"SEXO EN NUEVA YORK" SE CARGA A "INDIANA JONES"

La que se me viene encima en casa. La adaptación cinematográfica de “Sexo en Nueva York” recaudó en su estreno la nada desdeñable cantidad de 55,7 millones de dólares, diez más que las aventuras de Indiana Jones, al que han apeado de su podio recaudatorio en el mercado USA.


El 85% de los espectadores de la película de las picantes chicas neoyorquinas resultaron ser mujeres y, ya me estoy viendo el percal, con Sacai despanzurrada de la risa, ante el inaudito hecho de que Carrie, Samantha y compañía hayan dado sopas con ondas al bueno de Indy (cuya última película sigue provocando una buena cantidad de discusiones y comentarios.)

Por cierto, tras este pelotazo, imaginamos que las productoras hollywoodienses se volcarán, más aún, en la adaptación al cine de afamadas series de televisión. La próxima es “Expediente X”. Luego llegarán “El coche fantástico”, “El equipo A”…

¿Cine? ¿Televisión?

No limit!

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NO SÓLO DE INDIANA JONES VIVE EL CINÉFILO

Escribíamos ayer, en la columna de IDEAL, unas notas sobre Elefantes en Granada, que pensé iba a suscitar algo más de debate, la verdad. Hoy, en las páginas de Vivir del mismo IDEAL escribimos de nuevo de cine, pero desde otra óptica. A ver qué les parece. Y las preguntas son: ¿qué te parece este Festival? ¿Vas a ir a alguna de las películas-actos de Cines del Sur?

Llega la segunda edición de Cines del Sur, la cita anual que tenemos los granadinos con un cine distinto y a contracorriente, un cine proveniente de latitudes lejanas y desconocidas por estos lares. Durante diez días, tendremos la oportunidad de ver películas chinas, hindúes y de otros países del Lejano Oriente. Películas magrebíes y africanas. Cine sudamericano, más allá de las comedias argentinas que han llegado a nuestras pantallas en los últimos años.

Llega Cines del Sur cargado de exotismo, colorido y sonoridad. Un festival que, en este segundo año, afronta dos retos fundamentales. El primero, conquistar al público. A través de la cartelería y los anuncios en prensa, ese elefante que se nos ha plantado en mitad de la Alhambra es un inmejorable reclamo para unos espectadores que tenemos una inmejorable ocasión de demostrar que, en Granada, hay ganas de ver otro cine diferente al que estamos acostumbrados. No porque no nos guste el cine comercial y palomitero, sino porque no sólo de Indiana Jones y Jack Sparrow vive el cinéfilo.

Hace falta, pues, que Cines del Sur suene. Que se cuele en las conversaciones, en los bares y en las tabernas. Que sea motivo de debate en los pasillos de las facultades y en las cafeterías universitarias. Que consiga imponerse como una cita ineludible para apuntar en rojo en la agenda, igual que ocurre con el Festival de Música y Danza, por ejemplo.

Ahora bien, para llegar a la gente, es necesario ofrecer un producto de calidad. Ya sabemos que el cine africano y el hindú no pueden competir en glamour con un Donosti y sus Conchas o siquiera con un Festival de Cine Español de Málaga. Pero propuestas tan serias como la de Valladolid, alejándose de la farándula, del ruido y la furia mediáticos, se ha convertido en una cita imprescindible del calendario fílmico-festivalero continental, merced a una programación exquisita en que se puede ver buena parte de las mejores producciones presentadas en los certámenes de medio mundo.

En la primera edición de Cines del Sur se proyectaron películas para todos los gustos y, junto a producciones excelentes, hubo otras menos afortunadas y algunas, incluso, indigeribles. La sección oficial a concurso fue muy desigual y cosechó bastantes aplausos, pero también se produjeron puntuales deserciones en masa de la platea del Isabel la Católica que resultaron preocupantes.

Cines del Sur, lo sabemos y así lo asumimos, es una cita arriesgada y valiente que nos presenta películas distintas, contadas de forma diferente a las habituales y en las que la imaginación y la creatividad de sus equipos artísticos han de compensar la generalmente ausencia de grandes presupuestos.

