DE LA PRESENTACIÓN DE CAMINOS CORTADOS

Dejamos las notas que el pasado viernes utilizamos en la presentación de Caminos Cortados, de Ramón Gonzalo, en el extraordinario Carmen de la Peña La Platería, en un día muy significativo para él, llamado a ser grande, grande.

Comenzamos agradeciendo a los dos compañeros de mesa de aquella estupenda tarde. A Jesús Conde, tocayo y buen amigo, por recomendarme para escribir el prólogo de esta “Caminos cortados” que presentamos esta tarde y, sobre todo, por ponerme en contacto con Ramón Gonzalo.

A Ramón le tengo que agradecer que confiara en mí para algo tan delicado y especial como es que te escriban el prólogo de una novela. Porque el prólogo es el primer contacto que, tras la portada, el lector va a tener con tu obra.

Reconozco que yo, con los prólogos, no me llevo bien.

Me pasa como con las críticas de cine o las literarias. No hay nada más detestable que una reseña en que el autor de la misma desvele aspectos esenciales de la trama, desactivando la sorpresa que el autor o el director había preparado para su lector. Por no hablar de los graciosillos que cuentan el final de las películas. Esos ya no tienen nombre.

Por tanto, cuando Ramón me dijo que quería que le escribiese unas notas introductorias para su “Caminos cortados”, me puse un tanto nervioso. En un prólogo debes invitar al lector a que se adentre en las páginas del libro que tiene entre sus manos, sin, como hemos dicho, desvelarle nada importante de la trama. Debes conseguir que el lector se interese por los personajes y la historia, pero con gran discreción. Debes contextualizar la historia en el tiempo y el espacio, comentando aspectos del autor que sean relevantes… y sin pasarte, para no quedar como un pelota.

Todo ello fue lo que intenté hacer en el prólogo de “Caminos cortados” y, dado que Ramón lo ha incluido en el libro y ha contado conmigo para la presentación, quiero creer que no lo hicimos mal del todo.

Por tanto y para que puedan sumergirse directamente en la extraordinaria prosa de Ramón cuando compren el libro, comentamos brevemente algunas de las cuestiones que hemos tocado en esas páginas.

Comenzamos con una cita de John Moore, el filósofo inglés adscrito a la escuela realista: “El hombre recorre el mundo buscando lo que necesita y vuelve a casa a encontrarlo”. Pienso que esta frase es un excelente compendio de todo lo que vamos a encontrar en el libro. Un libro que es un libro de viajes, pero a contracorriente.

Nada de grandes epopeyas homéricas y aventuras desmesuradas. Porque los viajes también pueden darse en territorios más cercanos, asequibles y agradecidos. Además, los típicos libros de viajes cuentan cómo una persona de nuestro entorno viaja a lugares lejanos y se encuentra con paisajes desconocidos. En este caso, Ramón hace al contrario: su personaje es un extranjero que se viene a vivir a un pueblo indeterminado del sur de España. Y que cuenta cómo nos ve.


Lo importante no es tanto la descripción de un paisaje, que para eso están las fotos, cuanto mostrar una mirada diferente, personal y única acerca de la realidad que rodea al viajero. Y eso es lo que hace Gunter, el protagonista de la novela. Se instala en el pueblo y se integra con la gente. Cuando leía la novela me acordaba de dos series de televisión muy distintas entre sí, pero con un rasgo en común: tanto en “Twin Peaks” como en “Doctor en Alaska”, un personaje urbanita se ve obligado, cada uno por unas razones distintas, a integrarse en un pequeño pueblo.

Una en clave de comedia y la otra en clave negra, ambas series se meten en la vida de un pueblo pequeño, que es escrutado desde la óptica de un forastero, que todo lo mira y todo le llama la atención. Igual que hace Gunter en esta Andalucía nuestra. Un Gunter que es arquetipo del joven que rompe con su pasado, que busca el sol, la luz y la magia del sur, no en vano, se trata de un suizo que viene de la fría Basilea.

