Perder el tiempo

La vida es lo que ocurre mientras decidimos qué ver en cualquiera de las plataformas televisivas a las que estamos suscritos. Entre ocho y diez minutos dedicamos cada día a tan improbable tarea, según un estudio de Nielsen. Un cálculo realizado antes de tener acceso a la plataforma de Disney, con los multiversos de Marvel y el universo expandido de Star Wars.

Diez minutos diarios. Así expresado, no parece mucho. Pero lo es. Echen ustedes la cuenta y verán lo que suma a lo largo del año todo ese tiempo perdido… ¿en la nada más absoluta?

Es uno de mis temas recurrentes, lo reconozco, pero me van a permitir que insista. A medida que nos hacemos mayores comprendemos que, una vez cubiertos unos estándares económicos y materiales mínimos, la riqueza y la pobreza son más una cuestión de tiempo que de dinero.

No es más rico quien más propiedades acumula, sino quien más tiempo atesora para disfrutarlas. No es más afortunado quién más acceso tiene a bienes y servicios, sino el que dispone de más horas para disfrutarlos. ¿De qué sirve estar suscritos a todas las plataformas de streaming del mundo mundial, si terminamos quedándonos dormidos a los quince minutos del piloto de la última serie imprescindible de visionado obligatorio sin la que ya no podemos vivir?

Acabar extenuados todos los días y llegar al fin de semana hechos unos zorros para, después de hacer la compra semanal, darnos un atracón de series; no es vida.

O esa nueva tendencia culinaria, el batch cooking, que consiste en invertir parte de fin de semana en planificar y adelantar todas las comidas de la semana de forma que, en los días de diario, no sea necesario perder el tiempo cocinando. El ansia viva por ser productivos, o sea. Y con ello entraríamos en ese otro concepto impuesto por el capitalismo voraz: el tiempo de calidad.

De todas las formas posibles y hasta imposibles de perder el tiempo, dedicar diez minutos diarios a decidir qué ver en la tele podría parecer una de las más estúpidas, pero no lo es. Les confieso que me encanta echarle horas al directorio de Filmin para rememorar tanto cine clásico, visto y disfrutado tiempo ha. Recordar cuándo, cómo y con quién vi esos cientos de películas que están a golpe de OK en el mando a distancia. ¿Nostalgia? Quizá. O una forma de recordar un pasado analógico que ya no volverá.

Jesús Lens

Volver a las librerías

Lo que nos pedía el cuerpo era esperar a que los artistas terminaran de firmar sus tebeos, recién sacados del horno, e irnos a tomar unas cañas todos juntos. Pero sigue sin poder ser. Por prudencia. Por sentido común.

Estábamos en el exterior de la puerta de la librería Subterránea, hablando de todo lo divino y lo humano con dibujantes, ilustradores y aficionados al cómic mientras Enrique Bonet y Chema García se afanaban sobre sus obras más recientes, ambas publicadas por la editorial granadina Karras, dedicándolas con trazos, dibujos, interjecciones y bocadillos.

En ‘Grandes preguntas que se contestan en otros sitios’, Bonet da rienda suelta a su pasión por el universo mítico de Bruguera a través de un personaje memorable: Apolonio Martirio, vendedor a domicilio. Son historietas cortas del pasado que, por su humor universal, se disfrutan igual años y años después. Como las crónicas del desamor de Pepi por Manolo, pasadas por el diván contemporáneo de un descacharrante psiquiatra en riesgo de perder el juicio. Historietas llamadas a hacer pasar un rato delicioso y encantador al lector, nada más y nada menos.

‘Una temporada en el desierto’, por su parte, es otra recopilación. En este caso, de parte del trabajo de Chema García comprendido entre 2013 y 2020. Surrealismo con toques simpáticamente gore, neozombis en busca de autor, homenajes a maestros… un sabroso y sugerente popurrí de historietas e ilustraciones que dormían el sueño de los justos en el disco duro del ordenador hasta que les ha llegado el momento de ver la luz.

Qué gustazo volver a juntarse, aunque fuera plantados en mitad de la calle y embozados (casi) hasta los ojos, y hablar de libros recién publicados y de proyectos de futuro. Durante un rato, pareció que saltábamos a una realidad paralela, dejando atrás curvas y estadísticas de contagios y muertes.

Es uno de los efectos colaterales de La Cosa: nos mantiene amarrados a un desalentador e interminable presente en el que pensar más allá de las próximas dos semanas se antoja algo quimérico.

Muchas gracias a la editorial Karras por lanzarse a esta locurilla editorial precisamente en estos momentos. A Enrique Bonet y Chema García por brindarse a firmar y dedicar sus libros. A Paco, el factótum de la librería Subterránea, por acoger un evento cultural que, con todas las medidas sanitarias, nos reconcilia con quienes fuimos un día y aspiramos a volver a ser. A no mucho tardar, vacuna mediante.

