Tiros libres

Esto de tener una columna diaria, como hemos comentado en otras ocasiones, es una responsabilidad y una obligación. Pero, por encima de todo, es un placer, un vicio y una adicción.

Si ustedes me siguen de forma habitual, sabrán que cada poco tiempo hablo de baloncesto. Antes seguía algo de atletismo, ciclismo, boxeo e incluso fútbol. De un tiempo a esta parte, sin embargo, invierto en baloncesto el 100% del tiempo que le dedico al deporte. Es el que mejor conozco, el que más me gusta… y al que insulto de vez en cuando, calzándome las botas, enfundándome la camiseta y compartiendo canastas, tapones, rebotes, personales y contraataques con los colegas.

 

Del baloncesto me gusta el juego, por supuesto. Pero, sobre todo, me encanta que sea un deporte de equipo en el que cabe la vida entera, con infinidad de lecturas transversales que van más allá de lo puramente deportivo. De ahí que, periódicamente, lo utilice como referencia, como metáfora de otras mil y una cuestiones.

 

Así, de vez en cuando fantaseo con el título que le pondría a una hipotética columna semanal dedicada al mundo de la canasta. Y empezaron a surgirme tantos nombres, chulos y molones, que me costaría decidirme por uno.

 

Rebote en ataque. ¡No me digan que no tiene lecturas y connotaciones, una expresión como rebote en ataque! Porque un rebote, además de un balón rechazado por el aro, puede ser un cabreo, un mosqueo, un enfado. Y todo ello, en actitud belicosa y ofensiva. ¡Miedito!

Defensa en zona. Porque está la individual, que suena a defensa personal, vigorosa y atlética. Pero, ¿no resulta de lo más evocadora una expresión como defensa en zona, todos unidos por lo nuestro?

 

Y están, por supuesto, esos tiros libres con los que he titulado esta columna. Para un amante del Noir como yo, hablar de tiros es como estar en casa, aunque (apenas) haya disparado en mi vida y, desde la línea de personal, sea un mazo. Pero me gusta eso de los tiros. Sobre todo, que sean libres, referencia indispensable a una de las palabras más hermosas del idioma español.

También he pensado en Campo atrás, Salto entre dos o Tiempo muerto… ¿ven ustedes la de posibilidades que ofrece el baloncesto? Pero creo que, de entre todas ellas y si tuviera que elegir, me quedaría con Tiros Libres.

 

Jesús Lens

Black Mirror Noir

El éxito o el fracaso de una película depende de dos factores: la recepción de la crítica,  durante el estreno y la recaudación en taquilla. Con las series de televisión y desde la llegada de las plataformas digitales, la cosa es muy diferente: influyen las críticas y el número de espectadores acumulados, por supuesto. Pero, para conocer el auténtico impacto de una serie, el dato realmente relevante es su capacidad de generar debate y conversación.

El cine, con muy escasas excepciones, ha perdido ese papel preponderante. Resulta poco habitual que los medios de comunicación utilicen películas de estreno como referente a la hora de contextualizar o ilustrar debates, tribunas o columnas de opinión. Las series de televisión, sin embargo, son el gran paradigma que está en boca de todos, un fenómeno sociológico que va más allá de lo audiovisual.

 

Y en ese marco referencial, Black Mirror se ha convertido en LA serie por excelencia. El estreno de cada nueva temporada genera conversación, análisis y controversia y cada episodio puede ser analizado desde mil y una perspectivas diferentes.

Así, el estreno de la cuarta temporada, en plena Navidad, nos ha traído seis episodios muy, muy potentes y diferentes entre sí, protagonizados por esa amenazante tecnología que cada vez ocupa más espacio en nuestra vida. Tal y como señala Charlie Brooker, su creador y guionista, “cada episodio tiene un tono diferente, un entorno diferente, incluso una realidad diferente, pero todos tratan sobre la forma en que vivimos ahora y la forma en que podríamos estar viviendo en 10 minutos… si somos torpes”.

 

La gran particularidad de “Black Mirror”, lo que la hace radicalmente diferente y original a otras series basadas en un futuro distópico, es que cada episodio es único, independiente y autoconclusivo, contando una historia diferente que transcurre en escenarios y paisajes alejados entre sí. De esa manera, los actores son distintos y cada episodio cuenta con un director específico. Por ejemplo, Jodie Foster, realizadora de esa joya titulada “Arkangel”, uno de los mejores capítulos de la recién estrenada T4 y que les recomiendo encendidamente. Sobre todo, a las personas con hijos a su cargo.

De los seis extraordinarios episodios de la T4, que ya están en Netflix, hay dos de temática puramente Noir: “Cocodrilo” y “Black Museum”. El primero, dirigido por un director tan solvente como John Hillcoat (“La carretera”, “Sin ley”), le da una interesante vuelta de tuerca a uno de los temas clásicos por excelencia del género negro más fatalista: las consecuencias de una toma de decisión equivocada tras un accidente.

 

Un episodio en el que la cuestión tecnológica ya estaba tratada en uno de los capítulos de la primera temporada, jugando con los potenciales peligros de tener a nuestra disposición una prodigiosa memoria que lo retiene todo, todito, todo; incluso cosas que ni siquiera sabíamos… que sabíamos. Filmado en una Islandia austera y opresiva, “Cocodrilo” hará las delicias de los aficionados al Noir… siempre que obvien la relación entre el físico de la actriz protagonista, una excelente Andrea Riseborough, y algunas de las cosillas que Brooker & Hillcoat la obligan a hacer.

Y luego está ese “Black Museum”, un episodio enciclopédico que, como su propio nombre indica, se convierte en compendio esencial de la filosofía que subyace bajo la etiqueta de “Black Mirror”. Se trata de un episodio que trenza tres hilos argumentales distintos para desembocar en el final más duro, perverso, cruel, canalla, oscuro y sensacional que se pueda imaginar.

 

“Black Museum” es un soberbio tour de force argumental que, filmado a caballo entre Málaga y el desierto de Tabernas, nos ofrece un triple menú de alarmante desarrollo tecnológico, aplicado a tres personajes diferentes: un médico que puede sentir exactamente lo mismo que sienten sus pacientes, lo que desemboca en una terrible adicción; un amante esposo que lleva a su mujer dentro de su cabeza después de que quedara en coma; y un holograma con la conciencia de un asesino condenado a muerte.

Sé que, así explicado, es complicado de entender. Por no decir imposible. Y ahí radica una de las grandes virtudes de “Black Mirror”: hay que verla, hay que lanzarse de cabeza a ese Espejo Negro que es la televisión para disfrutar de la experiencia. Para sentirla. Para padecerla. En el mejor sentido de la expresión.

Muchas veces me he sentido ridículo, en la barra del bar, explicando a los amigos el argumento de tal o de cuál episodio de “Black Mirror”, empezando por aquel primero del cerdo y del Primer Ministro británico. Pero en pantalla, funciona. Funciona hasta el punto de que, en muchas ocasiones, al leer noticias sobre sorprendentes avances tecnológicos llamados a cambiarnos la vida, nos suenan a conocidos… porque Charlie Brooker ya los había imaginado antes.

 

Créanme: la exposición a “Black Mirror” genera adicción y, en convreto, las atracciones que encierra el “Black Museum” no les van a dejar en absoluto indiferentes.

 

Jesús Lens

Encuestas inflamables

Para aliviarnos de la supuesta melancolía de ayer lunes, el día más triste del año según no sé qué sesudo estudio, una encuesta realizada por el Grupo Viva y Ondaluz sobre intención de voto en Granada corrió como la pólvora, de móvil en móvil y de ordenador en ordenador.

Tres conclusiones fundamentales se desprendían de la misma: el PSOE ganaría las elecciones municipales, Ciudadanos experimentaría en clave local el mismo burbujeo que a nivel nacional y el PP se hundiría estrepitosamente, lastrado por el peso muerto de la corrupción y la ruina en que dejó sumido al consistorio granadino. Un auténtico Blue Monday, para el partido del Azul y la Gaviota…

 

Aunque todo el mundo sabe lo que es una encuesta, de un tiempo a esta parte las manejamos como si fueran material inflamable, con la misma cautela que emplearíamos al manipular un explosivo altamente inestable. Y es que la experiencia ya nos ha enseñado que una encuesta es ese diabólico instrumento que convierte en presidente por un día a Pablo Iglesias o a Albert Rivera para que, al final, sea Rajoy quien vuelva a dormir en Moncloa.

 

En el caso de Granada, además de todas las prevenciones habituales sobre las encuestas, al sondeo de SW Demoscopia hay que añadirle una importante variable distorsionadora: la hipotética entrada en liza electoral de una candidatura regionalista-plataformera que tratara de canalizar el descontento ciudadano con los partidos tradicionales, incluyendo como tales a Cs y Vamos Granada.

 

Aun así y con todas las reservas citadas, la encuesta sí es indicativa de que, ahora mismo, el PP local es una formación desnortada que, sin cabeza visible ni voz audible, enredada en sus cuitas internas y en la amenaza fantasma de una moción de censura a Francisco Cuenca, sigue bajo sospecha, careciendo de credibilidad y de discurso.

La amenaza fantasma…

A sensu contrario, Francisco Cuenca sale bien parado en el sondeo y el criticado postureo que le achaca la oposición, da sus frutos: no solo es el líder más conocido, sino también el más y mejor valorado, aunque su gestión le parezca regular a la mitad de los encuestados y buena, a un 25% de los mismos.

Otro dato ilustrativo: a Rocío Díaz solo la conoce un 40,7% de los granadinos, lo que debería ser un motivo más de preocupación para el PP, aunque no necesariamente para Sebastián Pérez.

