THE COMPANY

Esto no es una Serendipia, desde luego. En serio. Esto no es un libro. Es un monumento. The company. De Robert Littell. Uno de esos libros prodigiosos que te retan y te desafían. Que te miran. Y te invitan a sumergirte en unas páginas que se presentan bajo una premisa tan atractiva como la siguiente: «The company hace con la CIA lo que El Padrino con la Mafia.»

¿Se atreven?

SERENDIPIA

¡Ésa es la palabra, el concepto, al que hacían referencia estas dos imágenes, que publicábamos hace unos días en el Blog y que ha tenido intrigadas a algunas personas, fieles seguidoras de esta Bitácora!

 

Serendipia.

 

Aunque estas semanas estamos hablando de conceptos bien conocidos por todos, de los Amigos a la Soledad, pasando por la Paciencia, el Rencor, la Rutina, la perseverancia, el Tiempo, la Sensibilidad, la Sabiduría o el Silencio, también nos gusta descubrir palabras raras que hacen referencia a conceptos extraños, como la Procrastinación o la Proxémica, por ejemplo.

 

Y hoy le toca a la Serendipia.

 

Para no seguir andándonos por las ramas, la definición, de la Wikipedia: «Una serendipia es un descubrimiento científico afortunado e inesperado que se ha realizado accidentalmente. Se puede denominar así también a la casualidad, coincidencia o accidente.»

 

¿No queda así un poco sosillo? Más prosaico, pero también más poético, el diccionario Óxford define la define como «descubrir cosas sin proponérselo».

 

Me gusta mucho más el título que Francis Pisani usó en el artículo donde encontré la palabreja: «Serendipia, el arte de descubrir».

 

En su artículo, Pisani defiende que, con todos los medios y caudales informativos que tenemos a nuestro alcance y disposición, corremos un severo riesgo: el de encauzar todas nuestras búsquedas hacia aquellos lugares, sites, fuentes y personas que piensan como nosotros.

 

De esa forma, encontrar lo que buscamos, es fácil. Los buscadores, las hemerotecas, la Wikipedia… a golpe de clic, todo lo que buscamos está más a mano que nunca. Pero ¿qué pasa con lo que no buscamos? ¿Dónde queda el placer del descubrimiento de lo inesperado? ¿Qué rescoldo dejamos vivo para la sorpresa, para lo absolutamente desconocido?

 

Mis amigos se sorprenden de que, gustándome tanto viajar, sea tan torpe con todo lo referente a las direcciones y la orientación espacial o geográfica. Vamos, que me pierdo en el propio pasillo de mi casa y que, para mí, un mapa y un plano son algo parecido a arcanos indescifrables. Por mi parte, me defiendo sosteniendo que así descubro rincones, parajes o paisajes nuevos, imprevistos y sorprendentes. Lo que, siendo una excusa, no deja de ser verdad.

 

Con esto de la Serendipia, por ejemplo, caigo en la cuenta de que hace meses que no me paso un par de horas en una librería, tranquilamente, hojeando libros. Leo los suplementos de los periódicos y las revistas de turno, hago mis listas, las pido a mis amigos libreros o, si los busco directamente, voy a tiro fijo. Y así no se puede descubrir nada nuevo.

 

O con las películas. Con tanto canal temático y especializado, con ochenta horas grabadas en el disco duro de la tele y con decenas de DVDs sin desprecintar rondando por casa, con tantas deseadas películas sin ver ¿cuándo te vas a poner a bichear en busca de algo nuevo o distinto a lo que tú mismo esperas o quieres ver?

 

Serendipia.

 

Francis Pisani dice que, precisamente por estar todo en Internet, la Red es un inmenso y fascinante océano para practicar la Serendipia. Que sólo hay que dejarse llevar por los enlaces que vayamos encontrando, haciendo «clic» más veces de lo habitual, de página en página. De blog en blog. De artículo en artículo.

 

Una gran verdad.

