RETRATO DE FAMILIA CON MUERTA

Dedicado a Rodolfo, seguidor impenitente de esta bitácora
Y hermanísimo militante de Raúl.

Si empezamos esta reseña diciendo que la nueva novela de Raúl Argemí, “Retrato de familia con muerta”, publicada por Roca Editorial, ha sido galardonada con un premio literario, no creo que vaya a sorprender a nadie. Porque, hasta la fecha, todas las novelas de Raúl que se han publicado en España se han llevado alguna distinción. A estas alturas, es difícil recordar todos los galardones atesorados por uno de los narradores más potentes, sugestivos, duros y comprometidos de las letras escritas en castellano.

La nueva novela de Argemí ha ganado uno de los premios más jóvenes de nuestro panorama literario, pero también uno de los más prometedores y mejor considerados entre los aficionados a las letras policíacas: el Premio Internacional L´H Confidencial de Novela Negra.

Si el año pasado, la primera edición del premio recayó en Joaquín Guerrero-Casasola, un mexicano afincado en Barcelona que contaba el Distrito Federal más caótico y sinsentido; en esta ocasión ha sido un argentino, igualmente afincado en la ciudad condal, el que ha contado la realidad más sangrante de una Buenos Aires salvaje que, contra lo que el uso de tales adjetivos pudiera hacer presuponer, no acontece en las Villa-miserias de los arrabales ni está protagonizada por pandilleros drogadictos o representantes del lumpen más tirado y miserable.


“Retrato de familia con muerta” se desarrolla en lo que se conoce como un “country”, una especie de urbanización privada, enrejada y protegida por guardias de seguridad en que no está claro si las grandes y costosas medidas de seguridad persiguen que los malos no entren… o no salgan.

Porque, ¿quiénes son los malos en la novela de Argemí? ¿Y los buenos? De los mejores hallazgos de la novela es la denominación de “los inocentes”, aplicada a esas personas que siempre parecen estar por encima del bien y del mal, vestidas de impoluto blanco nuclear, bien peinadas, guapas y siempre ataviadas para la ocasión. Los inocentes, protagonistas y artífices del viejo aforismo: “Entre todos la mataron y ella sola se murió”.

Ella, en el caso que nos compete, es una señora de la alta burguesía. Pero podría fácilmente ser un trasunto de la democracia, en general, de la esperanza en un mundo mejor. Del futuro de un pueblo, de un país, encerrado y rigurosamente vigilado y controlado para que no se desmande.

Contar de qué va “Retrato de familia con muerta” no es necesario. Podríamos decir que es una novela negra que encantará a quienes no son especialmente aficionados a la novela negra ya que, pocas veces el “quién lo hizo” tiene tan poca importancia. Una novela negra en que la investigación llevada a cabo por un juez insobornable y hasta cierto punto trastornado, adicto y enganchado a su obsesivo trabajo sirve para mostrar los entresijos de una sociedad neocapitalista en que quedan puestas de manifiesto la contradicciones de las teóricas socialdemocracias modernas, que fomentan unos sistemas cada vez más clasistas y exclusivistas.

Y todo ello narrado con el estilo fragmentado, los capítulos cortos, la multiplicidad de puntos de vista, la ironía y el brío habitual de un Raúl Argemí que, efectiva y posiblemente, haya escrito su obra maestra. Hasta el momento. Porque no dudamos, ni por asomo, de que su novela del año que viene será mejor que ésta y peor que la del año 2010.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

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LA BÚSQUEDA DE LA VERDAD


La columna de hoy de IDEAL parte de una excelente velada, el sábado pasado, con un grupo de personas intelectualmente inquietas, siempre a la búsqueda de la verdad.

Esta entrada está dedicada especialmente a Andrés Sopeña, uno de mis mejores profesores de Derecho. En vez de exigirte memorizar temas y artículos, te invitaba a pensar y reflexionar. Ahí es nada.

En el nunca suficientemente valorado Museo Arqueológico de Granada se está celebrando un atractivo ciclo de conferencias que, bajo la denominación genérica de “Arqueología. Donde ciencia y aventura van de la mano”, concitó el pasado sábado a varias decenas de personas que asistieron a una vibrante charla protagonizada por José Luis Serrano y Andrés Sopeña, quiénes, con la excusa de hablar acerca de las figuras del detective y el arqueólogo, hicieron lo que mejor saben: dar rienda suelta a su proverbial enciclopedismo y espolear las neuronas de los asistentes, a través de una charla interactiva, animada y productiva.

De las muchas cosas que se dijeron en la misma, me quedo con una: las profesiones de arqueólogo y detective no son tan diferentes entre sí. A fin de cuentas, ambas disciplinas tratan de lo mismo: la búsqueda de la verdad.

