A sangre fría en el cine

Hace un par de semanas hablábamos del impacto que causó la publicación de la novela “A sangre fría”, de Truman Capote, hace ahora cincuenta años. Impacto que trascendió lo puramente literario para conmover, también, el mundo del cine.

A sangre fría Anagrama

Como es habitual en Hollywood, en cuanto la obra se convirtió en un éxito, un avispado productor compró sus derechos para trasladar la narración al cine. Quiso la fortuna que, en el caso de “A sangre fría”, ese productor fuera nada menos que Richard Brooks, un sólido cineasta al que el éxito de “Los profesionales” había situado en una posición de fuerza frente a la industria.

Eso le permitió no solo escribir el guion y dirigir la película, sino también plantarse frente a la Columbia, que quería como protagonistas nada menos que a Paul Newman y Steve McQueen, dos rutilantes estrellas y excelentes actores que, sin embargo, no hubieran pegado en una película como ésta.

Porque la “A sangre fría” de Richard Brooks es una obra maestra del cine naturalista, una película sobria, austera y concisa; filmada en un riguroso blanco y negro exactamente en los lugares y paisajes en que transcurrieron los hechos narrados por Capote. El perfeccionismo de Brooks llegó al punto de filmar determinadas secuencias haciendo que los actores tuvieran frente a sí la misma vista que los auténticos protagonistas de la historia, en el pueblo de Holcomb, Kansas.

A sangre fría Brooks

Una historia dura y descarnada: el asesinato en 1959 de los cuatro miembros de una familia por parte dos ex convictos que, tras ser detenidos, juzgados y condenados a muerte, fueron ahorcados en 1965. El hecho de que la película se filmara tan poco tiempo después del acaecimiento de los hechos permitió que cada uno de sus fotogramas exude un inusitado realismo. De hecho, algunos de los figurantes de la película, como las responsables de la estafeta de correos, eran personas reales que vivían en el pueblo y cuyas conversaciones recogió Capote en su libro. De ahí, precisamente, que el protagonismo debiera recaer en actores poco conocidos y no en estrellas de Hollywood que desviaran la atención de lo realmente importante.

Y lo realmente importante era la historia narrada por Capote, seguida escrupulosamente por el guion de Brooks, hasta el punto de que la película abre sus títulos de crédito con un elocuente “Truman Capote’s. In Cold Blood”, para que no cupiera duda alguna sobre la autoría de la historia que los espectadores se aprestaban a ver.

A sangre fría Holcomb

“A sangre fría” ganó varios premios internacionales y obtuvo cuatro nominaciones al Oscar, incluyendo Mejor director, Mejor banda sonora, Mejor fotografía y Mejor guion adaptado. Pero su logro más importante llegó en 2008, cuando fue elegida para ser preservada en el archivo de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos.

¿Tuvo que ver este reconocimiento con el hecho de que, en 2005 y 2006, se estrenaran dos películas diferentes, ambas basadas en el exigente y devastador proceso de creación de la novela de Capote?

Es algo que, de vez en cuando, ocurre en Hollywood: sin razón aparente, dos proyectos muy similares entre sí coinciden en las pantallas. Da lo mismo que sean películas catastróficas sobre volcanes o historias sobre Hitchcock. O, como en el caso que nos ocupa, guiones con el escritor como protagonista.

A sangre fría películas

En 2005 se estrenó “Capote”, dirigida por Bennet Miller y protagonizada por un Philip Seymour Hoffman en estado de gracia. Tanto que ganó el Oscar al mejor actor principal por su composición de un Truman basado en la biografía de Gerald Clarke. La película, candidata a varios Oscar más y acreedora de innumerables premios internacionales, se centra en la especial relación que se establece entre Capote y Perry Smith, uno de los asesinos de la familia Clutter.

Una relación que condicionará brutalmente la vida de Capote hasta el final de sus días. Un Capote obsesionado con terminar “A sangre fría”, la obra que le dio fama universal y que, a la vez, le condenó como escritor dado que, desde su publicación, el autor fue incapaz de volver a terminar un solo libro.

