Lanjarón: 200 años con el agua corriendo en vena

El agua Lanjarón celebra su 200 aniversario incrementando sus ventas en España, con presencia en 2,3 millones de hogares, y convertida en una de las marcas de referencia del grupo Danone

Se dice que por las venas de los habitantes de Lanjarón corre el agua, en vez de la sangre. Y que por eso son uno de los pueblos más longevos del mundo, gracias a un agua pura y mineromedicinal que este año cumple su 200 aniversario, tal y como explicó Eric Escobedo, alcalde de la localidad alpujarreña, en la presentación de los actos conmemorativos de la efeméride.

En la entrada de la planta embotelladora del agua Lanjarón, un enorme cartel da la bienvenida al visitante con toda una declaración de principios: “Nuestro objetivo en seguridad: 0 accidentes”. Y un dato, ilustrativo y elocuente: “371 días sin accidentes con tiempo perdido”. Efectivamente, durante a la visita a la planta, se constata el compromiso con la seguridad, uno de los principios básicos de la empresa.

Junto a la seguridad, la calidad. Y, de su mano, el cuidado por medio ambiente. Los tres pilares básicos sobre los que se asienta el funcionamiento de una de empresa que comercializa “un producto excepcional, apreciado por su calidad y características únicas y con un fuerte arraigo emocional, tanto dentro como fuera de Andalucía”, en palabras de François-Xavier Lacroix, director general de Aguas Danone, grupo mundial que produce anualmente 28.000 millones de litros de agua, con presencia en más de 200 países y que incluye a marcas tan reconocidas como Evian, Volvic, Aqua o Bonafont.

Las cifras avalan el compromiso de Lanjarón con la calidad: más de 300 millones de litros de agua vendidos en 2017, con una cuota de mercado del 5%, la más alta de los últimos cinco años. Andalucía es su mercado principal, seguido de Valencia, Cataluña y Baleares.

Tal y como explica Guillaume Millet, el director de marketing de Aguas Danone, “Lanjarón es una marca histórica, un agua que apuesta por valores de calidad y sostenibilidad sin renunciar a la innovación, con formatos y propuestas adaptados a las demandas de un consumidor cada vez más exigente y a un mercado que se enfrenta a grandes desafíos”.

Destaca el exhaustivo trabajo realizado en el laboratorio, con análisis constantes del agua embotellada y una notable inversión en recursos científico-tecnológicos. Además, la planta embotelladora de Lanjarón también dispone de una sala para catas ciegas de agua que, con varias pruebas diarias, permiten garantizar la calidad del agua embotellada cada día.

Es necesario destacar, igualmente, el compromiso de Lanjarón con el medio ambiente: tras el lanzamiento en 2017 de su botella roja, fabricada en 50% de PET reciclado (r-PET) y completamente reciclable, el desafío para este año es lanzar la misma botella, pero fabricada en 100% con r-PET.

Botellas que, en ocasiones, lanzan ediciones especiales conmemorativas de determinadas fiestas y celebraciones, como se podrá comprobar durante el próximo Corpus granadino.

Desde el punto vista del empleo, tal y como señala José García, director de la planta de embotellamiento “para quienes trabajamos en Lanjarón, es un honor formar parte de la historia de una empresa que ha sido desde siempre un motor para nuestro entorno”. Efectivamente, el 95% de la plantilla, que cuenta actualmente con 200 trabajadores, está formada por habitantes de la localidad de Lanjarón, con varias generaciones vinculadas a su actividad.

Una plantilla especialmente comprometida con la sostenibilidad y el medio ambiente, plenamente concienciada de que, para poder seguir comercializando un agua de la mejor calidad, Sierra Nevada debe seguir siendo un modelo de gestión ecológica.

200 años de agua de Lanjarón, una de las marcas granadinas de referencia con impacto nacional, en pleno proceso de crecimiento y expansión, cada vez más presente en los hogares de nuestro país.