La verdad. Ahí es nada. ¿Qué es la verdad? De hecho, ¿podemos asegurar que existe una verdad, única e indubitada? Sopeña y Serrano son fervientes defensores del no. No hay verdades inmutables. Todo depende del momento, de las circunstancias, de la cultura, de la percepción, de la tradición. ¿Existe la historia como ciencia? No. La historia que nos llega, por muy revestida de cientificismo que nos sea presentada, no es sino una narración interesada de unos hechos probables del pasado.

Sin embargo, personajes como Grissom o House, en sus exitosas series televisivas, abogan por el triunfo de una ciencia pura en la que el factor humano, la etiología y la psicología no tienen cabida. Una ciencia a la que, aplicando las más prusianas técnicas detectivescas holmesianas, no se le podría poner jamás ni un pero. Una ciencia que lo mismo sirve para descubrir al culpable de un crimen que para salvar una vida humana.


Personalmente, me alineo con Sopeña y Serrano, siguiendo la famosa tesis einsteniana de que todo es relativo. La objetividad no existe y la neutralidad es una falacia. Por seguir con el tema de los detectives, diríamos que los defensores de las tesis cientificistas se concentran en el famoso “quién lo hizo”. A través de mecanismos inductivos y deductivos, analizando fríamente las pruebas de cada caso, los sagaces investigadores determinan quién es el culpable, se le detiene, juzga y condena y la vida sigue.

Otra tradición negro-literaria-criminal, sin embargo, se preocupa del porqué de las cosas. Buscar al “quién” no es sino un camino para descubrir las circunstancias, los motivos y los condicionantes que rodean la comisión de un delito, escarbando en las heces, la miseria y los claroscuros de una sociedad compleja, violenta y contradictoria. Ése es el género negro que nos gusta y que reivindicamos. Una literatura en que los detectives buscan la parte de verdad que se oculta bajo la superficie de la realidad más aparente, lo que siempre resulta tan difícil como excitante.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

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EL BLUES DEL DETECTIVE INMORTAL

Como ustedes bien saben, en la web de Jazzgranada tenemos abierto un Club de Jazz virtual en que se concita lo mejor del género negro y criminal. Se llama Blue & Noir y este mes tenemos como invitados a Andreu Martín y Dani Nel-lo, en un mano a mano en que literatura y música confluyen en un trabajo de extraordinaria riqueza: «El blues del detective inmortal».
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STOPPER

Dedicado a Luis Rubiales, capitán del Levante.
Si hubiera más jugadores como él,
Pasarían menos cosas como las que se cuentan en este libro.

En otras entregas del Proyecto Florens nos hemos fijado en lo importante que es asumir bien los cambios de ciclo vitales (ejemplo de Gasol) e, incluso, determinar cuándo es la hora de retirarse (caso Indurain), poniendo el punto y final a una carrera deportiva o empresarial.


En esta ocasión vamos a tocar un tema peliagudo: el de “Y después, ¿qué?”

Para ello nos vamos a fijar en un modelo extraído de la ficción, pero muy basado en la realidad. Porque si en posteriores ocasiones hablaremos de Luis Enrique, Andrés Jiménez, Guardiola, Laudrup, Schuster, Jalabert o Armstrong, bien conocidos por todos, hoy nos vamos a centrar en la figura de Julián, un jugador de fútbol al que, a buen seguro, nadie recuerda.

Podría ser Julio Alberto, por ejemplo. O el Chava Jiménez. O el mismísimo Maradona, si el “barrilete cósmico” no hubiera sido un tipo tan mediático. Pero no. Hablamos, sencillamente, de Julián, un prometedor chaval de la cantera valenciana que llegó a jugar en la selección española de juveniles y que debutó en primera división muy joven, notándose que iba para figura grande del fútbol.

Un delantero centro con clase, estiloso, buena planta, rápido y con carácter. Un buen muchacho que cuidó su cuerpo como si fuera un templo y que, sin embargo, cuando mejor se las prometía, sufrió una importante lesión de rodilla. Y ya nunca más volvió a ser el mismo. Se había casado con una guapa niña bien, tenía una hija, su suegro era un potentado y todo le rodaba a las mil maravillas… hasta que la rodilla hizo crack.

Porque, aunque los médicos le dijeron que la operación fue un éxito, no pudo volver a ser el que era. De hecho, un entrenador con vista y talento le reconvirtió en defensa central, dado que su pierna no estaba para excesivas filigranas en el área contraria. Aún así, los contratos se desvanecieron en el aire y, de verse rifado por los clubes de Primera, se encontró jugando en los campos de Segunda división. Y aún tenía que dar las gracias. Sólo que a su mujer, eso de verse en Extremadura y alrededores no le hizo la menor gracia. Y se marchó, llevándose consigo a las dos niñas que ya tenía el matrimonio.

