Doñana y los linces

Hace un par de meses estuve en Doñana, disfrutando de las bondades y la belleza del gran santuario de la naturaleza española, un lugar privilegiado del que tanto oímos hablar, pero que tan poco conocemos. (AQUÍ, enlace con cosillas de ese viaje)

 

En el Acebrón, uno de los centros de visitantes de Doñana, había dos cabezas de linces disecadas, colgadas de la pared. Las fotografié, ambas. No sé por qué. Que los animales disecados me provocan una tristeza infinita. Varias veces estuve a punto de borrarlas. Al final, eliminé una y dejé la otra. La tengo delante de mis ojos, ahora mismo. Es bueno el trabajo que el taxidermista hizo con el animal, pero no deja de ser un animal muerto. ¿Se acuerdan del cariño con que les hablé del lince en esta otra columna de IDEAL?

Arde Doñana. Desde el sábado por la noche estamos todos espantados. Por fortuna, a la hora de escribir estas líneas, no hay que lamentar ninguna pérdida humana. La vida de ninguna persona, quiero decir. Porque la destrucción de nuestro patrimonio natural nunca puede estar desligada de nuestro ser humano.

 

Si pensamos en lo que ocurrió en Portugal, con decenas de muertos, habrá quien diga que podemos darnos con un canto en los dientes. Pero no. No podemos. Porque el incendio de Huelva es algo pavoroso, terrible… e indignante.

Llevo desde el sábado conteniéndome para no vomitar la rabia y la indignación que me provocan este incendio. Porque el Parque Nacional de Doñana está acosado por intereses económicos, inmobiliarios, industriales y empresariales desde hace mucho tiempo. Y que este incendio haya sido provocado no puede ser casualidad. Nunca lo es. Pero, en este caso, menos que nunca.

 

Insisto. Quiero ser cauto. En las redes ya corre como la pólvora la conexión entre la reforma de la Ley de Montes que permite recalificar bosques incendiados que sean declarados de utilidad pública, el proyecto para extraer y almacenar gas bajo Doñana -un proyecto declarado, precisamente, de utilidad pública- y el maldito incendio.

Ya saben que yo no practico la conspiranoia. Pero que Doñana esté ardiendo es un escándalo, a la vez que una tragedia. Y es imprescindible que, en cuanto se apaguen los rescoldos, se inicie una investigación para depurar responsabilidades, a la vez que debemos exigir un compromiso institucional y gubernamental que dote a toda Doñana de la máxima protección. Si no, nos quedará la sensación de que, para algunos, el lince bueno es el lince muerto.

 

Jesús Lens

Conversación con Fernando Marías

En Granada Noir sabemos que esto de los Encuentros Especiales con gente de la cultura negra y criminal es una anomalía que va contra el signo de los tiempos. Porque, de lo que se trata, es de hablar. Largo y tendido. De conversar. Para aprender, descubrir y disfrutar.

En estos tiempos de inmediatez y dispersión, de fugacidad, prisa y culto a la velocidad; retransmitir a través de Facebook una conversación de una hora de duración entre dos personas puede parecer una osadía, una temeridad. Casi una provocación.

 

Pero es lo que nos gusta hacer en Granada Noir. Cosas originales, diferentes y a contracorriente. Organizando presentaciones de escritores y dibujantes en bares de Granada, por ejemplo. Que la cultura, acodada a la barra de un garito que se precie de ser especial, llega.

 

O combinar disciplinas. Que el cine, la fotografía, el cómic, la literatura, la música, el teatro y la gastronomía, mezclados -y agitados- en sus justas proporciones, pueden ofrecer cócteles de lo más sorprendente, sabroso y atractivo.

 

De esta filosofía nacen los Encuentros Especiales que, con Cervezas Alhambra, venimos organizando a lo largo de todo el año. Fernando Marías es el cuarto invitado. Vean en YouTube las conversaciones con Alejandro Pedregosa en el kiosco Las Titas, con Enrique Bonet en el Mesós San Cayetano de Cgurriana de la Vega y con Carlos Salem en el Caradura Bistrot de Álvaro Arriaga; a ver qué les parece ese homenaje a la palabra que hacemos en cada charla.

 

Y hoy, a las 18 horas, abran la página de Facebook de Granada Noir. Ahí estaremos Fernando Marías y un servidor, en el hotel Alhambra Palace, prestos y dispuestos a hablar de literatura. Haremos un repaso por la obra de un autor que, entre otros premios, atesora el Primavera, el Biblioteca Breve y el Nadal. ¡Ahí es nada!

