La búsqueda de la verdad, eje del primer ciclo de AulaCine CAJAGRANADA para 2018

El ciclo La verdad sea dicha constará de 8 películas que se proyectarán los martes de enero, febrero y marzo, en el Teatro CAJAGRANADA, a las 19 horas, en versión original subtitulada y con entrada gratuita

 

El eje vertebrador del ciclo es el empeño de diferentes personas de distintas épocas históricas en buscar la verdad que se oculta tras la superficie de una realidad aparente que nunca es tan sencilla como parece    

 

 

CAJAGRANADA Fundación ya ha programado el primer ciclo de AulaCine para el 2018: La verdad sea dicha, una selección de ocho películas de temáticas muy diferentes cuyo eje vertebrador es la búsqueda de la verdad, a cualquier precio y en las circunstancias más adversas.

 

Parece increíble, pero en pleno siglo XXI, la verdad está en entredicho, habiéndose convertido en un tema de conversación, reflexión y discusión de candente actualidad. “Fake news” fue una de las palabras del año 2017, siguiendo la estela de la Postverdad del año 2016. Vivimos en tiempos confusos y neblinosos en los que el establecimiento de la verdad es inversamente proporcional a la multiplicidad de fuentes de información a nuestro alcance.

 

Tal y como señala Diego Oliva, director de CAJAGRANADA Fundación, “las palabras de Oprah Winfrey de hace solo unos días, con motivo de la entrega de los Globos de Oro, resultan muy esclarecedoras sobre el punto en que nos encontramos: “Valoro a la prensa más que nunca, mientras navegamos en estos tiempos complicados, lo que sé es que decir tu verdad es la herramienta más poderosa que tenemos todos”. Desde CAJAGRANADA Fundación, queremos invitar a los espectadores a reflexionar sobre la verdad y a recordar a figuras cinematográficas que se enfrentaron a todo y a todos en su búsqueda y su consecución, figuras inspiradoras y necesarias en la sociedad global de hoy en día”.

Efectivamente, en los tiempos de la información líquida, la posverdad y las noticias falsas, reflexionar sobre personas empeñadas en buscar la verdad a toda costa, cueste lo que cueste; es un ejercicio de una contemporaneidad indiscutible.

 

Y reflexionar sobre la verdad a través de un arte tan falso como el cine, basado en la manipulación de las emociones, es un ejemplo de justicia poética a través del que AulaCine CAJAGRANADA homenajea a esa admirable e imprescindible gente empeñada en descubrir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.

 

Personas como Hipatia de Alejandría y su decidida defensa de las ciencias exactas y la astronomía frente al oscurantismo religioso del siglo I o Fray Guillermo de Baskerville y su investigación para esclarecer unos crímenes vinculados con un revolucionario libro de Aristóteles que alguien trataba de mantener secuestrado.

Los juicios de Nürenberg fueron el escenario en que la sórdida, cruel y terrible realidad del nazismo afloró a la superficie y, en otro juicio famoso, en jurado número 8 no está convencido de la aparente culpabilidad de un acusado, por lo que obliga al resto de jurados a replantearse todo lo visto y escuchado en la sala del Tribunal y a cuestionar las pruebas presentadas, para determinar la verdad.

 

Más personas empeñadas en que la verdad aflorara a la luz: Dalton Trumbo, que firmó numerosos guiones de famosas películas con nombres ficticios durante la Caza de Brujas, y cuya autoría fue reconocida muchos años después o los reporteros Bob Woodward y Carl Bernstein, que investigaron el Watergate desde el Washington Post.

AulaCine CAJAGRANADA también recuerda la investigación de dos hermanos gemelos, Jeanne y Simon Marwan, emprendida tras la muerte de su madre y que les llevará a descubrir hechos de la historia de su familia que les conducen al corazón del Líbano y, por último, reivindica la figura del periodista de televisión Dan Rather y de su equipo de investigación en la CBS, encabezado por la productora Mary Mapes, a través de una película cuyo título le da todo el sentido a este ciclo: “La verdad”.

