PILDORAZOS DE BOSTON LEGAL: CRANE & SHORE

Hace unos días hablábamos, deslumbrados, de «Boston legal». Sé que debería dedicarle una entrada más sesuda, pero de momento, vamos a meter de vez en cuando algunos pildorazos de sabiduría made in Crane & Shore, con el ánimo de provocar comentarios, debate y discusión.

 

 

Empezamos por ésta:

Terraza. Denny Crane está fumando un puro. Llega Alan Shore, muy serio, después de llevarse un restregón en el juzgado y, después, encontrar a Tara, su novia, riendo.

Denny le dice, hablando sobre el caso de la Viuda Negra que llevan entre manos:

  • ¿Acabó la función? Pareces vencido.
  • Acabo de pillar a Tara riéndose con otro hombre.
  • ¿Seguro que no estaban sólo… besándose?- dice Denny.
  • No. Se estaban riendo.

 

Denny mira hacia abajo, cariacontecido. Mientras Alan continúa hablando:

  • Voy a perder a la chica y el caso en la misma semana.
  • Todavía no has perdido el caso- le intenta consolar Denny.

MALVERDE Y, ADEMÁS, COBARDE

A estas horas, debería estar entrando en la parte más agonística del entreno de hoy, superando los veinticinco kilómetros de carrera. Y, sin embargo, aquí estoy, en casa, con el culamen apoltronado en el sofá.

 

Sí. Soy un Malverde. Lo dije una vez y hoy lo repito. Y, además, un cobarde, que se amilanó ante el entrenamiento que, de cara a la Maratón de Sevilla, habían preparado los sabios, buenos y comprometidos amigos de Las Verdes: 31 kilómetros a una buena velocidad, unos 4,40 minutos el kilómetro.

 

Primero, lo de madrugar. No puedo. Es superior a mis fuerzas. De lunes a viernes no me queda más remedio. Pero los fines de semana… como mi Alter Ego, soy ave nocturna y, aún refugiado en mi nido, me gusta estirar la velada hasta adentrarme en el silencio y el sosiego de la madrugada, leyendo, escribiendo, escuchando jazz.

 

Pero lo peor no es eso. Lo peor es que he perdido la pulsión por competir. Por competir, que no por correr, que conste. ¿Dónde quedan ahora las sensaciones?

 

A ver si me explico.

 

A lo largo de estos meses, mi evolución como corredor aficionado y voluntarioso ha sido aceptable, dadas las limitaciones de un físico absurdo para el atletismo y una edad tirando a provecta. Perdí peso, llegué a doblar sesiones de entrenamiento, hice series… y mejoré.

 

Pero ya no. De repente, en un último ajuste de cuentas conmigo mismo que aún tenía pendiente, mis salidas a correr han vuelto a ser como las de antaño: tranquilas, sosegadas, introspectivas y soñadoras. Esto es: me calzo las zapatillas, echo las piernas adelante y comienzo a divagar, a discurrir, a imaginar y a solazarme en un mundo de fantasía que me aleja de tiempos, cronómetros, ritmos y pulsaciones.

 

Lo mismo invento relatos que se me ocurren artículos y reportajes. Igual fantaseo con Natalie Portman que me descubro pensando hacia donde empezaría mi recorrido si decidiera dar la vuelta al mundo. Y los kilómetros van cayendo tranquila y sosegadamente. De repente, me adelanta otro corredor. Y ni me inmuto. Paso. No entro al trapo. No intento aguantarle, seguirle y readelantarle. Me da igual. Así las cosas, ¿cómo salir con Las Verdes a hacer un duro y exigente entrenamiento? ¿Cómo no tener miedo a no estar a la altura y a no poder aguantarles ni siquiera en los primeros kilómetros? Lo dicho, además de un Malverde, un cobardón cagón y asustón, por mucho que hace escasos días tuviera un gran entrenamiento, al límite, contra viento y marea.

 

Además, ya me están saliendo barriguita y flotadores otra vez. Ya puede estar tranquilo mi amigo Rafa. Se acabó el Lens espelichao y demacrado que tan preocupado le tiene. Y, por tanto, se acabó mi evolución como corredor. 2008 marcó mis mejores tiempos en carrera y sé, positivamente, que ya no los repetiré.

 

Lo que no quiere decir que vaya a dejar de correr. Por supuesto que no. Pero si hace unos meses me declaraba corredor, hoy vuelvo a catalogarme como jamelgo trotón. Sólo espero llegar a Sevilla y sacarme esa espinita de la Maratón, ser capaz de terminarla y cerrar definitivamente un ciclo de varios meses en que tantas y tan diferentes cosas se han mezclado.

 

Puertas que se cierran. Puertas que se abren. Caminos que se cruzan para después separarse: intersecciones, revueltas, tormentas, frío, oscuridad y, por fin, de nuevo, el amanecer. Y el horizonte por delante.