 

Charlaremos de sus múltiples proyectos, que Fernando es una de las personas clave de la cultura española contemporánea, polifacética e incansable y, por supuesto, será inevitable que hablemos de cine. La pregunta es: ¿cuánto tardará en surgir “Grupo salvaje” en la conversación? Se admiten apuestas…

 

Hoy lunes volveremos a practicar el arte de la conversación, una disciplina cada vez más en desuso. Y lo haremos a través de esas fascinantes tecnologías de la comunicación que, bien usadas, nos abren posibilidades infinitas.

 

La conversación con Carlos Salem, en el Caradura bistrot, tuvo más de tres mil conexiones. ¡3000! ¿Y si, en realidad, el gusto por hablar no estuviera tan pasado de moda?

 

Jesús Lens

La otra Granada

Recogí a Fernando, Lucas y Andrea en la estación del AVE. Lucas y Andrea ya la conocían, pero Fernando se quedó impresionado con las excepcionales vistas de la Alhambra, que parecía enmarcada en las grandes cristaleras diseñadas por Moneo.

—Pues ya verás, mañana. Vas a flipar con la visita guiada que nos han preparado. Vas a descubrir la Alhambra más noir y misteriosa. Que el monumento tiene lo suyo. Y no te preocupes por el calor ni por la comida: desde que abrieron el Atrio de Siza, pasar el día allí es una gozada, más allá de por lo evidente.

Cogimos el Metro y, tras dejar el equipaje en las habitaciones del hotel, nos fuimos a comer. Con tiempo y sin prisas. Queríamos celebrar, entre otras cosas, la segunda Estrella Michelín que estrenaba uno de nuestros restaurantes favoritos. ¡Ganada a pulso, tras varios años de mejora constante, sin parar de innovar!

Por la tarde, aprovechamos para dar un paseo por el centro de Granada. Desde que fueron peatonalizadas, era un gusto deambular por las calles comerciales de la ciudad, que bullían de vida. Y, después, al llegar al Albaycín, Andrea y Lucas no se creían cómo había quedado el barrio, una vez limpiados los grafitis y eliminadas las mierdas de perro.

Y por fin llegó el momento: la representación de la “Cavalleria rusticana” en el Espacio Escénico de Kengo Kuma, por la prestigiosa compañía de la Ópera de San Petersburgo, dirigida por Heras Casado.

Al día siguiente aprovechamos para relajarnos un poco y, además de disfrutar de la exposición permanente con el Legado de Lorca, en el Centro que por fin hacía honor a su nombre, vimos la última Palma de Oro del Festival de Cannes, en Multicines Centro. Por la noche, unos fueron a escuchar flamenco y, otros, jazz. Pero todos nos fuimos a dormir temprano, que a la mañana siguiente queríamos ser los primeros en coger el Teleférico para Sierra Nevada.

Imagen de Estudio Cardona

Lucas, que no esquiaba, prefirió quedarse en Granada y salir a correr por la margen izquierda del Darro, limpia y cuidada tras la última intervención. Luego se fue de tapas y, por la tarde, hizo la visita combinada al Museo Arqueológico y al Museo de la Ciudad.

Disculpen, pero dejo aquí esta fantasiosa narración, que vamos a visitar el Acelerador de Partículas y se me ha hecho ya tarde…

Jesús Lens

El catedrático

Leo no tardó ni tres minutos en dictaminar que aquello no era más un intento de estafar al seguro. Otro más. En lo que iba de mes, era el cuarto siniestro fraudulento al que se enfrentaba.

Teniendo en cuenta que estaban a tres de julio… No. Quizá la crisis no estaba del todo superada.

Y, sin embargo, antes volverse al despacho para cumplimentar el informe, Leo quiso hablar con el dueño de aquella tienda, un tipo alto y enjuto, de unos cincuenta y pico de años, pero con más arrugas en el rostro que el mismísimo Tommy Lee Jones.

—Usted sabe que yo sé, ¿verdad?

—Imagino… No es que quiera quitarle mérito, pero tampoco hace falta ser todo un catedrático para darse cuenta…

—¿Entonces? ¿A santo de qué? ¿Para qué hacernos perder el tiempo a la policía y a mí? Por no hablar de los daños provocados por usted mismo en la cerradura y en el mobiliario de su tienda.

