Sobrenatural experiencia lectora

Anoche soñé con mis padres. Con los dos. Juntos. Soñé que me los encontraba, paseando, por la granadina Avenida de la Constitución. Iban de la mano y, al cruzarnos, nos paramos a charlar. De literatura, claro. ¿De qué si no? Fueron unos minutos mágicos, maravillosos y emocionantes. Después, ellos siguieron su camino y yo el mío, quién sabe con qué rumbo o dirección. Pero esos tres minutos, ahí quedan para el recuerdo. Tres minutos de color… en los que mis padres volvieron a la vida.

Es posible que hubiera soñado con ellos, anoche, aunque el sábado no hubiese terminado de leer la novela más reciente de Pere Cervantes. Pero lo dudo. Lo dudo mucho. Porque estoy convencido de que “Tres minutos de color”, publicada por la imprescindible editorial Alrevés, fue el catalizador para que mis padres volvieran. Aunque fuera momentáneamente.

A partir de ahora, cuando se plantee la siempre espinosa cuestión de la utilidad de la literatura, contaré esta íntima experiencia lectora, vívida y electrizante, como ejemplo del porqué y del para qué de los libros.

 

Es posible que la emoción haya sido tan intensa, también, porque he leído el libro con ansia y avaricia, al estar postrado en el sofá, sin poder moverme. He leído con glotonería y delectación, disfrutando de muchas horas seguidas a disposición de la lectura, sin nada mejor (ni peor) que hacer.

 

En “Tres minutos de color”, Pere Cervantes se la juega. Como los valientes. Son 350 páginas cuya primera mitad cuenta una clásica investigación policial: la búsqueda de un inspector desaparecido que estaba husmeando en un asunto de pornografía infantil en una red de abuso de menores. A la vez, una neurocirujana obsesionada con las ECM (Experiencias Cercanas a la Muerte) y un forense adicto al World of Warcraft, empiezan a experimentar cosas extrañas.

Y, de golpe, el shock. La sorpresa. El impacto. Porque en la página 178 ocurre algo que lo cambia todo. Y que nos lleva a una dimensión desconocida en el noir contemporáneo. Una dimensión de la que no voy a hablarles para no arruinarles la sorpresa. Porque, llegados a este punto, ustedes deberían de haber dejado de leer estas líneas para abalanzarse a su librería más cercana a comprar el libro. Les dejará huella.

 

Gracias, Pere Cervantes, por una novela que cada lector podrá sentir como propia, única y personal.

 

Jesús Lens

#12Alas12

Ya es mala pata, pero hoy no podré acudir a la manifestación en contra del aislamiento ferroviario de Granada, convocada por la Marea Amarilla y por Granada en Marcha. Lo de mala pata, en sentido literal: un esguince de tobillo provocado por un mal aterrizaje tras una entrada a canasta, jugando al baloncesto, me tiene postrado e inmovilizado.  Así empieza mi artículo de hoy en IDEAL, ya obsoleto… o desfasado. Dado que la manifestación ya está constatado que ha sido un éxito.

No podré acudir, hoy domingo a las 12 a la Estación de Andaluces, como sería mi deseo, para desfilar junto a mi Cuate Pepe y sus colegas ferroviarios, tal y como hicimos a final del pasado verano, en la anterior manifestación convocada al efecto.

Entonces fuimos unos 8.000, aproximadamente. Lo que no estuvo ni bien ni mal, sino todo lo contrario. Pero ahora, todo ha cambiado. Todo… menos nuestro vacío ferroviario y el desprecio con el que es tratada la sociedad granadina por parte del gobierno central. Y que las obras no avanzan ni para atrás. Eso tampoco cambia. Aunque esto habría que matizarlo. Que según recientes informaciones, hay tramos lojeños cuyo porcentaje de cumplimentación es menor ahora que hace unos meses.

Sí han cambiado los plazos dados por el Ministerio de Fomento. Que ya nos cita para el 2018. También se han modificado las reglas de juego. Que ADIF va a construir una entrada soterrada del AVE a Bilbao, algo que considera inviable en Granada. ¿Y qué me dicen de la paradoja de que se esté trabajando en la mejora de la línea que une Sevilla con Málaga, para acortar el viaje que vincula a las dos capitales andaluzas, la institucional y la económica? Eso sí es un eje y lo demás son pamplinas.