Al año siguiente, en 2006, le tocó el turno a “Infamous. Historia de un crimen”, escrita y dirigida por Douglas McGrath y en la que el personaje del escritor fue interpretado por un más discreto y contenido, pero igualmente excelente; Toby Jones. Basada en el libro de George Plimpton, esta versión de la investigación de Capote pone más énfasis aún en la posible relación homosexual entre el escritor y el asesino, interpretado en esta ocasión por el bondiano Daniel Craig, en un papel extremadamente complicado.

A sangre fría Toby Jones

En ambas cintas se plantea un importante problema moral: Capote estaba obsesionado con Perry. No diremos enamorado, pero sí enganchado a él. Entendía tanto sus frustraciones, su complicadísima infancia y juventud, sus complejos… y, sin embargo, necesitaba poner fin a su historia. Y el fin que mejor le venía a “A sangre fría” era la ejecución de los presos. ¿Pudo hacer algo más, Capote, por salvarles la vida o, al menos, por dilatar el proceso y postergar su ahorcamiento?

Esa es la duda que ambas películas siembran en el espectador. La misma duda que siempre atormentó a Capote, terminando para siempre con su carrera literaria.

A sangre fría Truman Capote

“A sangre fría”. La obra que le encumbró, la obra que le mató.

Jesús Lens

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Sacromonte Films

Yo soy uno de esos tipos raros que se quedan a ver los títulos del crédito en el cine, cuando ya ha terminado la película. Teóricamente. Porque, si hasta el rabo todo es toro, hasta el último agradecimiento sobreimpresionado en pantalla, todo es filme.

El hombre de las mil caras

Me gusta no solo escuchar el tema final de la banda sonora, sino ver quiénes han compuesto e interpretado la música, comprobar las localizaciones y lugares de filmación y, sobre todo, me maravilla constatar las decenas y decenas de personas implicadas en una película, por artesanal y de bajo presupuesto que sea.

 

Fui a ver la extraordinaria “El hombre de las mil caras”, la última película de Alberto Rodríguez, una apabullante lección magistral de sabiduría cinematográfica, de ritmo y montaje. Y, también, un recital interpretativo de Eduard Fernández, más que merecidamente galardonado por su interpretación de Francisco Paesa en el Festival de San Sebastián. Y de ello hablo hoy en IDEAL.

Cuando vaya usted a disfrutar de “El hombre de las mil caras”, algo que debería hacer sí o también, no tardará mucho en ver el nombre de Sacromonte Films impresionado en la pantalla. Y, también, su logo, esa pita tan habitual en los barrancos del barrio troglodita de Granada, apuntando hacia arriba, altiva y orgullosa.

Sacromonte films

El equipo de José Sánchez-Montes, que también participó en la exitosa y multipremiada “La isla mínima”, ha dejado su impronta en una de las más exquisitas producciones de los últimos años Y es que, más allá de la trama, el guion y los personajes, la factura técnica de “El hombre de las mil caras” es impecable.

Desde los tiempos de “Ronin” no he visto un París tan atractivamente enigmático en una película de espías en la que todo encaja como un guante. Desde el París más identificable y sofisticado a ese otro más opresivo y anónimo en el que se refugió Roldán. Y está Suiza. Y está Singapur. Y los aeropuertos, las salas de espera, los restaurantes…

El hombre de las mil caras París

Decía Eduard Fernández que le gustaría que, un día, el auténtico Paesa le llamara para tomar un café y charlar. Ojalá que, cuando llegue el momento, esté ahí José Sánchez-Montes con su equipo de guerrilla, ése que utiliza para filmar documentales tan emocionantes como el que dedicó a la recuperación de nuestro querido Mariano Maresca. A la espera de “Omega”, disfruten de “El hombre de las mil caras”.

Jesús Lens

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