 

Jesús Lens

Fiasco y decepción

Fracaso, pinchazo, fiasco, decepción… Lo podemos llamar como queramos y ponerle el apellido que mejor -o peor- nos parezca, pero lo de ayer domingo y la concentración por el ferrocarril fue triste y lamentable, que no nos juntamos ni 1.000 personas, generosamente contadas. Y eso que la cita venía con el aval de todos los partidos políticos, excepto el PP; y de sindicatos, asociaciones y plataformas reivindicativas…

Y quizá sea por ahí por dónde tengamos que empezar a analizar las causas de este fiasco. La nula capacidad de movilización de los partidos políticos por un tema que preocupa a los ciudadanos, debería darles que pensar. Porque estoy convencido de que a la gente, la desconexión ferroviaria, le preocupa. Y los ejemplos del TSJA y de la fusión hospitalaria demuestran que Granada, cuando quiere, puede. Y no se calla. Y se moviliza.

 

Ha habido mucho de oportunismo en esta convocatoria: una vez terminadas las obras del AVE, era la última ocasión que le quedaba a la oposición socialista de culpar al PP y al Ministerio de Fomento por los incumplimientos de los plazos prometidos, fiesta de desgaste a la que se han sumado, gustosos, Ciudadanos, Vamos Granada e Izquierda Unida. Y, entre todos, ni a 1.000 personas han conseguido convocar, insisto.

Después de más de tres años sin ferrocarril y a unos meses de la llegada definitiva tanto del AVE como del resto de líneas, ¿alguien piensa realmente que tiene alguna posibilidad de éxito pedir la reconexión por Moreda? Eso no se lo creen ya ni los más voluntariosos y peleones de la Marea Amarilla.

 

Además, el hecho de que la convocatoria tuviera el formato de protesta frente a la Subdelegación del Gobierno y no de llamada a una marcha pacífica por las calles de la ciudad, terminaba de politizarlo todo, forzando al PP local a no comparecer… a la vez que impedía que se fuera sumando gente a lo largo del paseo, por lo que la imagen dada ha sido paupérrima. ¿Qué impresión se habrá llevado la gente de Murcia presente en el acto que, con su combativa actitud ciudadana, sí consiguió la entrada soterrada del AVE en su ciudad?

Manifestación en Murcia por la causa del tren

Había muchos peros, de principio, a esta convocatoria. Sin embargo, sigo pensando que había que estar allí, por las razones que esgrimía ayer en esta misma columna (Leer aquí). Lástima de oportunidad desperdiciada.

 

Jesús Lens

MAVE: Mediana velocidad

Lo único bueno que tiene la desconexión ferroviaria y los más de 1.000 días sin tren es que nos permiten disfrutar, con nostalgia, de esas películas en las que los personajes van a una estación, en pleno siglo XIX, y al grito de “¡Todos al tren!”, se montaban en el Caballo de Hierro y comenzaban sus aventuras.

¡Qué gran estreno!

¿Puede haber una imagen más romántica -al margen del avión a “Casablanca”- que una persona corriendo por el andén y jurándole fidelidad eterna al amor de su vida, mientras el tren empieza a coger velocidad para salir de la estación?

Es lo que no ha entendido el Ministerio de Fomento, desde el principio de este embrollo: dejar a una ciudad sin tren, a una ciudad como Granada, supone molestar, cabrear e indignar a todo el mundo, como hoy debería ponerse de manifiesto en las calles de nuestra ciudad. (De ello escribí también en IDEAL, el pasado 30 de diciembre, cuando se cumplió la bochornosa efeméride)

Es la cuestión material, la imposibilidad de entrar o salir en ferrocarril de una de las grandes ciudades turísticas del mundo, desde hace más de tres años. Y también es lo sentimental, lo emocional, lo simbólico de aislar a Granada, todavía un poco más. ¿Tenemos que repasar el historial de agravios comparativos que sitúan a nuestra provincia en lo que podríamos definir como “el culo del mundo”, en cuestión de infraestructuras?

De ahí que la ausencia del PP en la cita de hoy resulte tan visible como lamentable, por mucho que pueda pecar de oportunista la campaña iniciada bajo el lema “Mil días sin tren”, con su hashtag para redes sociales visiblemente esgrimido por Pedro Sánchez en su visita a Granada, hace unos días: #GR1000díassintren

Que tampoco es cierto que Granada esté completamente desconectada. Que hay conexión con Almería y con Moreda. Y, por supuesto, siempre hay vía libre para el lujoso Expreso Al Ándalus. Pero sin línea directa con Sevilla, Málaga, Córdoba o Madrid, poco sentido tiene el tren.

Por otra parte, el hecho de que ADIF haya dado por concluidas las obras del AVE no invalida el sentido reivindicativo de la jornada de hoy: no es solo que queremos que la Alta Velocidad llegue cuanto antes, con todas las garantías y las medidas de seguridad pertinentes; es que tenemos que seguir reivindicando la entrada soterrada y la inmediata mejora de un trazado que nos condena a tener un MAVE, un tren de Mediana Velocidad.

Jesús Lens