 

Pero, ¿saben en realidad cuál sería la Serendipia que más me gustaría practicar?

 

La de irme un día a la T4 de Barajas, a la ventanilla de venta de billetes de última hora y decirle al empleado de turno eso tan cinematográfico de:

 

  • ¿Me da un billete para el próximo vuelo que salga?
  • Pero, un billete, ¿a dónde?
  • Da lo mismo. Es un pasaje a la pura Serendipia.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

ASESINATO CREATIVO V

Venga. Animaos a entrar en este juego literario virtual. Tirad un poquito hacia atrás, a través de este enlace, para conocer la historia. En menos de diez minutos estáis al día. Y si no… incorporaos ahora. Es fácil de seguir.

 

Capítulo 5.

 

 

  • A ver Laura, prepáranos el reservado.
  • ¿Serán tres, Juez Bárcenas?
  • De momento. Pero en un rato se nos unirán unos cuantos más a la juerga. Que esperen fuera, en la barra, tomando lo que quieran, hasta que yo avise.

 

Como nada que hiciera o dijera Bárcenas podría ya sorprenderla, a Laura no le extrañó que el Juez, un acusado de asesinato y el prestamista a gabela más conocido y peligroso de la ciudad estuvieran ahí dentro, en su bar, compartiendo unas cañas.

 

  • Perniles, ¿tú sabes de qué va esto?
  • ¡A mí que me registren, Laurita, bonita!
  • ¿Una caña?
  • Y dos. Pero empecemos por la primera. Que de aquí no me muevo hasta saber qué se traen éstos entre manos.

 

Laura sirvió las bebidas que habían pedido en el reservado, puso la MTV a un volumen más alto de lo normal y se alejó al extremo de la barra más lejano del reservado, arrastrando consigo al Perniles.

 

  • Perniles, ¿te juegas las cañas a los chinos?
  • Jajajaja. Como si tuviera alguna posibilidad de ganarte… en fin. Dejemos que el Juez arregle sus asuntos con discreción. Aunque sabes que terminaré enterándome de qué pasa de todas formas ¿verdad? – dijo el Perniles mientras le guiñaba un ojo a una Laura que no pudo sino sonreír mientras sacaba el puño derecho, cerrado, diciendo eso de…
  • ¡Cuatro, con las que tú lleves!

 

Mientras, en el reservado, Bárcenas, Bermellón y El Sereno se miraban con la expresión de estar en el cásting de una película de Tarantino. Y como en buena lógica le correspondía, el juez tomó las riendas de la conversación.

 

  • Sereno, por si no lo sabes, éste es el tipo por el que has fiado 30.000 euros.
  • Lo sé. Pero no entiendo…
  • Tranquilo. Yo te explico. ¿Tú sabes lo que es el Crowdfunding?
  • Señoría, con todos mis respetos… ¿me va usted a vacilar?
  • Que no Sereno, que no. No te pongas nervioso. Déjame que te explique. ¿Tú sabes para qué son los 30.000 euros que has puesto como fianza esta mañana?
  • Pues para que el lila éste salga a la calle, digo yo.
  • Sereno, coño, eso es evidente. Pero ¿para qué más?
  • Pues, la verdad, no se me ocurre. Aparte de para cobrar el 20 por ciento de intereses de dicha cantidad, lo pague el lila o lo pague su señoría… se entiende.
  • Sereno, ¿a ti te gusta el cine?
  • Pues sí. Siempre que haya tiros y persecuciones en la película.
  • A ver, Bermellón. ¿Va a haber muchos tiros y persecuciones en nuestra película?

CONTINUARÁ

UN REGALO

¡No sé por qué no permitía comentarios esta Entrada de los amigos! ¿Quizá era ácida y sarcástica por demás? En cualquier caso, ya están abiertos.

 

Por si así fuera y por si alguien si se sintió molesto, le regalo esta metáfora visual de Chema Madoz, en día de Cuaversos.

