Alcaldes por doquier

El miércoles tuve ocasión de cambiar impresiones con Luis Salvador pocas horas después de la ya mítica comparecencia de Sebastián Pérez en el Meliá. “¿Cómo estás, Luis?”, le pregunté. No recuerdo si me respondió que en su mejor momento o que de fábula. Entonces le volví a preguntar.

—Vale, de acuerdo. ¿Pero cómo estás… de verdad?

La procesión, obviamente, iría por dentro, pero el alcalde estaba pletórico y se mostraba tan entusiasta como siempre, hablando de lo mucho que su equipo de gobierno está haciendo por Granada y de lo mucho más que aún tiene por hacer. A partir de ahí: proyectos, ideas, planes… Nadie diría que, mientras hablábamos, entre unos y otros se afanaban en cavar el hueco de la posible tumba (política) del regidor.

Les contaba ayer que, inmerso en Granada Gourmet, estoy más en las emulsiones que en las mociones de censura. Pero las alertas del móvil no dejan de sucederse y el guasap arde.

Como si en mitad de una tormenta perfecta nos encontráramos, Nani Castañeda se despide de la Feria del Libro al no haber sido aceptadas sus condiciones y los nombres de posibles ¿y probables? alcaldables se suceden a una velocidad de vértigo. Para mí, son dos noticias del mismo calado.

Y luego está lo de Vox, tumbando leyes esenciales en el Parlamento Andaluz para demostrar que sus amenazas, por una vez, iban en serio. Cuando la pendemia dista mucho de haber terminado y con el único propósito de exhibir lo machotes que son, votan en contra de una disposición normativa esencial para acabar con el carajal de las dispares decisiones judiciales en materia sanitaria. Menudo ejercicio de cinismo e irresponsabilidad.

No hay batería de móvil que soporte tanta actualización de noticias y tanto refrescar la web de IDEAL. A lo largo de la mañana, entre marmitakos y kokotxas, he visto los nombres de Francisco Fuentes, Luis González y Francisco Cuenca seguidos de la palabra ‘alcalde’. El cuerpo me pedía una encuesta digital: ¿Cuál sería su alcalde favorito? Así, sin más. Sin necesidad de ampliar la respuesta o aducir razones.

Temerariamente dejo esta columna terminada a la hora de comer, a sabiendas de que es muy posible que, antes de que acabe el día, me la tenga que comer con patatas, no sé si fritas o cocidas; con tomate o alioli. ¡Qué nervios! ¡Qué tensión en esta especie de carrusel deportivo con el minuto y resultado de la carrera hacia la alcaldía de Granada!

Jesús Lens

Son una ES-TA-FA

Dicen que no hay que darles visibilidad. Ni pábulo. Que cada vez que entramos al trapo de cualquiera de sus boutades, les damos oxígeno. Que viven de eso. De provocar. Porque así se convierten en el centro de atención y capitalizan el debate.

Vaya por delante que estoy bastante de acuerdo con esa tesis. No hay que alimentar al troll. Bastante éxito ha tenido ya, como señalaba uno de los seres más peligrosos que pisan nuestro planeta, el reptiliano Steve Bannon. Éxito, sobre todo, por haber arrastrado al fango al PP y a Cs, cada vez más escorados hacia la derecha. ¿Se acuerdan de cuando luchaban, unos y otros, por ser más de centro que Suárez? O tempora, o mores…

Hay ocasiones, sin embargo, en que la tentación es demasiado fuerte. Cuando ofenden con lo de los buscadores de huesos. Cuando alarman con lo de las armas. Cuando cuestionan la violencia machista. Cuando ellos mismos tienen que fulminar a un negacionista del Holocausto. Cuando sus tesis sobre la homosexualidad nos recuerdan a la Inquisición…

Pero venga, va. No hablemos de nada de ello. Como si no existieran. ¿Qué les parece, sin embargo, si conducimos el debate a ese temilla en el que presumen de ejemplaridad y mano dura, de ser látigo y azote? A la corrupción, me refiero. A vil metal. Al enriquecimiento injusto.

Porque menudo ojo han tenido con sus candidatos en Granada. Uno -que no te enteras- ha sido condenado por la Audiencia Provincial a un año y nueve meses de prisión por un delito continuado de estafa. Pero es que el segundo -veo, veo- ¡también fue condenado por la Audiencia! ¡Y también por estafa! ¡Y a dos años de prisión!

¿Será posible? Sus dos últimos líderes, dos estafadores. Es-ta-fa-do-res. Condenados por la Audiencia. Esto no son opiniones, intoxicaciones ni fake news. Son sentencias. ¿De verdad hay personas dispuestas a confiar en un partido que, en Granada, ha elegido como responsables, de forma sucesiva, a dos estafadores?

Por cierto que, al leer los currículos de sus cuadros dirigentes, la mayoría tienen en común una misma formación: Curso Coaching Político y Planificación Estratégica (Francesca Benito). ¿Tocará su temario la cuestión de la ejemplaridad?

