 

Por eso estaba tan contento cuando vi que en Granada se estrenaba «Teniente corrupto», la primera película puramente de género (negro) de Herzog, en la que tenía fundadas expectativas -aunque Boyero ya nos había puesto sobre aviso con su mala crítica de hace unos meses.- Y por eso, por las expectativas defraudadas, la decepción es mayor.

 

Y la culpa de todo, en este caso, yo creo que la tiene una persona con nombre y apellidos: Nicolas Cage, imponiéndose un juego de palabras entre el apellido del actor y lo que hace últimamente: cagarla con todo el equipo, que el sobrino de Coppola es IMPRESENTABLE, con sus muecas, gesticulaciones, carcajadas y grititos histéricos.

 

¡Qué risa más natural!
¡Qué risa más natural!

A estas alturas ya sabemos que «Teniente corrupto» es un remake de la película homónima que el perturbador Abel Ferrara filmara hace unos años, con un impresionante Harvey Keitel en el papel de policía politoxicómano total. Por eso, lo de Cage canta aún más. ¡Qué diferencia entre la brutal intensidad de uno y el empacho gestual del otro!

 

¡Éste sí que sí!
¡Éste sí que sí!

Y el caso es que la idea de partida es excelente, al trasladar la acción a esa Nueva Orleans post-Katrina, sumergida en la podredumbre y la corrupción, como si el huracán hubiera sido un castigo divino. Las relaciones entre los personajes, la tensión, la atracción, la repulsión… todo ello habría sido genial si no hubiera estado Cage para fastidiarlo.

 

Porque el guión me gusta. Y la ambientación, con unos escenarios bien acordes a la trama. Y Eva Mendes. Y esa ausencia de violencia en una película muy violenta. Y, sobre todo, la capacidad de seducción de Herzog a través de imágenes tan surrealistas como poderosas, como las del cocodrilo o las de las iguanas, por ejemplo. Impresionante la capacidad de transmitir sensaciones físicas a través de esa cámara que escruta la rugosidad de la piel de los lagartos. O el baile final, tras la muerte…

 

Esas iguanas...
Esas iguanas...

Lo mejor de Herzog es que, en todas sus películas, siempre filma imágenes de una belleza o una potencia tan brutales que se quedan grabadas en la retina del espectador. «Teniente corrupto» tiene algunas de ellas. La lástima es que, en buena parte por culpa de su protagonista, la película diste muy mucho de ser la obra maestra que a todos nos hubiera gustado.

 

Pero lo bueno es que el prolífico director ya tiene otras dos películas filmadas, pendiente de estreno: «My Son, My Son, What Have Ye Done» (producida por David Lynch e interpretada por William Dafoe, sobre la historia del asesino Mark Yavorsky y sus conexiones clásicas con el Orestes de Sófocles) y «El afinador de pianos», adaptación de la novela homónima de Daniel Mason Lee, filmada en Birmania.

 

Lo malo es que su distribución en España y, desde luego, su llegada a los cines granadinos, será una pura quimera. Confiemos que su libro, «La conquista de lo inútil», sobre la filmación de «Fitzcarraldo», si sea más accesible…

 

Valoración: 6

 

Lo mejor: las surrealistas y poderosas imágenes oníricas de cocodrilos, iguanas y bailes.

 

Lo peor: el infame Nicolas Cage.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.      

CUALQUIER OTRO DÍA

No, queridos amigos, no. De ninguna manera. Perdónenme, pero discúlpenme: ¡NO!

 

Ni de broma voy a empezar hoy a leer la última novela de Dennis Lehane. ¿Estamos locos? No. Hoy no. Quizá sea cualquier otro día cuando comience a leer «Cualquier otro día», la última novela del autor de Boston, recién publicada por RBA Serie Negra.

 

Dennis Lehane. ¿Quién es ese tipo?

 

Pues ese tipo es el autor de la novela «Mystic River», a partir de la que Clint Eastwood rodó una de sus más recientes obras maestras. Y de «Adiós, pequeña, adiós», igualmente trasladada al cine en una modélica adaptación del imprevisible y sorprendente Ben Affleck.