Jesús Lens

Oliver: tradición culinaria en el corazón de Granada

El popular y conocido Oliver se encuentra situado en uno de los rincones con más sabor, tradición y casticismo de Granada: la plaza de la Pescadería, más auténtica que otras del centro de la ciudad. Un pequeño milagro donde conviven turistas y viajeros con los vecinos de toda la vida y los oficinistas y trabajadores de la zona que, todos los días, abarrotan la concurrida barra de un Oliver en la que Jose oficia con talento y simpatía a raudales.

Atendido por camareros impecablemente ataviados, el restaurante Oliver tiene enorme solera y gran tradición en Granada, no en vano, José Enrique Oliver forma parte de la tercera generación de una familia clave en la historia de la hostelería local.

Mientras hablamos sobre el origen y evolución del restaurante, José Enrique no parará quieto un instante y lo mismo atiende al teléfono que corta un tentador plato de jamón para una de las mesas o le lleva unos exquisitos boquerones fritos a su hija. “El mejor pescado fresco de la lonja de Motril, servido cada mañana”, nos explica.

Antes de ser bar de tapas y raciones, el Oliver fue el primer colmado con autoservicio de Granada, puesto en marcha por el abuelo de José Enrique. Posteriormente, con el cambio de costumbres, Manuel Oliver y su esposa, Josefa Ruiz, reinventaron el negocio paterno y lo convirtieron en bar, haciéndose famosos por sus frituras de pescado, sus croquetas, albóndigas, boquerones en vinagre y manitas de cerdo.

Hace 25 años que Jose Enrique se encargó de él y, progresivamente, fue haciéndolo crecer, ampliando el aforo para convertirlo en restaurante de mesa y mantel, pero sin descuidar el tapeo en barra y mimando una de las terrazas más apreciadas de Granada. Y los desayunos, que el Oliver abre bien temprano, a las nueve de la mañana.

Llegó una carta nueva, con pescados como el besugo, los fastuosos y delicados salmonetes a la plancha, las quisquillas de Motril, tan dulces que se deshacen en la boca; o la icónica merluza a la crema de cigalas, una de las joyas de la corona. Por cuanto a las carnes, destaca el cordero segureño, y la ternera, siempre hembra. Y la Black Angus, certificada, con origen en EE.UU.

Por supuesto, en la carta del Oliver siguen los platos de siempre. Solo las albóndigas, menos demandadas, fueron sustituidas por el rabo de toro. Pero las manitas, los boquerones en vinagre o las croquetas, preparados de acuerdo a la receta original de Josefa Ruiz Garrido, siempre tendrán su hueco en la barra y las mesas del restaurante.

“Somos la cocina tradicional de nuestras madres”, presume orgulloso, José Enrique. Y mientras comentamos el lujo de estar situado en uno de los mejores sitios de Granada y disfrutar de una clientela amplia y variada, auténtica como pocas; entra una pareja con un obsequio para la casa: una paletilla recién traída de Huelva: “ésta, para las habas con jamón, que ya va tocando”, le dicen con cariño y buen humor estos ganaderos onubenses, amigos de la familia Oliver.

¿Y el barrio, cómo ha evolucionado en estos años? ¿Se nota la influencia del Centro Lorca, tan cercano? José Luis asiente, contento, y nos confirma que sí, que notan la afluencia de público cuando hay conciertos o teatro, pero que lo importante es que los granadinos tengamos un espacio de referencia para acoger el legado de una personalidad tan importante como la de Federico García Lorca.

Llegados a este punto, es obligado hablar de la mítica ensaladilla del Oliver, una receta de la matriarca, heredada y perfectamente interpretada por los sucesivos cocineros que han pasado por la casa, siempre receptivos a los sabios consejos de Josefa.

Teniendo en cuenta que la receta original de la ensaladilla rusa pertenece a Lucien Olivier -quien la sirvió por primera vez en el restaurante Hermitage de Moscú- que el Oliver granadino prepare una de las más reconocidas de nuestra tierra es un gesto de justicia histórica y poética del que nos congratulamos enormemente.

