LOS CARPINTEROS & EL BÁSKET

Escribía ayer un artículo sobre la importancia de la experiencia y el trabajo en equipo, tomando como excusa algo tan «banal» como el baloncesto. Lo leía una amiga y me decía que era un rollo, preguntándose/me que a quién le interesa el baloncesto… Mi indignación fue mayúscula, lógicamente. Y miren ustedes, amigos, que hoy me encuentro con esta fascinante obra de arte, «Free basket», de los cubanos que se hacen llamar Los Carpinteros y que ahora mismo exponen en Madrid, en la galería de Ivory Press, su Drama Turquesa.

Sí. Aunque algunos/as raritos/as no lo entiendan… 

 

 

«MI» CUADRO

La idea me la dio Jesús Conde, cuando dijo que le gustan los encargos. No sé por qué, pero siempre había pensado que los artistas necesitan sentir la inspiración para pintar lo que en cada momento les apetece, lo que las musas les sugieren, lo que el cuerpo les pide.

 

Hasta que escuché a mi tocayo, defendiendo la tesis de que buena parte de las grandes obras pictóricas de la historia del arte son encargos, puros y duros.

 

Lo curioso del tema es que a mí también me gusta trabajar por encargo. Sobre todo, los cuentos y los relatos. Me gustan los desafíos. Como el último, planteado por Getafe Negro. Un microrrelato de corte negro y criminal, con un máximo de 150 palabras, que empiece por la frase «La sangre sobre la nieve es más roja».

 

O, como me estuvo sugiriendo Burkina durante un tiempo, entradas blogueras sobre conceptos diferentes, de la soledad a la rutina, la perseverancia o la paciencia.

 

Y con eso llegamos a lo de «mi» cuadro. Una forma de hablar dado que, por supuesto, ni se me ha pasado por la cabeza coger un pincel. Pero sí que he encargado un cuadro.

¿Se acuerdan ustedes de esta entrada, de hace unas semanas, sobre la artista serbia Sara Oblisar? Como decía, me gusta mucho su obra. Sobre todo, los Manotratos. Que me apetecía tener uno.

 

El caso es que, cuando comenzó el Campeonato de Europa de baloncesto de Polonia, el primer partido de España fue precisamente contra Serbia. Y menuda paliza nos dieron, los imberbes balcánicos. De broma, comenté que como termináramos eliminados del Campeonato por culpa de los serbios, adiós al Manotrato. Vamos, que ni en sueños.

 

Y a pique de un repique estuvimos de no llegar ni a cuartos de final.

 

Sin embargo, el equipo se rehizo y en un impresionante tramo final de Europeo, nos plantamos en la final… precisamente contra Serbia.

 

Nuevamente, hice un trato. Si ganábamos… ¡me haría con un Manotrato, sí o sí!

 

Y ganamos. En un partidazo. Y lo celebramos. Porque había costado. Sangre, sudor y lágrimas. Más que nunca.

 

Y quiso la casualidad que, justo entonces, Sara Oblisar contactara con nosotros, a través de un Comentario dejado en esta bitácora.

 

Y fue entonces cuando se me encendió la lucecita.

 

¿Y si…?

 

Reconozco que me dio un poco de fatiga (término granaíno para la vergüenza) proponérselo, pero Sara acogió mi idea de forma entusiasta. Y terminamos llegando a un acuerdo: un óleo, alargado. Una mano, un balón de baloncesto y los perfiles de dos jugadores, apenas insinuados, con los colores de España y Serbia. Un cuadro que fuera una celebración por el éxito de nuestras dos selecciones y que representara la amistad de dos pueblos a través del deporte.

 

Cuando ya llevaba un tiempo trabajando en el cuadro, corroído por la curiosidad, le dije a Sara que me mandara un boceto del cuadro, para hacerme una idea aproximada de cómo iba a ser. Pero pasó de mí. Olímpicamente. (Aunque luego sí me lo dio… a posteriori 🙂 )

 

Y llegó el día. Un domingo por la tarde. Me obligaron a cerrar los ojos y, cuando los abrí, allí estaba. EL cuadro. MI cuadro.

 

¡Mi cuadro!

Un cuadro que me sorprendió enormemente porque, conteniendo todos los elementos de los que habíamos hablado, es radicalmente distinto a como lo había imaginado. Y, quizá por eso, me gusta tanto, tantísimo.

