Mi film noir clásico imprescindible y favorito

Este verano estoy aprovechando para hacer un ajuste de cuentas con mis favoritos e imprescindibles del Noir. Hasta ahora he escrito de novelas extranjeras y nacionales y lo mismo con los cómics, de casa y de importación. La semana pasada destaqué dos True Crime fundacionales y, ya sí, ha llegado la hora de enfrentarme al cine. 

¿Cómo reducir el cine negro a dos, tres o cuatro títulos? Se me hace muy cuesta arriba. Empiezas por ‘El sueño eterno’, el clásico incontestable de Howard Hawks, una película en la que está todo, y ya no puedes parar. Si te detienes aunque sea un momento en ‘Perdición’, de Billy Wilder, estás perdido. ¿Con qué nos quedamos de Huston? ¿Con ’El halcón maltés’ o con ‘La jungla de asfalto’? ¿Y de Edward G. Robinson? Así las cosas, lo mejor es centrarse, única y exclusivamente, en esa obra maestra que es ‘Los sobornados’, de Fritz Lang.

Era una de las películas favoritas de mi padre y la habré visto diez, doce, quince veces. Más incluso. Hubo un momento en que, como me pasa con ‘El Padrino’, me la sabía de memoria. Pero cada vez que la veía le encontraba un matiz nuevo, un algo diferente y revelador. Porque hablamos de otra película en la que está todo, desde la denuncia de la corrupción a la psicopatía y la violencia contra la mujer. 

Vuelvo a no contarles nada de la trama. Solo les diré que el hogareño y familiar sargento Bannion ha de investigar el suicidio de un compañero de la policía que tiene conexiones con uno de los capos de la ciudad, Mike Lagana. A medida que se acerca al elegante delincuente, entra en contacto con otros elementos de los bajos fondos. Y estos ya son menos refinados.

Filmada en un impecable blanco y negro de corte realista y casi documental, ‘Los sobornados’ es una película de 1953 cuyo guion parte de un serial periodístico basado en hechos reales. En Philadelphia, en los años 40, un probo y corrompido funcionario de Hacienda se suicidó para que, con su muerte, salieran a flote la corrupción y la pestilencia en que había estado sumido. Sin embargo, la policía hizo oídos sordos y pasó de investigar.

 

Tres periódicos locales, a la vez y de común acuerdo, dieron visibilidad al tema. Y fue William P. McGivern, periodista de The Philadelphia Bulletin, quien recopiló toda la información referente al caso. En tres semanas escribió la novela ‘The Big Heat’ y la publicó por entregas en la prestigiosa revista The Saturday Evening Post.

Además de Bannion, magistralmente interpretado por Glenn Ford, cuya honestidad a raudales y su compromiso con la verdad sirvieron de inspiración al Elliott Ness de Brian de Palma, los otros dos grandes protagonistas de ‘Los sobornados’ son el psicópata Vince Stone, lugarteniente de Lagana interpretado por un portentoso Lee Marvin; y su novia, la alegre, festiva y punzante Debby Marsh, una imperial y descollante Gloria Grahame. 

Y están los secundarios, de lujo, desde la complicidad de Katie Bannion con su marido a la frialdad de Bertha Duncan o la inocencia quebrada de Lucy Chapman. Tenemos los clubes de moda, siempre tan excitantes, y ese desguace donde transcurre una de mis secuencias favoritas. 

Sin olvidar los dos momentos cumbre de ‘Los sobornados’, esos que han pasado a la historia y que, por muchas veces que los haya visto, siempre sacuden al espectador: el de la bomba y el de la cafetera. Y el final, claro, cuando Gloria Grahame se convierte en mito. ¡Absolutamente imprescindible!  

Jesús Lens

En un lugar solitario

Todos atesoramos recuerdos lectores y cinematográficos que, más allá de argumentos, personajes, tramas y desenlaces, se nos quedan grabados en la memoria de forma indeleble, sin saber por qué.

Me pasaba, por ejemplo, con el arranque de la película ‘En un lugar solitario’, un clásico del cine negro norteamericano dirigido en 1950 por Nicholas Ray e interpretado por Humphrey Bogart y Gloria Grahame.

Al abrir el plano y aparecer el título sobreimpresionado en pantalla, ‘In a lonely place’, una poderosa y recia voz en off lo traducía al castellano: “¡EN UN LUGAR SOLITARIO!” Aquella gente, a falta de respetar la versión original y limitarse a subtitularla en nuestro idioma, sabía cómo captar la atención del televidente.

