LA IDEA DE EUROPA

Mañana es el Día de Europa y, como señalamo en el «Próximamente» de la Margen Derecha de tu pantalla, la columna de IDEAL irá en clave euroescéptica. Pero hoy queremos dejar estas notas sobre nuestro continente, a ver si generamos un poco de debate en torno a nuestra vieja y achacosa Europa…
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Ya tiene algunos meses en el mercado el libro “La idea de Europa”, de George Steiner, publicado por la Biblioteca de Ensayo de Siruela. Recuerdo que, cuando apareció, fue muy reseñado y comentado en la prensa, por lo que fue convenientemente anotado en mi Moleskine, como Imprescindible.

Creo que lo encontré en la librería Atlántida. Y me quedé sorprendido. Porque, más que un libro, es un pequeño opúsculo de tamaño mini-bolsillo de 80 páginas, de las cuáles 17 corresponden al prólogo de Mario Vargas Llosa y otras tantas a un texto titulado “La cultura como invitación”, en que el Rob Rieben, Director Fundador del Instituto Nexus, habla sobre dicha institución, sus fundamentos e intenciones.

Por lo tanto, “La idea de Europa” propiamente steineriana apenas ocupa 50 minipáginas. Y, sin embargo, se trata de un libro capital, necesario y esencial.

¿Qué es Europa?

A intentar responder a esa pregunta dedica Steiner la conferencia impartida en el Instituto Nexus y cuya precisa trascripción constituye este pequeño libro, cuyo tamaño es inversamente proporcional a la sabiduría y el calado que contiene.

Steiner comienza hablando de los cafés como uno de los elementos esenciales del ser europeo. Los cafés como templos de diálogo, tertulia, debates, creación y generación de ideas. Además, Europa viene determinada por la civilización de su paisaje y su moderada orografía. Otro rasgo definitorio: los nombres de las calles de sus ciudades y pueblos hablan de personas, artistas, científicos y hechos memorables, constituyendo un mapa de la historia de la humanidad, en contraposición a esas calles rígidamente numeradas y ordenadas de Norte a Sur y de Este a Oeste.


Hasta ahí, hablamos en positivo. Después, entramos en asuntos pantanosos. Como el de la religión. Roma y Jerusalén. Cristianismo y judaísmo. La Biblia y la Torah, como elementos esenciales del ser europeo, junto a la ciencia y filosofía emanadas de Grecia. Y, como compendio de todo ello, un siglo XX que, entre guerras, purgas, campos de concentración y gulags, dejó cien millones de europeos muertos.

O sea, lo mejor, más elevado y más perfecto del ser humano va de la mano de lo más abyecto, vil y salvaje, teniendo como colofón la barbarie de los Balcanes, que a todos nos dejó sin habla ni capacidad de respuesta. ¿Hacia dónde vamos? La parte final de su ponencia versa sobre ello, pidiendo un esfuerzo común por plantar cara, de forma positiva y creativa, a la fuga de cerebros europeos hacia los EE.UU., por ejemplo.

“La idea de Europa” viene en tamaño pequeño, como los mejores elixires. Un libro para reflexionar, que invita a la meditación y a la lectura de otros trabajos sobre la esencia de un continente que, ahora, parece estar más desunido que nunca y que, sin embargo, es capital para entender el mundo en que vivimos.

Como colofón, transcribimos el recordatorio que el propio Steiner hace del célebre viajero y cronista griego Heródoto y su reivindicación del espíritu inquieto y descubridor de los helenos: “Todos los años enviamos nuestros barcos con gran peligro para las vidas y grandes gastos a África para preguntar: “¿Quiénes sois?” ¿Cómo son vuestras leyes? ¿Cómo es vuestra lengua?” Ellos nunca enviaron un barco a preguntarnos a nosotros.”

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

MATAR ELEFANTES VUELVE A SER LEGAL

¿Recordáis la maravillosa película “Cazador blanco, corazón negro”, de Clint Eastwood? En ella se cuentan los entresijos previos al rodaje de “La reina de África”, capitalizados por la obsesión de su director, John Huston, de cazar un elefante.

En uno de los momentos más impresionantes del filme, el personaje que interpreta al escritor y guionista Peter Viertel, le grita a Huston/Eastwood que no entendía cómo podía matar a un elefante, ser majestuoso y uno de los más impresionantes de la naturaleza. Le parecía una atrocidad.

– No. No es una atrocidad- le respondía Huston. – Es un pecado. Es el único pecado que se puede pagar con dinero, sacando una licencia.


Desde hace ya varios años, la comisión de dicho pecado era ilegal. Aunque seguían matándose elefantes por parte de los furtivos, como ha pasado recientemente en el Congo.

Pero la noticia más escandalosa y repulsiva ha surgido en Sudáfrica. Basándose en argumentos conservacionistas y apelando a la superpoblación de elefantes, el gobierno sudafricano ha levantado la prohibición de cazarlos.