No podemos esperar, pues, secuencias de acción trepidante, efectos especiales y digitales a mansalva o repartos con actores y actrices de campanillas. Sí queremos ver, sin embargo, historias atractivas, guiones solventes y propuestas fílmicas que, siendo diferentes, vayan más allá del exotismo de su puesta en escena y la belleza de los paisajes. Queremos películas comprometidas, películas que nos muestren cómo se vive en otras partes del mundo, películas que hablen de sentimientos, esperanzas, deseos y frustraciones. Películas que, durante diez días, permitan a Granada convertirse en una ventana abierta a los muchos mundos que el en el mundo hay, más allá de los sempiternos y habituales.

Cines del Sur tiene que ser un escaparate, vivo y palpitante, a lo que pasa en los rincones más recónditos del planeta, gracias a un puñado de cineastas que, con sus cámaras, contribuyen a que la globalización tenga un sentido diferente al habitual. Cines del Sur tiene que ser un canto a la diversidad, propiciando una mirada alternativa al mundo en que vivimos. Tiene que servir para borrar fronteras, acortar distancias y, a través del cine, propiciar un mayor conocimiento y comprensión de culturas.

Con ese fin nació Cines del Sur y esperamos fervientemente que todo ello se vaya consiguiendo, hasta lograr que el Festival se convierta en un oasis permanente de cultura alternativa, en esta Granada que tan necesitada está de ello.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

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ELEFANTES EN LA ALHAMBRA

Dejamos la columna de hoy de IDEAL. Además, mañana sábado volveremos sobre el tema de Cines del Sur, pero desde otra perstectiva.

Lo habrán visto ustedes, en los anuncios de la prensa, en los carteles que hay por las calles o en las propias antesalas de los cines comerciales: un enorme elefante hunde sus patas en uno de los estanques de la Alhambra, bajo un cielo azul, entre cipreses y palmeras.

Pocas imágenes tan poderosas como ésta para captar la atención y espolear la curiosidad de los espectadores, de cara a la inminente segunda edición del Festival Cines del Sur. Una de esas imágenes imposibles, provocadora y surrealista que, sin embargo, define a la perfección qué es este Festival en el seno de Granada: un anacronismo, una flor en el desierto, una casualidad.

Porque, sabido es, en la sempiterna ciudad aspirante a la Capitalidad Cultural del Mundo Mundial, en una de las ciudades universitarias por antonomasia, con más de sesenta mil estudiantes matriculados, en la plaza más demandada por los Erasmus de toda Europa… no hay una sala de cine comercial en la que ver cine de autor, cine en versión original, cine a contracorriente o cine minoritario.

De todos los fracasos culturales de Granada, que los hay, y bien gordos, el de la imposibilidad de ver en sus pantallas de cine algo diferente a los blockbusters americanos y similares es uno de los más flagrantes y criticables. Que el cine es un negocio, todos lo sabemos. Y que vivimos en una sociedad de libre mercado, también. Pero se me hace raro pensar que determinadas películas europeas, asiáticas y latinoamericanas no tengan un aceptable público potencial en una sociedad teóricamente culta y cultivada como la granadina.

Granada, exudando cultura.

El año pasado, tras la finalización de la primera edición del Festival Cines del Sur, soñé con que otro tipo de cine iba a tener cabida, aunque fuera cuatro días a la semana, en una de las salas más pequeñas de alguno de los complejos cinematográficos de esta ciudad. Pero, excepción hecha de algún título estrenado esporádicamente en Multicines Centro, en unas condiciones de exhibición bastante precarias, nada de nada.


Pensé, iluso de mí, que el Isabel La Católica, además de lucir palmito en Puerta Real y servir como taquilla para los eventos de Atarfe, volvería a albergar proyecciones de cine. De ese cine minoritario, pero esencial y necesario. Que la Universidad se echaría adelante en esto de la promoción cultural y posibilitaría la proyección de esas otras películas, de forma regular, en salas convencionales.