De la película de Ray, recordaba que me había gustado. Mucho. Pero nada más. No guardaba en mi memoria nada sobre la trama. Ni una secuencia. Ni una acción. Casi que ni un sólo plano. Hasta que vi la portada del libro, publicado en España por Gatopardo ediciones en noviembre del año pasado, con traducción de Ramón de España. Un primer plano de Bogart al teléfono, ataviado con traje y pajarita. Al fondo, Grahame, en la puerta de una habitación, mirándole con una cara que no sabría cómo interpretar. Recordé que Bogart interpretaba a un escritor de guiones de películas metido en problemas en Hollywood… pero nada más, insisto.

Marta Marne, una de las mejores críticas de novela negra y de cuyo criterio siempre hay que fiarse, me recomendó vivamente la lectura de la novela de Dorothy B. Hughes. Esto escribía sobre ella: “Aquellos que aún creen que en los albores del género negro las únicas historias que una escritora tenía capacidad de contar eran aquellas ambientadas en la campiña inglesa con protagonistas de la alta sociedad, deberían echarle un vistazo a esta novela”.

Efectivamente, durante los años 40 del pasado siglo, una autora nacida en Kansas en 1904, que había estudiado periodismo y sólo había publicado un libro de poemas en 1931, antes de casarse; empezó a despacharse con una serie de novelas policiacas de alto voltaje. En concreto, en 1947 vio la luz una historia negra como el carbón, un noir de tomo y lomo en el que aparecía nada más y nada menos que un serial killer. Décadas antes de que ese término fuera acuñado por los especialistas del FBI.

Y con esto no les desvelo nada —¡malditos spoilers!— dado que en la segunda página de la novela, Dorothy B. Hughes escribe lo siguiente: “Podría haberla atrapado fácilmente, pero no lo hizo. Era demasiado pronto. Mejor aguantar hasta haber superado la loma, en el tramo intermedio del camino, y luego acercarse a ella”.

Aunque está escrita en tercera persona, seguimos el desarrollo de los hechos a través de uno de los personajes principales: Dix Steele. Lo que él sepa y vea, sus interpretaciones de los hechos y las conversaciones que escuche o mantenga; serán lo que el lector conozca. Por ejemplo, la continuación del párrafo anterior: “Pegaría un gritito, o puede que sólo suspirara, cuando apareciese a su lado. Y entonces él le diría suavemente “Hola”. Nada más que “hola”, pero ella se asustaría aún más”.

¿Por qué odian tantos hombres a las mujeres? Es una constante a lo largo de la historia. Y no me digan que no lo sabíamos. Que ahí están Jack el Destripador, sin ir más lejos. O este Steele, un aviador que participó en la II Guerra Mundial y que, al volver a casa, no termina de ubicarse: vive de prestado en la casa de un amigo de Los Ángeles que está de viaje y va tirando gracias a la asignación mensual de un familiar de la Costa Este. Le descubrimos solo y desubicado, casi como si de un fantasma se tratara. Hasta que se encuentra con un viejo colega del ejército: Blurb. E igualmente importante: hasta que conoce a Laurel, una vecina.

Quiere la casualidad que Blurb sea inspector de homicidios. Y que forme parte del equipo que investiga la muerte sucesiva de varias chicas en el entorno del condado de LA. ¡Suerte para Dix! Porque, ustedes ya lo saben, Dix es el asesino. Y gracias a su cercanía a Blurb, recién casado con Sylvia, tendrá información de primera mano del desarrollo de la investigación.

Muy interesante el cambio de roles en la novela de Dorothy, con un Dix entregado a Laurel, desesperado cuando no le coge el teléfono y consumido por los celos cuando no va a dormir a casa. Y muy necesario el estudio del comportamiento casi piscopático de una persona celosa.

Así las cosas, entusiasmado por la lectura de un clásico de la literatura negra norteamericana que no conocía, me lancé a ver la película, que se encuentra en el catálogo de Filmin. Mi primer interés: saber qué papel interpretaba Bogart, si el de Dix o el Blurb. ¿Qué piensan ustedes? Lo dejo aquí. De momento. Si tienen curiosidad, vean la película después de leer la novela y, pronto, retomamos esta historia.

Jesús Lens