Experiencia viajera

Estando de viaje por Cantabria, lógicamente pasé por Santillana del Mar. Fue hace mucho, mucho tiempo, cuando se utilizaban instrumentos de navegación tan precarios como los mapas de carretera y las guías de viaje. Debía tener unos veinticinco años y un compañero de trabajo me dijo que era un pueblo precioso, de visita inexcusable y obligatoria.

Cuando volví de vacaciones y me preguntó por Santillana, le contesté que ni idea de si era bonita o fea. Que había tal cantidad de tiendas dedicadas a proveer de camisetas al turista con la leyenda de “El pueblo más bonito de España”… que no pude ver el referido PMBdE: los expositores ocupaban la mayoría de las fachadas.

Poco después fuimos a La Alberca, otra localidad en pugna por el título de LMBdE. La misma sensación: todo falso y de cartón piedra, diseñado para sacarle los cuartos al viajero.

Desde entonces, e insisto en que han pasado muuuuuchos años, rehuyo las visitas obligatorias y los lugares imprescindibles. Y créanme que me gusta viajar. Y que he viajado por todo el mundo.

El Puente Romano de Córdoba, atestado

¿Se puede ir a Roma y disfrutar del viaje sin entrar en los Museos Vaticanos? Perfectísimamente. Igual que se puede ser feliz en Nueva York sin subir a la Estatua de la Libertad o en París sin ver sonreír a la Mona Lisa. Pero visitando el Louvre, que no es incompatible.

¿Qué buscan ustedes, cuando viajan? Ahora se habla mucho de la experiencia del viaje. ¿De qué experiencia hablamos? ¿De colas y aglomeraciones? Porque si solo hacen caso a las webs de referencia y a los foros de internet, todos los turistas del mundo acaban viendo los mismos paisajes y los mismos monumentos, comiendo en los mismos restaurantes y tomando cañas en los mismos bares “auténticos”.

Para disfrutar de una auténtica experiencia viajera, o se hacen con los servicios de un buen guía -humano- o se dejan llevar por su instinto y su curiosidad, saliéndose de los caminos más trillados y recomendados.

Por ejemplo, otra vez que estuve en Cantabria pasé unos días extraordinarios en Reinosa. No me pregunten cómo ni por qué acabé allí, pero fue una gozada. Una auténtica experiencia.

Nacimiento del Ebro, en Reinosa

Tuve tiempo de visitar Cabárceno, de pasear por Santander y de navegar por su bahía, pero lo realmente memorable aconteció en Reinosa, entre su cocina campurriana y un intenso festival de folk.

Jesús Lens

Pena de ACB

Este año, en el descanso de uno de los partidos del CB Granada-Covirán, comentaba con alguien lo del ascenso a la LEB Oro. Él sacó a relucir la posibilidad de volver a la ACB y se quedó ojiplático cuando le dije que a mí, la ACB, me dejaba frío. Que me gustaría que el equipo subiera a LEB Oro, por supuesto, pero no quería oír nada de la Liga Endesa.

Ayer, la ACB votó a favor de repescar al Betis, equipo que descendió la temporada pasada después de hacer una lamentable campaña. No me he molestado en averiguar las razones. Me dan lo mismo. La ACB es una chufla. Un cachondeo.

A la vista está que los equipos deben contratar a buenos abogados antes que a buenos jugadores: al final, los despachos acaban siendo mucho más importantes y decisivos que las canchas.

Decía Don Vito Corleone que no necesitaba a más gángsteres con metralletas. Que los abogados, con sus carteras, eran mucho más útiles y efectivos. En la ACB ocurre lo mismo. ¿Para qué molestarse en confeccionar un buen equipo de deportistas que se dejen la piel, pudiendo tener a un equipo de abogados que, en agosto, te devuelvan a la máxima categoría?

18 equipos participarán en la Liga Endesa la próxima temporada. ¡Toma del frasco! Además, este año, con el invento de las Ventanas de la FIBA -otro organismo desacreditado y lamentable- que obligará a disputar partidos internacionales en mitad de la temporada; los equipos deberían invertir, también, en mejorar su estructura médica y en potenciar a su plantilla de fisioterapeutas: los jugadores van a caer como moscas.

