CUAVERSOS: ÁLVARO MUTIS & MAQROLL EL GAVIERO

Una vez compré un libro de Siruela que reunía todas las novelas y relatos de Maqroll el Gaviero, personaje mítico surgido de la fértil imaginación de Álvaro Mutis. La idea era leer una o un par de las narraciones, pasar de Maqroll, Abdul Bashur e Ilona temporalmente y, después, volver sobre ellos.

 

Fue imposible. El universo de Maqroll me atrapó, me abdujo y hasta que no leí la última página de la última historia, ya no paré. Después, me dio depresión.

 

Hace unos días, rebuscando entre los anaqueles de una librería, di con la «Summa de Maqroll el Gaviero» y me dieron palpitaciones. Se trata de la poesía reunida que tiene que ver con un personaje que es más grande que la vida. Y aquí les dejo este desasosegante

 

BREVE POEMA DE VIAJE.

 

Desde la plataforma del último vagón

has venido absorta en la huída del paisaje.

Si al pasar por una avenida de eucaliptos

advertiste cómo el tren parecía entrar

en una catedral olorosa a tisana y a fiebre;

si llevas una blusa que abriste

a causa del calor,

dejando una parte de tus pechos descubierta;

si el tren ha ido descendiendo

hacia las ardientes sabanas en donde el aire se queda

detenido y las aguas exhiben una nata verdinosa,

que denuncia su extrema quietud

y la inutilidad de su presencia;

si sueñas en la estación final

como un gran recinto de cristales opacos

en donde los ruidos tienen

el eco desvelado de las clínicas;

si has arrojado a lo largo de la vía

la piel marchita de frutos de alba pulpa;

si al orinar dejaste sobre el rojizo balasto

la huella de una humedad fugaz

lamida por los gusanos de la luz;

si el viaje persiste por días y semanas,

si nadie te habla y, adentro,

en los vagones atestados de comerciantes y peregrinos,

te llaman por todos los nombres de la tierra,

si es así,

no habré esperado en vano

en el breve dintel del cloroformo

y entraré amparado por una cierta esperanza.

RETROBACK: MITOMANÍA CONTRA LA CRISIS

Es día de Cuaversos, pero la actualidad manda y hoy publicamos estas notas en IDEAL que, espero, les gusten. Los Cuaversos, por la tarde.

Organizar por primera vez cualquier evento siempre conlleva una grandísima dosis de ansiedad, nervios e inseguridad. ¿Saldrá bien? ¿Responderá la gente? ¿Habremos acertado?

 

Con la primera edición de Retroback, el Festival de Cine Clásico de Granada, sus responsables, organizadores y patrocinadores pueden estar tranquilos porque, desde luego, han dado de lleno en el clavo: repercusión mediática, interés en las calles, salas llenas de espectadores y colas en la exposición principal del evento.

 

Y es que cruzar la plaza del Humilladero y enfrentar la Carrera de la Virgen, paseando sobre esa inmensa alfombra roja y esos carteles de cine de tamaño gigante, es un atractivo preámbulo a lo que espera tanto a los cinéfilos compulsivos, como a los más sencillos aficionados al cine y a todos los viandantes y ciudadanos en general que estos días andan por Granada.

 

Porque el gran éxito de Retroback ha sido, precisamente, llegar a todo el mundo. Y eso, desde luego, no es fácil. Ni mucho menos.

 

Los frikis más recalcitrantes están disfrutando con una ambiciosa «Antología del cine fantástico italiano» que mezcla sangre y vísceras con erotismo de alto voltaje, perversiones varias y un humor de tintes surrealistas. Un cine osado y valiente que ahora puede parecer minoritario, pero cuyos orígenes fueron ciertamente populares, fiesteros y bullangueros, cuando lo políticamente correcto no había hecho su irrupción en el mundo. Al menos, en el mundo latino y mediterráneo.

 

Los aficionados al cine están viendo, en pantalla grande y en versión original, las películas de directores como Fellini, Polanski, Hawks o Melville y, todo el mundo, hasta las personas más reacias a pisar los modernos complejos de multicines, se han reconciliado con la magia de la sala oscura, disfrutando de clásicos imperecederos de estrellas como Audrey Hepburn, auténtica y afortunada protagonista de esta primera edición de Retroback.

 

¡Qué gusto, ir un lunes a las 20.30 al cine y encontrar un llenazo casi absoluto para ver «El quimérico inquilino», de Polanski, en versión original! ¡Qué emoción, tener que hacer cola para comprar una entrada para «Vacaciones en Roma»!

