El sueño del celta

Hablemos, ahora ya por completo, de “El sueño del Celta”, cuya reseña publicamos en la revista Garnata. ¿La habéis leído? A la novela, me refiero. ¿Qué os pareció? Como ya me comento Alberto, mi lectura es sesgada, subjetiva y muy particular. Pero creo que es lo bueno de los libros: cada uno lee el “suyo”…

Lo escribí, alto y claro, nada más comprar el libro más reciente del flamante Nóbel de Literatura del 2010: antes de que le concediesen el galardón, yo ardía por echarle mano a la novela en la que el autor peruano venía trabajando desde hacía años.

“El sueño del celta”, terminó titulándose y, para mí, es una novela extraordinaria, rica, densa, ilustrativa y llena de meandros, compleja y repleta de atractivos. Aunque, empezando por el principio, quizá hablar de “novela”, en este caso, no sea exacto. O sí. ¿Quién sabe?

El caso es que el celta del título fue un tipo real, de carne y hueso, que vivió en los inicios del siglo XX y protagonizó no una sino tres o cuatro aventuras, cada una de ellas susceptible de haber pasado a los anales de la historia. Su nombre: Roger Casement, un buscador de fortunas que recaló en el mítico Congo Belga (ya sabéis lo que ese lugar significa para mí) y se escandalizó ante lo que vio, escribiendo un informe tan demoledor que conmocionó a toda Europa.

Como dice el protagonista en un momento, refiriéndose al Horror y a la abyección humana más total, absoluta y depravada: “El Congo otra vez. El Congo por todas partes”. O, unas páginas después: “El Congo, sí. El Congo por doquier”.

Después de marchó al Amazonas, otra zona cauchera por excelencia. Y lo que vio, y contó, también provocó un escándalo de proporciones homéricas. Pero es que, además, Casement terminó siendo un revolucionario irlandés que ejerció de espía diplomático durante la I Guerra Mundial y terminó interviniendo en el célebre y fallido levantamiento de la Semana Santa de 1916.

Una vida proteica con la que Vargas Llosa se topó mientras andaba estudiando la vida y la obra de Joseph Conrad, cuyo majestuoso “El corazón de las tinieblas” también puso el acento en las barbaridades que acontecían en el Congo.

Con esas mimbres, con un personaje tan intenso, Vargas Llosa escribe varias novelas en una. O varios libros de memorias. O varias biografías. Y todo comienza en una cárcel de Londres. En 1916, con el celta soñador encerrado en una cárcel de Su Majestad que, años antes, le rindió los más altos honores y le hizo Grande de la Patria, por los servicios al Imperio. Esperando clemencia. Y recibiendo algunas visitas, a partir de las que, mirando atrás, Casement irá reconstruyendo su biografía.

Una biografía que, como suele ser habitual en el común de los mortales, tiene sombras, lados oscuros y momentos vergonzantes. Sobre los que Vargas Llosa no pasa de puntillas, apuntándolos desde el comienzo del libro:

“Cada uno de nosotros es, sucesivamente, no uno, sino muchos. Y estas personalidades sucesivas, que emergen las unas de las otras, suelen ofrecer entre sí los más raros y asombrosos contrastes”.

Una novela, además, africana.

– El África no se ha hecho para los débiles… no es Estados Unidos ni Inglaterra, se habrá dado cuenta. En el África los débiles no duran. Acaban con ellos las picaduras, las fiebres, las flechas envenenadas o la mosca tse tse.

Y Amazónica, uno de los viajes que más ganas tengo que hacer: “La Amazonía, donde todo parecía estar naciendo y muriendo, mundo inestable, riesgoso, movedizo, en el que un hombre se sentía arrancado del presente y arrojado hacia el pasado más remoto, en comunicación con los ancestros, de regreso a la aurora del acontecer humano. Y, sorprendido, descubrió que recordaba aquello con nostalgia, a pesar de los horrores que escondía”.

Una novela documentada, en libros y en papeles, pero también personalmente por Vargas Llosa que ha recorrido los paisajes de su novela. Paisajes que siguen siendo difíciles y complicados.

Pero esa es ya otra historia…

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

El futuro que nos persigue

Hoy publicamos este artículo en IDEAL. A ver qué os parece y si estáis de acuerdo, que es esos que podríamos catalogar como “ida de pinza”… (Paradójicamente, anoche hablábamos del peso del pasado…)

Es paradójico: nos pasamos la vida tratando de conquistar el futuro y, en muchos casos, procurando huir del pasado y, de repente, nos hemos encontrado con que es el futuro el que nos persigue, nos acosa y nos atemoriza.

Las turbulencias del sistema financiero y la vertiginosa reestructuración que está sufriendo sería uno de los síntomas. Pero la auténtica revolución es la que se está produciendo, de golpe, en los países árabes, en los que la primavera parece haber venido y nadie sabe cómo ha sido.

El futuro nos persigue, y lo hace a una velocidad desconocida. Una rapidez a la que, desde luego, la vetusta y artrítica Unión Europea, ni se adapta ni se acomoda. De pronto, los que hasta ahora eran compañeros de la Internacional Socialista se convierten en tiranos de los que hay que abjurar. Y, al igual que el ejército fue bienvenido por una inmensa mayoría de españoles cuando acabó con el caos aéreo de este país, los militares se han convertido en los imprevistos héroes populares de la revolución magrebí.

El futuro nos persigue y viene dispuesto a acabar con tópicos y lugares comunes, llevándose por delante a quiénes piensan que el pasado volverá. Que se lo digan a los damnificados por Nueva Rumasa, aunque los haya que en el pecado lleven la penitencia, por buscar ese enriquecimiento insensato y piramidal de las inversiones tan, tan, tan bien remuneradas que, al final, explotan como una pompa de jabón. Y a llorar tocan.

El futuro nos persigue y Álex de la Iglesia se rinde al hecho de que Internet está aquí y que, por tanto, cualquier producto susceptible de convertirse en bytes será objeto de descargas, legales, paralegales y, sobre todo, ilegales. A fin de cuentas, “Pa negra” se ve maravillosamente bien en una tele plana de y pico mil pulgadas, home cinema stereo sound system y alta definición.

El futuro nos persigue y la Memoria Histórica, la Guerra Civil, sus consecuencias y la Santísima Transición cansan y aburren al más pintado, por mucho que Confucio sostuviera que hay que estudiar el pasado si queremos pronosticar el futuro. Por eso el Retroback, Marilyn, “Mad men” o “Boardwalk Empire” y su carga de añejo glamour cosechan todo tipo de éxitos y parabienes: nos gusta el pasado colorista, luminoso, romántico… y anticipatorio.

Cuando el futuro nos persigue y nos atrapa, cuando el presente es caótico, inestable, complejo e incomprensible; cuando nos adentramos en terra incógnita con el trapo desplegado, a toda vela, en mitad de una tempestad homérica; cuando el futuro es más una amenaza que una promesa y el pasado es un lastre porque la experiencia no parece servir en la gobernanza de la nave… solo nos queda amarrarnos al timón, tensar las jarcias y aguantar el tipo como mejor sepamos y podamos. Se supone que, después de la tormenta, llegará la calma. Y, en el ínterin, lo mismo hacemos algún descubrimiento que otro.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.