Este fin de semana, antes de que todo se desmande, dos citas presenciales: el el Teatro CajaGranada, el sábado a las 12 del mediodía, Memorial Antonio Lozano de Granada Noir, hablando de cómics con Bonet y Chema, con El Bute, Hernández Walta, Joaquín López Cruces y Olga de Castro. Y el domingo, en Subterránea, firma de tebeos con Gabriel Hernández Walta y El Torres. ¡Si podéis, venid!

Jesús Lens

Pisando el acelerador

Estuvo muy serio y contundente Elías Bendodo en su comparecencia de ayer a mediodía, tras la reunión del Consejo de Gobierno de la Junta. No le tembló la voz a la hora de hablar de la amenaza de la tercera ola y de lo facilones que nos ponemos con una copilla de más para justificar el controvertido cierre de la hostelería entre las 18 y las 20 horas que tiene en pie de guerra al sector.

También advirtió del peligro de relajación con las prometedoras noticias sobre la inminente vacuna, dado que quedan muchos meses para alcanzar una significativa inmunidad de rebaño. Pero hoy no les quiero hablar de La Cosa, que he adquirido un compromiso conmigo mismo para no tocar el tema más allá de una vez a la semana y, por el momento, tengo el cupo agotado.

El caso es que Bendodo quiso hacerle un guiño a Granada recordando que Sierra Nevada abre pronto y el pastizal que la Junta va a librar para la Alhambra. Como novedad, habló de los más 16 millones de euros que el ejecutivo autonómico va a invertir en el acelerador de partículas, de acuerdo con los compromisos adquiridos con el Gobierno central.

Ya saben que tengo al Ifmif-Dones en un altar desde hace años. Es el gran proyecto de futuro de la provincia de Granada, el que nos puede y debe catapultar al futuro. “Es un tren que no debemos perder”, señaló Bendodo, que tampoco titubeó al reconocer que ya son muchos los trenes que hemos dejado pasar en esta tierra.

Fíjense si el acelerador pinta que bien que es uno de los pocos proyectos que concitan el apoyo unánime de todas las administraciones e instituciones implicadas, desde Europa hacia abajo. Les confieso que siempre que escribo  de las bondades del Ifmif-Dones me da un poco de miedo gafar el invento. Irracionalmente pienso que, más pronto o más tarde, le saldrá algún costurón, una grieta, una falla… Pero no. De momento, las administraciones siguen pisando el acelerador del acelerador, conduciéndolo con prudencia, tino y determinación.

Una duda, eso sí: ¿en qué punto está el proyecto? ¿Qué plazos se manejan? ¿Cuáles son los siguientes hitos, las siguientes paradas en este largo viaje? Sería bueno despedir un año tan nefasto como este con un chute de alegría y optimismo y, en Granada, no se me ocurre ningún tema mejor que el del acelerador.

Jesús Lens

Los nuevos talentos del Noir

El objetivo principal del premio Paco Camarasa, puesto en marcha un grupo de festivales españoles dedicados al género negro y cuyo fallo se hace público hoy, es dar visibilidad a los nuevos talentos del noir. Y esta primera edición del galardón es fiel exponente de esa filosofía.

Cinco novelas finalistas, todas ellas muy interesantes y muy diferentes entre sí, buena muestra de la salud y versatilidad de un género policíaco que no deja de crecer y ocupar nuevos espacios en nuestro país. Cinco autores, cinco estilos muy diferentes y cinco narraciones que transcurren en lugares muy alejados entre sí, física y metafóricamente hablando.

‘Herencias colaterales’ es la primera novela negra que podemos leer en castellano de Llort, autor catalán felizmente publicado por la editorial Alrevés. De este libro ya les hablé hace unos meses. Así lo presentaba en sociedad: “Si quieren ustedes saber qué es el humor negro, pero negro de verdad, lean a Llort. Y si en algún momento les surge la duda de si el noir casa con el humor… insisto: lean a Llort”.

Todo lo que nos cuenta Llort es improbable, pero no imposible. De hecho, a medida que vamos leyendo, lo improbable se va tornando en lo único posible. Es la magia de la buena literatura: introducirnos en un universo disparatado haciéndonos sentir que estamos como en casa. Terminaba aquella reseña con una pregunta retórica: “¿es Llort el secreto mejor guardado del noir más irreverente y rompedor?” Pues eso.

En ‘Progenie’, publicada por Alfaguara, Susana Martín Gijón, aborda el tema de los malos tratos a partir de la aparición del cadáver de una mujer a la que el asesino ha introducido un chupete en la boca. La autopsia ampliará la magnitud de la tragedia: estaba embarazada.

Estamos en Sevilla, en plena ola de calor, y Camino Vargas, jefa del Grupo de Homicidios, se enfrenta a un caso enrevesado y complicado. Más porque, en realidad, es jefa por accidente: su superior en la escala de mando está en el hospital, en coma, y a Camino también le toca lidiar con la nada edificante actitud de algunos miembros del equipo.

‘Progenie’ aborda un tema complicado y espinoso del que prefiero no avanzarles nada. En el momento de la publicación, la novela generó mucha controversia y creo que Susana Martín Gijón estuvo más en el ‘candelabro’ de lo que le habría gustado. Lo que demuestra, por otra parte, que ‘Progenie’ no deja indiferentes a los lectores, que es lo mejor que se puede decir de una novela.