Para quiénes trabajamos en banca, la sola mención de la palabra Basilea nos produce urticaria, con sus reglamentaciones, sus leyes y sus adaptaciones legislativas. Es como la secuencia de “El tercer hombre” en que el cínico Harry Lime al que daba vida Orson Wells hablaba de esa aburrida Paz Suiza del reloj de cuco. De allí huye Gunter, en busca de una vida más emocionante y atractiva. Y recala en un pueblo de la España compleja en que, al principio, todo resulta estupendo y maravilloso. Después, no tanto. Porque entra en colisión con esas Dos Españas, que en la novela se ven representadas por algo tan castizo como dos tabernas.

Pero no quiero incumplir lo que dije al principio ni desvelar cosas de la trama.

Así que, antes de terminar, quiero referirme a un aspecto formal de la novela que, como pueden apreciar, es escueta. Ramón hace cierta otra célebre máxima de nuestro acervo cultural, de Baltasar Gracián en este caso: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”, al atreverse a escribir una novela corta. Y para terminar, debemos destacar una de las cualidades más sobresalientes de Ramón como autor: su prodigioso manejo del lenguaje. Un lenguaje culto, variado y amplio que le acredita como un gran lector y, también, como un autor con un excelente oído para las conversaciones captadas al azar como la lectura de “Caminos cortados” pone de manifiesto.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

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MATAR Y GUARDAR LA ROPA

Siempre se ha dicho que lo realmente difícil no es escribir una buena primera novela sino, una vez conseguido ese logro, escribir un segundo libro que no desmerezca al anterior. Y por eso, reconozco que tenía mis dudas a la hora de leer “Matar y guardar la ropa”, de Carlos Salem, publicada por el descubrimiento literario-editorial de este 2008: los inquietos, valientes y decididos chicos de Salto de Página. Un descubrimiento, dicho sea de paso, que tenemos que poner en el cada vez más generoso y abultado Haber de nuestra querida Cristina Macía, alter ego gijonés de un servidor… siempre que no estemos dentro de una cocina.

Y tenía mis dudas porque acababa de leer “Camino de ida”, entre las finalistas del Silverio Cañada de Semana Negra y, posiblemente, la novela con que más he disfrutado en lo que va de año. Y temía, tan cerca en el tiempo, leer la segunda obra del autor, recién publicada, y que se perdiera la magia, se rompiera el idilio o algo así. Me daba miedo que se repitiera, que fuera capaz de mantener el extraordinario nivel y que mi relación lectora con Carlos Salem tornase en un no deseado camino de vuelta.

Sin embargo, una vez devorada “Matar y guardar la ropa”, ya creo estar en condiciones de anunciar que esa relación ha entrado en lo que va a ser, sin lugar a dudas, un fructífero camino de no retorno: de ahora en adelante, todo lo que escriba Carlos Salem me tendrá como ferviente lector, admirador y seguidor.

Cuando me quedaban cien páginas de “Matar y guardar la ropa”, caí rendido por el sueño, el pasado lunes por la noche. A eso de las 5.30 am. Sacai me despertó. Un mosquito jodón de proporciones descomunales se estaba poniendo las botas a costa de nuestra sangre. Luces encendidas, busca y captura, juicio, sentencia y ejecución… e insomnio galopante.

En condiciones normales, ese insomnio me habría sentado como un derechazo en el hígado, ejecutado por el mejor Mike Tyson. En este caso, sin embargo, sonreí maliciosamente para mí mismo. “Mejor. Así puedo terminar el libro de Salem”, me dije, mientras me escabullía silenciosamente de la cama y me tumbaba en el sofá, siendo todavía noche cerrada.

