La televisión, un mundo implacable

Esta historia comienza con el visionado de ‘Los tres días del cóndor’ la semana pasada. Durante las elecciones norteamericanas y su proceloso proceso de escrutinio, estuve viendo películas de temática electoral como ‘El disputado voto del señor Cayo’ o ‘Jarrapellejos’. En mitad de la panaroia y las conspiraciones, aproveché para ver el clásico de Sidney Pollack interpretado por Robert Redford y Faye Dunaway.

Siempre al quite, Fernando Marías me escribió para comentar que, si bien el plano final de la película era majestuoso, le parecía indignante e incomprensible el papel de nuestra adorada Faye, metido con calzador para que hubiera una historia de amor en mitad de la trama de espionaje. Sobre todo porque la actriz venía de filmar una obra maestra del calibre de ‘Chinatown’ y, al año siguiente, protagonizaría ‘Network, un mundo implacable’. Dos papeles soberbios e incontestables.

Si son ustedes usuarios de las redes sociales, les aconsejo que estén muy atentos al Instagram de Fernando Marías, que hace directos sobre cine que, después, se quedan grabados en la plataforma. Vean por ejemplo el de ‘Network’: al calor de aquella conversación, el pasado sábado veíamos la película y, por la tarde, hablábamos de ella y la comentábamos en vivo y en directo.

Quiso la casualidad, que siempre tiene mucho de causal, que viéramos una película sobre los excesos de la televisión y la obsesión por la audiencia a toda costa precisamente cuando las grandes cadenas de televisión norteamericanas silenciaron un discurso de Trump lleno de falsedades e incongruencias. ¡Hasta la Fox, que había sido su mejor altavoz antes y durante su polémico mandato, practicó el ‘mute’ presidencial!

No. No pienso que las cosas hayan mejorado en el universo catódico, por mucho que las teles ya sean planas y estén conectadas a internet. Era lo primero que comentaba Marías en su intervención: filmada en 1976, ‘Network, un mundo implacable’ no ha perdido un ápice de actualidad. De hecho, vista en la España de aquellos entonces, parecía ciencia ficción distópica. Hoy, es el pan nuestro de cada día.

Diremos de forma muy escueta que la película de Sidney Lumet cuenta la historia de Howard Beale, un veterano presentador de informativos al que, dados sus bajos índices de audiencia, van a retirar del programa. Al saberlo, en antena y en directo, anuncia que se suicidará frente a las cámaras. El revuelo es enorme. De repente, el encargado de dar las noticias se convierte él mismo en noticia. Paradójicamente, los índices de audiencia suben. Es lo que estaba esperando Diana Christensen, productora de programas sensacionalistas, para hacerse con los informativos, arrebatándoselos al veterano Max Schumacher.

La película, de una tensión brutal, cuenta la guerra abierta entre los financieros que solo buscan beneficios y los puristas del periodismo que no quieren injerencias en su trabajo. La dialéctica entre información y entretenimiento, entendiendo como tal una sección específica dedicada a secuestros, asesinatos y suicidios. ‘Network’ habla, en fin, del peligro de crear monstruos mediáticos que canalizan la rabia de la gente y se terminan convirtiendo en inmanejables (sic), como la criatura de Frankenstein. Los riesgos del mesianismo, y tal.

Una película que habla, también, del paso del tiempo, del ocaso vital y profesional y de las contradicciones e inconsistencias en las que todos incurrimos en nuestra vida.

El guion, prodigioso, es de Paddy Chayefsky, que también fue productor de la película. Un guion que debería estudiarse en las escuelas de cine… y en las de periodismo. En 2005, fue votado por el Sindicato de Guionistas de Estados Unidos como el octavo mejor guion cinematográfico de todos los tiempos. En su momento, además, ganó tanto el Oscar como el Globo de Oro.

