Comercio y factor humano

Ayer estaba intercambiando güasaps con mi colega de trabajo -y sin embargo amigo- Gustavo Gómez, cuando me escribió lo siguiente: “¿hablamos por teléfono, como personas normales?”

Partiendo de la base de que no tengo muy claro que hablar por teléfono sea algo normal; lo embarullado del momento en que nos encontramos nos llevó a quedar para echar un café o una cerveza y seguir resolviendo nuestras cuitas cara a cara, conversando a la antigua usanza. Y esto sí que empieza a no ser normal en absoluto.

Estoy seguro de haber escrito otras columnas con el socorrido mantra de “El factor humano”. Parafrasear a Graham Greene y citar el evocador título de su novela nos permite bajar al suelo cualquier tema y centrarlo de forma inmediata. Por ejemplo, el comercio.

En la época del comercio electrónico, los portales de venta, las grandes cadenas de distribución, Amazon, los centros comerciales y un inmenso e inabarcable etcétera; Jorge Pastor nos deleitó ayer con un maravilloso reportaje sobre comercios tradicionales de Granada que llevan tanto tiempo con nosotros que deberían ser considerados como arte urbano en sí mismos. (Leer AQUÍ)

Estoy muy de acuerdo con el arquitecto Juan Carlos García de los Reyes, experto urbanista: hay que catalogar este tipo de negocios y trabajar por su protección, como si fueran un BIC: Bienes de Interés Cultural. O, si me permiten la exageración, comercios en peligro de extinción, como los linces; por su valor etnográfico.

Resulta una contradicción que la gentrificación y la presión urbanística contribuyan al cierre de comercios tradicionales que funcionan para, después, abrir museos etnográficos que recuperen la memoria de los oficios perdidos.

Lo comentamos hace unas semanas, tras el cierre de las Bodegas Espadafor: hay locales, tiendas y comercios que humanizan las ciudades. Que contribuyen a hacerlas más cálidas y, gracias a sus raíces, su historia y su tradición; a hacerlas singulares, únicas y diferentes. Ciudades con personalidad. (Lean AQUÍ)

Lo sé. Es ir contra el signo de unos tiempos en los que el poder de las franquicias y del comercio electrónico es omnímodo, pero me da igual. Y cuando leo reportajes como el de Jorge, me reafirmo en que ser conservacionistas en determinados aspectos no está en absoluto reñido con mirar hacia delante.

Jesús Lens

24 emociones

Efectivamente, la exposición “Génesis, tierra y piel”, que se puede disfrutar en el Cuarto Real de Santo Domingo, nos regala 24 emociones: una por cada fotografía. Una… al menos. Porque a mí, algunas de las instantáneas de Charo Guijarro y Jorge Pastor me han provocado más de una y más de dos emociones…

La exposición, a su paso por Úbeda

El concepto del que parten Charo y Jorge sitúa el cuerpo desnudo o semidesnudo de una persona en mitad de un paisaje, para mostrar la vulnerabilidad y la finitud del ser humano frente a los elementos primigenios de la naturaleza. Un ser finito y minúsculo dotado de una enorme voracidad. Un ser anecdótico en el devenir del tiempo, empeñado en dejar su huella, a toda costa, con todo lo que ello significa.

Hacer historia y dejar huella es una tentación que puede elevar a la humanidad hasta sus más altas cotas, a conseguir logros de importancia sin igual; que precipitarla hasta lo más profundo del infierno, a provocar desastres sin límites. Nuestra historia es fértil y nos proporciona mil y un ejemplos en ambos sentidos.

Por eso, la fotografía de una mujer frente a un árbol con quinientos años de vida resulta tan elocuente. O la imagen de un hombre que mira a la cámara con el rictus amenazante de un Monstruo de Gila, apasionante reptil que puede pasar años sin beber agua.

Un cuerpo que surge de los surcos de una tierra profundamente marrón o que yace tumbado, en posición fetal, entre la hierba y bajo los árboles. Cuerpos, en fin, que se convierten en estalactitas o en las ramas desnudas de un árbol, cimbreándose al viento.

“Génesis, tierra y piel” invita al espectador a sumergirse, también, en un universo natural violentado por lo artificial, a través de hermosas imágenes con enorme capacidad de evocación. Una carretera interminable que parte de los ojos de una mujer o la estela de un tren que, a toda velocidad, interfiere en el horizonte.

El trabajo de Charo Guijarro y Jorge Pastor es bello por sí mismo, pero también es reflexivo y provocador, como siempre debe ser el arte. Es una invitación a ver y a mirar, a descubrir y conocer a través de la lente de los artistas, pero también lleva a pensar qué y cómo es esa Tierra de la que todos venimos y a la que todos volveremos.

Jesús Lens

Infraestructuras al cuadrado

Soy muy pesado e insistente con el tema, pero el lenguaje no es neutro ni las palabras son inocentes. Por ejemplo, trabajemos hoy sobre el concepto de infraestructuras, aplicado a la Granada contemporánea.