Julián comenzó a deslizarse por una irremisible cuesta abajo que le llevó a entrar una espiral descendente de juergas, alcohol, vida nocturna, peleas y jaleos varios. Como tantos otros. Un ¿buen? día se encontró con el Rulas, uno de esos empresarios de la construcción con la cara más dura que el cemento armado, casado con una mujer de armas tomar y tanto talento para los negocios como mala mano con la familia. Y Julián se convirtió en su guardaespaldas, asistente y hombre para todo. Un resuelveproblemas.

“Algunos nacen con estrella y otros estrellados. Lo peor de nacer estrellado es que cuando te quieres dar cuenta, la cosa ya no tiene remedio”.

Así comienza “Stopper”, publicada por la editorial Berenice, en la que el escritor alicantino Gastón Segura cuenta la historia de Julián, un hombre sin suerte. Y lo hace a través de una narración muy especial: es la conciencia de Julián la que, en una narración continuada de apenas 140 páginas, sin capítulos y sin apenas diálogos, le habla directamente a su dueño, apelando a sus recuerdos y a su memoria.

A través de un recurso narrativo tan singular, el autor hace que el protagonista se enfrente a sus fantasmas, lo que sirve para que el lector conozca los entresijos de las modernas mafias, las costumbres de los chavales bakaladeros y, también, lo que pasa en los vestuarios de los clubes de fútbol, de puertas para adentro. Cómo se hace para echar a un entrenador o a un jugador que no es del agrado de los pesos pesados del equipo o cómo se putea a un compañero, tan sólo porque parece un tanto amanerado y quizá sea maricón, hasta conseguir que se retire del fútbol.

Y todo este repaso a su vida lo hace Julián cuando está a punto de enfrentarse a una situación de la que, posiblemente, no saldrá con bien: ha de liberar al marido de su amante, que está secuestrado por unos narcotraficantes colombianos. Y mientras su conciencia le pide que no lo haga, recordándole la cantidad de malas decisiones que ha tomado en su vida, Julián se prepara para entrar en acción, una vez más…

Una novela muy sugerente en la que lo negro y lo deportivo se dan la mano, dejando patente que, en todos los órdenes de la vida, la suerte es tanto o más importante que la formación y el trabajo duro, no en vano, la cualidad que más apreciaba Napoleón en sus oficiales, la que le llevaba a promocionarles hasta lo más alto del escalafón era, precisamente, que estuvieran tocados por la baraka y los hados de la Diosa Fortuna… Porque unos nacen con estrella y otros, estrellados.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

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CLÁSICOS NOVELA NEGRA RBA DE RIGUROSO ESTRENO

Vamos a culminar este bloque de entradas dedicadas al género negro y criminal (Semana Negra y Balacera) –cuando llega mayo, la pasión por lo noir se dispara –celebrando la aparición en el mercado editorial español de una maravillosa colección llamada a hacer reales nuestros mejores sueños como lectores.

La editorial RBA acaba de publicar cinco títulos capitales de cinco autores esenciales del universo negro.

En edición de bolsillo, pero con letra legible y al increíble precio de 6,50 euros (bastante menos de mil pelas de las de entonces, descontando la inflación) “Clásicos Novela Negra” irrumpe en el mercado con “Un ciego con una pistola”, de Chester Himes. “El asesino dentro de mí,” de Jim Thompson. “Ocho millones de maneras de morir”, de Lawrence Block. “Un extraño en mi tumba”, de Margaret Millar y “La mirada del observador”, de Marc Behm.

¡Cuántas veces, algunos amigos me han preguntado por dónde empezar con el género negro, con qué títulos engancharse a este fascinante mundo negro y criminal! Ahora, por fin, la respuesta ha dejado de estar en el viento. La respuesta, tinta en papel y negro sobre blanco, se ha hecho felizmente corpórea.

Siempre era posible conseguir los clásicos de Raymond Chandler y Dashiell Hammett, autores que figuran en las enciclopedias, en los tratados de literatura y en las antologías de lecturas imprescindibles. Sin embargo y por desgracia, las mejores novelas de otros clásicos no eran tan sencillas de encontrar. Y los cinco autores reseñados son auténticos clásicos, maestros del género negro y policial más serio y comprometido.

Hermosamente editados, estos Clásicos Novela Negra de RBA vienen prologados por escritores de prestigio como Andreu Martín, Lorenzo Silva o Raúl Argemí; por un escritor-editor como Juan Sasturain, o por un librero como Paco Camarasa.

Un tesoro, una joya y un placer que nadie debe perderse.

Y, si no me creen, lean lo que dice en esta estupenda entrevista Paco Camarasa, el librero negro y criminal por excelencia…

Consejo de amigo: no dejen pasar ni uno. ¡Ni uno!

Ya hablamos.

Un abrazo de un feliz Lensctor, contento, alborozado y dichoso.