Fouché, el Villarejo de Napoleón

Fouché. ¿Le suena el nombre? Hace unos años, la editorial Acantilado publicó ‘Fouché. Retrato de un hombre político’, de Stefan Zweig, una de sus míticas biografías noveladas. Recuerdo que me abalancé a la librería para comprarlo… pero no le metí mano. Se quedó en alguna de esas pilas de libros pendientes a las que soy tan aficionado. El llamado arte del Tsundoku con el que los japoneses describen a los enfermos bibliófilos que amontonamos libros sin leer aunque no dejemos de buscar, comprar y adquirir.

Fouché. ¿Conoce su figura? Así lo describe el autor: “Los gobiernos, las formas de Estado, las opiniones, los hombres cambian, todo se precipita y desaparece en ese furioso torbellino del cambio de siglo, sólo uno se queda siempre en el mismo sitio, al servicio de todos y de todas las ideas: Joseph Fouché”.

Dentro de unas semanas iremos en masa a ver ‘Napoleón’, la magna y prometedora nueva película de Ridley Scott con Joaquin Phoenix interpretando al mítico personaje. ¡El gran proyecto frustrado de Stanley Kubrick por fin llega a las pantallas! Dos dudas me asaltan: ¿cuánto habrá del Napoleón kubrickiano en ella? ¿Quién hará de Fouché y qué espacio ocupará en la narración?

Fouché. ¿Cuánto sabe de él? Yo apenas conocía nada, más allá de sus dotes como espía. Ahora, sin embargo, me vanaglorio de saber una ‘jartá’. Y es que acaba de llegar a las librerías la versión en cómic del clásico de Zweig y me la he bebido con la misma fruición con que trasegaba los tercios de cerveza después de las carreras de montaña más duras.

‘Fouché. El genio tenebroso’ es una joya que viene firmada por ese otro genio, Kim, Premio Nacional del Cómic en 2010 junto a Antonio Altarriba y autor del mítico personaje de ‘Martínez el facha’ a través del que satiriza en El Jueves a la extrema derecha española desde hace décadas.

Échenle un vistazo a la portada del soberbio cómic, exquisitamente publicado por Norma Editorial. Fíjense en la severidad de ese rostro enjuto y afilado. ¿No da yuyu? Pues cuando lean las 117 páginas del álbum sabrán lo que es el miedo. El terror. Habrán descubierto a uno de los arribistas y manipuladores más inquietantes de la historia. A un ser maquiavélico elevado a la enésima potencia. Y ojo a los años en que ejerció su maléfica labor, que nació en 1759 y murió en 1820. 

Échenle un vistazo a la Wikipedia para refrescar la memoria sobre lo que pasó aquellos años, sobre todo a partir de 1789, cuando nuestro hombre apenas contaba 30 años de edad, pero una sólida formación a sus espaldas, como descubriremos en las dos primeras páginas del cómic.

Y es que Kim no se anda por las ramas. Todo es mollar en este tebeo. No hay una sola viñeta de relleno. Hijo de familia de marineros y mercaderes, Fouché nace en el puerto de Nantes, pero “bien pronto se vio que ese muchacho delgado, espigado, anémico, nervioso y feo carecía de toda aptitud para oficio tan duro y arriesgado en aquel tiempo”. Como era buen estudiante, termina ingresando en la Iglesia, donde enseña a la vez que aprende. Hasta que cumple los 30 años a los que antes nos referíamos. A partir de ahí, 115 páginas de puro deleite.

Como tantas veces antes, no le voy a arruinar una sola de las sorpresas que le aguardan en ‘Fouché. El genio tenebroso’. Sólo le diré que no me extrañaría que un tal Villarejo tuviese su retrato como fondo de pantalla en su móvil. Ahí lo dejo.

Jesús Lens

Llegan David Fincher y Martin Scorsese

El domingo era un día importante. Terminaban las vacaciones de miles de personas, la Selección Española se jugaba el ser o no ser en el Mundial de baloncesto (cada vez que oigo y leo ‘La familia’ pienso en los Corleone y me imagino a Scariolo acariciando a un gatito) y se presentaba ‘El asesino’ en el Festival de Venecia. 

A estas horas, las vacaciones son un recuerdo lejano que se difumina a la misma velocidad que el moreno de nuestros cuerpos, a ‘La Familia’ le toca pensar en el Preolímpico y la nueva película de David Fincher ha conquistado de forma unánime a la crítica internacional más exigente.

