LA TURBACIÓN X

¿Recuerdan el Proyecto Florens? ¿Recuerdan la última entrada protagonizada por X, ese sujeto que decidió empezar a correr y chocó con un muro de incomprensión?

 

Pues mi Alter Ego, José Antonio Flores, continúa contándonos la historia de X en sus imprescindibles Opiniones intempestivas: «La turbación de X«

 

No dejen de seguir esta apasionante historia, (casi) real como la vida misma.

 

Jesús Lens

CUAVERSOS: «MY BLUEBERRY NIGHTS»

Es día de Cuaversos, pero hasta ahora apenas tuve tiempo de ponerme con calma frente al teclado del portátil. Mis disculpas.

 

¿Saben? Estoy un poco shockado por «My blueberry nights». A medida que pasan los días, se engrandece su recuerdo. Me vienen flashes. Me vienen imágenes y ayer me hice con su banda sonora, que suena ahora mismo a todo volumen. Les voy a dejar algunas de esas canciones. Una de ellas, el Cuaverso de hoy, con su letra y su traducción.

 

Película de carretera, de encuentros y desencuentros, de conversaciones, copas, fugas, huidas y descubrimientos. Película de bares, de cafés, de garitos y antros varios.

 

Una película preciosista, poética y mágica, hipnótica.

 

Les dejo con esta canción de Norah Jones, muy en línea con el espíritu de la película de Wong Kar Wai. Y la letra, más abajo. Es mi Cuaverso de hoy.

 

Recibo el correo de una amiga:

 

«Te lo dije una vez: con 2046 aprendí dolorosamente que las cosas que no puedes tener… es mejor dejarlas marchar… Te lo dije. Lo recuerdo como si hubiera sido esta mañana…»

 

Sí.

 

Es lo que tiene el cine de Wong Kar Wai: provoca, excita, prende e incendia. Pero, ¿están de acuerdo con esa aseveración? ¿Hasta dónde, hasta cuándo hay que luchar por lo que queremos? ¿Cuuándo es el momento de dejarlo marchar?

 

Sigue el correo:

 

«… Mi relación de amor-odio con Kar Wai. Cómo me gustaba seguir sus privados juegos de encadenar historias…. los amantes the «In the mood for love» se besan en el pasillo de un hotel, ante la puerta 2046…. Los amantes de «2046» bailan un tango sobre un suelo blanco y negro (como en «Happy Together») pero en «2046» Kar Wai descubrió el cielo y yo que ya no teníamos una relación tan íntima y privada…. en fin, como siempre, al hablar de él, me sale una poética…»

 

Sí.

 

Eso es lo bueno ¿no? Por eso nos gusta el cine, nos gutan los libros, nos gustan los discos… por eso nos gusta esta vida. Porque todo ello hace que afloren los sentimientos.

 

Ahora, una confesión: yo, de quién estoy enamorado, es de Natalie Portman. Secretamente. Locamente. De verdad. Desde que la descubrí en «León el Profesional», cada vez que la veo me gusta más. Y más. Y más. Me enamoran su mirada, su sonrisa, su lunar. Tanto que no he querido ver su desnudo integral en ese famoso corto que sacó el año pasado.

 

En fin.

 

Debilidades y mitomanías de un cinéfilo compulsivo.

 

Les dejo la letra de…  

 

COME AWAY WITH ME

 

Come away with me in the night
Come away with me
And I will write you a song

Come away with me on a bus
Come away where they can’t tempt us
With their lies

I want to walk with you
On a cloudy day
In fields where the yellow grass grows knee-high
So won’t you try to come

Come away with me and we’ll kiss
On a mountain top
Come away with me
And I’ll never stop loving you

And I want to wake up with the rain
Falling on a tin roof
While I’m safe there in your arms
So all I ask is for you
To come away with me in the night
Come away with me.

Esta canción se llama «Pájaros», es de Gustavo Santaolalla

y es una maravilla 

VEN CONMIGO

Ven conmigo en la noche
Ven conmigo
Y te escribiré una canción

Ven conmigo en un autobús
Ven conmigo a donde no nos puedan tentar
Con sus mentiras

Quiero caminar contigo
En un día nublado
En campos donde la hierba amarilla crece a la altura de la rodilla
Para que no intentes venir

Ven conmigo y nos besaremos
En la cima de una montaña
Ven conmigo
Y nunca dejaré de amarte

Y quiero despertar con la lluvia
Cayendo en un tejado de estaño
Mientras yo estoy a salvo en tus brazos
Así que todo lo que te pido es
Que vengas conmigo en la noche
Ven conmigo.

MY BLUEBERRY NIGHTS

En su subjetivo, personal y parcial resumen de lo mejor del año, mi gurú particular, Carlos Boyero, reseña lo siguiente: «No siendo fan incondicional del cine de Wong Kar Wai, me fascina el trasplante de sus obsesiones, de encuentros y desencuentros amorosos, de su inconfundible y poderosa estética que ha realizado al cine norteamericano con «My blueberry nights.»