 

David, un espectador, nos dice lo siguiente sobre la sesión dominical de Retroback: «pese a que por Internet sólo había seis asientos vendidos para «Los que no perdonan», me llevé la grata sorpresa de encontrar a unas cuarenta personas, a las seis de la tarde de un día de perros, para ver una película antigua en VOS. Una gozada ver la película a lo grande. Tanto que se perdona que, ya fuese por la copia o por dificultades de proyección, tuviese cortes entre los siete rollos que componían la cinta, dando la sensación de estar viendo un serial. ¡Ah! Y para la sesión siguiente, para la película de Kuroneko, creo que había incluso más gente. Además, el puesto de información del Festival se había quedado sin Programas, lo que permite augurar una presencia masiva de espectadores en las salas durante los próximos días.»

 

Y si la programación cinematográfica ha sido un éxito, las actividades paralelas a la misma también han concitado el interés de los granadinos. La exposición sobre Audrey Hepburn (cuya semblanza publicamos el pasado sábado) ha hecho que se formen colas en sus puertas, aunque en este caso, sí hay claroscuros. Nos dice Sylvia, una aficionada con un sorprendente parecido físico a la estrella: «la exposición me pareció bastante escasilla de documentos y fotos. Los tres vestidos y el abrigo, muy bonitos, pero podían haber añadido una foto de Audrey luciéndolos, para recordar cómo le quedaban. Lo que daba más envidia era que proyectaban un vídeo con otra exposición en que sí había cientos de fotos y muchos más objetos. Además, las gafas no eran las auténticas, las que usaba en la película, sino unas que llevan la propia marca de la actriz. Los carteles de sus películas en distintas versiones sí que eran chulísimos.»

 

En cualquier caso, esta primera edición de Retroback está siendo un éxito rotundo que hace augurar (y desear) larga vida a un Festival que ha sabido conectar con el público y acertar con una programación para todos los gustos, concitando el interés de miles de personas a través de las exposiciones paralelas y consiguiendo que, en estos tiempos de crisis y recesión, la gente vuelva a encontrar en la mitomanía del cine una válvula de escape para sus problemas cotidianos.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

BOSTON LEGAL: RAROS & FREAKS

Hoy me han llamado raro. Otra vez.

Con todo cariño, para todos los raros del mundo,

Una nueva perla de sabiduría proveniente de Boston Legal.

A ver si os gusta más que la de la risa

 

El caso que había llevado Alan Shore atañía a una niña brillante, gran estudiante y mejor dibujante, que, por un accidente, no podía sonreír, en el sentido físico de la expresión.

 

Por ese defecto orgánico, no la querían aceptar en un colegio muy exclusivo, dado que la consideraban «anormal».

 

Cuando termina el caso, Alan Shore habla con ella:

 

  • ¿Has oído hablar de un filósofo griego llamado Epícteto?
  • No.
  • Era un hombre gracioso. Tenía una cierta alegría en el vivir. Epícteto comparaba a la gente normal con los hilos blancos de una toga: indistinguibles. Él quería ser el hilo púrpura de la toga, esa parte brillante que hace que todo lo demás parezca elegante y hermoso.

¿Por qué – se preguntaba Epícteto- me pedís que sea como la mayoría? Si lo hago, ¿cómo puedo seguir siendo púrpura?

 

La niña responde:

 

  • A veces, ser púrpura duele un poco.

 

Alan sólo se lleva las manos a su regazo y, cruzando una pierna sobre otra, concluye, mirando al vacío:

 

  • Sí.

 

Y la cámara se aleja.

 

FIN

DE SASTRE

Acabo de tener un problemón con mi sastre.

 

Uf. Ya está dicho. ¡Ay!

 

Ya me he quedado descansando. Porque siempre quise decir eso de «mi sastre». Yo, que soy un desastre para la ropa y que tiendo a ir siempre de lo más desastrado, siempre admiré a la gente que tenía un sastre y cuidaba primorosamente su imagen. Eso de que un señor atildado, metro en mano, fuese anotando mis medidas para confeccionarme un traje a medida, siempre me pareció algo parecido a la ciencia ficción, la verdad, que yo soy chico Prêt-à-Porter y, además, de rebajas.

 

Pero llegó una boda. Y no era una boda cualquiera. Y fui al sastre, quién me confeccionó un traje oscuro a medida la mar de resultón.

 

Y pasa lo que pasa: te lo pones en la boda, luego lo repites en otra boda, y como tus amigos, básicamente, ya se han casado todos y andan teniendo churumbeles como descosidos; el traje se queda colgado de una percha, durmiendo el sueño de los justos.

 

De repente, año y medio después, llega un acontecimiento que te recuerda al pobre traje, arrumbado en el armario, más mustio y aburrido que un pimiento colorao colgando del tinao de una casa alpujarreña. Abrí la puerta corredera, saqué la prenda de su funda, me la probé… y el alma se me cayera a los pies. Bueno, más que el alma, fue el propio pantalón el que, en cuanto me descuidé, se me vino abajo, dejándome las vergüenzas al aire.