‘Network, un mundo implacable’ es una cruel y despiadada sátira de la realidad de los medios de comunicación de masas que se sustenta en las prodigiosas interpretaciones de sus actores, protagonistas y secundarios. Peter Finch, que murió antes de recoger su Oscar al mejor actor principal. Faye Dunaway, que se llevó la estatuilla por su papel de productora sin escrúpulos y masculinas hechuras en su forma de ser y trabajar. Beatrice Straight, mejor actriz de reparto en su condición de sufridora esposa que ve cómo se derrumba su matrimonio sin poder hacer nada por evitarlo.

Como bien nos recordaba Fernando Marías, William Holden llegó a decir que, si Finch no hubiera fallecido justo después de la filmación de la película, el Oscar al mejor actor habría sido suyo, que también estaba nominado.

Recién terminada de ver y como buen coleccionista que soy, ya estoy buscando el DVD con la edición del 30 aniversario de ‘Network, un mundo implacable’ que incluye un documental de Lauren Bouzereau de 2006, dos horas sobre el making of de una película considerada “cultural, histórica y estéticamente significativa” por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos y seleccionada para su preservación en el National Film Registry. Un título imprescindible que, en 1976, anticipaba muchas de las cosas que terminaron pasando en el mundo del periodismo y la televisión.

Jesús Lens

Juan Madrid desencadenado

Tenía dudas sobre cómo titular esta columna. También barajaba ‘Hija de la furia’ para hablar sobre la novela más reciente de Juan Madrid, ‘Gloria bendita’, que está de doble y vibrante actualidad.

—¿Has visto que hay una nueva investigación sobre el Emérito?— le preguntaba a mi interlocutora el pasado viernes, mientras disfrutábamos de una pierna de cordero segureño en la terraza de Oleum, en plan ‘El último hurra’ y en previsión de las medidas que la Junta de Andalucía pueda tomar hoy.

—¿Lo de las tarjetas opacas?— me preguntaba ella. Y sí, pero no. Porque esa misma mañana, la fiscal General del Estado le había deslizado a un grupo de periodistas reunidos en encuentro informal la apertura de una tercera investigación, todavía embrionaria, sobre un Real blanqueo realizado en un paraíso fiscal. Investigación abierta a instancias de una “inteligencia financiera”, maravilloso eufemismo sobre el que deberíamos profundizar.

Presentación de ‘Gloria bendita’ a los medios de comunicación

El mismo viernes por la noche, Twitter ardía con la noticia de que Antiblanqueo había encontrado otra piporrada de millones del Emérito oculta en la isla de Jersey. A estas alturas, seguirle la pista a las investigaciones abiertas a Juan Carlos I es más proceloso que el recuento de votos en los Estados Unidos.

Les digo todo esto porque en ‘Gloria bendita’ aparece el Emérito. Y su amiga entrañable y especial. Y aparece un inquietante comisario llamado Romero cuyos turbios manejos solo tienen un objetivo: mantener el statu quo imperante, las relaciones de poder, los equilibrios del Estado. Y para ello no tiene empacho en sumergirse en sus cloacas, para ejercer como guardián “del Ibex 35, de sus negocios sucios, de sus intereses políticos y económicos”, por ejemplo.

No hay ahora misma en las librerías un título de mayor actualidad que ‘Gloria bendita’, publicada por Alianza editorial. ¡Ojo! Es una novela. Dejémoslo claro. No es un trabajo de investigación periodística, un ensayo o un reportaje. Hablamos de una novela de ficción que se parece sospechosamente a la realidad. Una novela protagonizada por tres mujeres de tres generaciones diferentes que son, también, reflejo de nuestra sociedad. Mujeres con problemas, que una lidia con el alcoholismo, otra lucha contra los estragos de un ictus y la tercera, la más joven, está sola y perdida.

Juan Madrid Gloria bendita

‘Gloria bendita’ es una novela sobre la memoria. Y la desmemoria. Sobre la la Transición y la transacción. Sobre el paso y el peso del tiempo. Una novela escrita a tumba abierta por un Juan Madrid felizmente desencadenado que ya tardan en leer.