Que la Diputación haría por agrandar el estrecho canal de exhibición cinematográfica que mantiene abierto actualmente y que las decenas de fundaciones y entidades patrocinadoras del Festival contribuirían a paliar los efectos de la exclusión cinematográfica que nos separa de Málaga y Sevilla, sin ir más lejos. Pero no. Al final, el cine de autor en Granada encuentra su mejor expresión en ese cartel tan clarividente y visionario: una rara avis, extraña como un elefante caminando por la Alhambra.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

PD.- Si ven ustedes la programación de Cines del Sur y se sienten desbordados antes el gazpacho de nombres impronunciables que pueblan la Sección Oficial, lo mejor es hacer caso de David López, de Séptimo Vicio, empapándose de la Guía Esencial del Festival que publica hoy IDEAL en su sección Vivir: “Cines del Sur sin perder el Norte”.

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CINEFILIA COMPULSIVA

Hola. Me llamo Jesús Lens y soy… cinéfilo compulsivo.


Anímense a unirse a esta orgía cinéfila, hablen de sus secuencias favoritas y aprovechemos para recordar esos grandes momentos vividos frente a una pantalla.


Y preparen sus neuronas y sus dedos para debatir, mañana, sobre cuestiones cinéfilas radicalmente distintas a las de hoy…

SECUENCIAS DE HOLLYWOOD PARA EL RECUERDO

Hoy, en IDEAL, una doble página de esas cuya escritura resulta ser un sueño, no en vano, te “obligan” a repasar algunas de las secuencias cinematográficas que más te han impresionado en tu vida como cinéfilo… Caben muchas más, pero creemos que estas son imprescindibles… ¿o no?
Pinchen en el enlace de arriba, para dejar sus opiniones y sugerencias en la página de ideal.es

Barba de varios días, tocado con sombrero y con el látigo en el cinto, la imagen del intrépido Indiana Jones es una de las figuras que los aficionados tenemos grabada a sangre y fuego en nuestro particular imaginario cinéfilo. Sea corriendo desesperadamente mientras una enorme piedra redonda le persigue, a punto de aplastarle, sea disparando al amenazador contrincante que hace una espectacular demostración del uso de la espada frente a él; el intrépido arqueólogo interpretado por Harrison Ford se ha convertido, por derecho propio, en un icono de la cultura popular gracias, fundamentalmente, a secuencias como las descritas.


Hay películas que han pasado a la historia del cine, más allá de por haber ganado el Oscar o por haber reventado las taquillas –que también –por albergar secuencias memorables que, de inmediato, quedan fijadas para siempre en la retina del espectador. Secuencias espectaculares que justifican, por sí mismas, el pago de la entrada del cine. Secuencias que, por su potencia, su simbolismo, su capacidad de anticipación y evocación o por el virtuosismo con que fueron filmadas; siguen dando que hablar, pasados los años.

La cortina de una bañera, la hermosa Janet Leigh bajo el agua, una presencia amenazante que abre la puerta, un cuchillo y la desgarradora música de Bernard Herrmann hicieron de la secuencia de la ducha de “Psicosis”, dirigida por Alfred Hitchcock, una de las más famosas y celebradas de la filmografía de un director famoso por conseguir que la mayoría de sus películas albergaran auténticos tour de forces magistrales, como la secuencia del avión que persigue a Cary Grant en “Con la muerte en los talones” o la parafernalia musical que rodeaba el intento de asesinato del final de “El hombre que sabía demasiado”.


El cine de terror ha sido terreno abonado para las secuencias más impactantes y sobrecogedoras. Dejando aparte las interminables y cada vez más insulsas sagas de Viernes 13, Freddy Krueger y alrededores; las repulsivas imágenes de Linda Blair, la niña de “El exorcista”, vomitando sobre el padre Merrin o girando la cabeza 360 grados mientras insultaba a los sacerdotes que intentaban expulsar al demonio de dentro de ella, siguen provocando pesadillas a millones de personas de todo el mundo.


Como impactante era la aparición del voraz extraterrestre que surgía del interior de las tripas de John Hurt en “Alien, el octavo pasajero”. Una secuencia espectacular en cuya filmación, el director Ridley Scott utilizó dos litros de sangre y dos kilos de tripas de animal, para dotar de crudo realismo visceral a uno de los momentos cumbres de la película interpretada por Sigourney Weaber. En principio, se pensó en utilizar cuatro litros de sangre que saldrían a borbotones del cuerpo de Hurt, accionados por un dispositivo explosivo, pero al director le pareció excesivo y lo dejó en la mitad.