Lo mismo ocurrió en el pasado Festival de Cannes, donde se presentó ‘Los asesinos de la luna’ del maestro Martin Scorsese, tres horas y media de puro cine que enamoraron a todo el que tuvo el privilegio de disfrutarlas. 

Ambas películas, las dos bien negras y criminales, se estrenan este otoño. Llegarán a las pantallas de cine en octubre (esperemos que se puedan ver en Granada, también, en VOS) y de inmediato pasarán a las respectivas plataformas que han puesto la pasta: Netflix en el caso de Fincher —cómo me escuece que le cancelaran su magistral serie ‘Mindhunter’— y Apple TV en el de Scorsese. 

Más coincidencias: las dos películas parten de sendos trabajos previos. A estas alturas les he hablado tanto del cómic ‘El asesino’, de Matz y Jacamon, cuya portentosa edición integral ha publicado Norma Editorial este año, que si aún no se han hecho con él, no sé a qué esperan. (AQUÍ, más información). Lo que he leído del estreno de la película en Venecia, las imágenes de Michael Fassbender como el letal protagonista y lo escuchado de la banda sonora de Trent Reznor y Atticus Ross me provoca palpitaciones. Ahí lo dejo.  

 Del libro ‘Los asesinos de la luna’, subtitulado ‘Petróleo, dinero, homicidio y la creación del FBI’, sin embargo, creo que apenas les he contado nada. Se trata de un libro de no ficción de David Grann, autor de ‘Z, la ciudad perdida’, y lo publica Literatura Random House. En él se cuenta la historia de una comunidad india, los Osage, que malvivían en Oklahoma hace 100 años. Hasta que el descubrimiento de una ingente bolsa de petróleo en sus tierras les cambió la vida. En todos los sentidos de la expresión. 

David Grann investigó lo que ocurrió aquellos años y comienza su narración con un capítulo titulado ‘La desaparición’. “El 24 de mayo de 1921, Mollie Burkhart, con domicilio en el poblado osage de Grey Horse (Oklahoma), empezó a temer que algo le había ocurrido a Anna Brown, una de sus tres hermanas”. No les cuento más. Sólo les diré que, cuando aún faltan 100 páginas para el final del libro, la historia parece haber llegado a su final. Pero no. Aún no. Todavía queda una vuelta de tuerca que demuestra lo importante que es el periodismo de investigación. También lo dejo aquí. 

Cuando leí el libro, hace bastante tiempo, ya se sabía que Robert De Niro y Leonardo DiCaprio serían los actores principales de la versión cinematográfica de ‘Los asesinos de la luna’. ¿Qué papeles les habrá tocado interpretar, los buenos o los malos? ¿Serían los sospechosos? ¿Los miembros del FBI iniciático? Aún no he resuelto la duda, aunque he hecho mis cábalas, claro. Como saben, soy reacio a ver tráilers y trato de anticipar lo menos posible a la hora de ir al cine, que me gusta preservar la sorpresa.

Llámense ansia viva, pero no vean qué ganas de que llegue el octubre cinematográfico a nuestras pantallas…

Jesús Lens

El Departamento de la Verdad

Antes de seguir leyendo, escriba tres palabras en el Google: ‘aeropuerto Denver misterio’. Es posible que, si lo ha hecho, haya tardado en volver a estas líneas. Mola, ¿eh? Mola todo… si a usted le gustan las teorías de la conspiración, aunque sea un poco. Solo un poco. 

Yo tampoco sabía nada sobre el aeropuerto de Denver hasta ayer, como el que dice. Lo descubrí gracias a ‘El Departamento de la Verdad’, el cómic más loco y zumbado que he leído en mucho tiempo. Y que me tiene enganchado. Droga dura. Dura de verdad. Vuelvo a él para celebrar que su guionista, James Tynion IV, también se encuentra en la nómina de ganadores de los prestigiosos premios Eisner que, fallados el pasado fin de semana en San Diego, han reconocido nuevamente a ‘nuestro’ Blacksad, como les contamos en IDEAL. (Leer AQUÍ).

En la editorial Norma que publica en España ‘El Departamento de la Verdad’ estaban bastante seguros de que iba a llevarse el premio. No es para menos. Como les decía antes, es complicado encontrar una historia mejor trenzada sobre las grandes teorías de la conspiración que nos rodean y nos acosan. ¿Conocen ustedes lo del Pizzagate? ¿Han oído hablar de QAnon? Pues ahora mismo hay una película que está arrasando en taquilla en Estados Unidos y que no hace más que sustentarla. Se titula ‘Sound of Freedom’ y dará que hablar. Ya lo está haciendo, de hecho. La protagoniza el ultraderechista convencido Jim Caviezel y ya se la han presentado a Donald Trump.

