AL CABO, GARCÍA

Nos ponemos manos a la obra, dando cumplimiento a este «Granada I love you», con algunas imágenes diseñadas por Colin Bertholet para esta iniciativa. ¡Súmate a la misma! Empezamos con un Microrrelato…

Estaba en el Patio de los Aljibes, frente a la Alcazaba, leyendo la placa que recordaba la gesta del cabo García.

José García.

No era nombre de héroe, precisamente.

La Alcazaba, en la parte militar de la Alhambra, estaba alejada de los famosos Palacios Nazaríes que hacían suspirar de emoción a todos los visitantes que los contemplaban, por su refinada decoración y su belleza sin igual.

El cabo García, del cuerpo de Inválidos, se hizo famoso por haber evitado la destrucción de la Alhambra en 1812, tras el efímero reinado de José Bonaparte, Pepe Botella, en España.

En su retirada, como despedida de Granada, los franceses habían decidido destruir el famoso monumento andalusí, conectando diversas cargas explosivas a través de un reguero de pólvora que, una vez encendido, convertiría en recuerdo al Castillo Rojo. En recuerdo y, por supuesto, en leyenda…

Ya se habían venido abajo algunos torreones defensivos, como la Torre de los Siete Suelos, cuando García interrumpió el curso de las explosiones por el peculiar método de lanzar su cuerpo sobre la pólvora prendida, para apagarla y, de esa forma, impedir que el resto de las cargas explosivas terminase de desplomar la fortaleza construida por los árabes.

Ahora, tal hazaña sería imposible.

Miró a uno y otro lado, contemplando los rostros de las personas que, como él, leían la placa homenaje a García. El cabo también participaría en la mítica batalla de Bailén, donde quedó cojo, para morir de cólera en 1834. Qué ingrata e injusta, la vida de los soldados. Al final, y con mucha suerte, todo quedaba reducido a una placa en una pared. Para curiosidad de los turistas.

Sonrió.

No. Él no era un turista como los demás. Ni mucho menos. Volvió a mirar las caras de los pocos viajeros que se interesaban por la historia de García. Y pensó que no. Que hoy, tal hazaña sería imposible. Doscientos años después, ningún émulo del cabo García podría evitar la total y definitiva destrucción de la Alhambra.

Y, entonces, apretó el botón.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

¿QUÉ DEMONIOS ES ESTO?

Lo abrí. Esta mañana. ESTE paquete. Y esto es los que había dentro.

Junto a una nota que incluye una sola palabra: PRONTO.

Y yo me/os pregunto, ¿qué diantres es eso?

Jesús Lens, dudoso-perplejo.

PD.- Efectivamente y como nos decía Pedro de Paz en el Facebook (lo siento por los amigos de la Teoría Corta y Pega-Pene), se trata de un modelo de pistola indetectable en los aeropuertos. Y lo más curioso es que, en el doble fondo de la teórica funda de gafas, hay un billete de avión, ida y vuelta Granada-Madrid-París-Bamako para el mes de septiembre… a nombre de un tal Jesús Lens.

Creedme. Yo alucino.

Porque, además, ni hay balas, ni munición, ni nada que se le parezca.

PD II.- Y más alucino con la ¿resolución? del enigma, que podéis leer AQUI.

CORREO ORDINARIO

Esta mañana, al salir del trabajo y llegar a casa, como cualquier día de diario, miré el buzón del correo, por pura rutina. Al buzón de mi casa, me refiero, no a la bandeja de entrada del correo electrónico.

Imagino que todos seguís esa inveterada costumbre, con mayor o menos asiduidad, ¿verdad?

En mi caso, ni la pequeña llave de turno tengo que usar: en su momento, se rompió la cerradura del buzón y no me he molestado ni en arreglarla.

Total, para el correo que recibo…

El caso es que esta tarde, como todas las tardes, abrí el buzón. Y, además de la propaganda de de una pizzería y de un chino, además de un par de siniestros sobres blancos (las facturas ya podrían venir en sobres de luto, que siempre son un atentado contra nuestras finanzas) había otra cosa. Y no. No era ninguna de las revistas a las que estoy suscrito y me mandan por correo ordinario. Ni ese libro que estaba esperando. O que no esperaba en absoluto.

Era otra cosa.

Y ahí lo tengo, encima de la mesa.

Sin remite.

Y sin hacer tic tac.

Pero, la verdad, me da miedo abrirlo.

Porque uno ya no cree en las sorpresas.

Al menos, en las agradables.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

 

PD.- Finalmente, lo abrí. Y dentro había ESTO, un objeto singular que nos trajo de cabeza bastante tiempo.

Y, si habéis seguido la historia, ya sabéis que desembocó en ESTO otro. Lo que marca el fin de esta curiosa historia… ¡o no! 😀