Jesús Lens

Antidisturbios: la (nueva) serie del año

Ha sido la serie del año del mes de octubre, con permiso de ‘Patria’, que fue la serie del año de septiembre. Hablamos de ‘Antidisturbios’, una intensa miniserie de seis episodios creada, escrita y dirigida por Rodrigo Sorogoyen que, desde su estreno en el Festival de Cine de San Sebastián, ha provocado un alud de reacciones y comentarios para todos los gustos. Y disgustos. Por ejemplo, de quienes abogan por aplicarle la detestable cultura de la cancelación, como denunciábamos AQUÍ hace unos días.

Esto que les sugiero es harto complicado, pero traten de ver ‘Antidisturbios’ sin condicionamientos apriorísticos. Intenten hacer oídos sordos a lo que se ha dicho sobre la serie por parte de representantes sindicales de la Policía o de determinados políticos independentistas que tratan de arrimar el ascua de la polémica a su siempre interesada sardina ideológica.

Cada parte hace una interpretación ideológica, partidista y política de una serie que tiene miga, calado y fondo. Pero obvian lo más importante: ‘Antidisturbios’ es una serie prodigiosa, impecable desde el punto de vista narrativo y cinematográfico, cuyas imágenes transmiten sensaciones físicas al espectador.

Como muestra, dos momentos. En el primer episodio se cuenta la ejecución de un desahucio en una corrala de Lavapiés por parte de un grupo de las Unidades de Intervención de la Policía, la UIP. La tensión en el ambiente es palpable desde el primer momento. La cámara parece un personaje más, incrustada entre los policías, sometida a la presión de los unos y de los otros.  Sabes que algo va a pasar. No sabes qué, cómo o cuándo, pero la nerviosa dirección de Sorogoyen te mete la incertidumbre y el nervio en el cuerpo.

Lo mismo ocurre en el episodio en que los antidisturbios tratan de controlar a un grupo de hinchas franceses de fútbol. La tensión se deja sentir desde el primer instante: la violencia verbal y los insultos, la presión, los gritos, los empujones…

Y, sin embargo, el eje principal sobre el que se asienta ‘Antidisturbios’ tiene menos que ver con ellos que con la trama de corrupción destapada desde una unidad de Asuntos Internos. Protagonizada por la actriz Vicky Luengo, la verdadera protagonista de la serie es Laia. De hecho, con ella se abre la narración, en la extraña secuencia de la partida familiar de Trivial, de tintes surrealistas, pero que tan bien funciona a la hora de describir a Laia. Y ojo a ese secundario que, con barbita recortada, gorra y gafas, es un indisimulado trasunto de Villarejo.

Decía antes que ‘Antidisturbios’ ha sido creada, escrita y dirigida por Rodrigo Sorogoyen, artífice de aquella otra obra maestra sobre la corrupción que es ‘El reino’, una de las grandes películas españolas de los últimos años, ganadora de un buen puñado de premios Goya y de la que escribí en su momento mucho y bien. (Leer AQUÍ). Como tipo listo que es, el cineasta ha vuelto a contar con la guionista Isabel Peña y con el músico Olivier Arson, que ya trabajaron con él en ‘El reino’. ¡Y menuda impronta dejan!

Las largas conversaciones grupales pespunteadas por una música hipnótica entre lo industrial y lo ambiental, son marca de fábrica del trío Sorogoyen-Peña-Arson. Esas conversaciones que arrancan de forma festiva y que se van tensando hasta acabar entre empellones y amenazas, cabeza contra cabeza. Esos diálogos eléctricos convertidos en interrogatorios. La desconfianza, la paranoia, la tensión…

Se critica de ‘Antidisturbios’ que los protagonistas son alcohólicos y drogadictos. ¿O será que en determinados momentos algunos de ellos —los más— se toman unas copas y otros —los menos— se meten unas rayas? Se critica a la serie porque muestra su vena violenta, demasiado histéricos todos, proclives al porrazo fácil. ¿Y su otra cara? La del padre que no deja de estudiar para ascender mientras trata de conciliar. La de la familia de vive separada a la espera de un traslado. La de la profesional comprometida que echa más horas que un reloj mientras ve cómo se descompone su relación de pareja…