Lo denunciaba Sergi Llull, antes de su terrible lesión: no cuentan con los jugadores. Son el eslabón más débil de la cadena. Tal y como señala en una entrevista con El Mundo: “Los jugadores tenemos poco que decir porque no se nos escucha. Los que jugamos a esto somos los jugadores; se tenía que velar más por nosotros, por nuestro nivel físico y nuestra salud. Es algo que no acabo de ver muy claro”.

Reconozco que no sigo la ACB desde hace tiempo. Me parece una competición absurda que se resuelve en dos semanas del mes de junio. El resto es filfa. Solo veo la Copa del Rey y unos play off que, con 18 equipos, lo mismo terminan en agosto.

Jesús Lens

 

¡Viva el caos!

Para una persona que tiene como uno de sus lemas de cabecera “En el Caos me encuentro mejor”, la aparición del libro “El poder del desorden para transformar nuestra vida” es motivo de alegría y celebración.

Me lo llevé de Agapea y no exagero si les digo que salí de la librería leyéndolo, que seguí con él en el autobús y que no lo he soltado hasta dejarlo anotado, subrayado y triturado.

 

No ha sido una lectura compulsiva, que las mil y una historias que cuenta Tim Harford requieren su tiempo y digestión, pero no he dejado el libro ni a sol ni a sombra y se ha convertido en monotema de mis conversaciones. Así que… ¡tengan cuidado! Si nos encontramos en la barra de cualquier bar, les endilgaré alguno de los ejemplos sobre cómo el caos, el desorden, la improvisación y la disrupción son fuente de creatividad.

 

No. “El poder del desorden para transformar nuestra vida” no es un libro de autoayuda. Se trata de analizar las posibilidades creativas de un acercamiento poco convencional al mundo del arte y de la gestión, sea empresarial o vital. Y sí. Se habla de la robotización. Lo que ha alertado a SOY, mi Robot.

 

SOY no entiende eso del caos y siempre me está reconviniendo por el follón que preside mi vida. Cito a Harford: “El desorden siempre es desorden, pero el que sea o no funcional depende de la forma en que lo enfrentamos. El desorden ayuda cuando te permite hacer diferentes acercamientos a algo, antes de tomar una decisión”.

 

Orden caóticamente creativo

¿Qué es Amazon sino la conclusión final del caótico proceso de venta iniciado por Jeff Bezos? ¿Saben que el considerado como mejor disco de la historia del jazz surgió de un monumental error? De hecho, ¿no se identifica a lo más creativo del jazz con la improvisación? ¿Y si uniformar, cuantificar y ordenarlo todo hasta el detalle más ínfimo fuera peligrosamente empobrecedor?

¿Saben que Steve Jobs quiso situar los WC de la sede de Apple en el punto más inaccesible imaginable… para que sus empleados tuvieran que caminar mucho y, de esa manera, propiciar encuentros y conversaciones casuales entre ellos?

 

Harford nos invita a huir de las rutinas, a dejar de conducir con el piloto automático, a mirar las cosas desde diferentes ángulos y perspectivas, a probar cosas nuevas y ser imaginativos.

 

Jesús Lens

Hablemos del tiempo

Me hizo gracia un artículo del XL Semanal que, entre exclamaciones, exigía al lector que dejara de hablar del tiempo ya que, según un estudio -¿qué sería de nosotros, los opinantes, sin esos sesudos y variopintos estudios…?- hablar de temas relevantes es más productivo y la conversación insustancial acaba deteriorando las relaciones.

Y, claro, para conversación insustancial por antonomasia, la del tiempo. Por eso, aquí me tienen, para hacerles perder el tiempo, hablando del ídem. ¿O quizá no? Porque me temo que, por desgracia, pocos temas más importantes que el del tiempo tendremos que afrontar en el futuro.

 

Por ejemplo, hace unos días se anunciaba la suspensión de un triatlón porque las aguas del pantano en que debía desarrollarse la prueba de natación estaban tan bajas, que era imposible acceder a ellas. Y el año pasado, el triatlón de Baza se convirtió en duatlón porque el Negratín estaba sediento.

