La cronomoneda

Lo habrán visto ustedes en algún anuncio o en el momento lacrimógeno de una película: el niño que rompe su hucha y le da el dinero a su padre para que pase más tiempo con ellos. Se trata de una especie de chantaje emocional: frente a la excusa paterna de que tiene que trabajar muchas horas cada día para sacar adelante a su familia, los pequeñuelos tratan de comprar lo único que realmente desean: tiempo.

El proceso de crecer y madurar es, también, asumir que el tiempo es un bien escaso y que el éxito profesional -o lo mera supervivencia laboral- lleva aparejado perderlo, regalarlo y renunciar a él: reuniones interminables y a deshora, presencialismo a ultranza, disponibilidad 24/7 y un largo etcétera.

Además, la precarización de las condiciones laborales -el auténtico “milagro” económico de las políticas económicas neoliberales- obliga a la gente a echar en el trabajo más horas que un reloj.

Ahora que se han puesto de moda las criptomonedas, yo abogo por las cronomonedas. ¿Cuánto cuesta una hora de su tiempo? ¿En cuánto la valora? ¿En cuánto la tasa? Y, la pregunta más importante: ¿en qué está usted dispuesto a invertir cada una de las 24 cronomonedas de una hora que le concede el Banco del Tiempo, cada día?

Se trata de una pregunta complicada, a la vez que sencilla. Y, dependiendo de la respuesta, hay que tomar algunas de las decisiones más importantes de nuestra vida. Se suele decir que no es rico quien más tiene, sino quien menos necesita. Personalmente, si algo he aprendido a lo largo de mi vida, es que la auténtica riqueza se basa en el control, el dominio y el disfrute del tiempo.

¿Cuántas horas del día pasa usted haciendo lo que le gusta, disfruta y le apetece, invirtiendo en usted mismo sus 24 cronomonedas; y cuántas de dichas tempodivisas acaban en bolsillos ajenos?

Nunca olviden que el día tiene 24 horas para usted, para su jefe y para el presidente de su empresa. Para Putin, Trump, Mr. Handsome y el G7 al completo. ¡No se las deje mangonear!

Jesús Lens

Brújula al Este

Leo la impresionante, compleja y poliédrica novela “Brúluja”, de Mathias Enard, un canto al Oriente en su más amplia y variada acepción y, al final del libro me encuentro con que la protagonista asiste en Granada a un aburrido congreso durante el que, sin embargo, se ve sacudida por una comunicación sobre las conexiones entre la lírica hebraica y la árabe en Andalucía a través de los poemas de Ibn Nagrella, un poeta-soldado que escribía y componía, incluso, en los campos de batalla.

Conmovida por el descubrimiento de dicho personaje, Sarah se marchó al único lugar posible: “Fui a pasearme por la Alhambra. Hacía muy buen tiempo y el cielo contrastaba con las paredes rojas de los edificios, el color azul los encuadraba, como una imagen. Me sentí asaltada por un sentimiento extraño; tuve la impresión de hallarme ante todo el tumulto del tiempo. Ibn Nagrella murió mucho antes del esplendor de la Alhambra, y sin embargo cantaba a las fuentes y a los jardines, a las rosas y a la primavera; esas flores del Generalife ya no son las mismas flores, las piedras de las paredes ya no son las mismas piedras; pensé en las idas y venidas de mi familia, de la historia, que me devolvían allí donde probablemente viviesen mis lejanos ancestros y tuve la sensación, muy fuerte, de que todas las rosas no son sino una sola, todas las vidas una sola vida, que el tiempo es un movimiento tan ilusorio como la marea o el trayecto del sol… tuve la visión de una Europa tan indistinta, tan múltiple, tan diversa como esos rosales de la Alhambra que, sin darse cuenta, hunden sus raíces tan profundamente en el pasado y el futuro, hasta el punto de que resulta imposible decir dónde surgen realmente. Y esa sensación vertiginosa no era desagradable, al contrario, me reconciliaba un momento con el mundo, me desvelaba por un instante el ovillo de lana de la Rueda”.

Disculpen, ustedes y el autor, el pedazo de párrafo transcrito, pero me parece de una fuerza y de una clarividencia tan, tan poderosas… Granada. Ciudad imprescindible para soñar con el concepto del Viaje en el Tiempo. Espero poder preguntarle por ello a Enard en la próxima Feria del Libro, que participará en el “Tres Festival, voces del Mediterráneo”, invitado por la Fundación Tres Culturas.

AQUÍ, más sobre una idea de Granada como capital mundial del Viaje en el Tiempo.

Jesús Lens