Y está, por supuesto, el despertar de la sociedad granadina, que se ha echado a las calles varias veces en los últimos meses, hasta conseguir la paralización de la fusión hospitalaria y la voluntaria dimisión de buena parte de sus ideólogos, impulsores y defensores.

¿Qué ocurrirá hoy? ¿Habrá cansancio en la gente, después de tanta intensidad reivindicativa, o habrá prendido la llama de la protesta y el inconformismo, más allá de los proverbiales llanto y quejío del ser granaíno?

Éxito de la manifestación

Es mala pata, insisto, no poder acudir hoy a la cita del #12Alas12, pero me representan mi Cuate Pepe… y todos los lectores de esta columna que se sumen a la reivindicación por el fin del aislamiento ferroviario de Granada. ¡Gracias!

Jesús Lens

Bibliocabinas de teléfono

Como tantas otras cosas interesantes, la idea surgió en Londres, donde una cabina de teléfonos, más allá de su manifiesta inutilidad en la era de los móviles y los smartphones, es un icono urbano perfectamente reconocible. ¿Qué hacer, para volver a dar vida a unos espacios que se habían quedado vacíos, desfasados y obsoletos? De ello hablo hoy en IDEAL.

Pues convertirlas en pequeñas bibliotecas, empotrando unas baldas en su interior para llenarlas de libros e invitando a la gente a que se los llevara (y los devolviera una vez leídos) o a que los intercambiara por alguno de su propiedad.

Y es que en Inglaterra, British Telecom había puesto en marcha una campaña de apadrinamiento de cabinas telefónicas, invitando a ayuntamientos e instituciones a pagar el precio simbólico de una libra… y a buscarles alguna utilidad.

El ejemplo fue seguido por Alemania (de hecho, hay informaciones que señalan que la primera biblioteca encastrada en una cabina surgió en la pequeña ciudad alemana de Bitburg, ya que la biblioteca municipal se les había quedado pequeña) o Nueva York, donde un arquitecto que firma como John Locke -sin que me conste si ese es su verdadero nombre, un homenaje al célebre filósofo… o un guiño al calvo de “Perdidos”- ha montado varias de estas minibliotecas en su condición de fundador del Departamento de Mejoramiento Urbano de la Gran Manzana.

La moda, por supuesto, también ha llegado a España. O la iniciativa, mejor dicho. Que eso de “moda” puede interpretarse en sentido peyorativo. Pero, que yo sepa, ninguna cabina telefónica de la provincia de Granada ha sufrido esta atractiva mutación. Y eso que, solo en la capital, quedan aproximadamente 150, con o sin teléfono operativo.

¿Qué les parece la iniciativa? ¿Se animarían ustedes a colaborar en la puesta en marcha y mantenimiento de una de estas minibibliotecas populares? ¿Piensan que podría sobrevivir a la picaresca y a las ansias por el gratis total de ciertos conciudadanos?

A mí se me ocurre que podríamos empezar por la cabina que esté más cerca de la mítica Biblioteca de las Palomas, monumento a la resistencia cultural de los vecinos del Zaidín. ¿Estará Teléfonica de acuerdo? ¿Algún lector mañoso que se anime a ponerse manos a la obra? Los primeros 10 libros los aportamos desde el festival Granada Noir, que la literatura negra y criminal es callejera, libre, curiosa (y cotilla) por naturaleza.

Jesús Lens

Paradojas cinéfilas

Jueves de enero. 20 horas. No cabe ni un alma en la sala de proyecciones del Palacio de los Condes de Gabia para la presentación del ciclo “Invisibles”, puesto en marcha por la Diputación de Granada. Me quedo sin ver “La puerta abierta”, película de Marina Seresesky. Salgo corriendo y llego pelín tarde al cine Madrigal, a ver “Frantz”, película independiente, europea y extraordinaria que, al finalizar, cosecha una emocionada ovación por parte del nutrido público concitado en el único cine comercial que proyecta películas “diferentes”. Y de cine, visible e invisible, hablo hoy en IDEAL.

Martes de febrero. 19.30. Sala comercial. Aparte de mí, solo dos personas para ver “Vivir de noche”, de Ben Affleck. Una pareja. Con los pies sobre el respaldo de los asientos de delante. No callan. Como si estuvieran en el salón de su casa. Les escucho a la perfección, desde cinco filas más abajo. Cruce de miradas asesinas. Bajan el tono. ¿Era necesario?