Jesús Lens

Lanjarón, pura Alpujarra

“Lanjarón no es solo la puerta de la Alpujarra o una larga calle longitudinal por la que pasaba la antigua carretera. Lanjarón no es solo el Balneario o el nombre de un agua mundialmente famosa. Lanjarón es todo eso… y mucho más”.

Amanda habla con torrencial pasión de Lanjarón mientras comemos pausadamente en la encantadora terraza del Hotel Alcadima, que su familia regenta desde hace décadas. Aunque el motivo de mi visita a Alcadima es gastronómico, la conversación con Amanda nos lleva por caminos insospechados, transitando de lo turístico y lo cultural a lo botánico, lo geológico y lo paisajístico. Me recomienda rutas de senderismo, me anima a descubrir el Valle de Lecrín y me desafía a perderme por las calles de Lanjarón, sin prisas.

Es cierto que siempre he venido con bullas a este pueblo. O que he pasado por él, sin detenerme.  La última vez, hace un año largo, cuando hice el Cañón Trail, tan arrebatadoramente hermoso, entre el río, las acequias y la Sierra; como duro y complicado, con aquellas curvas de herradura empedradas que me destrozaron un pie.

El equipo de gobierno de Lanjarón, joven y con empuje, organiza pruebas deportivas como el Trail o el circuito de bicicleta de montaña, para atraer a un público distinto a la localidad. O el Lanjarock, recién terminado.

Le hago caso a Amanda y camino por el pueblo, dejándome llevar. Asomo a la preciosa Placeta de Santa Ana, por ejemplo, y me deleito con el agua fresca de su fuente, tras leer los versos de Lorca que la decoran. Me asomo a los miradores del fondo de Lanjarón y subo por el sendero de Tello.

Regreso por el Barrio Hondillo y voy disfrutando del contraste entre comercios tradicionales y otros de nuevo cuño, de “La Runa”, una tienda con nombre vikingo que vende hidromiel, a otra especializada en cervezas artesanales, pasando por la Rober Barbershop, tan molona que cualquiera diría que estamos en el Greenwich Village neoyorquino.

El contraste de gente, un lunes por la tarde, es igualmente interesante, desde los mayores que se asoman al río, a la altura del Museo del Agua, a montañeros de regreso de sus caminatas; ciclistas, hippies y chaveas que corren por las calles.

Me gusta Lanjarón. De hecho, ya me gustaba antes. Es solo que, hasta hoy, no he terminado de darme cuenta.

A esta escapada de 24 horas, le he sacado partido. Escribiendo sobre la embotelladora de Agua de Lanjarón para el suplemento económico Expectativas, de IDEAL (leer AQUí) y otro reportaje sobre el agua como elemento gastronómico, para el suplemento Gourmet (leer AQUÍ) Además, aproveché para conocer el restaurante Alcadima, como os contaba. Y le hice reseña para el Gourmet de una semana después (Leer AQUÍ)

¡Que no se diga que no amortizamos los viajes!

Jesús Lens

Gastroletras con Washington Irving

Hace unos días participé en unas jornadas bautizadas como Gastroletras, con Washington Irving como protagonista. 

Así lo conté en el suplemento Gourmet de IDEAL, donde nos encontraremos todos los viernes, si ustedes gustan. Porque mola mucho más leerlo en papel y disfrutar de las fotos de Ramón L. Pérez, no de éstas mías.

A modo de aperitivo, el Menú Literario homenaje a Washington Irving arrancó con una copa de espumoso, bien frío, acompañada de una vibrante lección de Javier Villoria, Decano de la Facultad de Ciencias de la Educación, sobre la vida y la obra de un diplomático, periodista, hombre de negocios, viajero y escritor que fue más, mucho más que el autor de los “Cuentos de la Alhambra”.