 

Y, como (casi) siempre, no puedo sino coincidir al 100% con su apreciación. De hecho, entré en la sala cargado con un cierto resquemor. Otras películas del esteta cineasta chino me habían gustado mucho formalmente, pero habían terminado aburriéndome sobremanera. Así que…

 

Además, las críticas a su película americana, en general, no habían sido buenas. Nada buenas. Y eso que el guión viene firmado por él y por el grandioso escritor Lawrence Block, uno de mis novelistas negros y criminales más queridos y respetados. Y la banda sonora, compuesta por Ry Cooder, por lo que podíamos esperar un cierto aroma a «París, Texas», por supuesto. (Música e imágenes, pinchando en estos Cuaversos)

 

Y para mí que de ahí viene el problema con las malas críticas, precisamente. Por un lado, aún teniendo secuencias e imágenes de una belleza sin igual, «My blueberry nights» es, posiblemente, la menos esteticista de las películas de su autor, concediendo más importancia a los actores y a la historia que a la indudable potencia de la fotografía y el montaje. En este sentido, los muy modelnos se debieron quedar con un palmo de narices.

 

Pero tampoco estamos ante una película fácil o complaciente. De hecho, cuando terminó su proyección, dos chicas de unos diecibastantes años proclamaron a voz en grito que la peli era un bodrio, que no contaba nada, que no tenía historia y que era un aburrimiento.

 

Pobres.

 

Que no cuenta nada la película. ¡Ay!

 

En un momento, Jeremy, interpretado por un atractivísimo Jude Law, explica cómo fracasó su relación con una chica: «Pasaron cosas. Pasó el futuro. Pasó la vida». ¿Se puede decir más con menos palabras? Es, quizá, la gran característica del cine de Wong Kar Way: decir lo máximo posible con las mínimas palabras. Por eso, las imágenes de los labios de Norah Jones, con restos de tarta, resultan tan explícitas, tan sensuales, tan atractivas, tan mágicas, tan sugerentes.

 

¿Que le falta Lógica?

 

¿Qué lógica puede haber en una historia de amor fou? ¿Cómo no creer en la fuga, en la huída del personaje de Norah Jones? ¿Cómo no emocionarse con esos personajes con los que entabla relación en el camino, del policía alcohólico a la jugadora de dulce sonrisa?

 

Sí. «My blueberry nights» fascina, hipnotiza y conquista a cualquier espectador con un mínimo de sensibilidad. Al menos, a cualquiera que haya sufrido en sus carnes el desamor, la soledad y el abandono. Y puede que no sea una película redonda o perfecta, que haya algún bajón en el ritmo y que, en algún momento, resulte redundante. ¿Y? Estamos ante una fantástica road movie que, de bar en bar, de cafetería en cafetería, de tugurio en tugurio; muestra bocados de realidad y suspiros de poesía, belleza, inocencia y esperanza. La esperanza que hay en los ojos de Jeremy o en la sonrisa del personaje interpretado por la cada vez más adorable Natalie Portman.

 

Sí. Me ha gustado «My blueberry nights». Mucho. ¿Se nota?

 

Lo mejor: que la he visto en el momento oportuno. Y Natalie Portman. Un fetiche. Una fijación, desde «León el Profesional».

 

Lo peor: Algún tiempo muerto que se hace demasiado largo.

 

Valoración: 8

Jesús Lens      

EL ACENTO ANDALÚ Y LA PIJA DE LA MUERTE

Hace unos años tuve que hablar en público en la capital del reino. No sé exactamente la razón, pero aquel día me dio por intentar pronunciar «mejor» de lo habitual e intentar cerrar palabras como «bocado» o «apelmazado».

 

Hasta que me di cuenta de que, de tan amilanado y acomplejado, iba a acabar diciendo «bacalado con Cola Cado» y, por tanto, haciendo un ridículo espantoso. Así que decidí relajarme y, en vez de utilizar un remedo de castellano con falsete, volví a mi granaíno natural. Paradójicamente sentí que el auditorio empezaba a prestarme más atención. Sin risitas ni nada por el estilo. Sencillamente, la espontaneidad conectaba con la gente.

 

Por eso, la supuesta gracia de la señora Nebrera, diputada autonómica catalana del PP, acerca del habla andaluza, me ha parecido bochornosa. ¿La han escuchado? Pinchen, escuchen… y lloren.

 

A la señora, no es que se le vaya la pinza un momento o que suelte un exabrupto extemporáneo. No. Intentando hacer mofa de la ministra Álvarez, lo que hace es menospreciar, insultar y vejar no ya a los andaluces, sino a cualquiera que tenga un acento regional más o menos marcado.

 

A mí, más allá de llamar «cosa» a la Ministra o de tildarla de «chiste», lo que me indigna es la parte en que dice que llama a Córdoba por teléfono y no entiende a su interlocutor. No sé. Tengo que preguntarles a mi amiga Marta y a mi amigo Paco si, cuando me llaman desde la ciudad condal, les cuesta entenderme. Por lo que nos reímos y las muchas cosas que nos contamos, yo creo que no. Pero nunca se sabe.