 Hasta el hielo más gélido puede derretirse

Porque ya decíamos que la vida pincha. Y, a veces, la vida puede ser gélida como un  témpano de hielo.

 

Pero si dentro hay calor y sensibilidad, con paciencia, es posible que la vida se descongele.

 

Jesús Lens      

Y LOS AMIGOS CONTINÚAN

Amigos. Nadie más.

El resto es selva.

 

Jorge Guillén.

 

 

Lo más difícil de hablar sobre un concepto como el de la Amistad es no caer en tópicos, lugares comunes, ni repeticiones.

 

¿Qué hace el lindo minino?
¿Qué hace el lindo minino?

Hace unos días, cuando blogueábamos ESTA IMAGEN, seguida del proverbio indio, casi de inmediato, llovieron comentarios, justos, pertinentes y ajustados. Por cierto, que Emerson tiene atribuida una derivación del referido proverbio: «Ve a menudo a la casa de tu amigo, pues la maleza prolifera en un sendero no recorrido».

 

Me gusta, esa mezcla de la amistad con la necesidad de recorrer un camino.

 

Sobre la cuestión de la amistad hay decenas de definiciones. Personalmente, me gusta una muy sencilla y supuestamente intrascendente: «El verdadero amigo es aquél que, a pesar de saber como eres, te quiere.»  A Kurt Cobain, sin ir más lejos, se le atribuye una frase muy parecida, pero que iría un poco más allá: «El auténtico amigo es el que lo sabe todo sobre ti y sigue siendo tu amigo.»

 

Efectivamente. ¿Podemos considerar que alguien es nuestro Amigo si, más allá de sus virtudes, puntos fuertes y grandezas; no conocemos sus miserias, angustias, penas y debilidades? Y no sólo para llorar sobre el hombro. Ahí está el papel del Amigo fustigador, que te pica, te aconseja, te propone, te advierte, te reconduce y te provoca. Que te obliga a ser mejor. Yo lo he encontrado en Burkina, una cañera, constante y estimulante máquina de zaherir, sulfúricamente ácida y pinchosa como el alambre de espino.   

 

Otra característica del verdadero Amigo: esa sensación, cuando te reencuentras después de mucho tiempo, de que todo sigue igual. A mí me pasa, por ejemplo, con Eduardo y con Jorge. Da igual el lapso de tiempo que haya pasado. Cuando nos vemos, siempre tengo la impresión de retroceder en el tiempo y de que nos habíamos visto la noche anterior, despidiéndonos con aquel «hasta mañana», habitual de cuándo estudiábamos juntos.

 

Pero busquemos respuestas sobre distintos aspectos o modalidades de amigos. Así, Ruyard Kipling sostenía que «no hay mayor placer que el de encontrar un viejo amigo, salvo el de hacer uno nuevo». ¿Estamos de acuerdo con esa máxima? Porque hacer amigos, buenos amigos, no es fácil.

 

Aristóteles decía que «algunos creen que para ser amigos basta con querer, como si para estar sano bastara con desear la salud».

 

Y Mateo Alemán era muy expeditivo al escribir que «deben buscarse los amigos como los buenos libros. No está la felicidad en que sean muchos ni muy curiosos; sino pocos, buenos y bien conocidos».

 

Así las cosas, ¿viejos amigos o nuevos amigos?

 

Una frase del escritor William Rotsler nos abre una nueva vía: «¡Qué raro y maravilloso es ese fugaz instante en el que nos damos cuenta de que hemos descubierto un amigo!»

 

Otra pregunta, pues: ¿no hay ocasiones en que conoces a alguien y, desde el primer momento, desde el primer apretón de manos o desde el primer beso en la mejilla, sientes que hay química, feeling o buenas vibraciones y que aquello podría ser el comienzo de una buena y hermosa amistad? La pregunta inmediata sería, por supuesto, ¿y qué pasó después? 😀

 

CONTINUARÁ