Una lección que sirvió para enmarcar una velada a caballo entre lo gastronómico y lo literario, iniciativa puesta en marcha por el hotel Washington Irving que, enclavado en la mismísima ciudad de la Alhambra, seguirá impulsando diferentes maridajes creativos que combinen la música y la literatura con la gastronomía.

Tras conocer mucho mejor quién fue Washington Irving y su papel fundacional, por ejemplo, en la narrativa de viajes europea y norteamericana; el hotel que lleva su nombre ofreció un menú especialmente diseñado en su honor.

El primer plato, a modo de entrante, consistió en un exquisito maridaje de Huevo a baja temperatura sobre cremoso de coliflor, espárragos y caviar y una Alhambra Roja muy fría, idónea para una exquisitez bautizada como “La Casa del Gallo de Viento” en recuerdo de aquel palacio de la hermosa Granada, digno de elogio y cuyo “talismán da vueltas según las vicisitudes del tiempo hasta que sea azotado por un infortunio que destruirá el palacio y a su dueño”, tal y como predijo Irving en uno de sus célebres cuentos.

El homenaje gastro-letraherido continuó con el plato llamado “Leyenda de las tres hermosas princesas”, materializado como taquitos de esturión sobre alboronía, remolacha picante y azafrán que daban forma a la celosía tras la que se ocultaban Zaida, Zoraida y Zorahaida, las hermosas hijas del rey Al-Hayzari que, enamoradas de tres jóvenes cristianos, trataron de escapar del control de su padre.

“La torre de Comares” fue el tercer plato en liza. Maridado con un contundente vino de la Alpujarra, El Moreno; consistía  en un meloso cordero asado al Ras El Hanout con parmentier de patata, té y miel que deshacía en la boca.

Como postre, un hermoso plato cuya perspectiva cenital mostraba nada menos que “La Alhambra a la luz de la luna” y en el que una pequeña bola de queso y una composición de chocolate, cítricos y café representaban sobre la blanca superficie de la loza la silueta más conocida del célebre monumento nazarí.

Bienvenido este primer certamen de Gastroletras, una forma original de promover un maridaje en el que tuvo más protagonismo la parte culinaria y visual que la propiamente literaria.

Estaremos atentos a las próximas propuestas del Washington Irving, con la música y Manuel de Falla como protagonistas de una nueva iniciativa que animará a granadinos y visitantes a descubrir un hotel encantador y con vistas muy originales, enclavado en un lugar único de Granada y en el que se respira una atmósfera muy especial.

A destacar su exquisita biblioteca, en la que se exponen varias primeras ediciones de obras de Irving, entre otros muchos libros antiguos que invitan al solaz y al abandono lector, en el corazón de la Alhambra.

Jesús Lens

Reca Campus: la cocina del nuevo milenio en la Granada del siglo XXI

En la zona de expansión de la Granada del siglo XXI, en el corazón del PTS, justamente hoy cumple su primer aniversario el restaurante Reca Campus, un espacio amplio, diáfano y polivalente cuya decoración minimalista es un placer para los sentidos.

Equipo de Reca Campus. Foto: Alfredo Aguilar.

Sus enormes cristaleras, con orientación sur, absorben luz a raudales. Las paredes de ladrillo visto, altísimas, acogen cuadros seleccionados de Mike Ocete, uno de los socios de Reca-Campus y artífice de una decoración que nos hace pensar en los locales más vanguardistas de Nueva York.

Sobre la larguísima barra, eso sí, veremos desfilar platos de la cocina mediterránea más tradicional, reinventados por el talento creativo del otro socio de esta pionera aventura, Miguel Moyano, heredero de una larga estirpe vinculada a la hostelería. Buena prueba de ello es el suculento y sabroso Rabo de Toro al estilo cordobés, preparado según la receta de Ricardo Moyano, tío de Miguel y antiguo jefe de cocina del hotel Alhambra Palace.