 

Pero, además, en cuanto escriba las próximas dos palabras, entenderéis perfectamente por qué no pienso meterle mano a «Cualquier otro día».

 

Bueno, en vez de escribirlas, veámoslas:

 

Sí. «Shutter island». ¿Os acordáis? La que se montó hace un puñado de años, a costa de esta novela. De hecho, muchos de vosotros tenéis vuestro ejemplar, firmado por el autor, a su paso por «Negra y Criminal».

 

Entonces, si os acordáis de los efectos que provocaba «Shutter island», ¿por qué os extrañáis de que hoy NO vaya a empezar a leer «Cualquier otro día»? ¿Qué queréis? ¿Verme aún más ojeroso que ahora? ¿Que me recluya en casa, a leer? ¿Que deje de escribir, bloguear y salir a tomar cañas? ¿Que no vaya al cine hasta que termine de leer sus setecientas y pico de páginas?

 

No, amigos. Tras la adicción del 2009 a Lisbeth Salander, no me pidan que me enganche, nada más empezar el 2010, a otro autor narcotizante. Al menos, no hoy. Si os parece, lo dejamos para cualquier otro día… Y si no creéis en mi palabra, leed a Enric González, AQUÍ. O a Rosa Mora, AQUÍ.

 

Jesús Lens, que se está quitando.    

DULCE NOCHE SALOBRE

  • ¿Hasta dónde puede llevarnos el cine? -me preguntaban el pasado viernes en una entrevista radiofónica.

 

  • Pues, de la mano de amigos como Encarni, Colin, Mariano, Gonzalo, Pepe, Panchi o Josefina; el cine puede llevarnos… hasta donde nosotros queramos y estemos dispuestos a ir. Lejos. Muy lejos. Hasta Salobreña, por ejemplo -hubiera podido contestar, sin temor a equivocarme, tras la estupenda velada del 15 de enero…

 

Gonzalo, un servidor y Mariano, paradójicamente, de izq. a dcha.
Gonzalo, un servidor y Mariano, paradójicamente, de izq. a dcha.

Porque Salobreña está ahí al lado pero, desde que este verano se planteó la posibilidad de presentar allí nuestro querido libro «Hasta donde el cine nos lleve», han pasado un puñado de meses. Y, sin embargo, por cómo salió todo, debemos convenir en que la espera ha merecido la pena.

 

Porque la presentación salió, claro, de cine. De dulce. De maravilla. De lujo.

 

Pero empecemos por el principio. Que bajar con mi Cuate Pepe y con Panchi en su coche, iniciando un nuevo mini On the road a cuenta del libro, ya fue un placer, con ese «A kind of blue» de Miles Davis sonando en el equipo de música.

 

Cuando quedaban quince minutos para el inicio de la presentación, aún no había mucha gente en la Biblioteca de Salobreña. De hecho, excepto los organizadores, no había nadie. Por eso, mi querido Colin estaba tan nervioso. Encarni y él se habían tomado tantas molestias… pero Gonzalo, el concejal de cultura, estaba tranquilo. Con mucha o poca gente, la cosa saldría a pedir de boca. Es lo que tiene hacer las cosas bien, como está claro que hacen los regidores de esa fantástica localidad costera.

 

Cuate-foto
Cuate-foto

Y llegó Mariano Navas, mi presentador. Filólogo, lector, cinéfilo y cubano de adopción. Abrazo, charla y… buen rollo. Y empezó a llegar gente. Y más gente. Y una poca más. Colin sonreía satisfecho. Y tranquilo. Lo estaba viviendo con tanta o más intensidad que yo. Por eso, cuando Juan Madrid, uno de los padres de la novela negra española entró por las puertas, Colin y yo sonreímos a lo bestia. Privilegio y honor el que nos hacía Juan, con su presencia allí, la mágica noche del viernes 15. Y llegaron Javi, Rosario, Concha… ¡Ay!