 

¿Han leído ustedes el informe de sequía de la Confederación Hidrológica del Guadalquivir, publicado el pasado 2 de agosto? Da miedo. Los pantanos de Cubillas y Colomera están en situación de emergencia y otros tres embalses de la provincia están en alerta. Llevamos cuatro años de sequía y, en lo que va de 2017, ha llovido un 60% de lo habitual.

Aunque hoy haga fresquito, ¿hablamos de los récords de temperatura de junio, julio y lo que va de agosto?

 

No. Hablar del tiempo no es gratuito ni baladí. Que le pregunten a Trump, por ejemplo. Que trece agencias gubernamentales norteamericanas han decidido hacer públicos los resultados de sus estudios sobre el cambio climático antes de que el Presidente metiera sus zarpas en el asunto.

 

De hecho, fíjense si al estrambótico tuitero del flequillo amarillo le da pavor que hablemos del tiempo que ha dado instrucciones para que su administración utilice eufemismos que eviten expresiones como cambio climático o gases invernadero. (Más información, AQUÍ)

 

Porque el cambio climático existe. Y esto no es una opinión. Es un hecho. Confirmado por el referido informe de trece agencias federales estadounidenses que encuentran pruebas abundantes del mismo y advierten de que las temperaturas de Alaska y el Ártico están subiendo “a un ritmo aterrador”.

Hablar del tiempo, por tanto, empieza a ser algo muy parecido a contar historias de terror. Para el próximo Halloween, ya lo saben: o se disfrazan de cambio climático… o se disfrazan de Trump

 

Jesús Lens

 

Violencia contra la mujer

Voy a terminar mi largo análisis del Barómetro del mes de julio del CIS con un dato que me parece tan ilustrativo como preocupante y aterrador: a la pregunta sobre cuál es el principal problema que existe actualmente en España, solo un 1,4% de los encuestados respondieron “La violencia contra la mujer” en una de sus tres respuestas.

Entiendo que el paro, los problemas económicos y la corrupción son preocupaciones mayoritariamente extendidas en nuestra sociedad, pero ¿habría estado la cuestión de la violencia contra la mujer entre las cinco inquietudes de una mayoría de encuestados? ¿Y entre las diez primeras? Y si las respuestas se hubieran segregado por género, ¿qué habríamos respondido los hombres?

 

Un dato, espeluznante: treinta y una mujeres asesinadas en España en lo que va de año. 31. Más cifras: de ellas, solo seis habían denunciado anteriormente a su agresor y, sin embargo, diecinueve convivían con su verdugo.

Estas cifras demuestran que tenemos un problema, gravísimo, y que los protocolos no funcionan. Que las mujeres siguen sin denunciar y que no encuentran soporte ni ayuda en las instituciones para romper la cadena del maltrato. Porque el asesinato, nunca lo olvidemos, es el último estadio de la violencia contra la mujer.

 

Falla la prevención, falla la educación y falla la protección. Por eso, cada vez que leo o escucho a hombres -y, en ocasiones, a algunas mujeres- hablar de feminazis, de la violencia de las mujeres contra los hombres o de las denuncias falsas por violencia de género en temas de separación y divorcio; me pongo malo, se me revuelven las tripas y me dan ganas de vomitar.

 

31 mujeres asesinadas. No muertas, no: A-SE-SI-NA-DAS. 31 mujeres asesinadas a manos de hombres. Duele hablar de mujeres asesinadas, pero es una expresión lamentablemente ajustada a la realidad, no como eso de “víctimas de la violencia de género”, en abstracto, con ese lenguaje frío, neutro y funcionarial que cosifica a las personas.

En la cuestión de la violencia contra la mujer no valen simetrías ni resulta admisible lo políticamente correcto: hablamos de una lacra execrable que debería avergonzarnos y que exige, a voces, un Pacto de Estado que dote de fondos y de medios a una política dirigida a revertir esta intolerable situación. Cada día que pasa sin afrontar una cuestión de alarma social, fracasamos un poco más como sociedad.

 

Jesús Lens