Foto de Jorge Pastor

Infra es un prefijo latino que significa debajo y por infraestructura se conoce al conjunto de elementos o servicios necesarios para el funcionamiento de una organización o para el desarrollo de una actividad. Hablamos, pues, de la base, de los pilares fundamentales que sostienen cualquier proyecto.

 

En Granada, sin embargo, el concepto de infraestructura riza el rizo etimológico y decide apostar a la grande. Que, en este caso, es hacerlo a la chica. Porque Granada está a la cola de la inversión en infraestructuras en Andalucía y se sitúa en el antepenúltimo puesto de España, como leíamos ayer en IDEAL, en este documentado trabajo de Jorge Pastor.

En dos palabras: padecemos una lamentable y patética situación de infra-infraestructuras. Y eso, siendo una de las provincias con menor riqueza de España, debería darnos que pensar.

 

¿En qué están nuestros congresistas; diputados y senadores? Más allá de en defender a la quisquilla de Motril, quiero decir. ¿En qué están nuestros parlamentarios autonómicos? Y cuando digo “nuestros”, me refiero a los de usted y a los míos. A los que ocupan escaño en Sevilla y en Madrid, representando los intereses de Granada, al margen de partidos e ideologías.

 

El 155, esa cifra que actúa a modo de venda delante de los ojos, lo eclipsa todo. Miles y miles de horas invertidas en hablar, debatir, reflexionar, discutir, vociferar e insultar a cuenta del Procés. Del desafío nacionalista. De como demonios quieran ustedes llamarlo.

Mientras, entre el flamear de banderas y las polémicas sobre los himnos, Granada sigue siendo el culo del mundo, un infralugar que ocupa los puestos más bajos en cualquier ranking, estadística o clasificación que verse sobre riqueza, renta, empleo o inversión.

 

Parece que los empresarios están que trinan y van a hacer público un documento sobre todo lo que hace falta en Granada para seguir creciendo, promovido por la Cámara de Comercio y el Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos.

 

A ver si cuando salga, nuestros representantes políticos tienen ocasión de echarle un vistazo, entre sesión y sesión en defensa de la denominación de origen de la exquisita quisquilla de Motril o del estudio sobre las cualidades del espeto de sardinas para ser considerado Patrimonio de la Humanidad.

 

Jesús Lens

Ruinas lorquianas

¿Habrá vuelto Francisco Cuenca a visitar la Huerta de San Vicente, desde que es alcalde? A visitarla para conocer su actual estado, me refiero, que pueden conocer en este modélico reportaje de Jorge Pastor. Porque, cuando estaba en la oposición, bien que iba a la residencia de verano de Federico García Lorca para denunciar su lamentable aspecto. (Igual que acaba de hacer el PP, lo que me ha llevado a escribir esta otra columna en IDEAL, criticando su oportunismo)

Foto: Cadena SER

Debe ser complicado ser Francisco Cuenca. Y tiene que ser ingrato pasar de la oposición al gobierno municipal para, de repente, encontrarte con la responsabilidad de arreglar todos los desaguisados que denunciabas y de cumplir todas las promesas que hacías en las visitas a los barrios de la ciudad.

Leo que, en julio de 2015, Juan García Montero, concejal de cultura del PP, tildaba de manipulación las acusaciones realizadas por el PSOE acerca del bochornoso estado de la Huerta de San Vicente, anunciando que estaba previsto acometer, entre otras, las obras de climatización de un espacio emblemático de nuestra ciudad.

“Después de un año he vuelto a la Huerta de San Vicente, tal vez porque desde los atentados de Barcelona no hago más que escuchar y leer las palabras que Lorca escribió sobre las Ramblas. El calor era sofocante, una chica se desplomó en la habitación de la planta alta, sin que la persona que atendía al público se alterara demasiado: “Es la sexta en lo que llevamos de verano”, me dijo con toda normalidad. He preguntado por qué no se arregla la casa y la respuesta ha sido un levantar de hombros resignado. Así somos”.

Extraordinaria la Carta al Director enviada por Teresa García García a IDEAL el pasado jueves 31. Extraordinaria, dolorosa y muy, muy representativa de la relación de Granada con todo lo referente a Lorca: se nos llena la boca con él y lo celebramos de acontecimiento en acontecimiento, de efeméride en efeméride; pero a la hora de cuidar su patrimonio, no es más que un engorroso incordio, como la última polémica del derribado Hotel Montecarlo vino a demostrar y de lo que hablé en esta otra columna de IDEAL, hace unas semanas.

Foto: El País

¿Cómo es posible que no haya dinero para adecentar la Huerta de San Vicente? Sí. El Ayuntamiento está en ruina y los presupuestos están congelados, pero la Concejalía de Cultura sabe dónde rascar cuándo algo le interesa realmente. Y, a la vista está, la Huerta de San Vicente no se encuentra entre sus prioridades, por mucho que María de Leyva muestre una “tremenda preocupación” y pida disculpas porque las cosas sigan tal cual.

Jesús Lens