Otra película mítica de la ciencia ficción tiene una secuencia que ha pasado a los anales como la elipsis más radical de la historia del cine. Estamos en África, en los albores del tiempo. Amanece. El sol aparece por encima de un extraño monolito que ha aparecido en la falda de una montaña habitada por un grupo de simios. Uno de ellos coge el hueso de un animal muerto y, mientras la música de Wagner suena en un electrizante in crescendo, empieza a golpear el resto de despojos que yace sobre el suelo. El simio ha descubierto una herramienta. O un arma, como inmediatamente se podrá comprobar, cuando se vea atacado por un grupo de simios rivales. Tras aporrear al contrario con el hueso, convertido en mazo letal, enfervorizado, lo arrojará al cielo y, mientras cae, se convertirá en una nave espacial que, al son del Danubio Azul de Strauss, gira entorno a la tierra. La evolución del ser humano, en un puñado de fotogramas majestuosos.

Otra secuencia fascinante que aúna la música de Wagner con objetos voladores es el crudamente operístico, excesivo y barroco ataque de los helicópteros a un poblado vietnamita al son de las valquirias, en “Apocalypse now”, de Francis Ford Coppola. Comandados por el enfermizo Coronel Kilgore, al que dio vida el actor Robert Duvall, tras la masacre perpetrada por la caballería aérea norteamericana, los soldados se echaban a las aguas a hacer surf para, por la noche, organizar una barbacoa como si se encontraran en las playas de California. Uno de los mejores y más perfectamente acabados ejemplos de cómo funciona la política exterior yanqui: conquistando por la fuerza de las armas e imponiendo sus particularidades culturales allá dónde se trasladan.

También acontecía en Vietnam la truculenta secuencia de la ruleta rusa en que los personajes interpretados por Robert de Niro y Christopher Walken ponían a prueba una amistad desequilibrada por las torturas sufridas en una prisión del extremo Oriente, al caer prisioneros del Vietcong y ser obligados por sus captores a participar en el siniestro juego de dispararse a la cabeza con una pistola en cuyo tambor había una sola bala.

Pero volvamos al universo de Francis Ford Coppola, en cuya trilogía de “El Padrino” hay decenas de secuencias memorables, pero quizá ninguna tan fuerte y tan descriptiva como la de la cabeza del purasangre cortada, tirada en la cama del productor cinematográfico que desairó a Don Corleone. Los gritos de Jack Woltz retumbando en su mansión vacía y la posterior cara del Padrino, charlando con sus hijos y preparando la reunión con El Turco, es uno de los mejores resúmenes de la forma de arreglar los problemas que tenía Don Vito.

Expeditivo. Como Harry Callahan, cuya imagen tras un Magum del 44, espetando al delincuente de turno que había tenido suerte de salir con vida después de haberse enfrentado a tan poderosa arma, se relacionaba directamente con esa otra imagen justiciera, personificada en un Robert de Niro desquiciado que, convertido en el insomne “Taxi driver” de Martin Scorsese, se dirigía a un espejo para, armado con una pistola y sintiéndose todopoderoso, enfrentarse a un enemigo imaginario: “¿Me estás hablando a mí?” Después, en la intimidad de nuestra habitación, todos hemos emulado alguna vez a Travis y, por supuesto, hemos conseguido intimidar a nuestro propio reflejo imaginario.

Pero si hablamos de Nueva York, es obligatorio referirse a “Manhattan”, de Woody Allen. Antes de mudarse a Europa y sucumbir a los encantos de Londres o Barcelona, el diminuto director judío le dedicó una carta de amor a la Gran Manzana en una película que conseguía captar los matices más íntimos y sensuales de la ciudad, mientras sonaba el clarinete de la mítica “Rapsody in blue”, de George Gershwin, y el puente de Brooklyn aparecía entre las brumas de un glorioso amanecer en el blanco y negro más luminoso jamás filmado.