—Por mi hijo.

—¿Cómo?

—Que los daños los ha provocado el niño. Pero se empeña en que ha sido un intento de robo. Que él no ha tenido nada que ver. Y no quiero darle otro disgusto a su madre, que ya tiene lo suyo, la pobre.

—El niño no es su hijo… de usted, ¿verdad? A todo esto, ¿cuántos años tiene la criatura?

—Veintisiete. Y no. Efectivamente. Mío, no es. Pero eso, a estas alturas de la película, da igual.

—Veintisiete…

—Veintisiete, sí. La edad a la que murieron Janis Joplin, Jim Morrison y Jimi Hendrix.

—Además de Kurt Cobain y Amy Winehouse.

—Pero su chaval, de música…

—Ni de música, ni de nada. Bueno, de nada, sí. De nada, va sobrado.

—Usted sabe que lo de la denuncia falsa…

—Sí, lo sé. No es la primera vez. De hecho, por eso tuvimos que cambiar de seguro.

—Y también sabe que no hace falta ser catedrático para saber que, así, no le ayuda.

El hombre esbozó una sonrisa. Una sonrisa profundamente triste, no del todo desesperanzada.

—Saber, saber… si conociera usted a algún catedrático que sepa cómo ayudar en casos como éste…

—Les pondría en contacto.

—Y yo se lo agradecería.

Tras despedirse de su baqueteado ya ex-cliente, Leonardo Rejón, perito de seguros con veinte años de experiencia en el ramo, enfiló de vuelta hacia el despacho.

Apenas pasaban las diez de la mañana, estaban a punto de alcanzar los treinta grados y le apetecía un café. Y una tostada. De jamón con tomate. Aunque después le diera sed.

 

(Puedes leer otra historia de Leo en este enlace: Sin rostro)

 

Jesús Lens

El método científico

Muy emocionante, como cada año, el acto de imposición de becas a los alumnos de la UGR que han hecho prácticas en el Parque de las Ciencias. Un acto sobrio y sencillo, pero con intervenciones de enjundia de Pilar Aranda, Ernesto Páramo y Antonio Jara, presidente de CAJAGRANADA, Fundación que financia estas becas desde hace 20 años.

Asisto a este acto desde hace varios años. Me gusta. Me gusta mucho. Me gusta, sobre todo, por la defensa a ultranza que, desde la tribuna de oradores, se hace del método científico. Y, paradójicamente, este año he detectado un cierto pesimismo en el ambiente. Lo cuento en mi artículo de IDEAL de hoy.

Paradójicamente porque, como bien recordó la rectora de la Universidad, Granada acaba de recibir el título de Ciudad de la Ciencia y la Innovación. Paradójicamente, también, porque la comisión que evalúa las candidaturas para acoger el acelerador de partículas se fue muy satisfecha de la visita a nuestra tierra. O porque tenemos un PTS que cada vez nos da más alegrías, con organismos como FIBAO, Fundación para la Investigación Biosanitaria de Andalucía Oriental, trabajando a pleno rendimiento.

¿Por qué, entonces, el pesimismo? Porque vivimos tiempos oscuros. Porque, por ejemplo, la televisión pública española da alas a presentadores de prime time que vinculan vacunas y autismo o defienden cuestionables teorías curativas carentes de base científica, porque la postverdad se ha enseñoreado de la realidad y porque, apelando cada vez más a las emociones, vamos dando de lado a la razón, como bien denunció Antonio Jara.

El método científico que todo lo cuestiona, que pone a prueba las teorías para demostrar su validez, es el único admisible en una sociedad avanzada que quiere seguir progresando. Como señaló Ernesto Páramo, formarse e informarse es, efectivamente, cada vez más importante. Y nunca tuvimos tantas herramientas a nuestro alcance. Por ello, el drama es mayor.

La inversión en educación, en una educación que enseñe a los estudiantes a pensar por sí mismos y a plantearse las cosas; es capital. Y, de acuerdo con los últimos resultados académicos, la situación es preocupante, que nunca fueron tan bajas las medias obtenidas tras la última prueba de Selectividad.

Formarse no es solo estudiar una carrera o acceder a un título académico. La formación intelectual debe ser un proceso continuo de mejora que todos y cada uno de nosotros deberíamos tener como objetivo, diario e irrenunciable. E informarse, también. Pero de la cruzada por la información, hablamos otro día.

Jesús Lens