Madrigal Crack

Vean ‘El crack cero’ en el cine Madrigal. Vayan a verla al único cine que, en Granada, sigue siendo un cine como los de antes, a la antigua usanza. Vayan a verla y disfruten de las maravillosas imperfecciones de una proyección analógica, con sus chisporroteos de imagen y sonido.

A José Luis Garci, que vuelve al cine por la puerta grande, le encantaría disfrutar de la proyección en una sala emblemática como es el Madrigal, en pleno centro de la ciudad, con sus enormes cartelones, su diminuta taquilla y esas entradas sin numerar.

‘El crack cero’, como ocurre con buena parte de las últimas películas de Garci, es pura nostalgia. Una nostalgia que, en este caso, tiene todo el sentido. De ahí que verla en el Madrigal sirva para redondear la experiencia cinéfila.

Me confieso admirador de Germán Areta, el improbable detective privado interpretado por Alfredo Landa en las dos primeras entregas de ‘El crack’, de 1981 y 1983. ¿Quién se hubiera imaginado que Landa iba a resultar creíble como duro, seco y áspero sabueso? He visto los dos Cracks varias veces a lo largo de mi vida y siguen funcionando.

Por eso, cuando se anunció que Garci iba a retomar la saga en clave de precuela, di un salto de alegría. Me gustan estos experimentos histórico-temporales en los que, más de 30 años después, un cineasta vuelve a uno de sus personajes de cabecera y le construye una nueva historia.

Disfruto yendo al cine para seguir el devenir de Rocky, Indiana Jones, Sarah Connor, Han Solo, Alien, Rick Deckard y la princesa Leila. Son personajes que forman parte de nuestra vida cinéfila, a menudo mucho más apasionante que la real. Que Germán Areta forme parte de esa estirpe me produce especial alegría.

‘El crack cero’ funciona magníficamente como precuela… y como historia independiente, con guiños a clásicos del noir como ‘El sueño eterno’ o ‘Perdición’, no en vano, está dedicada a James M. Cain. Incluso a ‘Los crímenes de la calle Morgue’, cuento fundacional del género negro. Un maravilloso viaje en el tiempo a un cine de otra época.

Jesús Lens

Topografías del Terror

Caminar por las calles de Berlín es adentrarse en lo más profundo de la historia de la Vieja Europa. Los grandes edificios de acero y cristal superan ampliamente en número a los antiguos edificios de piedra, destrozado durante los bombardeos de la II Guerra Mundial.  Lo nuevo y lo viejo, dándose la mano entre recuerdos del Muro, el Checkpoint Charlie, el Reichstag y los puentes sobre el Spree.

En Berlín hay dos lugares especialmente estremecedores: el Memorial en recuerdo del genocidio de los judíos y el llamado ‘Topographie des Terrors’, funcional y adusto edificio erigido en un inmenso solar flanqueado por restos del Muro y donde se encontraban situados los cuarteles generales de la Gestapo, las SS y otros de los organismos básicos para el funcionamiento del régimen nazi.

Se trata de un lugar en el que, con profusión de fotografías, reproducciones de documentos, periódicos, revistas, documentales y noticieros; se explica con todo lujo de detalles cómo funcionaba la siniestra e implacable maquinaria de la muerte implantada por los nazis. Las humillaciones públicas, las deportaciones, las ejecuciones y, por fin, los campos de exterminio.

Lo visitamos el domingo cerca del mediodía y coincidimos con cientos de personas, la mayoría jóvenes estudiantes que leían, veían y escuchaban con atención y respeto. En silencio.

Hace un par de semanas, un atentado de corte antisemita sacudió a Alemania. Estos días, en Hamburgo, se juzga a un individuo de noventa años que fue vigilante del centro de exterminio de Stutthof, en Polonia, donde murieron 65.000 personas.

Es un tópico que, sin embargo, no debemos olvidar: los pueblos que desconocen su historia están condenados a repetirla. El fascismo, el nacionalismo, la homofobia y la xenofobia vuelven a campar a sus anchas por Europa, cada vez más blanqueados. Es algo intolerable, muy peligroso y aterrador.

A veces es necesario hacer un alto en el camino y mirar hacia atrás. Recordar de dónde venimos para tener claro hacia dónde queremos ir y, sobre todo, qué senda no deberíamos retomar jamás. Conocer y repasar nuestra historia para no volver a cometer los errores del pasado.

Jesús Lens

Berlín iluminada

El sábado anduvimos la nada desdeñable cantidad de 18 kilómetros por Berlín. El camino que hicimos a la luz del día, entre Alexanderplatz, la Puerta de Brandenburgo y la futurista Postdamerplatz; volvimos a hacerlo de noche y de vuelta para disfrutar de un brillante espectáculo: el festival de las luces que, durante unos días, decora decenas de los más significativos edificios de Berlín con coloridas y vistosas propuestas lumínicas.

No se trata de proyectar luz sobre los edificios en mitad de un caos sonoro-musical. Son auténticas creaciones lumínicas perfectamente adaptadas a los edificios en que se proyectan. En algunos casos se trata de proyecciones fijas que, por ejemplo, muestran el aspecto original de un hotel, hace 100 años o más. En ese caso, el Festival de las Luces funciona como una máquina del tiempo que, gracias a la tecnología más moderna, nos conduce al pasado de una de las grandes capitales de Europa.