Jesús Lens

Vox era un Cisne Negro

El concepto lo acuñó Nassim Nicholas Taleb en un libro prodigioso, “El Cisne Negro”, subtitulado como “El impacto de lo altamente improbable”. El autor llama Cisne Negro a un suceso improbable y de muy fuerte impacto que, de forma imprevista, sorprende y conmociona a la sociedad, provocando a su alrededor un terremoto de trascendentales consecuencias y al que, inmediatamente después, todo el mundo le busca causas y explicaciones.

En general, la búsqueda de causas y explicaciones al Cisne Negro obvia la cuestión del azar y trata de encajar el hecho imprevisto en modelos preexistentes. Sobre todo, los analistas tratan de encajarlo en modelos adaptados a sus propias creencias, opiniones y sistemas de valores.

El ejemplo más invocado de qué es un Cisne Negro fue el atentado terrorista contra las Torres Gemelas, en clave negativa, o el arrollador éxito de Google y YouTube, en clave más positiva.

En Andalucía, VOX se ha convertido en nuestro particular Cisne Negro: por mucho que ahora salga gente hasta de debajo de los níscalos otoñales proclamando el célebre “yo ya lo sabía” o “yo ya lo advertí”; lo cierto es que los 12 parlamentarios del partido ultraderechista nos han pillado con el paso cambiado.

¿Ultraderechista? ¿Has escrito “ultraderechista”? Sí. O de extrema derecha, como ustedes prefieran. Porque el ideario de VOX es de corte racista y xenófobo; machista, homófobo y excluyente. Fascista.

No. Yo tampoco creo que, de la noche a la mañana, hayan aparecido 400.000 andaluces convertidos en filonazis. Es cierto. Mucha gente ha utilizado la papeleta de VOX como voto de castigo. Aquel “votar para sembrar el caos” escuchado de una chica joven y del que les hablaba hace unos días. Pero las intenciones o motivaciones de los votantes no empecen el hecho de que VOX representa al populismo de derechas más reaccionario.

¿Cómo enfrentarse a esta situación? Echarse a las calles al grito de “No pasarán”, menos de 24 horas después del celebradas unas elecciones limpias y sin mácula, me parece contraproducente y extemporáneo y, sinceramente, creo que da oxígeno a los votantes de VOX.

¡Por supuesto que me preocupa y me indigna la entrada de la ultraderecha en nuestro parlamento! Pero la respuesta más efectiva debería venir de las instituciones democráticas y los partidos políticos, de cuya responsabilidad y mesura en las negociaciones de los próximos días depende nuestro futuro.

Jesús Lens

Entre VOX y votos

Voy a hacer exactamente lo contrario de lo que creo que hay hacer: hablar de ese partido que, tras su golpe de efecto del pasado fin de semana, está en boca de todos. No me gusta Vox. No me gusta su credo, no me gusta su filosofía y no me gustan sus actitudes. Parte de su argumentario me parece peligroso e inquietante y, sinceramente, creo que lo mejor es no darle oxígeno ni pábulo alguno. Sin embargo…

Percibo dos tipos de actitudes mayoritarias con respecto a Vox en los últimos días: las denigrantes e insultantes y las menospreciativas. Con las primeras, lo único que se consigue es fomentar el victimismo de sus fieles y cimentar a unas bases que, al verse atacadas, se refuerzan entre sí. Y el menosprecio hacia la derecha más o menos extrema ya sabemos en qué termina derivando: Polonia, Italia, Hungría, Brasil…

Si de algo podíamos presumir en España era de no albergar a una extrema derecha xenófoba, racista, nacionalista y excluyente. Había ciertos iluminados que, en su indigencia mental y sectárea, sostenían que el PP era un partido repleto de actitudes fascistas. Pues miren por dónde, la derecha extrema, la de verdad, ya está aquí. Y haciendo más ruido del que nos pensábamos.

He estado leyendo las propuestas de Vox para Granada en su página web. Las hay tan genéricas que cualquiera podría suscribirlas. Propuestas basadas en palabros-recurso que sirven para construir cualquier discurso político, sea del signo que sea: optimización, implementación, remodelación, evaluación, participación…

Sobre cómo llevar a buen puerto todas esas cosas maravillosas que acaban en on, sin embargo, ni una palabra. Que está muy bien la pretensión de equilibrar el presupuesto municipal entre ingresos y gastos, pero ¿cómo casa con la promesa de bajar el IBI en un 30%?.

Y me escandaliza uno de los objetivos directos de Vox: cargarse los ayuntamientos y recentralizar la gestión. Al de Granada plantean reducirle las concejalías, de 14 a 8. Y el plan con los más pequeños es liquidarlos a lo bruto por la vía de una fusión-integración. Sobre el reparto de sus funciones y competencias, ya se verá.

¿Dónde quedó este lema inolvidable?

Sin embargo, para instalar banderas y mástiles en cada plaza, para fomentar los valores familiares y para darle todo el poder de gestión al empresariado, Vox sí tiene planes transparentes y bien definidos. ¡Miedito!

Jesús Lens