Y ya que estamos en blanco y negro, repasemos tres clásicos del cine que forman parte del acervo cultural del siglo XX. Decenas de años después, la imagen de Chaplin atrapado en los engranajes de una cadena de montaje, en “Tiempos modernos”, sigue siendo la mejor y más poderosa crítica que se ha hecho al capitalismo salvaje desde una pantalla de cine. Y, por supuesto, está el famosísimo camarote de los Hermanos Marx de “Una noche en la ópera”. Todavía hoy, cuando nos referimos a un lugar abarrotado e impracticable, tiramos del célebre habitáculo marxista. ¡Y también un huevo duro! Puro surrealismo.

Como surrealista es lo que pasa con la famosa bofetada de “Gilda”. Porque se dice así. La bofetada de Gilda. Lo que podría hacernos pensar que fue ella, la sensual aventurera interpretada por Rita Hayworth quién abofeteaba a Farrell, el buscador de fortunas al que puso rostro Glenn Ford.

Y no. En realidad, era Gilda la que, además de hacer un sensual strip tease con un guante, desnudando provocativamente su brazo, recibía un sonoro tortazo por parte del macho viril. Aunque también es verdad que ella le sacudía dos bofetadas y le propinaba unos cuantos puñetazos en el pecho. Pero la bofetada famosa, la bofetada que pasó a la historia del cine y por la cuál “Gilda” se hizo célebre, se la propinó él a ella.

CÉLEBRES ALOCUCIONES

El cine es imagen. Por supuesto. Pero también, desde que Al Johnson interpretó al cantor de jazz, es sonido. Hemos comentado algunas secuencias que, en parte, son famosas por la música y banda sonora que las acompañan. Pero también hay momentos célebres en la historia del cine basados en las vibrantes alocuciones de los protagonistas de algunas películas.

Loa filmes basadas en obras de Shakespeare, en ese sentido, son modélicas. Del “Julio César” de Mankiewicz al “Otelo” de Orson Wells, los discursos y diálogos de estas adaptaciones son grandiosos. Pero, por quedarnos con un ejemplo más cercano, recordemos a Mel Gibson, con la cara pintada de azul, instigando a las tribus escocesas a luchar contra los ingleses, apelando a una palabra mágica: libertad. Un discurso encendido que levantaba a las masas y conseguía enardecer al patio de butacas de los cines en que se proyectaba la película.

Y, por supuesto, tenemos que recordar a Escarlata O´Hara, jurando no volver a pasar hambre, en Technicolor, mientras el cielo se teñía de rojo luminoso por la combinación cromática del sol poniente y las nubes lejanas. Como Rojo era el mar que Charlton Heston, transmutado en Moisés para la ocasión, conseguía partir en dos para permitir que los judíos huyeran de la ira del faraón en “Los diez mandamientos”, un puro espectáculo visual de Cecil B. de Mille que, en su momento, causó conmoción.


Para la secuencia más espectacular de la película se filmó cómo se vertían en un tanque más de un millón de litros de agua y, después, se proyectaba al revés dicha filmación, lo que creaba la ilusión óptica de que el agua retrocedía ante el poder de Dios invocado por Moisés, para inmediatamente después, ahogar a los soldados egipcios que perseguían al pueblo prometido.

Tendríamos que hablar de King Kong en lo alto del Empire State Building, manoteando desesperadamente por evitar las balas con que las ametralladores de los aviones le aseteaban. O al cruel gángster interpretado por James Cagney, en “Al rojo vivo”, invocando a su madre para demostrarle que había llegado a la cima del mundo, antes de volar por los aires. Pero, para terminar, queremos recordar otro célebre discurso pronunciado desde las alturas: el de Pepe Isbert en “Bienvenido Mr. Marshall”, cuando, en el balcón del Ayuntamiento, se afanaba en el deliciosamente célebre “Como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación. Y esa explicación que os debo, os la voy a dar…”

Pues eso. Que hemos dado un repaso por algunas de las secuencias más recordadas, mentadas, imitadas y comentadas de la historia del cine. Aunque no están todas las que son, pensamos que son todas las que están. Por supuesto, hay muchas más. Pero ésa ya es otra historia…

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

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