 

Y entonces apareció, con su melena rubia de guerrera vikinga. De verdad que no me la esperaba, pero Josefina se ganó su carné de Cuatrera (*), a pulso, bajando inesperada y sorpresivamente a Salobreña para acompañarnos en la presentación costera de «Hasta donde el cine nos lleve». ¡Detalle de los que no se olvidan!

 

Y, al final, la sala se quedó pequeña. Más de cincuenta personas, algunas de pie, nos escucharon, impávidos, a Mariano y a mí.

 

Lo de Mariano… un lujo de presentación. Vamos, que me sacó los colores por todo lo mucho y bueno que dijo de un servidor y de nuestro libro. Y de Fran, el coautor, cuya trayectoria se puede seguir por Internet y al que mandamos un fuerte abrazo desde Salobreña. Y todo ello, en unos folios primorosamente manuscritos, una joya bibliográfica de la que tengo que conseguir una copia, sí o también.

 

Birreando en El Puentecillo
Birreando en El Puentecillo

Entonces empecé yo a largar. No había preparado nada, para esta presentación. Había repasado las notas de otras anteriores y, prometiendo ser breve, me lancé a hablar a tumba abierta. Y lo siento por los presentes, pero estaba disfrutando tanto que fui enlazando unos temas con otros y, al final, me enrollé como una persiana, cascando media hora sin parar ni a respirar.

 

Pero no fue mi culpa. Creo. Porque miraba a la gente, allí enfrente, y nadie parecía aburrirse. Sin bostezos, sin mirar el reloj, sin mandar SMS… el buen público de Salobreña parecía seguir la plática con atención e interés. Así que, como ya me conocéis… no encontraba momento para callar y meter lengua en paladar.

 

Vamos, que estuve en la gloria y que la de Salobreña ha sido la presentación de «Hasta donde el cine nos lleve» más relajada, disfrutona, amistosa y agradable de las que hemos hecho hasta el momento. Todas han sido únicas y especiales, pero, por alguna razón, en ésta ha sido en la que más cómodo me he encontrado, al igual que me pasó la víspera, hablando de financiación privada para montar una empresa, en la ESNA. Vamos, ¡que el 2010 trae buenos presagios!

 

Y, después, ese momento tan especial que siempre es el de la firma de libros. Un goteo constante y, al final, unos veinte libros vendidos, todos ellos cariñosamente dedicados a esa gente que venía, saludaba, comentaba, preguntaba, sugería… ¿he dicho ya que estaba en la gloria? Y, por cierto, un saludo muy especial a la gente de la librería motrileña «La evasión», sita en C/ Ramón y Cajal 9 y que ya ardo por visitar, dado que sus dueños son auténticos amantes de los libros.

 

El siguiente paso en nuestra noche de libros, birras y amigos nos condujo a La Caleta, a la taberna «El Puentecillo», uno de esos lugares que, si no existieran, habría que inventarlos. Uno de esos bares pequeños en los que, nada más entrar, ya te sientes como en casa, decorados con fotos de músicos y con todo el sabor de lo auténtico. Tras la barra, El Gato, un tipo, además de encantador, dotado con un inmejorable gusto musical. 

 

Ya completamente relajados, llegaron los brindis, el recuerdo para la gente que quería estar allí pero no podía, las felicitaciones y los parabienes. Y los agradecimientos. Y esas tapas de tortilla con salsa de ajo o el bacalao con una salsa de tomate y carne que, sorprendentemente, estaba para chuparse los dedos. La música, jazzera, con Miles Davis de protagonista y una curiosa coincidencia acerca del genio de la trompeta y el mismísimo Michael Jackson, a cuenta de ese excepcional «Human Nature». Que Colin y Pepe tienen el mejor de los oídos.

 

Y de allí al corazón de Salobreña, al Pub Studio J.A. del que es dueño Mariano y donde pasamos una extraordinaria madrugada de charla, copas, música y disfrute, con esos momentos en que nos parábamos a hablar de las cosas realmente importantes de la vida: Miles Davis y «A kind of blue», las mujeres, los hombres, Guardiola, los cóckteles, los viajes, los restaurantes y el ceremonial de una buena comida… la vida, en una palabra.