Por mucho que lo revistan de argumentos, como los de Japón y las ballenas, de lo que se trata es de volver a favorecer el auge del comercio de marfil, que en la China de vertiginosos crecimientos económicos, es muy demandado. Además, esta prohibición conllevará un efecto rebote en los demás países africanos, un crecimiento del furtivismo y un nuevo impulso al mercado negro de comercio de marfil.

Quienes hemos tenido la suerte de disfrutar de la visión de elefantes en libertad, en los parques de Tanzania, el Tarangire o el Serengeti, podemos dar fe de que sí. De que pegarle un tiro a un elefante es un pecado y una atrocidad. Y que hacerlo para comerciar con el marfil de sus colmillos es de una abyección, una miserabilidad y una crueldad impropias del ser humano supuestamente civilizado del siglo XXI.

Joder, qué asco.

UN VIDEOJUEGO, UNA PORTADA

El lanzamiento al mercado de un millón de copias de la nueva novela de Ruiz Zafón ha ocupado un montón de ruido en los medios de comunicación y el hecho que el susodicho apareciera en las portadas de los periódicos, hartándose de firmar libros en Sant Jordi, a nadie parece haberle extrañado lo más mínimo.

Igual que, cuando se estrene Indiana Jones, el célebre arqueólogo y sus papis putativos coparán el ruido y la furia mediáticos, faltaría más.

Sin embargo, el hecho de que un videojuego haya llegado a la portada de un periódico de difusión nacional como Público sí que encendió todas las alarmas de los políticamente correctos. ¿Era un Publirreportaje? ¿Por qué un periódico serio llevaba a su portada una banalidad como es un videojuego?

Y lo curioso es que, como señala Enric González en su columna televisiva de hoy, “Autores”, Grand Thef Auto mueve cifras infinitamente superiores a cualquier libro y a cualquier película.

La pregunta sería, pues, ¿quién teme a los videojuegos?

Jesús Lens.

TIEMPO, FAMA, GRAN HERMANO Y FÚTBOL TELEVISADO

La columna de hoy de IDEAL, un tanto ácida, pero cariñosa y bienintencionada. Relacionada con «Estar más no significa trabajar más.»

Me comentaba un amigo, hablando sobre lo mucho que me gusta escribir, que se notaba que tenía mucho tiempo. Lo decía de buena fe, me consta, pero me hizo gracia escuchar otra vez una expresión que, implícitamente, lleva una cierta carga de crítica mordaz, como si uno fuera un vago redomado.


El caso es que sí. Es cierto. Tengo tiempo. Dispongo exactamente de mil cuatrocientos cuarenta minutos diarios, que, al cambio, suman veinticuatro horas. Es, curiosamente, el mismo tiempo de que dispone Sarkozy para hacerle unos arrumacos a la Bruni, salir en la tele diciendo alguna machada, dictar un par de leyes, liberar a algún ciudadano secuestrado y hacer footing. El mismo tiempo, en fin, que tiene una joven etíope para recolectar leña con que hacer un fuego para alimentar a su familia.


Condicionado por sus circunstancias personales, cada uno hace con su tiempo lo que le viene en gana. Pongamos como ejemplo esa tele-realidad que nos rodea. Tenemos, por un lado, el inefable “Gran Hermano” en que sus protagonistas se dedican a golfear y gandulear el día entero, desde que se levantan hasta que se acuestan. Y tenemos “Fama”, un programa en que sus participantes, además de tontear lo suyo, han de bailar, preparar coreografías, improvisar y trabajar para ganarse su continuidad en el concurso. Siendo lo mismo, no es ni parecido.


En nuestra vida diaria, todos tenemos que decidir a qué dedicamos los mil y pico minutos diarios de tiempo que el reloj nos regala cada mañana. Así, podemos hacer deporte o verlo por televisión. ¿Por qué tiene tanto éxito el fútbol? Porque, cuando termina el partido, sin habernos movido del sofá, podemos presumir, colectivamente, del partidazo que hemos hecho y de la victoria que hemos cosechado. Los deportes televisados transmiten al espectador la falsa sensación de que ha estado haciendo algo, más allá de rascarse la panza, arrumbado en un sillón.


Añagazas para justificar que nos encanta perder el tiempo las hay a cientos. Desde esas infumables comidas de trabajo a las eternas reuniones sin contenido que te dejan baldado. Del cansancio tras una jornada laboral en que no te has levantado de la silla a la pereza provocada por el tráfico, cuando te planteas ir a un concierto, al cine o a ver una exposición; por no hablar del tiempo perdido parloteando por teléfono.

El caso es que siempre tenemos una inmejorable excusa para el no hacer y la inacción. Pensemos en esas determinaciones de año nuevo. En esos planes para el fin de semana o las vacaciones. En esas energías postveraniegas. Al final, las palabras se nos suelen quedar en el tintero, las ideas en la cabeza y las mejores intenciones en el limbo. Por eso, la autodisciplina y la autoexigencia siguen siendo las únicas recetas válidas para vencer la abulia general, siempre disfrazada de unas agendas apretadas hasta la extenuación y de una vida social tan teóricamente activa y excitante como realmente tediosa e improductiva.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.