El protagonista de ‘El Departamento de la Verdad’ es un joven investigador cuyos profesores, cuando era niño, fueron acusados de satanistas. A él le tomaron declaración y, por lo exacto de sus descripciones y los dibujos que hizo, vieron que apuntaba maneras. ¿Quiénes? Los responsables del departamento, claro, capitaneados nada más y nada menos que por Lee Harvey Oswald. ¿Cómo se quedan?

La madre de todas las conspiraciones fue el asesinato de Kennedy. Desde entonces, todo lo que pasa tiene una explicación lógica y periodística, desde las guerras en Oriente Medio y las Torres Gemelas a la presidencia de Obama y la toma del Congreso de los Estados Unidos del día de Reyes. Y luego está la otra explicación. La absurda. La conspiranoica. La que espolea nuestros más bajos instintos. La que defiende que el sionismo atacó el World Trade Center y que Obama nació en Kenia. 

El trabajo del Departamento de la Verdad es que esas teorías de la conspiración no se salgan de madre. Que no tengan demasiado éxito. Que se queden en los márgenes de los zumbados que visten sombrero de papel de aluminio y los foros de la Deep Web.

Porque una cosa sí está comprobada: cuando mucha gente empieza a creer en algo, ese algo cobra vida. Busquen el concepto de budista de ‘tulpa’. Lo dice Oswald al comienzo del cómic, que arranca en una reunión de terraplanistas: “Cuanta más gente cree en una cosa, más verdad se vuelve, más se inclina la realidad a favor de esa creencia”. ¿Las encuestas electorales, por ejemplo?

Me dejo para el final la cuestión del arte. Porque el dibujo de Martin Simmonds es pura insania y demencia. Trazos brutales que sugieren más que muestran y que nos sumergen en el perturbado estado mental necesario para disfrutar de la locura que cuenta ‘El departamento de la verdad’. 

Les dejo. He recibido un guasap: el cuarto número de la serie me espera en Picasso Cómics. Por cierto, hablando de conspiraciones: si comparan ustedes lo del Pizzagate con el llamado ‘Caso Bar España’ encontrarán unas nada casuales relaciones causales. Y casuales. ¡Tremendo! 

Jesús Lens

Continúa el idilio Blacksad & Eisner

Antes de saltar de la cama y lanzarme al colegio electoral, esta mañana volveré a leer el primer volumen de ‘Todo cae’, la enésima obra maestra de nuestro Juanjo Guarnido y Juan Díaz Canales protagonizada por Blacksad. Por tres razones. Primero: es una maravilla, una joya, una delicia. (Aquí, la reseña).

Segundo: ha ganado un Eisner. Que me disculpen los aficionados a los tebeos, pero de vez en cuando hay que volver a explicarlo. El Eisner es la Champions del cómic, el Pulitzer de las viñetas. Y sí, caigamos en el tópico: el Oscar de los tebeos. El Nobel del noveno arte. Un Eisner, disculpen la irreverencia, es Dios. Y Blacksad, o lo que es lo mismo, la criatura parida por Canales y Guarnido, ya atesora cinco. ¡Toma! 

¿Y la tercera razón para leerlo hoy temprano? Que no quiero arriesgarme a ser cosificado y convertirme en mesa. Electoral. Les tengo mucha fe a mis vecinos del Zaidín y seguro que esta mañana, a las 8 am exactamente, los designados para ello estarán como un clavo en el colegio. Y fijo que los suplentes también harán su aparición. Aun así y por si acaso, no me arriesgaré a ser de los primeros en votar, vayamos que falte un mesa y me toque a mí, por ansia viva electoral.  

Pero no nos desviemos, que ha sido mentar las elecciones y me ha entrado el nervio. Una semana sin trackings y ya tengo mono, intranquilo perdido. ¡No veo la hora de que cierren los colegios y se publiquen los resultados de las israelitas, las encuestas a pie de urna! Y luego ya el escrutinio, el pactómetro, las valoraciones y el resto de la parafernalia propia de los trasnoches de la fiesta de la democracia. 

Mientras espero la caída de la tarde, volveré a leer A Tom Gauld, que también ha ganado un Eisner: a la mejor publicación humorística. Así se la recomendaba a ustedes hace unos meses: “si le gustan los libros, es imperativo categórico que se haga con ‘La venganza de los bibliotecarios’, la genialidad más reciente de Gauld, publicada por Salamandra Graphics”. ¿Me hicieron caso?

