Bajada de sueldo

El titular supuso toda una perturbación en la Fuerza, ahora que llega el desenlace de la nueva ¿y última? Trilogía de las Galaxias: ‘El Supremo avala bajar el sueldo a los funcionarios que trabajan poco’. ¿Qué les parece? ¿Cómo les suena?

Los funcionarios conforman un cuerpo de personal laboral muy envidiado por el resto de la sociedad. Y no digamos ya por quienes carecemos de nómina. Tener un puesto de trabajo garantizado a perpetuidad es, hoy por hoy, un lujazo. Hay muchos tópicos y lugares comunes sobre los funcionarios, olvidando que, para acceder a su puesto, además de acreditar una determinada preparación, hay que pasar pruebas selectivas muy exigentes.

Que en la administración haya funcionarios nos garantiza a los ciudadanos que trabajarán de acuerdo a criterios técnicos, no estando al albur de los caprichos y las veleidades de los políticos de turno. Como reza el dicho, los Papas pasan, pero las curias permanecen. Y así debe ser.

Debo reconocer, sin embargo, que al leer lo de la bajada de sueldo de los funcionarios que trabajan poco, he pensado en los técnicos del Ayuntamiento de Granada incapaces de poner en producción los ya devueltos 9,4 millones de euros de fondos europeos para la formación de personas desempleadas.

Siento si me encuentran cansino y reiterativo con este tema, pero me parece un escándalo de tal calibre que no podemos dejarlo pasar así como así. PSOE y Podemos-IU están impulsando un pleno extraordinario para tratar la cuestión, requieren al equipo de gobierno una explicación y le exigen toda la documentación manejada al respecto.

Así debe ser. Un pleno que servirá para que el concejal Manuel Olivares demuestre el ejercicio de responsabilidad que, según él, supone la devolución de los fondos europeos. De acuerdo con sus explicaciones, cuando accedió al cargo se encontró con una situación compleja en la que ‘le dijeron’ que no se podía cumplir el programa y que la situación económica impediría que se llevara a cabo.

Una magnífica ocasión, la de ese ya ansiado pleno, para explicar a la ciudadanía, con pelos y señales, quiénes hicieron qué y, sobre todo, quiénes han hecho dejación de sus funciones y sus obligaciones, convirtiendo a Granada en el hazmerreír de Europa.

Jesús Lens

Y, sin embargo, funcionan

Despedimos el año, en IDEAL, con este artículo que quizá sorprenda a más de uno. Pero que a mí me ha salido del alma…

De todos los lugares comunes en que solemos incurrir, uno de los más tópicos y habituales es el de malmeter y reírnos, ironizar y bromear con la figura del funcionario hasta el punto de que escuchamos la palabra y un torrente de adjetivos (des)calificativos se nos viene a la cabeza, de forma automática.

Estas semanas, por distintos motivos, me ha tocado lidiar con varios funcionarios de administraciones distintas. Empecé por el hospital. Me convocaron a una operación de cirugía menor que resultó ciertamente engorrosa, pero el cariño, el buen humor y el calor humano con que me atendieron tanto la médica como todas las enfermeras me resultaron, además de reconfortantes, de lo más enternecedor. No voy a llegar al extremo de decir que me gustaría volver a pasar por ello, pero más allá de molestias, puntos y cicatrices, el recuerdo que me queda de esa tarde es el de un equipo humano que responde a un ideal que yo pensaba inalcanzable.

También he estado liado con la policía, por temas de inmigración y cartas de invitación. Flipaba cuando recibí una llamada a través de la que me informaban de todo lo informable y, con simpatía y amabilidad, me indicaron todo lo que tenía que hacer y la mejor manera de hacerlo. Y flipaba más aún cuando, casi sobre la marcha, me volvieron a llamar para comunicarme la resolución favorable del expediente.

¡Hasta con la hacienda local, me las he visto! Y lo mismo. Atención exquisita, pulcritud administrativa, facilidades de todo tipo…

Ahora, a buen seguro, el lector se estará acordando de aquel funcionario que le extravió un papel o de ese otro que no le dijo las cosas como debería habérselas dicho. Es cierto, haberlos, haylos. Pero, ¿y las innumerables veces que todo sale como es debido, más o menos?

Cada vez atiendo más a la etimología de las palabras y, con ejemplos como los antedichos, recuerdo que el término funcionario viene de funcionar. Son los trabajadores que, con su trabajo, permiten que un país, una comunidad y una ciudad seguir avanzando, crecer y proporcionarnos calidad de vida.