No conozco la UIP ni a ninguno de sus miembros. No sé si la serie es fiel reflejo de su trabajo o no. Desde Movistar insisten en que es ficción para tratar de rebajar la intensidad del debate generado a su alrededor. Por mi parte, me creo lo que cuenta y me gusta cómo lo cuenta. Me siento involucrado y partícipe, más allá de ser un mero testigo presencial. Y eso no es nada fácil de conseguir.

Sorogoyen prepara con los actores el rodaje de ‘Antidisturbios’

Quiero insistir en la cuestión de la banda sonora. Cuando he visto que el parisino Olivier Arson, que combinó estudios de ingeniería informática con Bellas Artes, pasó dos años en Islandia para grabar su primer disco, me ha cuadrado todo. En la línea de artistas polifacéticos como el fallecido Jóhan Jóhansson o de la maravillosa Hildur Guonadóttir, que lo ganó todo con la banda sonora de ‘Joker’; su música resulta visual, táctil e hipnótica; contribuyendo a arrastrar al espectador al interior de la pantalla. (AQUÍ, un poco más sobre esta nueva música de y para el cine).

El músico, con el Goya

Por una vez, y ojalá sirva de precedente, la nueva serie del año responde a la expectativas y se muestra a la altura del debate generado en torno a ella.

Jesús Lens

El caso Petra Delicado

Este 2020, Petra Delicado se convierte en un caso. Un caso en sí mismo. En sí misma. Porque la inspectora protagonista de la serie policíaca de la escritora Alicia Giménez Bartlett hace un alto en el camino y se retira del mundanal ruido durante una semana. Una semana enclaustrada, literalmente hablando, dedicada a reflexionar sobre sí misma. Sobre su vida, obra y milagros.

‘Sin muertos’ se titula la novela más reciente de Alicia Giménez Bartlett, IV Premio Granada Noir a toda una carrera artística y literaria dedicada al género negro. Y, efectivamente, no hay muertos en esta nueva entrega de la saga protagonizada por Petra Delicado, uno de los personajes de referencia del noir español contemporáneo.

El ejercicio de introspección realizado por la autora hace que, al terminar las casi 400 páginas de ‘Sin muertos’, conozcamos mucho más y mejor a una policía a quien descubrimos en ‘Ritos de muerte’ allá por 1996. Y es que, tras la lectura de una novela de Patricia Cornwell protagonizada por la doctora forense Kay Scarpetta, Alicia Giménez Bartlett se decidió a escribir una novela de género negro protagonizada por una mujer. En aquella ocasión, la inspectora de policía y su subordinado, Fermín Garzón, investigaban la violación a una mujer.

Así recuerda Petra aquel primer caso: “Aquella violación casi ritual se volvió múltiple al cabo de poco tiempo y, más tarde desembocó en un asesinato. Fue mi primer caso, sórdido, desagradable, brutal. En aquella investigación aprendí que el trabajo policial no es un simple jeroglífico que resolver. No, desgraciadamente, casi siempre te ves obligado a hollar terreno pantanoso, a toparte con sentimientos humanos de los que ni sospechabas su existencia. La miseria moral está presente en todo momento: lo más bajo, lo más escondido, lo inimaginable, lo despreciable”.

Alicia Giménez creó un personaje femenino fuerte y deslenguado, políticamente incorrecto. Una mujer que se ha casado hasta en tres ocasiones y no quiere tener hijos. Un personaje femenino con entidad propia que no necesita ser apéndice de ningún personaje masculino que la convierta en novia de…, esposa de…, ayudante de…, subordinada a…

De la forja de ese carácter va, precisamente, ‘Sin muertos’. De la infancia y la juventud de una Petra inconformista, contestataria y rebelde. Pero también contradictoria. De sus fallos y errores. De las enseñanzas aprendidas —o no— de los mismos.

