Hoy domingo, entre las once de la mañana y cerca de la una de la tarde, esteremos corriendo en Baza, dentro del Gran Premio de Fondo de la Diputación.
A veces, cuando uno suelta en una conversación que va a correr una media maratón, su interlocutor le mira como si estuviese ante un demente.
Cuando uno dice que va a correr una media maratón, lo que quiere decir es que va a recorrer 21 kilómetros -y un puñadito de metro más- en un tiempo determinado. Un tiempo que, por supuesto, no se acercará ni de lejos al que harán los ganadores de la prueba. Esto es, que uno no tiene, faltaría más, la intención de ganar la carrera, ni hablando en general ni en su categoría particular. La clave esté, pues, en competir. Pues sí. Podríamos decir que, hoy domingo, en Baza, varios cientos de corredores populares participaremos en una cuádruple competición. La primera, competir contra los elementos. Contra la tentación de dormir a pierna suelta hasta bien entrada la mañana, contra la tentación de quedarnos arrebujados entre las sábanas, contra la tentación de alargar un desayuno leyendo la prensa. La primera de nuestras batallas tiene como enemigos al despertador, a la molicie y la vagancia que intrínsecamente conlleva todo domingo. El segundo enemigo al que nos enfrentamos hoy somos nosotros mismos. Porque el atleta aficionado o popular es su peor enemigo. Una rodilla que duele, unos tendones cascados por el exceso de peso. Una rozadura, la pesadez de los músculos, unos pulmones que no dan más de sí, el corazón, que late demasiado fuerte. Terminar los 21 Kms. es una victoria sobre uno mismo, sobre su cuerpo, sobre los estragos que la vida va ocasionando en él. Y la cuarta carrera la disputas, quizá, contra otros corredores. Contra ése al que no vas a dejar que te adelante. O contra ése al que no quieres dejar que se despegue. O contra aquél al que intentas alcanzar denodadamente. Los desafíos de Baza: 1.- Llegar a la ciudad bastetana. 2.- Terminar la carrera. 3.- Hacerlo, trotonamente, a cinco minutos el kilómetro, esto es, en 1.45.00. 4.- Ganar algún piquecillo. O nos vemos corriendo, o nos leemos por aquí, dentro de unas horas. Fdo.- Lens místico-endorfínico. |
BUENOS VECINOS
¡NO ERA LO QUE PARECÍA!
¿No pensáis que ésta sería como la segunda parte?
Malpensados…
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EL RUKIKI, COLORAO
La columna de hoy viernes, en IDEAL, sobre un tema de bastante actualidad…
No. El rukiki no es el nuevo single del inefable Rodolfo Chikilicuatre. Ni una receta de Arguiñano. No. El rukiki es eso que hace moverse al mundo y que, de un tiempo a esta parte, empieza a escasear de forma alarmante en buena parte de los hogares de este país.
El rukiki se ha teñido de rojo en los últimos meses y por su culpa, cada día nos desayunamos con noticias más preocupantes y desalentadoras. De la desaceleración de la demanda de los productos de Zara a la brutal bajada de la venta de coches. Del nuevo boom de las empresas que se dedican al cobro de morosos a la proliferación de esas reunificadoras de deudas que, habiendo traído de nuevo la usura a nuestras calles, contratan el supuesto progresismo de Imanol Arias para darse una pátina de legitimidad. (Les dejo enlazado el excelente artículo que sobre este tema publicó en IDEAL Manuel Pedreira hace unos días: Usureros del siglo XXI)
Porque si aumenta el paro, suben los precios, crecen los tipos de interés y el Euríbor se dispara; el rukiki empieza a faltar. Esta Semana Santa ya se ha notado. Quiénes se han quedado en su ciudad han visto que no se llenaban los restaurantes y los que han salido de viaje se han encontrado sospechosamente solos por esos mundos, en unas fechas en que era habitual toparse con grupos de turistas españoles, en cualquier rincón del mundo. De hecho, muchos empleados de la construcción han tenido que hacer la campaña de la aceituna y los bares con menús del día están despidiendo a parte de su personal porque cada vez hay menos clientes.
Lo malo con el tema del rukiki es que quienes mandan, o están en Babia o nos están engañando. Porque, aunque haya mucho de mediático en el tema de la crisis, cada vez más gente no está llegando a fin de mes. Y, es verdad, buena parte de esta situación es consecuencia de ciclos económicos internacionales ante los que un gobierno tiene muy poco margen de maniobra. Pero ¿qué pasa con el superávit fiscal? ¿Y con las políticas de I+D+i que nos mantienen en la cola de los países de nuestro entorno? Más aún, ¿qué han hecho los grandes beneficiarios de estos años de pelotazo, ladrillo y comisiones? ¿En qué han invertido ese 20% de beneficio anual que reportaba el jugar a las casitas en este decenio largo de inmoderados crecimientos sin límites?
Porque en el país con mayor número de billetes de 500 euros de toda la Unión, falta el rukiki. La pastiza. El parné. La guita. El dinero, o sea. Lo decía Manuel Romera, profesor del Instituto de Empresa, una de esas personas con la rara habilidad de llamar a las cosas por su nombre: al dinero, rukiki y a la burbuja… ¡explosión! Y lo decía cuando los demás callaban, disimulaban o miraban para otra parte; como pueden comprobar buscando el vídeo alojado al efecto en el Youtube. Vale. La crisis ha venido y nadie sabe como ha sido. ¿Y ahora, qué? Jesús Lens Espinosa de los Monteros |
PÁGINAS AMARILLAS DE LA BLOGOSFERA GRANADINA
Si pincháis en “Granada bloguea” os encontraréis con el reportaje que hemos publicado hoy en IDEAL, cargado de enlaces sobre algunos de los Blogs más interesantes del escaparate cibernético granadino.
Los hay de fotografías, de deportes, de cultura, de naturaleza… y también políticos, que son los que han despertado la irritación de algunos comentaristas del artículo, en la web de IDEAL.
En este caso, y como en el artículo ya están todos los enlaces y conexiones bien trabados, os ahorro aquí la trascripción del texto, emplazándoos a que entréis en “Granada bloguea”, visitéis las bitácoras señaladas y nos digáis cuáles conocéis que se nos hayan escapado.
Porque, como siempre decimos, para que esto funcione, se trata del quid pro quo defendido por Hannibal Lecter, aunque en positivo y en creativo, claro.
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.