¡Todos al pequeño comercio!

Esta noche se inaugura el Nevada. Hoy es, por tanto, un día histórico en nuestra provincia, sin que esta aseveración suponga ningún juicio de valor, ni a favor ni en contra.

Centro Comercial Nevada

A estas alturas ya estarán ustedes bien enterados de las mastodónticas dimensiones del nuevo centro comercial, sabrán de los cientos de comercios que alberga, de sus horarios, opciones de ocio, etcétera, etcétera. Y, también, de los miles de puestos de trabajo que va a crear. Datos incontestables, todos ellos. Aunque algunos sean cuestionables.

La pregunta que miles de personas nos venimos haciendo desde hace meses es cómo nos afectará la apertura del Nevada. Y como afectará a Granada. Al tráfico y a la circulación y, sobre todo, al resto de centros comerciales. Y al pequeño comercio, por supuesto.

Que no se trata de demonizar al Nevada, empeño fútil, gratuito y carente de sentido. No voy a negar que estoy deseando ir a las salas de cine del nuevo Kinépolis y asomarme a la FNAC, a ver qué tal. Pero la apertura del mayor centro comercial de Andalucía debe hacernos reflexionar sobre lo mucho que nos jugamos, como ciudadanos, a la hora de comprar y planificar nuestras actividades cotidianas.

Árbol Navidad más alto de Europa

Todos vamos a ir al Nevada. Es un hecho. Y lo haremos más pronto que tarde. Es una obviedad. ¿Conocen ustedes a una sola persona que, residiendo en España, no haya pisado un Corte Inglés alguna vez en su vida? Pues, a escala provincial, lo mismo va a ocurrir con el Nevada. Sea por la novedad, porque tenga tiendas exclusivas, porque los amigos o la familia hayan quedado allí… no tardaremos en traspasar sus puertas y ser engullidos por sus fauces. Hay que asumirlo.

Asumirlo, pero no quedar cegados por el brillo de sus luces, bien visibles desde kilómetros a la redonda. Porque quienes realmente dan vida, calor y color a nuestras calles, barrios y pueblos son los pequeños comercios. Las tiendas chicas. Las de toda la vida. Esos pequeños-grandes comerciantes que nos saludan todas las mañanas, nos guardan el pan más crujiente cuando no madrugamos y saben qué fruta nos gusta más.

Quioscos IDEAL

Hoy se inaugura el Nevada. Fantástico. Bienvenido sea. ¿Qué tal si lo celebramos… pasándonos por alguna de esas tiendas de siempre, renovando nuestro compromiso diario con ese pequeño comercio y de cercanía que vertebra nuestra vida cotidiana?

Jesús Lens

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El carbonero

Es difícil encontrar una novela negra española que te no te la esperes y te sorprenda. Que te sorprenda enormemente.

Me ha pasado con “El carbonero”, de Carlos Soto Femenía, publicada por Destino. La acción transcurre en Mallorca. Pero no en la Mallorca más bulliciosa y bullanguera, sino en una zona rural, alejada del mundanal ruido. Una Mallorca de hace muchos, muchos años, que la que el carbón se “fabricaba” a mano e ir por hielo a los neveros era una profesión.

El Carbonero

Una Mallorca de caminos y trochas que se recorrían en mulo. O a caballo. Una Mallorca en la que las relaciones sociales estaban muy definidas y en la que ascender por la escala que no te correspondía era misión imposible.

Segundo párrafo de “El carbonero”: “Habían asesinado a mi madre. Le habían partido la cabeza con un hacha. El buhonero, que era quien había venido a darme aviso, no había sido tan explícito, naturalmente. Los detalles los sabría más adelante”.

Y, a partir de ese segundo párrafo, la historia de Marc sigue creciendo en intensidad. Porque el asesinato de una madre no se olvida. Y que le hubieran abierto la cabeza de un hachazo, menos. Sobre todo porque aquella barbaridad dejó muy tocado al padre de Marc. Un Marc que se vio obligado a crecer deprisa.

(Sigue leyendo esta reseña en nuestra publicación hermana, Calibre 38)

Jesús Lens

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El estrecho del lobo

Hace un par de años, el francés Oliver Truc nos sorprendió con una novela negra teóricamente imposible, El último lapón. Y digo que era teóricamente imposible porque una trama negra y criminal en el Círculo Polar Ártico era algo que requería de mucha imaginación. De ella hablé en esta entrada y, paradójicamente, hila con la próxima entrada de El Rincón Oscuro.

Y, sin embargo, aquella novela le quedó muy bien, protagonizada por un nativo sami que pertenecía a la Policía de los Renos, nada menos. Lo pintoresco de algunos personajes y el entorno hostil en que se desarrollaba la trama conseguían enganchar al lector, prendado una historia cuyos protagonistas se movían en motos del nieve igual de los cowboys lo hacían aupados a sus caballos.

El estrecho del lobo

Vuelve Oliver Truc con su personaje por antonomasia, el policía Klemet Nango, acompañado por su compañera, Nina Nansen, una noruega del sur que, poco a poco, se va acostumbrando a las peculiaridades del Gran Norte.

El estrecho del Lobo arranca de forma espectacular, con el paso de los renos, a nado, por un peligroso estrecho. Máxima concentración. Un error y se puede provocar una estampida fatal. Y, de repente, el accidente.

Un accidente fatal al que no tarda en seguir otra muerte. Ésta menos accidental. Que el polémico y populista alcalde del pueblo en que transcurre la trama aparece asesinado.

En paralelo seguiremos la historia de otro nativo sami. Uno que renunció a la herencia cultural de su pueblo y pasó de renos, transhumancia y pastoreo. Bien dotado para el buceo, se ha convertido en uno de los buceadores más importantes de la zona. Zona petrolífera y, por tanto, rica. Zona peligrosa, también.

(Sigue leyendo esta reseña en nuestra página hermana, Calibre 38)

Jesús Lens

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