Como la envidia es muy mala, cuando se anunciaron los recortes a los funcionarios, la bajada de sueldo y el empeoramiento de sus condiciones laborales, hubo quién se alegró. Ahora que empezamos a sentir en nuestras carnes los efectos de la crisis, aplicados a la función pública, quizá veamos las cosas de otra manera: menos quirófanos, más colas para cualquier trámite y, posiblemente, más errores administrativos.

Lo que está por venir no lo sabemos, aunque nos lo tememos. Pero, aunque sea a trancas y barrancas, nuestro mundo seguirá funcionando. Y lo hará, en buena parte, gracias a esos cientos de miles de trabajadores que, con la mejor de las voluntades y una sonrisa en el rostro, de forma tranquila, sorda y silenciosa; nos permiten parafrasear el título de una película maravillosa de Federico Fellini: Y la vida va.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros

En 2008, 2009 y 2010, publicábamos eso mismo…

UN, DOS, TRES… ¡A INNOVAR!

Además de esta primera Biografía Fingida, y de esta Cita en que les espero a todos ustedes, hablamos de la columna de hoy viernes de IDEAL, relacionado con aquel famoso artículo: «Innovación. Una actitud para el cambio». A ver si les sugiere comentarios y generamos polémica y discusión, pudiendo participar en la ENCUESTA SOBRE INNOVACIÓN que tienen en la Margen Derecha de este Blog.

 

Hasta el hartazgo se lo hemos escuchado proclamar al Presidente del Gobierno, a sus ministros, gurúes y corifeos: hay que cambiar de modelo productivo. Que si economía sostenible por aquí; que si desarrollo tecnológico, energías renovables, investigación y desarrollo por allá… en pocas palabras: ¡innovación!

 

Ha llegado el momento. Contra la crisis, innovación. ¿No han recibido ustedes a través de su correo electrónico esos mails con Einstein alabando las bondades de la crisis ya que son precisamente éstas las que nos hacen agudizar el ingenio, cambiar de parámetros y superar un modelo caduco de sociedad?

 

Pues en esas estamos. Justo ahora. Dichosos, felices y contentos deberíamos sentirnos por tener la oportunidad de vivir tiempos tan interesantes. ¡El final de una época y comienzo de la siguiente, nada menos! Estamos haciendo historia, en fin.

 

Lo que pasa es que resulta muy complicado acostarse por la noche ahítos de cigalas, con un cochazo de impresionante cilindrada en el garaje, viviendo en una burbuja inmobiliaria que, sin pegar golpe, cada día nos hace más ricos y despertarse por la mañana siendo éticos, solidarios, emprendedores sostenibles y, además, innovadores.

 

Toda la vida, nuestras madres pidiendo por un trabajo seguro, a ser posible de funcionario, sin preocupaciones ni sobresaltos, poniéndole velas a San Trienio, para ahora, de repente, pedirnos que nos pongamos a emprender e innovar. De golpe y porrazo. Por decreto. ¿Cómo lo ven?

 

A priori, parece chocar con la esencia de una sociedad en que la costumbre ancestral es que, con el primer sueldo, los jóvenes se compren un coche y, recién pasados a fijos en la empresa, ya menos jóvenes, se compren una vivienda con hipoteca a treinta años, soñando con jubilarse en el trabajo de toda la vida, insignia laboral bañada en oro incluida. Dicho planteamiento vital no parece casar con el riesgo y la actitud valiente y decidida que se le presuponen al emprendimiento y a la innovación. Por ejemplo, ¿a cuántas personas conocen que estarían dispuestas a ligar voluntariamente sus emolumentos a la productividad de su trabajo? 

 

Pero la pregunta es, más allá de cacarearlo a través de todos los altavoces oficiales y oficiosos, ¿se fomenta realmente la innovación en los colegios, los institutos, la universidad y la empresa? Porque, en general, en el mundo laboral sigue primando más el estar que el producir. Aún en los tiempos de Internet y la telefonía móvil, se sigue valorando, y mucho, el que te vean, el figurar, el famoso presencialismo. Lo importante es estar.

 

Ronda por Internet otra frase que ha hecho fortuna, como la de Einstein. En este caso, se trata de una máxima del célebre filósofo Simpson, Homer Simpson: «Hijos, lo intentasteis al máximo y fracasasteis. La lección es: no intentarlo nunca.» Parece una broma, pero como todo lo que tiene que ver con Homer, hay en ella un enorme y profundo poso de verdad.

Como ésta otra: «Hijo, si realmente quieres algo en esta vida, tienes que luchar por ello. ¡Ahora silencio! Van a anunciar los números de la lotería.»

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros