Disparando a perros

No es una película agradable. Ni complaciente. Quizá no sea, siquiera, una gran película. Y, sin embargo, es una de esas películas imperdible, necesaria y obligatoria. Seguimos con Una ventana africana. Asomarse aquí, hoy, duele. Aun así, tiene que gustarnos.

Una película que estruja las tripas y que oprime el corazón.

Una película que te amargará la comida, que te hará indigesta la cena y que te provocará pesadillas.

Una película, en fin, que hay que ver.

Jesús Lens