 

Tantos meses corriendo desaforadamente han terminado por dejarme algo escurrido y el traje, hecho a medida y tal y tal y tal… me quedaba más raro que una hamburguesa con ketchup en el menú de El Bulli. Por tanto, decidí llevarlo a la tienda en que lo compré para que me lo arreglara. «Mi» sastre.  

 

El hombre me vio entrar. Cogió el traje y pensó que apenas tendría que cambiarle los botones y arreglarle los picos para convertirlo en una pieza más convencional.

 

  • – También haría falta que le metiera un poco el ancho del pantalón…
  • – Entonces tienes que pasar al probador- me dijo, solícito y sonriente.

 

Pasé, me puse la prenda y esperé a que el hombre viniera.

 

Ya desde lejos pude intuir que el hombre se ponía hecho un basilisco, al verme sujetar «su» pantalón con las manos.

 

  • – ¿Un poco?
  • – ¿Perdón?
  • – Que no voy a tener que meterle un poco, sino un mucho- dijo mientras empezaba a blandir unos alfileres.

 

A mí, a qué negarlo, todo aquello me estaba provocando una intensa satisfacción. A fin de cuentas, me encanta estar delgado. Es verdad que he vuelto a recuperar un par de kilitos tras la Navidad, pero mola eso de haberse dejado siete u ocho por los caminos de la Fuente de la Bicha en los últimos meses.

 

  • – …¿…vestido… usted… traje… estos meses?- medio escuché al hombre, al que no estaba prestando atención.
  • – Ehhhh… sí- respondí sin saber exactamente a qué.

 

Entonces, un pinchazo sañudo me sacó de mis ensoñaciones. Un pinchazo que fue como… bueno, no sé qué metáfora utilizar en este caso ya que «fue como si le clavaran un alfiler» es la gran metáfora por antonomasia.

 

  • – Pues no debería haber llevado mi traje de esta forma tan deslabazada y poco elegante. Tendría que haberlo traído para que se lo arreglara.

 

De repente, ya no me tuteaba.

 

  • – Haga el favor de probarse la chaqueta.
  • – No, si yo creo que con meterle un poquillo el ancho al pantalón…
  • – ¡Que se ponga la chaqueta!- bramó.

 

Totalmente acojonado, me la puse. Y vi cómo los alfileres volaban de nuevo frente a mí, como micromisiles de crucero que amenazaban con impactar contra mi cuerpo.

 

  • – Llevar mi traje, hecho a medida, dos o tres tallas más grande… qué desconsideración por el trabajo de uno- musitaba el sastre mientras prendía alfileres por toda la chaqueta.
  • – Tampoco me lo vaya a ajustar mucho, que en unos meses volveré a coger unos kilos…
  • – ¡Pues lo trae usted de nuevo y se vuelve a arreglar, hombre de Dios!

 

Y otro pinchazo, esta vez en los lomos de la espalda, me hizo enfundar la lengua de una vez por todas.

 

Un de-sastre completo, mi primera y presumiblemente última aventura con la ropa hecha a medida. Con lo bien que estoy yo con mi ropa de toda la vida…  

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.         

¡NO HA VISTO «CASABLANCA»!

Hoy he descubierto que tengo una Amiga que no ha visto «Casablanca».

 

Me he quedado helado.

 

Es una persona estupenda, lectora contumaz y habitual de las salas de cine. Y Amiga mía. Al menos, hasta ahora.

 

Porque, ¿se puede ser Amigo de alguien que no ha visto «Casablanca»?

 

Me cuesta creerlo. Me cuesta aceptarlo. Me cuesta admitirlo.

 

Y, sobre todo, me cuesta entenderlo.

 

Yo creo que uno puede ser perfectamente feliz sin haber visto «Ciudadano Kane», considerada históricamente como la mejor película de la historia del cine. Entiendo que haya quién no haya visto «El padrino» o «Centauros del desierto». Vale. Lo admito.

 

Es razonable vivir sin haber leído a Capote, Dostoievski o Jack Kerouac. Me parece perfectamente posible que haya quién pase olímpicamente de escuchar a Miles Davis y Oscar Peterson o de ver «Las Meninas» y «El jardín de las delicias».

 

Pero ¿se puede vivir sin haber visto «Casablanca»?

 

Igual que no conozco a nadie que no haya entrado en El Corte Inglés, pensaba que todos mis amigos y conocidos habían visto «Casablanca».

 

Y ahora me entero de que no.

 

Y me he quedado estupefacto, patidifuso, helado, mudo… porque, y repito el auténtico quid de la cuestión: ¿Se puede ser Amigo de alguien que no haya visto «Casablanca»?

 

Una Amistad se tambalea, en precario equilibrio… ¿qué hacer?

 

Item más, y paso pelota: ¿qué película/libro/disco consideran ustedes tan importante y trascendente como para replantearse su Amistad con alguien que no la haya visto/leído/escuchado?

 

Jesús Lens.