 

Con Petra Delicado, Alicia Giménez Bartlett rompió con el machismo habitual del género negro y la convirtió en pionera, además, de una novela policial en la que el procedural tiene tanta importancia como la trama o los personajes.

Tras el éxito de ‘Ritos de muerte’, muy bien acogida por la crítica y por el público, Alicia Giménez Bartlett publicó la segunda entrega de su serie en 1997. En esta ocasión, Petra y Fermín investigaban la muerte de un vagabundo y se sumergían en los barrios marginales de Barcelona, ajenos al desarrollo económico posterior a los Juegos Olímpicos de Barcelona.

 

En 1999, Petra Delicado y Fermín Garzón saltaron a la televisión, con una serie de trece capítulos protagonizados por Ana Belén y Santiago Segura, en cuyos guiones participó la novelista.

 

Entre 1999 y 2002, Alicia Giménez publicó tres nuevas novelas policíacas de su serie más conocida: ‘Mensajeros de la oscuridad’, ‘Muertos de papel’ y ‘Serpientes en el paraíso’, antes de tomarse un descanso con el género negro criminal. A partir de ahí, la autora alternó novelas y cuentos protagonizados por Petra Delicado y Fermín Garzón, con tramas atentas a la realidad social del momento; con novelas ajenas al género policíaco.

 

Así, en 2011 ganó el Premio Nadal con la obra ‘Donde nadie te encuentre’, una novela sobre el fenómeno de los maquis protagonizada por Teresa Pla Meseguer, popularmente conocida como La Pastora, y víctima de una malformación sexual congénita que le acarreó numerosos problemas y vejaciones a lo largo de su larga y tempestuosa vida, desde que era una pastora en los montes de su Castellón natal hasta que se integró en la Agrupación de Guerrilleros de Levante y Aragón (AGLA) y, posteriormente, convertirse en contrabandista.

 

En 2015, Alicia Giménez Bartlett ganó el Premio Planeta con ‘Hombres desnudos’, una novela de realismo social en la que contaba la historia de un profesor de literatura que se quedaba en paro en los años la crisis y decidía ganarse la vida desnudándose en strip teases erótico-festivos.

En 2017 publicó ‘Mi querido asesino en serie’, penúltima entrega de la serie de una Petra Delicado que, por fortuna, sigue estando en una extraordinaria forma. Un personaje mítico que le ha reportado a su autora innumerables premios y reconocimientos, tanto en España y en el extranjero, y cuyas novelas han sido traducidas a numerosos idiomas y publicadas en decenas de países.

Al final de ‘Sin muertos’, el asesinato de dos chicos jóvenes devuelve abruptamente a Petra a su realidad laboral. Un nuevo desafío. La duda y la angustia la atenazan. Y es que, como señala en un momento de esta novela retrospectiva, “el mundo del crimen te lleva hasta el abismo de los demás, te permite echar una ojeada al vacío”.

Jesús Lens

Comerciante de armas, vendedor de muerte

A lo largo de este infausto 2020 he aprovechado para leer, completas y en orden, todas las aventuras de Tintin escritas y dibujadas por Herge. Al terminar el último álbum, en las postrimerías del verano, me quedó una cierta desazón. Y miren ustedes por dónde, la lectura de una novela de lo más interesante, ‘El mercader de la muerte’, ha hecho que me reencuentre con él. Con ellos. Con el personaje de ficción y con su autor.

Basil Bazaroff fue un personaje secundario de uno de los primeros álbumes de Tintin, ‘La oreja rota’. Se trataba de un traficante de armas que, en el tebeo, le vendía tanto a la república de San Theodoros como a su vecino, el estado de Nuevo Rico. Que es tanto como decir a tirios y a troyanos.

El escritor Gervasio Posadas lo recuerda en la introducción de su novela: “Como la inspiración aparece en los lugares que menos te esperas, recientemente empecé a releer a Tintin y me encontré de nuevo con este personaje. La curiosidad me llevó a Google y a descubrir que Bazaroff era el trasunto poco disimulado de Basil Zaharoff, una figura ahora olvidada de la que apenas existen media docena de fotografías, pero de enorme trascendencia, especialmente en los primeros años del siglo XX”.

No sé ustedes, pero yo jamás había escuchado hablar de este fulano. Tras zamparme las cerca de 500 páginas de ‘El mercader de la muerte’, no entiendo cómo no sabía nada de él. De hecho, empiezo a mirar por encima del hombro a todo aquél que lo ignora todo sobre su vida, obra y milagros. Que fue azarosa, tempestuosa, canallesca y contradictoria.

El personaje principal de la novela de Gervasio Posadas se llama José Ortega, al que llaman Pepe. Y es periodista. Como Tintin. Además, ambos plumillas comparten una misma e inveterada tradición: no dan ni una sola noticia. Es que ni la buscan. Ambos se mueven por una Europa en plena tensión, que vive el auge del nazismo y del comunismo. Y se dejan llevar por los acontecimientos.

Pepe es menos ingenuo, menos naif que Tintin. Ambos practican el noble arte de la amistad, pero Pepe es más viciosillo, menos casto y menos puro que rubicundo personaje de Herge.

La aventura que Pepe protagoniza en ‘El mercader de la muerte’, cuya estética portada nos recuerda aquellos míticos anuncios de viajes de la Belle Époque, le lleva de Berlín a Montecarlo. En la capital alemana ya se las vio con ‘El mentalista de Hitler’, la primera de sus aventuras. Al principado llega con una mano delante y otra detrás. ¿Y dónde hace por buscar su fortuna? Efectivamente: en un casino.

Como si del Glenn Ford de ‘Gilda’ se tratara, Pepe se encuentra viviendo en un mundo que no es el suyo, rodeado de personas que no son las suyas y en mitad de una época que le excede y le desborda.

El ritmo ágil que Posadas le imprime a la narración, la simpatía que generan la mayor parte de los muchos secundarios que acompañan a Pepe Ortega en su periplo monegasco —sobre todo Emile, el camarero del fastuoso hotel donde acaba parando— y la inquietante presencia de Zaharoff hacen que la lectura de ‘El mercader de la muerte’ sea de lo más agradable y disfrutona.

Además, está el tema del comercio de armas y el cuestionable proceder de quienes lo ejercen, que van ustedes a flipar con la historia de Isaac Peral y la patente para su submarino, si no la conocen. Y tesis tan provocadoras como esta, que permite hacer un juego de espejos entre el pasado y el presente de más rabiosa actualidad: “La corrupción es necesaria. Nos guste o no, es un motor económico de nuestra sociedad. El mundo la necesita de la misma forma en que necesita los sueldos, las retribuciones de todo tipo, es un incentivo, un acicate para la productividad. Sin la corrupción pasaríamos a estar dominados por la dictadura de la burocracia… la corrupción engrasa los mecanismos del estado, los hace permeables a ideas innovadoras”.

Y están las bromas. Si son ustedes lectores de Tintin —y si no lo son, ¿a qué esperan?— sabrán que, cuando hay problemas de conexión en Moulinsart, el teléfono acaba sonando en una carnicería. Posadas no tiene empacho en hacerle guiños a momentos cómicos como ese.

Lo primero que harán cuando terminen de leer ‘El mercader de la muerte’ es buscar información sobre el misterioso Basil Zaharoff. ¿Y qué se encontrarán? Entre otras cosas, que el misterioso personaje también sirvió de inspiración para una película: nada más y nada menos que ‘Mr. Arkadin’, de aquel otro loco visionario que fue Orson Welles y que me apresto a ver en los próximos días, faltaría más.

Tebeos que llevan a libros que te reconducen a películas que… ¡Ah, ese prodigioso azar encadenado!

Jesús Lens