PD.- Como parece derivarse un cierto malentendido a esta Entrada, pego aquí lo que puse en un comentario:

 

A ver. Tengo que leer despacio lo que he escrito porque me parece que no me he explicado muy bien, aunque mi Alter, que por eso es mi ALter, creo que sabe de lo que hablo.

Antonio, créeme si te digo que eres el tipo con mejor cabeza que he conocido nunca. Lo tuyo es un prodigio de la naturaleza o de la genética. Tu capacidad de sacrificio sólo es comparable a tu vasta y renacentista cultura. Y esa forma tuya de ser obsesiva… ¡me gustaría que fuera la mía!!!!

Pero no lo es.

Yo soy vago. Repito: ¡Soy un vago!

Me explico.

Para mí es relativamente sencillo, en cualquier actividad QUE ME GUSTE, dar el 75%.

Y no me importa dar el 80% Y hasta el 85%.

Pero de ahí no paso.

Por eso nunca estudié oposiciones, por ejemplo.

Para dar el 100%, necesito unas motivaciones tan grandes que, excepto en contadas ocasiones en el trabajo, nunca las he llegado a encontrar.

Por eso no he escrito una novela, aunque ardo por hacerlo.

Por eso nunca aprendí a jugar bien al baloncesto.

Por eso nunca hice alpinismo en serio.

Por eso, ahora, en las carreras, sé que he llegado a mi tope.

Pero ni estoy decaido, ni venido abajo, ni triste, ni desanimado.

Os lo juro.

Es mi forma de ser. Soy feliz llegando al 85%.

Llegar al 100% requiere un nivel de compromiso, de esfuerzo y de dedicación tan grande que (casi) nunca me compensa.

¿Vale? Si estuviera mal… ¿habría hecho 25 kms. después de escribir esa entrada? No. Me habría ido a un bar y habría actuado como un Barfly cualquiera.

Lo que me sabe mal es no haber acompañado a Las Verdes, esta mañana, en su tirada. Pero tíos, es que estáis tres puntos por encima de mí!!!!!!!!

Un abrazo, colegas.

PD.- Antonio… ¡¡¡¡no cambies nunca!!! El mundo necesita de tipos como tú. Así avanza. Yo soy de los que acompañan.

 

 

PERFILES

Si ustedes son habituales al universo de las Redes Sociales, saben que hay que tener un Perfil. Unos lo completan más y otros menos.

 

Unos le ponen foto y otros no.

 

En Facebook, hasta hoy, yo era éste.

 

Desde hoy soy este otro.

 

Hay varias razones, además de que, así, estoy muy mono. ¿Se les ocurre alguna?

 

Lo hablamos.

 

Jesús Lens, mirando a febrero.

UN ANGEL LLAMADO AUDREY

Hoy comienza Retroback, el Festival de cine clásico de Granada, con esta mujer como protagonista absoluta. A ella le dedicamos esta semblanza, hoy, en las páginas de IDEAL. ¡Audrey vive!

 

Cuando ya llevaba varios años retirada, Steven Spielberg consiguió que volviera al cine. Y lo hizo en una película muy especial titulada «Para siempre», en la que interpretó el personaje de… un ángel. Audrey. No hace falta decir nada más para saber a quién nos referimos. No necesitamos escuchar su apellido para saber de quién hablamos. Audrey.

 

Icono de la cultura popular, entronizado por algunos de los papeles femeninos más memorables de la historia del cine, Audrey será, por siempre jamás, esa aparentemente sofisticada chica que se baja de un taxi, una madrugada cualquiera y, al son del «Moon river» de Henry Mancini, se dirige hacia el escaparate Tiffany`s, la joyería más exclusiva del mundo… para sacar un croissant y un café del bolso y regalarse un desayuno tan sencillo como fastuoso.

 

Ahí radica, posiblemente, el secreto del éxito atemporal y eterno de Audrey: la elegancia de la sencillez y la serena belleza de una mujer con aura, con ángel, con duende y con misterio. Una mujer a la que adoraban las cámaras y que sabía transmitir infinidad de sensaciones y matices a través de una expresividad que no necesitaba de mohines ni afectadas sobreactuaciones para cautivar a los espectadores.

 

Y lo curioso es que Audrey llegó a la interpretación por pura mala suerte: viviendo entre Bélgica y Holanda, siendo niña, estudiaba y ensayaba para ser bailarina de ballet. Sin embargo, las penurias de la II Guerra Mundial le provocaron severos estragos físicos en su delicado cuerpo, lo que, unido a las estrecheces económicas de su familia, la obligaron a olvidarse de la danza y a tener que elegir una nueva profesión, que para fortuna de sus millones de admiradores, fue la interpretación.