 

Y así, no es de extrañar que al volver al hotel, cansados pero felices por haber disfrutado de una noche extraordinaria, cuando le deseamos buenas noches al portero de turno, el hombre, con toda la acidez y carga de profundidad de que era atesorador, nos respondiera con un lacónico, ilustrativo y preclaro:

 

  • Buenos días, querrán decir…

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

 

(*) Cuatreros. Dícese de los amigos que se embarcan en salidas On the road, más largas o más cortas, para acompañarnos a mi Cuate Pepe y a mí en esta vorágine de charlas, presentaciones librescas y encuentros que llevamos felizmente a cuestas…

 

PD.- Posiblemente, pronto prepararemos Fran y yo otra presentación, esta vez en Madrid… ¿os animaréis a montar un On the road capitalino?                

SHERLOCK HOLMES

Nos gustaba ir al cine cargados de buenos deseos y mejores perspectivas, ante la oportunidad de disfrutar, en pantalla grande y en edición digital, de la actualización de uno de los grandes mitos de la cultura popular universal.

 

No nos gustaba recordar algunas de las informaciones previas a la película, en las que se decía -¿quizá malintencionadamente?- que los espectadores que habían visto esos pases de prueba anteriores al estreno, cuando aún hay tiempo de desfacer entuertos, se habían partido de la risa en algunos momentos supuestamente intensos y dramáticos.

 

Nos gustaba la conjunción de un director visionario, Guy Ritchie, con personalidad y talento, y dos actores tan notables como Robert Downey Jr. y Jude Law, a priori, unos inmejorables Holmes y Watson.

 

No nos gusta que, al final, haya mucho de major hollywoodiense en pantalla y poco, demasiado poco, del Ritchie más independiente, valiente y audaz.

 

Nos gusta cómo dan en pantalla los dos actores principales. Hay química entre ellos y su siempre supuesta, aludida y ambigua relación homosexual está perfectamente parodiada. Además, las chicas están a la altura.

 

No nos gusta todo lo que tiene que ver con los villanos de la película. ¿Es que no saben los supuestos profesionales de esto del cine que un buen malo lo es, no tanto por la enjundia de sus maquiavélicos planes, cuanto por su capacidad de seducción al espectador? Y, desde luego, pocos malos más pencos y menos seductores que los de este «Sherlock Holmes».

 

Nos gusta el tratamiento hiperrealista de algunas secuencias, ver boxear a Sherlock, su mala vida y sus ejercicios deductivos. En lo más pequeño está lo mejor de esta película.

 

No nos gusta la trama principal ni los planes de los malos. Nos aburren soberanamente y, lo que es peor, nos importa francamente poco si los ejecutan o no. Para planes auténticamente maquiavélicos, a los que se enfrenta Jack Bauer. Lo demás son… pamplinas.

 

Nos gustan las secuencias de acción.

 

No nos gustan las secuencias ritualistas, tan aburridas y poco e/conmocionantes.

 

Nos gusta cómo se apunta y plantea al futuro y tradicional archienemigo de Sherlock, un enigmático Moriarty.

 

No nos gusta que precisamente Moriarty no haya sido el reverso oscuro de Holmes en esta primera entrega de lo que, a todas luces, va a ser una larga saga.

 

Nos gusta el humor, las réplicas y contrarréplicas de los personajes.

 

No nos gusta cuando el guión se intenta poner trascendente.

 

Por todo ello, podemos concluir que este primer Sherlock Holmes del siglo XXI nos gusta tanto como nos disgusta. O, por ser más prosaicos, diremos que nos gusta, pero que ni nos arrebata ni nos emociona lo más mínimo.

 

Lo cuál, no estando mal, no es para tirar cohetes.

 

Valoración: 6

 

Lo mejor: el hiperrealismo de algunas secuencias y los actores principales.

 

Lo peor: lo patéticamente malos que son los malos de la película.