Álvaro Arbina se ha descolgado en ‘Los solitarios’, publicada por Penguin Random House, con un thriller cuyo argumento conecta con muchas de las preocupaciones del siglo XXI, del consumismo desaforado a la tiranía de las redes sociales, pasando por el eterno retorno del mito de Walden y la vuelta a la naturaleza.

Una novela de aspiración global cuya acción transcurre en un lugar improbable para el género negro: los helados bosques de un paisaje ártico. El protagonismo coral de principales y secundarios no resta un ápice de fuerza a Emeli Urquiza, policía treintañera de origen vasco encargada de liderar la investigación; y a su ayudante, un afroamericano llamado Francis Thurmond. Cerca de 600 páginas de narración repleta de digresiones en las que nada es lo que parece. Otra vez.

De la más larga a la más corta. Porque ‘La noche del Caimán’, de Diego Ameixeiras, publicada por el Fondo de Cultura Económica, apenas pasa de las 100 páginas. Chiquitas, además. Y, sin embargo, es mucho lo que contienen.

Fiel representante de la filosofía del ‘menos es más’, Ameixeiras cuenta una historia dividida en dos partes: transcurre bajo el cielo plomizo de una ciudad gallega y en los ambientes más descarnados de Filadelfia, al otro lado del charco. Una novela cargada de referencias cinéfilas y literarias que se construye en base a los arquetipos habituales del género para, después, dinamitarlos y echarlos abajo.

‘Otoño lejos del nido’, de Ángel Gil Cheza, publicada por Suma de Letras, también tiene un poderoso trasfondo metaliterario dado que un periodista cultural en horas bajas protagoniza la búsqueda de un famoso escritor desaparecido sin dejar rastro. La novela, sin embargo, comienza con la aparición de una joven colgada dentro de una extraña esfera realizada con ramas, en mitad del bosque. La encargada de investigar es una sargento de la policía, Ivet Portabella.

Dos hilos narrativos, dos protagonistas, dos investigaciones que, en algún momento estarán condenadas a cruzarse. Ángel Gil ha escrito una novela muy contemporánea en la que reflexiona sobre cuestiones como la identidad y la apariencia, la tiranía de la imagen y la importancia de la autenticidad. De volver a la naturaleza, también. La física y la humana.

Cinco novelas, como ven, tan diferentes como interesantes. Cinco autores a los que merece la pena —y sobre todo la alegría— leer y seguir de cerca.

Jesús Lens

Me gusta / No me gusta

No sé si la chavalada contemporánea seguirá deshojando margaritas en primavera mientras suspira de amor, debatiéndose entre el me quiere / no me quiere. Es posible, también, que el floricidio sea una actividad proscrita y bárbara, propia de otros tiempos. De hecho, ni siquiera sé si se siguen dando las margaritas entre las malas hierbas de nuestros solares abandonados.

El me quiere / no me quiere, seguramente ha sido sustituido por el me gusta / no me gusta, tan propio de las redes sociales. ¡Cuánto tiempo perdido, emboscados a la caza de likes!

Si por algo se puede definir a la sociedad contemporánea es por la tendencia al ‘megustismo’ como forma de vida. Me gusta / no me gusta es el baremo por el que todo lo medimos. Si me gusta, es bueno. Si no me gusta, es malo. ¡Qué fácil! ¡Qué sencillo!

Da lo mismo que hablemos de películas, libros, música, moda o series de televisión. Para gustos, los colores, ya saben ustedes. Y no digamos ya cuando de la gastronomía se trata.

De un tiempo a esta parte, sin embargo, el me gusta / no me gusta se ha convertido en la piedra de toque con la que juzgamos cuestiones más complejas. Por ejemplo, la arquitectura. Me encantó la tribuna que publicaba ayer este periódico, ‘La arquitectura del humor’, de Jaime Vergara Muñoz, Doctor Arquitecto, sobre las últimas polémicas en torno a la restauración de la Ermita de San Cecilio y del Paseo de Romayla.

“Granada es una ciudad de graciosa desproporción”, señala en un alarde de buen y acerado humor. Y una verdad como un templo, sea gótico o renacentista: “Es un tema de todos, pero no todas las opiniones tienen la misma autoridad”. Y otra perla para enmarcar: “Por supuesto todas las ideas deben ser respetadas. Aunque en ocasiones parecen atender más a lo poético que a un presupuesto técnico o de razón”.

¡Ay, la poética granadina, tantas veces tan alejada de la aristotélica! Si los españoles siempre hemos llevado dentro a un entrenador de fútbol y a un presidente, fuera del Gobierno o de la comunidad de propietarios, con la tiranía del me gusta / no me gusta nos hemos erigido en críticos cinematográficos, expertos en vinos, ingenieros de caminos y, por supuesto, arquitectos y paisajistas.

Pues a mí no me gusta…

Me gusta: es bueno. No me gusta: es malo. Y punto. Eso es así. De formarnos e informarnos, de educar el gusto; hablamos otro día, ya si eso.

Jesús Lens