Ser Cuates

Amando de Miguel sobre el periodista José Luis Gutiérrez:

“Él y yo nos llamábamos cariñosamente cuates, que es un mexicanismo, literalmente hermanos gemelos, pero en el lenguaje coloquial, compinches. No es que nuestras actividades fueran irregulares, pero sí a veces contra la corriente establecida.»

Jesús Cuate Lens

¿Y los 30 de mayo de 2008, 2009, 2010 y 2011?

Hoy no puedo escribir

Hoy no puedo escribir. Porque tengo mucho que leer. ¡Una jartá!

Hoy no puedo escribir porque tengo mucho por escribir: un artículo. Y dos capítulos pendientes. Y un reportaje. Y una idea. Y un cuento.

Hoy no puedo escribir porque después de leer la prensa, tengo la sensación de estar en el limbo.

Hoy no puedo escribir porque mañana es la carrera Órgiva-Lanjarón-Órgiva y, además, tocan en Granada los Siniestro Total.

Hoy no puedo escribir porque ayer vimos a MagoMigue, en el Apeadero y nos volvió a dejar sin palabras.

Hoy no puedo escribir porque, de todas formas, tú no lo ibas a leer. Que hoy no es día de estar aquí dentro, sino ahí fuera.

Y, como hoy no puedo escribir, pues no escribo.

Jesús mudo Lens

¿Escribimos algo, los 26 de mayo de 2008, 2009, 2010 y 2011?

Frío y fiebre

Esta noche me desperté muerto de frío.

Recuerdo que temblaba, literalmente, y que me tuve que ovillar sobre mí mismo, con los dientes castañeteando entre sí.

Y digo que lo recuerdo porque, cuando la alarma del móvil me devolvió al mundo de los teóricamente vivos, por la mañana, no sabía si había sido verdad o lo había soñado.

Al salir de debajo del edredón y sentir cómo la camiseta, empapada, se me pegaba al cuerpo, constaté que sí. De que había tenido un acceso de fiebre.

¡Y eso que el jueves no salí al tranco de la puerta!

Ni fui a correr ni, por la noche, me encontré con cuerpo para asistir a la fiesta de inauguración de los cines del Serrallo Plaza. ¡Lo siento, amigos! Me quedé en casa.

Pensé que, con este fiebrón podía dar por terminados el jet lag y la morriña post vacacional, a la vuelta del viaje. Una mañana intensa de trabajo y, después y por fin, una buena carrera -que ya había ganas- así parecían acreditarlo.

Pero, tras la comida, me quedé traspuesto en el sofá, frito hasta las 8 de la tarde. Y aquí estoy, escribiendo con un forro polar por encima de la sudadera, y con frío aún. Y con llagas en la boca.

Pero, pero, pero… ¡PERO ESTO QUÉ ES!

En fin.

Tengo ahí una docena de libros por reseñar (el de Daniel Barredo, uno de John LeCarré, un Diccionario de Nueva York, “La vida fácil” de Richard Price, otro sobre recorridos neoyorkinos con “El Padrino” o, casi terminado, lo último de Alejandro Gallo…) tengo que trabajar con las fotos de Nueva York o confesar que he visto una temporada entera de “Hijos de la Anarquía”, estos días.

Hablar de jazz y de “Homeland”, ordenar el maremágnum de libros y chismes que me rodea, tras la acumulación diogenesca de las últimas semanas o explicar qué es el Chaviquismo.

Pero no hay cuerpo que pueda con ello.

Al menos, hoy, tampoco.

A ver mañana.

Jesús decimillas Lens

A ver si estábamos más enteros el 13A de 2008, 2009, 2010 y 2011.

Entreteniendo el insomnio

Tres cosillas que puedes hacer cuando, a las 4 de la mañana de la noche del martes al miércoles te despiertas con los ojos como platos y constatas que no. Que eso del jet lag no es una milonga ni un cuento chino y que volver a la normalidad vigente, tras una semana frenética en Nueva York no es cualquier cosa:

 

Jugar a…

Ver un partido de…

Leer…

Jesús somnoliento Lens

¡No sé qué hacer!

El jueves, al terminar la jornada laboral, me comí un menú del día en la cafetería del Cubo, liviano, dado que iba a salir a correr a mitad de tarde. Mientras leía esos recortes de prensa que voy coleccionando, esos largos reportajes de doble página o esos artículos de opinión que exigen la concentración que habitualmente no encontramos; me tomaba un consomé y un bacalo.

Aproveché otra hora y media para sacar trabajo pendiente y salí a correr con Javi y Abel. El bacalao me daba vueltas en las tripas y, al final, me pasó factura; convirtiendo los dos últimos kilómetros en una agonía interminable, pero como siempre termina pasando, llegamos al final del recorrido con la satisfacción del deber cumplido.

Consulté los mails recibidos y la última hora de la prensa digital y, estando las cosas tranquilas, me fui al cine, a ver “Drive”, que le tenía muchas ganas y se me estaba escapando.

Después, me dio tiempo a cortarme el pelo, que tenía unas greñas impresentables. ¡Qué empeño el de la peluquera, con mi remolino! De domarlo, hizo cuestión personal. Al final del pelado, incluso, me quería poner una crema fijadora.

– No te molestes, de verdad. Son 41 años cargando con él. Si yo ya lo he dado por imposible, no vas a conseguirlo tú en un rato.

Y ella se reía, lógicamente.

Así las cosas, al salir de la pelu, aproveché para mirar unos discos y unos libros.

Y aquí es a donde quería yo llegar. Que ya te estarás preguntando por el sentido de esta especie de soso e intrascendente dietario.

El caso es que sé que compré un par de discos, un concierto en DVD y un libro. Pero ahora mismo no me acuerdo de cuáles fueron.

Están aquí mismos, en sus bolsas de plástico y papel, respectivamente.

Los toco y los palpo y reconozco sus inequívocas formas. Reales. Porque yo soy de los ¿cretinos? que aún compran literatura y música en formato físico. ¡Y que pagan por ello!

Ahora mismo puedes estar pensando que soy un consumista, que compro a tontas y a locas.

Quizá un poco sí. Pero solo un poco.

Puedo prometer y prometo que todo lo que compré me pareció bueno, apreciable y deseable. Solo que, con el día que había llevado y el sueño acumulado, no fijé su recuerdo en el córtex.

En realidad, si hago un pequeño esfuerzo, a nada que lo intente, seguro que recuerdo lo que compré.

Mi memoria es netamente visual así que, en cuanto hiciera por recordar el momento de sacar el libro del anaquel y hojearlo; o la conversación que tuve con la dependienta sobre un disco que no pudo conseguir, de “Weather report”, y que encontré en Amazon… o el flash que me dio, esperando a que dicha dependienta cobrara a otro cliente, que me hizo ir a los DVD… ¿¡Lo veis!? Ya me ha venido. El concierto en DVD es de Miles Davis, de cuando se pasó a la electrificación. Y el escándalo que supuso.

A ver. ¿Qué hago? ¿Abro o no abro los paquetes? ¿Sacio mi curiosidad o los dejo por aquí rondando, como la promesa de un regalo por venir, para cuándo esté tristoncillo o de bajón?

Item mas: ¿y si los guardo en algún cajón, entre la ropa de verano, y me olvido por completo de ellos a la espera de que me den una sorpresa cuando llegue el bien tiempo y sea momento de recupera las camisetas de “Negra y criminal”, de películas, de cervezas o de los sitios por los que he andado de viaje?

Jesús rarito, rarito Lens.