Y no nos olvidemos de esto otro que les contaba en marzo: “Máxima atención al que va a ser, a buen seguro, uno de los cómics del 2023. Me juego una oreja a que, allá por diciembre, está muy arriba en la lista con lo mejor del año. Se trata de ‘Patos’, lo ha escrito y dibujado Kate Beaton y lo ha publicado Norma Editorial… (Aquí, la reseña).

Lectura imprescindible para todo quisqui, pero especialmente para los del “ni machista ni feminista”. Pues también le han caído dos Eisner. Ea. ¡A leer se ha dicho!

Jesús Lens

‘Contrition’: oscura luminosidad enfrentada al mal

Hace unos días, Mercedes Gallego, la corresponsal de nuestro periódico en EE.UU., se hacía eco de una noticia espeluznante que les resumo de la forma más fría y aséptica posible. Tiffany, una joven de un pueblo de Oklahoma, invitó a dos amigas adolescentes a pasar el fin de semana en su casa. Como el domingo por la tarde aún no habían dado señales de vida, la policía fue a la finca en cuestión. “Todos están muertos”, informó el sheriff. 

La actual pareja de la madre de Tiffany resultó ser un violador convicto y confeso que había salido de la cárcel hacía tres años, después de haber pasado dieciséis entre rejas. El lunes tenía que pasar por los tribunales para responder por nuevos cargos relacionados con mensajes de contenido sexual enviados a una menor y, antes de que llegara la hora señalada, mató a su mujer, a las tres hijas de ésta y a las dos chicas invitadas a su propiedad. Después, se suicidó. 

Me quedé conmocionado al leer la noticia. Y se me vino a la cabeza, con toda su crudeza, el cómic que ya les anticipaba la semana pasada y que, a pesar de lo contado hasta aquí, usted debe leer sí o también. De verdad de la buena. Es un tebeo en absoluto sensacionalista que debería llevar impreso el marchamo de ‘Imprescindible’ y ‘De lectura obligatoria’. Se trata de ‘Contrition’, con guion de Carlos Portela y dibujo de Keko y lo ha publicado Norma Editorial, que ya anticipábamos la semana pasada al hablar del mal en estado puro AQUÍ.

La portada es escalofriante, sin necesidad de mostrar nada particularmente tremendista, efectista o sanguinolento. Como el resto del cómic. El famoso menos es más. Échenle un detenido vistazo y verán. 

Contrition es una pequeña localidad de Florida en la que, por razones que descubrirán al leer el cómic —permítanme que insista: ¡han de leerlo!— se concentra un amplio número de antiguos convictos condenados por delitos sexuales. Viven allí en una especie de estado de suspensión. Algo parecido al limbo. Sin expectativas. Sin posibilidades. ¿Sin futuro?

Se incendia una casa y muere uno de esos antiguos convictos. Se abre una rutinaria investigación y una periodista empieza a hacer preguntas. Lo que sigue, y no le cuento a usted más, le dejará la mandíbula cada vez más desencajada. Hasta llegar al final. Y no. No es por lo que usted está (o podría estar) pensando. O tal vez sí. ¿Quién sabe?

 

‘Contrition’ es un artefacto narrativo y visual muy poderoso. El guion de Carlos Portela te agarra por la pechera y no te suelta, llevándote por sendas insospechadas, con quiebros en el camino que te sacuden y zarandean, pero sin un gramo de efectismo, carnaza o mal gusto, insisto. 

Y está el dibujo de Keko, al que una vez definí como ‘el Caravaggio del cómic español’ por su brutalísima utilización de un radical blanco y negro en el que las sombras y la oscuridad ofrecen viñetas de una fuerza arrebatadora. Recuerden la Trilogía del Yo, mano a mano con el gran Antonio Altarriba. AQUÍ, más información.

No quiero seguir contándoles nada más sobre ‘Contrition’. Sólo invitarles, una vez más, a disfrutar de una de esas lecturas que te hacen pensar y darle vueltas al coco, preguntándote qué harías tú si te vieras enfrentado a según qué situaciones. —“¿Disfrutar, con lo que has dejado caer hasta aquí, Lens?”—. Sí. Háganme caso. ‘Contrition’ te remueve, te interpela, te provoca. Pero su lectura se disfruta hondamente, desde la primera hasta esa última página que, al pasarla, te obliga a coger el móvil y escribirle a tus mejores amigos: “¿Lo habéis leído ya? Necesito hablar de ello”.

Jesús Lens