EL ASESINO DE BANCONI

Adivina, adivinanza.

Si soy un adicto al género negro y soy capaz de matar por un buen crimen literario,


Si soy un enganchado al continente africano y pienso que alguna vez viviré allá,

Si amo al Malí por encima de (casi) todos los países,

Si Bamako me parece la capital más turbia, corrupta, atrayente y sugerente de todo el mundo…

El escritor maliense con Antonio Lozano, escritor, agitador cultural y, sobre todo, amigo.

¿Qué puede suponerme la publicación por parte de Almuzara de esta “El asesino de Banconi”, una novela negra escrita por Moussa Konaté, un autor maliense, que acontece en Bamako, la capital del Malí?

LA MIRADA DEL OBSERVADOR

Hace unos meses dábamos cuenta de una feliz noticia: la aparición de clásicos RBA. Para nuestro entrañable, caliente y querido Club Blue & Noir, dejamos estas referencias a la singular “La mirada del Observador” de Marc Behm.


A ver cómo les suena…

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EL SÍNDROME DE MOWGLI

Culminamos este fin de semana de derrotas y fracasos con la reseña de esta novela, de la que hablábamos en la columna del viernes de IDEAL.

Hace algunos meses reseñábamos una novela de espías, “El factor Einstein”, de Andrés Pérez Domínguez, señalando que se trataba de un excelente ejercicio literario en que se contaba “una historia de largo alcance y amplio recorrido, con unos personajes muy perfilados y una atractiva trama, bien trazada y mejor resuelta.”

Con “El síndrome de Mowgli”, galardonada con el Premio Luis Berenguer de Novela y publicada por Algaida, Andrés nos regala una fascinante historia en la que cambia de tercio con respecto a sus adictivas historias de espionaje bélico, como la referida “El factor Einstein” o su estupenda “La clave Pinner”, finalista de uno de los premios literarios de Semana Negra hace algunos años.

En esta ocasión, el autor sevillano se ha decantado por una historia negra y criminal de corte clásico, que respeta todos los cánones del género, sin caer en maniqueísmos facilones, en supuestos homenajes o recreaciones ni en desmitificaciones crepusculares, irónicas o paródicas.


No. Los personajes de “El síndrome de Mowgli” son personajes de una pieza, intensos, fuertes, maleados por la vida: “Rafael Montalbán, ex boxeador profesional que nunca llegó a triunfar. La nariz quebrada, bajito, el cuerpo fibroso, portero de puticlub, guardaespaldas ocasional y cobrador de deudas por cuenta ajena.” Éste es el gran protagonista de la novela.

Y, a su alrededor, las obsesiones y las frustraciones de alguien que ha prostituido su talento, una persona que quiere romper con su presente y, para ello, da testimonio de sus andanzas en uno de esos programas nocturnos de radio en que, en el vacío de la madrugada, las almas solitarias y torturadas vomitan y purgan en antena sus fracasos y decepciones.

Andrés Pérez Domínguez, en primer plano. Foto de La Separata, su estupendo blog.

Pero esa ceremonia de exorcismo, en el caso de Rafael, tiene un sentido especial. Porque, para huir del presente, decide refugiarse en el pasado, en un intento de restañar viejas heridas que están muy lejos de haber cicatrizado.

A partir de ahí, Rafael inicia una espiral que no sabe a dónde le llegará. Ni nosotros. Porque, fiel a Itaca, a Rafael no le importa tanto el destino como el viaje en sí mismo. Y ahí es donde salimos ganando todos los lectores ya que su viaje le conduce a un futuro incierto y enigmático, pero también nos permite bucear en un pasado difícil, inhóspito, duro y apasionante.

“El síndrome de Mowgli” es de esos libros que, cuando apagas la luz de la mesilla de noche y te ves arrastrado hacia la inconsciencia, te acompañan, te siguen hablando y se entremezclan con tus sueños.

Sueños. Los sueños, como en el caso de Rafael, pueden estar hechos añicos. Pero por la mañana, con la dignidad de los perdedores de ley, Rafael se levantará de la cama después de haber maldormido apenas un par de horas, se lavará la cara y el espejo le devolverá una mirada dura, hastiada, cansada. Entonces, se vestirá, meterá sus escasas pertenencias en su bolsa de viaje, a la que igualmente devolverá los retazos de sus anhelos frustrados y sus recuerdos tormentosos, y seguirá su camino. Triste, solitario y final, como bien dijera Osvaldo Soriano.

“El síndrome de Mowgli”. Hermoso título para una excelente novela y que habla de “cuando estás en un lugar rodeado de gente y de pronto te sientes muy solo, como si fueras invisible, como si nadie pudiera verte ni tocarte, cuando te gustaría ser parte de algo pero descubres que nunca podrás formar parte de nada.”

Toda una declaración de principios que me recuerda el aforismo de Seydou Badian Kouyate: «El que se sitúa fuera de la comunidad pierde de una forma u otra su cualidad de ser humano y se convierte en una especie de reencarnación de genios malignos, pero señalado y temido por todo el mundo.»

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

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EL OJO DE JADE

Sé y me consta, positivamente, que una de las cosas que menos gusta a algunos buenos seguidores de esta Bitácora es el empeño y empecinamiento de su gestor, es decir, yo; en reseñar, comentar y defender la literatura negra y criminal. De hecho, hay muchos de vosotros, pillines, que en cuanto detectáis que la Entrada del día versa sobre novelas de crímenes, policías, detectives y violadores, pasáis olímpicamente de ella o, cuando menos, le hacéis una rápida lectura en diagonal.

Ni que decir tiene que, aunque intentemos leer y comentar literatura de todos los tipos y los géneros, como podemos acreditar con la convocatoria para los Liblogs que tan buena acogida ha tenido; vamos a seguir dando caña con un género que, para mí, protagoniza el auténtico realismo social contemporáneo más ilustrativo y comprometido.

En el caso que nos ocupa, “El ojo de jade”, de Diane Wei Liang (Ed. Siruela); parte de una exigua trama investigadora (un familiar le encarga a la joven detective Mei que investigue la venta de una joya de la dinastía Tan) para, en realidad, contarnos los entresijos de la China moderna, sus contradicciones y su brutal evolución, pasando del feroz comunismo al brutal capitalismo de estado que se ha instalado en el Gigante Asiático.


¿Cómo se explica la figura de un detective privado, mujer, y en la China del siglo XXI?: “El partido tiene estrategias y la gente tiene contraestrategias”. Y una de ellas es montar una Agencia de Información a través de la cuál llevar a cabo investigaciones de ámbito más o menos doméstico.

Por supuesto, nadie le augura nada bueno a Mei, que trabajó durante algunos años en el equivalente a nuestro Ministerio del Interior, cuando decide instalarse por su cuenta:

– “¿Qué sabes tú de negocios? Mírate, no haces vida social, no te mueves bien en política, no tienes nada de Guanxi: no cuentas con la red de contactos que necesitas. ¿Qué posibilidades tienes de prosperar?”

Guanxi. Una palabra que refleja toda una cultura, una forma de entender la vida en un país que es un mundo en sí mismo. Relaciones sociales. Contactos. Influencias. Un sistema en que cuesta saber dónde termina el agradecimiento y comienza el soborno o quién está en el estrellato y quién va camino de estrellarse.

Y es que la sociedad china es muy compleja y va mucha diferencia entre tener o no un coche y disponer de un apartamento grande o de una habitación pequeña. Además, están los emigrantes que viven y trabajan en ciudades como Chicago. Y, siempre, la ominosa y larga sombra de dos acontecimientos capitales en la historia de la China moderna: la Revolución Cultural y la masacre de Tian ‘anmen.

“Hice lo que tenía que hacer… No había lugar para la moral en los tiempos de la Revolución Cultural. Uno sobrevivía a cualquier precio. Vosotros los jóvenes no lo entendéis. Os comportáis siempre como si fuéramos unos monstruos.”

Así se expresa uno de los protagonistas de la novela. Una novela cuyas 250 páginas se leen en un suspiro, transportándote al caos y al bullicio de una de las grandes urbes del siglo XXI. Pekín. Una ciudad que marcará el devenir económico, social y político de los próximos años y sobre la que merece muy mucho la pena estar bien y agradablemente informados.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

DESAGRAVIO

Mensaje recibido de Alejandro Gallo, con respecto a mi metedura de pata en el pie de foto correspondiente a la entrada sobre “La última fosa”, detectada por Cristina.

Querido amigo: El señor que sale conmigo en la foto y que se parece a Mallo, es Emilio Frechilla, profe de la Universidad de Oviedo de Crítica Literaria. Que fue quien me presentó la novela en la Librería Cervantes de Oviedo y que recogió en foto el periódico El Comercio. Y fue uno de los coorganizadores del I Congreso Internacional de Ficción Criminal, en abril, en la Uni de León. También presente en la SN2008 en la mesa redonda: La novela negra vista desde la universidad.
Aunque si sirve, Emilio Frechilla es un gran lector de Enesto Mallo.
Un abrazote.
Alejandro.

Estimado Emilio Frechilla, le presento mis excusas por el error cometido. Y es que los miopes sin gafas somos un peligro. Vaya en mi descargo el hecho de que si con alguien me gustaría que me confundieran, sería con Ernesto Mallo, mejor persona que escritor. Y, créanme, como escritor, Ernesto es muuuuy grande.

Siempre suyo, Jesús Lens.

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