CUAVERSOS DE DOLOR Y DERROTA

Miércoles de Cuaversos. Una pregunta: ¿sabéis por qué contacto el añorado Ignacio conmigo, para publicar aquellos memorables Cuaversos Julianos?

 

Mismamente por aquellas paridas sobre la Soledad que publicamos un día. Mamarrachadas del tipo de éstas:

 

La soledad es despertarte por culpa de una pesadilla y encontrar una fría almohada que no te devuelve un abrazo.

 

La soledad es dormirte sin que nadie te haya dado las buenas noches y despertar sin un Buenos días en el oído. Ni en la boca.

 

La soledad es partir y que nadie te desee buen viaje.

 

Bueno.

 

Aquí está.

 

Un nuevo poema de Ignacio, que enlaza con esas otras derrotas que glosamos la semana pasada, de Khalil Gibran.

 

1974

Aquel año pusimos papel pintado en casa

y mi padre volvió a reparar el FIAT 1500, blanco,

con marchas en el volante, que mi madre,

una mala tarde, estrelló contra un árbol.

En verano, fuimos de vacaciones a Torrox

y en la playa del Morche

vi, por primera vez, a una mujer en top-less

Fue el año del Mundial.

Mi hermano y yo lo vimos por televisión

acérrimos forofos de la Holanda de Cruiff.

Fue el año en que Alemania ganó el Mundial

(2-1 a la potente escuadra holandesa).

Lo vimos por la tele.

Creo que, desde entonces,

me viene esa perenne sensación de derrota.

Fue el año en que perdimos el Mundial,

cuando el Mundial lo era todo para mí.

El año en que Alemania le metió un par de goles

a todos nuestros sueños, los dos,

en blanco y negro

y por la escuadra

(En el 78 Holanda volvió a perder,

un año antes de que los Clash, malheridos,

grabaran para mí London Calling,

sin que yo lo supiera.

Perdimos de nuevo,

perdimos para siempre)

CUAVERSOS DERROTADOS

Los Cuaversos de Bitácora de hoy nos vienen del Mediterráneo. ¿Les gusta Khalil Gibran? Este poema está tomado de su libro «El loco». Y es como si me estuviera susurrando al oído, precisamente, lo que necesito oír. Muy en relación con esta columna que escribí para IDEAL, hace unos meses, también titulada «Derrotas».

 

DERROTA

 

 

Derrota, mi derrota, mi soledad y mi aislamiento;

me eres más querida que mil triunfos

y más dulce al corazón que toda la gloria del mundo.

Derrota, mi derrota, mi desafío y conocimiento de mí mismo,

por ti sé que aún soy joven y ligero de pies

y desdeñoso de los marchitos laureles.

En ti encontré perfecta soledad

y la alegría de ser humillado y despreciado.

 

Derrota, mi derrota, mi rutilante espada y mi escudo;

en tus ojos he leído

que ser entronizado es ser esclavizado,

que ser comprendido es ser rebajado

y ser entendido es tan sólo alcanzar la propia plenitud

y, como un fruto maduro, caer y consumirse.

 

Derrota, mi derrota, mi audaz compañera;

tú escucharás mis cantos, mis gritos y mis silencios;

y nadie sino tú me hablará del batir de alas,

del furor de los mares,

de montañas que arden en la noche;

y sólo tú escalarás mi escarpada y rocosa alma.

 

Derrota, mi derrota, mi inmortal valor;

tú y yo reiremos juntos con la tormenta,

juntos cavaremos fosas para todo lo que muere en nosotros

y nos erguiremos ante el sol con una voluntad,

y seremos peligrosos.

 

Pero no terminemos de forma pesarosa. Que el libanés también ha escrito otras cosas más optimistas:

 

Por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes.

 

En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche, viene una aurora sonriente.

 

Un sabio, Gibran. Y su elección, créanme, no ha sido gratuita.