Lo malo del asunto, lo peor de todo, fue que me llegó la hora de ir al trabajo y aún me quedaban treinta páginas por leer. Tentado estuve de llegar unos minutillos tarde… pero finalmente me pudo la responsabilidad y rematé su lectura esa misma tarde.

La de “Matar y guardar la ropa” es una lectura apasionante, protagonizada por unos personajes tan atractivos y singulares como los del “Camino de ida”, pero en una historia completamente diferente. En este caso, en vez de situarnos en mitad del Marruecos más exótico, el autor nos lleva a un camping nudista murciano, donde se dan cita un puñado de personajes muy diferentes entre sí, pero todos ellos relacionados con Juan Pérez Pérez, un teóricamente anodino ejecutivo de una multinacional, despreciado por su mujer que, sin embargo, tiene un trabajo muy especial: sicario.

A partir de unos personajes de raigambre marxista tan desaforados, caóticos y surrealistas como los Groucho, Chico y Harpo de las películas, Carlos Salem ha construido una novela en la que pasan muchas más cosas de lo que a simple vista parece, con unos diálogos ácidos y chispeantes como latigazos y unas relaciones entre los personajes en absoluto fáciles o maniqueas. Personajes de los que te gustaría ser amigo, con los que te gustaría compartir confidencias, secretos, un pasado común y, por supuesto, unas cuantas noches de farra en locales como, por ejemplo, ese Club Bukowski que tan buena pinta tiene.

“Matar y guardar la ropa” es una extraordinaria novela que se lee avariciosamente y que se disfruta desde la primera línea hasta la última, cuyos personajes se quedan guardados en la memoria del lector. Una novela que acredita a Carlos Salem como uno de los mejores narradores españoles de este comienzo de siglo XXI, un autor al que seguir la pista muy, pero que muy de cerca.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

SEMANA NEGRA CONVOCA UN ORIGINAL CONCURSO FOTOGRÁFICO

¿Recuerdan esta foto?


Pues a los amigos de Semana Negra les pareció una buena idea organizar, de forma informal y a base de boca/oído, a través de la cosa virtu-viral, un concurso improvisado de fotografía que muestre a personas, animales o cosas en una decidida e inequívoca posición, postura o ubicación lectora.

Ojo. No se trata de hacer brillantes fotos, desde un punto de vista técnico. No se trata tanto de colores, sombras y encuadres cuanto de imaginación, descaro y desparpajo a la hora a retratar la acción de leer, en cualquier lugar, en cualquier caso y en cualquier circunstancia.


Sirven, pues, las fotos hechas con diminutas cámaras digitales, con móviles, con las cámaras analógicas de entonces y hasta con las de usar y tirar más actuales.

Hagan sus fotos, pásenlas a formato digital y remítanlas a jesus-lens@telefonica.net

Las mejores, las más divertidas, curiosas, simpáticas, imaginativas, arriesgadas, estimulantes, etcétera, etcétera, nos las llevaremos en un CD, pen drive, stick pen, memoria o cualquier otro chisme parecido, para que sean impresas en papel y colgadas en un corcho, para público disfrute y regocijo de los visitantes a Semana Negra.

Para hacerlo todo más fácil, pongan como título de las fotos su nombre y un teléfono de contacto. El nombre será el único dato que aparecerá en el dorso de las fotos expuestas y dicha información servirá para comunicar a los autores que, en su caso, son ganadores de alguno de los lotes de libros que Semana Negra regalará a nuestros reporteros bibliófilos más ingeniosos.

¿Les parece bien la idea?

Pues repliquen esta entrada por webs, foros, blogs, chats, Facebooks, Tuestus y demás espacios virtuales y, sobre todo, ¡anímense a hacer fotos que sean todo un canto a la lectura! Los libros y el acto de leer se merecen este pequeño homenaje ¿no creen?

Jesús Lens.

PD I.- Recuerden los finalistas de los Premios Literarios de Semana Negra, el primer boletín de noticias y otras convocatorias para talleres y concursos literarios

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