Antirresurrección

Vosotros bien sabéis que a mí, los zombies, me ponen. No es solo que haya paladeado todos y cada uno de los episodios de “The walking dead”, es que me habéis leído reseñas como ésta de Carlos Sisí y, hace unos meses, había quién se llevaba las manos a la cabeza con este relato que era todo un canto a la esperanza: Be Zombie My Friend!

En lo más crudo de la cruda crisis publicábamos este pasaje de la última novela de Juan Ramón Biedma, un párrafo con múltiples lecturas y que define muy bien esa teoría según la cual, tras el reinado de los vampiros (esos superejecutivos agresivos) y una vez chupada toda la sangre que era posible chupar, el paisaje después de la batalla al que asistimos es, precisamente, el de los muertos vivientes condenados a errar por el mundo sin objetivo o propósito alguno.

¡Pues claro que los zombis están de moda! En el reinado de los Mercados, en el imperio de la Prima de Riesgo y el Bono Basura, el muerto en vida, el caminante sin rumbo, plan o destino es la respuesta.

Por todo ello, que Juan Ramón Biedma haya escrito una novela de zombies, en Sevilla, es una deriva natural de su prosa ponzoñosa, ácida, dura y corrosiva como un chorreón de hierro fundido volcado al rojo vivo sobre los ojos incrédulos de un lector que, en “Antiresurrección”, encontrará suficientes motivos y recursos literarios y estilísticos para, con las tripas revueltas, no pegar ojo en noches que, sin embargo, estarán pobladas de pesadillas.

Efectivamente, Juan Ramón Biedma es un monstruo. Con todas las de la ley, con todas las letras. Una bestia de la literatura que no encuentra límites para una imaginación repleta de fantasmas, vísceras, dolor, crueldad y negritud, física y espiritual. Una imaginación, a la vez, abisalmente tierna y romántica, como todos los que tenemos la suerte de conocerle podemos atestiguar. Porque, en este mundo nuestro, las novias más guapas son siempre las que visten de negro.

Ahora que todas las webs, blogs y muros de Facebook vienen rebosantes de frases y conceptos de autoayuda, superación y optimismo; yo recomiendo una buena dosis de “Antirresurrección” y de Juan Ramón Biedma para saber cómo enfrentarse, de verdad, a este mundo que nos está quedando.

Un mundo áspero, duro y hostil en el que solo saben manejarse tipos tan éticamente dudosos como Chokos, el amortajador; Artizar la detective privado yonqui; o Trespalacios, un policía que sobrevivió a un disparo en la cabeza y que continuamente se pregunta por qué, esa mañana, no siguió adelante con su impulso de rebanarse el cuello mientras se afeitaba.

No. La Sevilla de Biedma no es la Sevilla de los polígonos y los descampados que cualquier campaña de excelencia turística trataría de ocultar. Por desgracia, la Sevilla de Biedma, muerta, corrupta y blindada para evitar la entrada de la carroña en su casco antiguo, es una Sevilla universal y reconocible en los muros de esta Europa nuestra que empieza a apestar por los cuatro costados.

En “Antirresurrección”, Biedma ha escrito su novela más desoladoramente realista hasta la fecha (ejemplo, en este párrafo). Pero, como nos gusta ser avestruces, preferimos pensar que eso de los zombies es algo monstruoso, propio de freaks y de la ciencia ficción.

Y, sin embargo, nada más apegado a la realidad de estos tiempos que hordas de personas sin otro objetivo en su muerte en vida que la de llevarse un trozo de carne a la boca.

Jesús zombi Lens