 

Ahora sería muy fácil entrar en el tema del catalán y lo difícil que es entenderlo para los andaluz-parlantes, pero desviaríamos la atención de lo que no es sino una mamarrachada propia de una señoritinga con delirios y pretensiones, una especie de Señorita Escarlata, pija de la muerte. Una redicha que, con su salida de tono, flaco favor le hace a Javier Arenas, perenne candidato a presidir la Junta de Andalucía pero que, con compañeras de viaje como la Nebrera, pasará a la historia como el auténtico protagonista de «Lo que el viento se llevó», versión andalusí.

 

Sé que a los andaluces, en general, les habrá tocado las narices lo de la chistosa, que no hace sino abundar en el despropósito a través de su Blog personal. ¿Qué opináis? ¿Qué os parece, andaluces y no andaluces? ¿Y qué pensáis los hermanos de allende el Oceáno? Porque mira que los cubanos, argentinos y mexicanos también habláis rarito, colegas 😉

 

¿Qué os parece la humorada de la Montse?

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

EL AFRICANO

Reconozco que cuando se hizo público en nombre del galardonado con el Premio Nóbel de Literatura correspondiente al año 2008 no sabía absolutamente nada sobre J.M.G. Le Clézio. Jamás había escuchado su nombre y, por supuesto, nada de él había leído.

 

Preguntando sobre el premiado a amigos y conocidos, recibí una sugerente respuesta del novelista Antonio Lozano quién, haciendo gala de su francofonía militante y su extraordinario y envidiable conocimiento sobre literaturas de todo el mundo, me decía lo siguiente:

 

«La concesión del Nóbel a Le Clézio es una buena noticia. Aunque es cierto que no es muy conocido en España, es uno de los grandes escritores franceses contemporáneos. Hace unos meses, el camerunés Raymond Mbassi dio una charla en Granada sobre literatura africana. Él es un especialista en Le Clézio, sobre cuya obra hizo su tesis. En su charla mencionaba una frase del nuevo Nóbel: «Escribir es un oficio de soledad, la literatura un conjunto de fuerzas que resiste al olvido.»

 

Me encantó esa frase y, después, a medida que fui leyendo cosas sobre el galardonado, me fueron interesando cada vez más sus tesis y su forma de entender tanto la literatura como la vida. Pero me faltaba leer algo de Le Clézio. Y no era fácil. Lo que había publicado en España, estaba desparecido y/o descatalogado.

 

Una buena mañana, me encontré un misterioso sobre depositado sobre mi mesa. En su interior, flamante, un libro: «El africano», recién y elegantemente reeditado por AH. Y una dedicatoria manuscrita: «Sigue soñando con África». Ni que decir tiene que, en cuanto he podido, le he hincado el diente al libro. Y lo he devorado de una sentada. Primero, porque es cortito. Pero, sobre todo, porque he conectado desde la primera página con la prosa de Le Clézio y con una historia de recuerdos personales que trascienden lo individual para alcanzar lo familiar y, sobre todo, lo global y universal.

 

Brevemente diremos que «El africano» cuenta los recuerdos que el autor tiene de su paso por Nigeria cuando era niño, después de la II Guerra Mundial, donde su padre era médico rural. Y ser médico rural en el África de los años cincuenta no era cualquier cosa. Pero el libro me ha enamorado, sobre todo, porque nos hace viajar a un pasado mítico y esplendoroso que, sin embargo, no está exento de crudeza, violencia y crueldad, con una feroz crítica hacia el colonialismo que otros autores han descrito de forma tan festiva como entusiasta.

 

Soñar con África. Sí. Este libro te hace soñar con el continente más vital, salvaje, impresionante y cargado de contrastes del mundo. África. Pero Le Clézio no se queda en la superficie de las puestas de sol y las aventuras sin fin. Sin necesidad de contar grandes tragedias o de cebarse en las miserias que corroen a Nigeria, a través de una prosa sugestiva y vibrante, el autor consigue provocar esa ambivalente sensación de atracción y repulsión, de amor y odio.

 

Es lo que tiene la mejor literatura: que provoca sensaciones.

 

A través de las páginas de «El africano» soñamos con un África cercana e íntima, calurosa, bullanguera, festiva y fiestera. El África que excita los sentidos, que invita al viaje y que, como un flechazo, enamora desde el primer vistazo, desde el primer contacto, desde que pones el pie en su suelo. Pero también invita a identificarte con el sufrimiento de un continente maldito, descuartizado y devastado en que la ruindad del ser humano ha encontrado campo abonado para cometer las peores tropelías y las más abyectas crueldades.

 

Ciento treinta y cinco páginas, pues, de pura literatura, de la que se queda grabada a sangre y fuego en la retina, en el imaginario de un lector que queda hechizado por el fascinante universo de Le Clézio: «Me acuerdo de todo lo que recibí cuando llegué por primera vez a África: una libertad tan intensa que me quemaba, me embriagaba y la gozaba hasta el dolor… Ese tesoro está siempre vivo en el fondo de mí y no puede ser extirpado. Mucho más que de simples recuerdos, está hecho de certezas.»

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.