En provincias nunca pasa nada. O casi. Y si no, que se lo digan a Teresa Trajano. “Aquel viernes estaba siendo tan aburrido en Segovia como todos los anteriores; parecía que la gente se olvidaba del mal para no estropearse el fin de semana”. ¡Uf!
Teresa era policía en Madrid. De las buenas. Por una serie de circunstancias que descubriremos a medida que leemos ‘Muerte privada’, decidió montar una agencia de detectives en Segovia, para incomprensión de su marido. “Te vas a pasar la vida tratando cornudos y herederos peleados”, le vaticinó. Pero quienes amamos ‘Chinatown’ sabemos que una infidelidad puede abrir las puertas del mismísimo infierno.

Juan Carlos Galindo acaba de publicar su segunda novela, en la editorial Salamandra, como ‘Hontoria’, su ópera prima. Y les confieso que ‘Muerte privada’ me ha gustado aún más. Escribo bien ‘aún’ porque la primera ya me gustó mucho, como les conté hace año y medio: “Me he bebido ‘Hontoria’, (casi) literalmente hablando, en un día de lectura compulsiva a orillas del Mediterráneo. Imagino que ese día podría haber hecho muchas otras cosas, pero no se me ocurre ninguna mejor”. (Leer AQUÍ la reseña).
En esta ocasión he leído más tapadito y arrebujado bajo la manta del sofá, pero he disfrutado igual. Les decía que ‘Muerte privada’ me ha gustado incluso más que ‘Hontoria’ precisamente por el personaje de Teresa, esa detective privada, todo un hallazgo. Y porque encontramos al protagonista masculino, Jean Ezequiel, al que ya podemos considerar un viejo amigo; más asentado a la vez que más vulnerable y desencantado, más herido. Con decirles que ha dejado su podcast dedicado al True Crime y hasta su trabajo como periodista en Madrid…
‘Muerte privada’ comienza en el pasado. Un pasado en el que se dejaban mensajes en contestadores automáticos. Por ejemplo, en el de un conocido programa de radio. “No sé qué hacer. Mi hermana me dice que no sea idiota y no salga a correr por esa zona”, decía Ester Merino, tras explicar que se sentía vigilada por un tipo. “Pero ¿eso no sería dejarse intimidar por ese capullo?”, se preguntaba en voz alta. Nunca más se supo de ella.
Inmediatamente después sabremos de Leticia Santos, una joven de dieciséis años que desapareció en 2002 sin dejar (aparente) rastro. Pero una nueva pista hace que su madre trate de reactivar la investigación. Aunque sepa que no va a aparecer con vida, quiere saber qué le ocurrió. “Dicen que una persona desaparece realmente cuando se la deja de buscar, de nombrar, cuando los que nos hemos quedado nos rendimos”, afirmará en un momento particularmente dramático de ‘Muerte privada’. Juan Carlos Galindo afronta un tema tan complejo como el de las jóvenes desaparecidas y recuerda una frase del novelista Michael Connelly: ‘Si no importan todas, no importa ninguna’.

En su novela, Galindo nos devuelve a esa Segovia que tan bien conoce y por la que nos conduce mejor que Google Maps, descubriéndonos sus rincones más oscuros y algunos de sus ominosos secretos. Acompañaremos a Jean a su restaurante favorito y a su bar de cabecera. Le escucharemos en sus reuniones con Rodolfa Vals —precioso guiño— y hasta en sus conversaciones de alcoba. Por ejemplo, ésta con Eulalia.
“—No sé qué haría sin ti.
—Pues mejor no te vuelvas a poner en situación de averiguarlo”.
Porque en provincias también pasan cosas. Y no todas buenas. “Recorrí las calles del casco antiguo arropado por un silencio denso, inquietante. No era la tranquilidad del páramo o la quietud rural, sino una sensación de escenario congelado en el tiempo donde yo era el único ser en movimiento”.
Jesús Lens
Deja una respuesta