 

Las películas que componen el ciclo La verdad sea dicha son:

 

16 de enero: Ágora, de Alejandro Amenábar

23 de enero: El nombre de la rosa, de Jean Jaques Annaud

30 de enero: Vencedores o vencidos, de Stanley Kramer

6 de febrero: 12 hombres sin piedad, de Sidney Lumet

13 de febrero: Trumbo, de Jay Roach

20 de febrero: Todos los hombres del presidente, de Alan J. Pakula

6 de marzo: Incendies de Dennis Villeneuve

13 de marzo: La verdad, de James Vanderbilt

Trans-formación

Da igual la sección de los periódicos que ustedes elijan: la palabra de moda, la que está en boca de todo el mundo, es transformación. Las páginas salmón dedicadas a la Economía hablan de la transformación del mundo de las finanzas, las de tecnología son una pura y encendida loa al concepto y las de arte y espectáculos insisten con pasión desbocada en ella.

En política, el que no está por la transformación corre severo riesgo de fosilización y desaparición y todos los análisis sociológicos insisten en ello: vivimos sin vivir en nosotros, en un acelerado e imparable proceso de transformación que, además, es vertiginosa.

 

Trasformar es convertir una cosa en otra, bien por acción externa o bien porque algo se transforme por sí mismo. Y ahí radica el quid de la cuestión: dado que los procesos de cambio parecen inevitables, mejor anticiparse y adaptarse a la realidad, procediendo a la transformación por nosotros mismos. Pero, claro, eso se dice muy fácil. Lo realmente complicado es hacerlo. Y hacerlo bien. Con sentido y mesura. Que no hay nada más peligroso que un mutante desbocado y en plena efervescencia.

Y ahí es donde debería entrar la formación. Y hacerlo en los dos sentidos del concepto: producir una forma determinada y, por supuesto, enseñar.

 

La escuela, la universidad y la enseñanza en general también están en pleno proceso de transformación, faltaría más. Ya habrán oído ustedes aquello de que un porcentaje de entre el 65 al 75 por ciento de nuestros estudiantes más jóvenes desempeñarán, en el futuro, profesiones que ahora mismo no existen.

 

De ahí la gran paradoja: ¿cómo formar a los jóvenes en disciplinas que no existen? La única respuesta posible, la única que se me ocurre, es que resulta imperioso formar a los niños y a los jóvenes en la misma disciplina en la que debemos formarnos a nosotros mismos: la adaptación al cambio.

Más allá de la autoayuda, resulta imprescindible aceptar y asumir que, efectivamente, vivimos en tiempos de cambios vertiginosos, dos palabras que forman un binomio perfecto, como brutal paliza, marco incomparable, situación dantesca u orgullo y satisfacción.

 

Una vez aceptado y asumido, resulta imprescindible dotarnos de las herramientas necesarias para adaptarnos al cambio, nos lleve a donde nos lleve este imparable proceso de transformación en que estamos inmersos. Aunque sea para terminar en los brazos de un robot encantador.

 

Jesús Lens

El arma del crimen

Hace un par de años escribía en esta sección una entrega titulada “Martillo matón”, surgida tras una conversación con el escritor Carlos Zanón, uno de nuestros autores de referencia.

Señalaba Zanón que es un escritor más de personajes y atmósferas que de complejas e intrincadas tramas. Por eso, a la hora de matar, hace que sus personajes actúen de forma natural. Y lo natural, en España, no son las pistolas, escopetas o armas de fuego, precisamente. Un martillo, sin embargo, sí forma parte del escenario cotidiano de cualquier vivienda. El martillo, como recordábamos entonces, ha estado presente en las novelas de Andreu Martín y del cubano Lorenzo Lunar, en películas como “Misery”, “Drive” y la tremenda “Old Boy”, del surcoreano Pak Chan-uk, o en series como “Fargo”.

