LAS PELÍCULAS DEL 2010 (I): ROBIN HOOD

Dice Ridley Scott que ha hecho con la leyenda del arquero de Sherwood lo mismo que hizo con «Gladiator» y las pelis de romanos.

 

Poco más tenemos que decir, salvo suscribir de pe a pá las palabras de José Enrique Cabrero en IDEAL, en sus refrescantes, necesarias y esenciales reflexiones sobre cine que, diariamente, podemos disfrutar en las páginas del nuevo suplemento V.

 

Y no dejen de leer su Blog, Naufrajeo. Otra joya.

 

Jesús Lens.

 

PD.- Javi, José Antonio, ¿de quién es la música?

(OTRO) CUENTO DE NAVIDAD

Hoy, un corta y pega del Cuento de Navidad que ayer traía El País, en su peculiar Editorial de El Acento. Sin desperdicio.

 

Abdoulaye Coulibaly se ha convertido en el primer albino que ha obtenido el estatuto de refugiado en España. Su expediente fue aprobado el viernes pasado por la oficina de Asilo y Refugio del Ministerio del Interior. Llegó a España, a la playa de la Tejita en el sur de Tenerife, el 29 de marzo en un cayuco que había partido de Nuadibú, Mauritania, con 65 subsaharianos a bordo. Pero su historia arranca mucho antes, y está tocada por la firme voluntad de dejar atrás un mundo lleno de supersticiones, para conquistar otro donde el color de su piel dejara de ser una permanente amenaza de muerte.

Nacer albino en el continente negro significa estar sometido a una presión intolerable. Muchos creen que su piel trae riquezas y buena suerte, por lo que los convierten en objetos de descarnadas cacerías. «Sé que a otros albinos les han cortado los dedos, han usado su pelo o les han cortado la cabeza para usarlos en rituales», ha contado Abdoulaye Coulibaly, a quien llamaron al principio Mozsy.

Hay datos que ponen los pelos de punta: se calcula que en Tanzania fueron secuestrados y asesinados en el último año unos 40 albinos; y que fueron 10 los que cayeron en Burundi y Congo: se les quitó la piel para trocearla y contrabandear con ella. En otros lugares, como Camerún, son los propios padres los que asfixian a sus hijos albinos cuando nacen para evitar futuras zozobras. Y hay aldeas donde se cree que son blancos porque la mujer cometió adulterio con algún hombre de ese color, así que también los matan.

A Coulibaly lo persiguieron un par de veces para hacerse con su piel. La última, cerca del estadio Veintiséis de Marzo de Bamako: lo metieron en una furgoneta e iban a llevárselo, pero gritó tanto que consiguió ayuda. Su decisión de dejar Malí fue entonces inapelable. La travesía en el cayuco fue un infierno: su delicada piel quedó manchada de quemaduras. Al tercer día de viaje, su sueño estuvo a punto de quedar truncado. El motor se estropeó y hubo alguno que gritó que la culpa tenía que ser suya.

Soy negro, mi piel es blanca», dijo uno de los albinos más célebres, el músico Salif Keita. Su fundación apoyó la petición de asilo de Coulibaly. El sueño de este joven de 22 años se ha cumplido. Es un motivo de celebración en un día como éste: ¡Felicidades!

ALEGRÍA

Como cada año, ahí va el relato navideño que publicamos hoy en el suplemento de IDEAL, y que es nuestro más íntimo y sentido regalo para los seguidores de esta Bitácora. ¡Pasadlo en grande!

 

 

Dedicado a vosotras,

mis compis-compinches.

     

 

 

– Entre el camarero argentino, que no para de hablar, y ahora el negrito de los discos, que no veas la peste… vaya nochecita llevamos.

 

Poco podía pensar Marga, cuando pronunció esas palabras, que justo en ese momento se iba a cortar la música del «Bar Alegría» en que estaba tomando unas cañas con unas amigas y que todos los presentes iban a oír semejante perla. Pocos silencios tan estruendosos se habían escuchado nunca en el «Alegría» como el que siguió a ese desgraciado momento. Y Marga, con su avinagrada cara de palo, intentó arreglarlo:

 

–         Es que con tanto inmigrante, esto ya no es lo que era, que no hay manera de tomarse un vino a gusto…

 

Habría hecho falta una sierra mecánica para cortar el ambiente. Ni en la calle, donde caía una incómoda aguanieve invernal, hacía tanto frío. ¡Ni en lo más alto del Veleta!

 

Antes de que Pablo, el aludido camarero, sufriera una apoplejía intentando no decir lo que a buen seguro se le estaba pasando por la cabeza, Lidia, sacudiendo su desenvuelta melena castaña y sus furiosos ojos verdes, intentó deshelar el ambiente… aún a riesgo de provocar un incendio:

 

–         Pablo, ¿nos pides una carne de esas que traéis en un plato al rojo vivo? De las que provocan tanto humo. Pero que el plato esté bien caliente. Que haga mucho, muuuucho humo… a ver si pierdo de vista a esta señora, que me está revolviendo las tripas.

 

Cuando Marga hizo ademán de contestar, una de las dos amigas de Lidia, que tenía un inequívoco aspecto de aguerrida guerrera nórdica, salió rápidamente al quite:

 

–         Pablo, que sea un solomillo. O un entrecotte. Que además de hacer mucho humo, huelen muy bien. Y para pestazo, el que echa la tipa esta de aquí al lado…

 

La tercera de las amigas se unió decididamente a la causa, desafiando con su limpia y profunda mirada a la lenguaraz Marga, al dirigirse con una voz tan alta como clara al africano vendedor de discos, que se había quedado tan callado como el resto del «Alegría»:

 

–         ¡Amigo! ¿Qué pelis tienes? Anda, vente para acá y tómate algo con nosotras.

 

Cuando Marga y sus colegas se marcharon con una cierta precipitación, tras pagar apresuradamente la cuenta y no esperar siquiera al cambio, como por arte de magia, la música volvió a sonar en el «Alegría», alta y clara. Y fue Rafa, el más veterano de los camareros, el que terminó de descongelar la situación, anunciando una ronda para todos por cuenta de la casa.

 

A fin de cuentas, era Navidad y el desparpajo de las tres amigas había conseguido expulsar del bar a esa especie de Mrs. Scrooge avinagrada, racistilla y mala follá. ¡Aquello había que celebrarlo! Un buen puñado de Alhambras Reserva Especial 1925 corrieron por la barra y todos los clientes del «Alegría» levantaron la suya para brindar por el auténtico espíritu de la Navidad y, de paso, por el año que ya asomaba en el calendario: «¡Salud! ¡Por los Brotes Verdes, las Birras Heladas y las Mujeres Valientes!»

 

Marga escuchó el brindis de lejos, con las manos hundidas en los bolsillos del abrigo, cabreada como una mona porque, con las prisas, se habían dejado los paraguas en el bar. Y a ver quién era el guapo que volvía para recogerlos, por mucho que la gélida lluvia se le estuviera colando por el cuello, helándole la espalda.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.