Volvamos atrás. Martes de enero. 19 horas. Comienza el ciclo “Francia inspiradora”. 230 personas disfrutan de “Pickpocket”, una críptica película de Robert Bresson, en blanco y negro, de 1959. Ese mismo día, el ciclo de Miyazaki programado por el Cine Club universitario cosecha otro entradón.

Otro jueves de enero. A las 20 horas. Y otra vez que llego a Condes de Gabia y a punto estoy de no poder ver “La doncella”, del coreano Park Chang-Woo. Otro llenazo. Más gente que se queda fuera de la sala. Y un silencio sepulcral durante los 145 minutos de duración, dentro de ella.

¿Tiene algún sentido todo esto? Por supuesto, hay que agradecer a la Diputación que haya programado el ciclo “Invisibles”, para que podamos ver esas películas que se estrenan en España, pero que, como si viajaran en el AVE, nunca llegan a Granada. “Lo que Granada no ve”, titulé una sección en el programa de cine que hacía en la radio.

Es inaceptable que Granada no tenga salas comerciales que programen, de forma regular, ese otro cine que no es mainstream, pero que resulta tanto o más interesante y atractivo. No podemos aspirar a ser una Capital Cultural cuando, para ver esas películas, tenemos que peregrinar a Málaga, a Sevilla o a Madrid. Máxime, teniendo una Universidad con 60.000 estudiantes.

Me alegro por las crecientes y alentadoras cifras de recaudación de los cines granadinos en 2016, pero no es suficiente. Ni mucho menos.

Jesús Lens

Penón se queda en Granada

Porque si la famosa Maleta de Agustín Penón permanece en nuestra tierra, con todo lo que alberga, su legado y su memoria también se quedarán con nosotros, por siempre jamás.

¡Qué salto di en mi asiento, ayer por la mañana, muy temprano, cuando leí la buena nueva en las páginas de cultura de IDEAL! Enhorabuena a Pablo Rodríguez por el seguimiento y exquisito tratamiento de esta información, que sé y me consta que lleva con ello desde hace meses. De ello hablo en IDEAL, noticia de gran alegría para la Cofradía de Penón, por cierto, cuya reunión constitutiva en el restaurante El Envero comentamos aquí.

 

Y, sobre todo, enhorabuena y un millón de gracias a la familia de Marta Osorio, que ha decidido respetar su última voluntad, acordando que los fondos de los que son legítimos herederos no se vayan fuera, máxime al saberse que uno de los familiares directos de Marta reside en Alemania y que no hubiera sido descabellado que la maleta de Penón terminase en el país teutón.

 

Eso sí. Una vez tomada esta decisión por parte de la familia, es necesario que las instituciones granadinas den un paso al frente y se hagan cargo del acervo documental atesorado por Agustín Penón durante su investigación de la muerte de Lorca, para que pueda ser custodiado, estudiado y exhibido en las mejores condiciones posibles.

 

También sé y me consta que desde el Ayuntamiento de Granada se están haciendo gestiones en ese sentido, que el alcalde de la ciudad se siente personalmente concernido por la cuestión. Y buena parte del interés institucional en todo lo relativo a la investigación llevada a cabo por Penón en la Granada de los 50 hay que achacársela a Enrique Bonet y a su maravillosa novela gráfica “La araña del olvido”, editada en 2015 por la editorial Astiberri, de la que hablamos aquí.

Porque, con su magistral tebeo, Bonet volvió a poner en el candelero todo lo relativo a Penón y a su fascinante investigación, haciéndonos descubrir a miles de lectores la historia de una maleta que ya es mítica. Un tebeo que sirvió para recuperar, también, el extraordinario y minucioso trabajo de Marta Osorio, compilado en un libro esencial: “Miedo, olvido y fantasía”, publicado por Comares.

Tengo pendiente de leer otro de los libros de Marta: “El enigma de una muerte. Crónica comentada de la correspondencia entre Agustín Penón y Emilia Llanos”, publicado en 2015 por Comares. Ahora lo haré con más placer, sabiendo que su legado permanecerá en Granada, donde debe estar.

 

Jesús Lens