 

En 1953, cuando tenía veinticuatro tiernos años de edad, interpretó la primera de las películas que contribuirían a convertirla no sólo en una estrella sino en ese icono al que nos referíamos anteriormente. En «Vacaciones en Roma» daba vida a una princesa que, harta de una vida solemne, protocolaria, dirigida y aburrida, se soltaba la melena y, poniéndose en manos de un americano, se dedicaba a disfrutar durante unos días de la dolce vita italiana, descubriendo el goce de vivir y los placeres de la vida sencilla y cotidiana. Un canto a la frescura, a la naturalidad y a la belleza de una existencia sin artificios.

 

¿Y qué no decir de la deliciosa y entrañable vendedora de flores, Eliza Doolittle, protagonista de la famosa y multipremiada «My fair lady», que ganaría doce Óscar, incluyendo todos los grandes… con excepción hecha, paradójicamente, del de mejor actriz? En este memorable musical de George Cuckor, la transformación de su personaje es inverso: de ser una pobre mujer, fea y desaliñada, que apenas sabe ligar tres ininteligibles frases seguidas, la señorita Doolitle se transforma en toda una señorita, pulida y refinada, que acude a las carreras de Ascot. Y, sin embargo, una vez que los jueces dan el pistoletazo de salida y los caballos inician la competición, Eliza no puede reprimir sus emociones y se levanta de su asiento, gritando y jaleando a su caballo favorito. Una inaudita, divertida y reivindicativa muestra de espontaneidad en el encorsetado universo de las estrictas relaciones sociales británicas.

 

Y no podemos olvidar, por supuesto, esa «Historia de una monja» que no sólo terminó de consolidar a Audrey en el imaginario colectivo de los cinéfilos de todo el mundo como representación iconográfica de la bondad y el compromiso sino que, al haber interpretado a un personaje que tanto tenía que ver con su propia biografía, la actriz se vio profundamente conmovida hasta el punto de que, desde entonces, empezó a colaborar con pasión en distintas iniciativas sociales y solidarias.

 

Por esta labor fue nombrada embajadora especial de la UNICEF, trabajando con denuedo en favor de la educación de los menores más desfavorecidos de todo el mundo. De hecho, gravemente enferma y completamente desahuciada, tres meses antes de su muerte viajó hasta Somalia para enviar un mensaje de apoyo y solidaridad a los niños de uno de los países más pobres del mundo. No es de extrañar que, años después de su fallecimiento, la UNICEF erigiera una estatua de la actriz y la instalase en su sede central de Nueva York.

 

Es muy significativo que la imagen de Audrey, como ocurriera con su entrada en el mundo de la interpretación, también comenzara a generarse por un divertido error: Cuando había firmado su contrato para participar en «Sabrina», el estudio la mandó al célebre diseñador Givenchy para que empezase a preparar el vestuario que luciría en la película.

 

A aquél le habían dicho que el papel principal de la comedia lo iba a interpretar Miss Hepburn y él entendió que se trataba de la otra Hepburn: Katherine. Por eso, cuando el diseñador se encontró con una jovencita desgarbada a la que no conocía, montó en cólera y se negó en redondo a trabajar con ella.

 

Givenchy no tardó, sin embargo, en cambiar de opinión. De hecho, no sólo la vistió majestuosamente para «Sabrina» sino que terminaría siendo íntimo amigo de Audrey y creando para ella un perfume especial: L’Interdit. La actriz, convertida ya en una celebridad, ya se mantendría toda su vida fiel al diseñador que había contribuido de forma decisiva a consolidar esa imagen pública de naturalidad sin estridencias y de una belleza natural que no necesitaba de joyas o caros complementos para refulgir como la estrella que era.      

 

Con el paso del tiempo, el recuerdo de Audrey ha pervive en el imaginario colectivo de millones de aficionados al cine que siguen adorándola. Terminamos con una evocación de Audrey, en palabras de uno de esos secretos admiradores que decoran orgullosamente su despacho con el retrato de la actriz: «es la mujer a la que hubiera amado toda la vida a cambio de absolutamente nada. O menos. Es la belleza…el único ser sobre la tierra, debajo de ella o en las nubes, al que te quedarías mirando toda la vida y luego el resto de la eternidad… porque los ángeles tienen su rostro.»     

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

HOMBRES DEL 2009

 Si alguien no sabe quién ha sido el hombre de enero, sería para darle una colleja… o un premio 🙂

 

Pero… ¿Saben quién será el hombre de febrero? Es un tipo peligroso, duro, correoso… Tengan cuidado si lo ven por Barcelona, camuflado en los fastos de la ya inminente BCNegra

 

Hablamos de Michael Connelly, cuya obra más caliente ya está editada en bolsillo, en Roca Editorial.

 

No lo duden: Connelly es nuestro hombre.

 

Jesús Lens