Me acordaba de todo ello viendo el mejor thriller del año pasado: “En realidad, nunca estuviste aquí”, una genialidad de Lynee Ramsay en la que su protagonista, el excesivo y desmesurado Joaquim Phoenix, libera a chicas secuestradas por las mafias de la prostitución martillo en mano, con una brutal contundencia. La secuencia en la que entra en una tienda y elige la herramienta con la que va a tratar de rescatar a otra muchacha, nos recuerda al mazo empleado tradicionalmente por los jueces anglosajones a la hora de impartir justicia, aunque Phoenix la administre de forma mucho más directa y contundente. (Más obre esa joya, AQUÍ)

Viendo “Solo quiero caminar”, de Agustín Díaz Yanes, me encontré con otra secuencia en la que el villano de la función castiga a la sufrida Gloria Duque por el expeditivo método de romperle una mano… de un martillazo. Y es que hay algo especialmente doloroso y humillante en utilizar de forma tan salvaje una herramienta convencional y al alcance de cualquier persona.

 

Menos mal que las chicas son guerreras y, en la misma “Solo quiero caminar”, el personaje interpretado por Ariadna Gil se cobra una deuda pendiente, moral en este caso, a través de otro instrumento poco habitual: un sólido y recio bate de béisbol con el que le mete una paliza de impresión a un macarra al que se la tenía jurada, un mamón con pintas que se merece el severo correctivo que le aplica Aurora, uno de los personajes femeninos con más prestancia del Noir cinematográfico español. (Más sobre estas películas de Agustín Díaz Yanes, AQUÍ)

En España no estamos muy acostumbrados a los bates, herramienta que suelen utilizar los neonazis en sus razzias callejeras. En Estados Unidos, sin embargo, tener un bate de béisbol en casa es tan normal como tener unos patines, un balón de fútbol o unas zapas de baloncesto. De hecho, hay tipos que lo llevan en el maletero de su coche, por lo que pueda pasar. Como Ray Donovan, al que encontramos en uno de los episodios de su magnífica serie quitándose la camisa y haciendo ejercicios de estiramiento con el bate, antes de entrar al bar en que se esconde el perla de su padre, rodeado de sus pendencieros colegas.

Ese mismo bate con el que amenazó a otro mal bicho, que había robado una bolsa llena de dinero, utilizando una de sus frases más memorables: The Bag or the Bat. Una sentencia tan afortunada que ya es leyenda… impresa en camisetas negras de lo más llamativo. (Más sobre Ray Donovan, AQUÍ)

Con imaginación, decisión y mala leche, casi cualquier instrumento puede convertirse en arma homicida. Recordemos las célebres tijeras de “Crimen perfecto”, de Hitchcock, el auténtico maestro en convertir los objetos más convencionales de nuestra vida diaria en arma letal, por inocentes que pudieran parecer. La pala de “Cortina rasgada”, la cuerda de “La soga” y hasta una pierna de cordero, bien congelada, antes de ser debidamente horneada con el fin de hacerla desaparecer… de la manera más sabrosa posible.

¿Y qué me dicen de Coppola y de Mario Puzo, a la hora de planear la muerte del siniestro Don Lucchesi, en “El Padrino III”? A sabiendas de que cualquiera que se acercara a un hombre de su posición sería escrupulosamente registrado por sus guardaespaldas, el enviado de la Familia Corleone le arrebatará sus propias gafas y se las clavará en el cuello, en una de esas secuencias que, como la del disparo en el ojo a Moe Green, resultan inolvidables para el espectador, quedando grabadas en su retina de forma indeleble y por siempre jamás. (Más AQUÍ, sobre Los Padrinos)

Esas gafas no te quedan nada de bien…

Vamos a terminar haciendo justicia poética y volviendo a la vapuleada Gloria Duque, uno de los grandes personajes de Agustín Díaz Yanes. En su memorable “Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto”, Gloria era torturada por un gángster-gourmet que le clavaba, cruel y sañudamente, un abrebotellas en la rótula. ¿Cómo consigue zafarse Gloria, a la vez que vengarse?

Con un bolígrafo metálico que alcanza in extremis y clava en el cuello del vil y taimado sicario mexicano, en una preciosa y sangrienta metáfora visual sobre la pluma y la espada, trasladada al ámbito de los bajos fondos cinematográficos.

 

Jesús Lens