El más brillante de estos montajes, para mí, fue el que iluminaba la Universidad más antigua de Alemania, dedicada al viajero, expedicionario y naturalista Von Humboldt; con una colorida panoplia de plantas, insectos, árboles, ríos e incluso fieras de las selvas sudamericanas por las que viajó y de cuyas riquezas dejó testimonio en su trabajo.

Pero las más espectaculares eran las proyecciones dinámicas que cuentan historias. Por ejemplo, la realizada sobre la mismísima Puerta de Brandenburgo, una declaración de amor a Berlín, a la caída del Muro y a la reunificación alemana. Una gozada de espectáculo que concitaba el interés y la atención de miles y miles de espectadores que abarrotaban las plazas, calles y avenidas de Berlín.

Jamás en mi vida había visto nada igual. Inmensas y kilométricas avenidas cortadas al tráfico y tomadas por la gente que, armada con móviles, cámaras fotográficas y trípodes, se afanaba por captar y retener la esencia efímera de los monumentos de Berlín, tuneados y disfrazados para la ocasión.

Al llegar a Alexanderplatz, la torre de televisión acogía a todo lo largo una proyección vertical que derrochaba imaginación, acción y buen humor. ¡Qué tortícolis me ha agarrado, oigan!

Jesús Lens

Granada – Berlín

Nunca había cogido uno de los vuelos internacionales operados desde el aeropuerto de Granada y me hacía ilusión viajar al extranjero desde casa, sin tener que desplazarme a Málaga o a Madrid.

Andábamos deshojando la margarita sobre los posibles destinos sin decirnos entre Nantes, la atractiva Nápoles o el Londres pre-Brexit. Y Berlín, por supuesto. Mirando fechas y horarios, el algoritmo nos señaló que, de elegir la capital alemana, un hotel situado en Alexanderplatz estaba de oferta.

Alexanderplatz. La palabra funcionó al modo del cruasán proustiano. Comencé por recordar el tema homónimo del grupo argentino Tanghetto, dedicado a la inmigración. Y, de inmediato, la descomunal serie dirigida en 1980 por R. W. Fassbinder. Entré el Filmin y allí estaba, esperándome. Vimos el primer episodio, tan duro como realista, y lo tuvimos claro: nos íbamos a Berlín.

La pasada semana, en las charlas de Granada Noir por diferentes pueblos de la provincia, hablábamos de ello. De la importancia que el cine, la música, la televisión y la literatura tienen a la hora de conformar un hermoso imaginario en espectadores y lectores. De cómo una película, una canción, un libro o un tebeo te pueden despertar las ganas, el deseo compulsivo, de conocer una ciudad, un país o una comarca determinada. Como muestra, un botón: la brillante exposición de CajaGranada Fundación dedicada a la imagen de Granada en el arte de los últimos 150 años.

No me cansaré de decirlo: Granada tiene un enorme potencial como escenario para todo tipo de historias y narraciones. Y, sobre todo, para acoger la filmación de series y películas. Nuestra provincia puede ofrecer cualquier paisaje que se le ocurra a un diseñador de producción: ciudad moderna, clásica e histórica. Nieve, mar, desiertos, huertas y bosques. Pueblos diminutos y barrios populosos. Cañones y barrancos. ¿Cuándo se retomará la puesta en marcha de una Film Comission que trabaje en este sentido?

Si todo va bien, mientras ustedes leen estas líneas, me estaré tomando una cerveza en el corazón de Berlín. Un viaje que empezó por una oferta, una canción y una serie de televisión.

Jesús Lens

Empatía catalana

Necesito su ayuda, estimado lector. Necesito su ayuda para localizar alguna cita, reflexión o tribuna de opinión de gente de la Generalitat y su entorno nacionalista mostrando su preocupación y solidaridad con el sector olivarero andaluz, ahora que los precios del aceite se hunden y Trump ha anunciado aranceles para una de las fuentes de riqueza de nuestra tierra.

Necesito su colaboración, querido lector, porque estoy seguro de que las ha habido, pero que yo he estado muy preocupado con otras tonterías y folletás y me las he perdido.

La idea me vino al leer la noticia sobre las manifestaciones en Granada en contra de la sentencia del ‘Procés’. Me pareció increíble que un grupo de personas se echara a la calle por esa razón. Personas tan concienciadas y comprometidas que incluso se plantearon arriesgar sus vidas… y las de los conductores que circulaban por la autovía que pretendían cortar. Con un par.

Entonces lo vi claro: un fervor de semejante calibre debía ser reflejo del apoyo del catalanismo militante en pro de la causa olivarera. Sólo que ahora, después de la sentencia del ‘Procés’, tampoco van a estar nuestros amigos para perder el tiempo con las cosas de los andaluces…

Pero, ¿y antes? Porque antes de la sentencia, estoy seguro, el tema de los aranceles al aceite de oliva y el daño que le pueden provocar a la socioeconomía andaluza ocupó mucho tiempo en los sectores nacionalistas catalanes. Es sólo que no encuentro las referencias. De ahí mi petición de ayuda, que estoy torpe.

Una gente que tiene como himno ‘Els Segadors’ y sus golpes de hoz como defensores de la tierra tiene que sentirse necesariamente hermanada con los altivos aceituneros de Jaén y sus siglos de aceituna / los pies y las manos presos / sol a sol y luna a luna / pesan sobre vuestros huesos.

Lo sé, lo sé. No es lo mismo preocuparse de cuestiones como la patria y la nación que hablar de aceite, aranceles y peonadas. ¡Dónde va a parar! Y, sin embargo, yo sé que están con nosotros. Es sólo que, ahora, tienen mucho lío.

Jesús Lens