O los Lingotes de Atún con crujiente de maíz -los quicos de toda la vida- espolvoreado sobre la roja carne del pescado, dándole un toque canalla, gamberro, fresco y divertido.

En Reca Campus todo es un excitante maridaje de arte y creatividad. Como el cuadro de Mike que preside una de sus paredes, “Paseo con la Negra Flor”, un homenaje a Radio Futura y a las Ramblas de Barcelona, usado como motivo pictórico para las primeras cartas del local y cuya popularidad desembocó… ¡en la continua y misteriosa desaparición de las cartas!

A lo largo de su primer año de existencia, Reca Campus -heredero del mítico Reca de la plaza de la Trinidad, famoso por sus frituras- ya se ha hecho con una clientela fiel, tanto de vecinos del barrio como del personal del hospital del PTS. Y, desde que funciona el Metro -la parada de Avda. de Dílar está muy cerca del local- cada vez recibe a más gastronómadas provenientes de Armilla y de otros barrios de Granada, relajados y despreocupados al no tener que conducir.

Alfredo Aguilar, en plena pesca del bacalo…

La carta, no muy extensa, pero variada y para todos los gustos, cuenta con ensaladas, carnes, pescados y amplia oferta de los populares huevos rotos. Una carta que consta de una selección fija de platos a la que, cada semana, se añaden cinco propuestas diferentes y variables, de acuerdo con los productos de temporada. Para estos días, por ejemplo, Miguel Moyano y Rosa Cortés, otro de los miembros imprescindibles del equipo creativo de Reca Campus, recomiendan calurosamente las alcachofas salteadas con jamón y cebolleta.

Imprescindible probar la espectacular Ensalada Tricolor, con una base de lombarda macerada con canela, pimiento y guacamole; y un sorprendente -e inédito por estos lares- bacalao gratinado con un suave alioli de membrillo.

¿Y de postre? ¡Nada menos que una cuidada selección de las míticas Tartas Cristina, servidas cada día! De tan ligeras, cualquiera diría que ni siquiera engordan…

Abierto en horario ininterrumpido desde las ocho de la mañana, para disfrutar de sus tranquilos y abundantes desayunos -ojo a las tostadas de aguacate- hasta la madrugada; Reca Campus también sirve Menús del Día, a 9,90 euros, con tres propuestas para primeros platos, tres para segundos, bebida y postre, de lunes a jueves.

Y un detalle imprescindible: sus mesas móviles, que están a la altura de una mesa convencional, para comer sentados, pero que, a la hora del tapeo, se elevan hasta la altura de la barra, a modo de mesa alta sobre la que disfrutar de tapas y raciones más informales, pero igualmente deliciosas.

Volvamos al continente: 18 metros de luminosa cristalera dan paso a una barra de níveo mármol veteado de Macael, especialmente diseñada y tallada para Reca Campus, convertida en pieza angular del local. Por encima, Mike Ocete ha colocado una laberíntica y sugerente estructura de madera, ligera, aérea, serpenteante y minimalista. Y es que hablamos de un local con materiales especialmente diseñados para absorber el sonido, por lo que será bien acogido por los amantes de la conversación tranquila y sosegada.

Tartas Cristina

 

Además, Reca Campus aspira a convertirse en espacio cultural y expositivo, para insuflar vida artística al barrio. De momento, Miguel, Mike y Rosa están trabajando con Santiago Collado para inaugurar una primera exposición colectiva. ¡Permanezcan atentos a su periódico!

Jesús Lens

 

 

Dirección: Avda. de la Ilustración, 69. Parque Tecnológico de la Salud. Granada Tfno. Reservas: 958 032 086 Aforo: 46 personas. Jefe de cocina: Ricardo Álvarez Montoro Jefe de sala: Roberto Caría Estilo: Mediterrráneo tradicional. Distribución: Local diáfano de altísimos techos, con amplia distribución de mesas adaptables, larga barra y amplia y tranquila terraza