 

Siempre había pensado que, para un pintor, lo más difícil era pintar. Esto es, coger el pincel y representar las figuras y colores que compondrán el cuadro. Pero gracias a este encargo, por primera vez vi claro que lo realmente complicado, frente a un lienzo en blando, tiene que ser el decidir qué y, sobre todo, cómo poner sobre él las figuras que lo van a componer.

 

Y nuevamente me acordé de mi gusto por la escritura y de cómo, cuando tienes la idea, lo de menos son las palabras y la escritura. Cuando tienes un relato en la cabeza, un personaje, una trama, una anécdota o una historia, ya «sólo» queda escribirla. Y me acordé de Alfred Hitchcock que, antes de rodar la primera toma, ya había confeccionado un story board de la película tan completo que la filmación de la película no era más que un mero trámite.     

 

Por eso estoy como un chiquillo con zapatos nuevos, con el resultado final de mi encargo pictórico. Porque, como me decía Sara, conjuga lo que yo quería con lo que a ella le gusta, por lo que los dos hemos quedado más felices que perdices. Tanto que, muchas noches, sueño con mi cuadro.

 

Amigos, nunca pensé que un partido de baloncesto podría acabar desembocando en una historia creativa tan fascinante, atractiva e ilusionante. Vamos, que no sé por qué ha tenido que pasar tanto tiempo antes de embarcarme en un proyecto tan, tan chulo.   

 

Jesús Lens, ultracontento e hiperilusionado.       

ARTISTA, CON BOCETO AL FONDO

Ya la vais conociendo. Sara Oblisar. Hablábamos de sus cuadros, en ESTA entrada. Y nos explicaba unas cuantas e interesantes cosas, acerca de los nuevos canales de acceso a la cultura, en ESTA columna de IDEAL.

Sara Oblisar
Sara Oblisar

 
Hoy dejamos ESTA interesante, clara y contundente entrevista, de Letras Libres. Y de fondo, un boceto de algo sobre lo que hablaremos próximamente.

 
¿Qué os parece? Ahí, en la entrevista, están todas las claves de lo que hablamos…

BLANCO Y NEGRO

La columna de hoy de IDEAL, en clave cultural.

 

A veces, ver las cosas en blanco y negro parece un síntoma de maniqueísmo, simpleza o radicalidad. En colores, se supone que la vida es más compleja y más plena, más llena de matices.

 

Y, sin embargo, cuando ves las fotografías de los grandes maestros del blanco y negro, te das cuenta de que no. De que, muchas veces, no hay como la sinceridad y la falta de artificio para mostrar la auténtica realidad de las cosas y las personas tal y como son. La vida, en una palabra.

 

 

Coinciden estos días en Granada dos exposiciones de fotografía en blanco y negro de autores y temática muy diferentes. En la Plaza de las Culturas del Centro Cultural de CajaGRANADA, el colombiano Ruven Afanador presenta “Mil besos” y en el Centro José Guerrero, la mexicana Graciela Iturbide muestra una amplia y completa colección de su obra, desde sus orígenes a la más reciente.

 

Aunque podríamos hablar largo y tendido de ambas exposiciones, me gustaría resaltar uno de los aspectos que más me llamaron la atención de ambas: la radical individualidad que muestran buena parte de las personas retratadas por los dos artistas.

 

 

Las de Afanador, dedicadas al mundo del flamenco y bajo el genérico nombre de “Mil besos”, saca a las modelos de los escenarios típicos del mundo del cante y del baile para  vestirlas (o desvestirlas), maquillarlas, peinarlas y aderezarlas de una forma tan llamativa como singular, sugerente e impactante. Pocas veces el negro y el blanco han contrastado con tanta virulencia, encontrando en los enormes paneles en formato XXL el mejor vehículo para transmitir impresiones y sensaciones.            

 

Y por eso, de las muchas series de Iturbide, me quedo con las del desierto de Sonora en que, para cumplir un encargo etnográfico, aprovechó para retratar a las personas en su entorno natural, pero con sus gafas de sol, sus aparatos de música o sus camisas de diseño. Minorías étnicas que viven de acuerdo con la tradición, pero perfectamente adaptadas a los tiempos que corren. Personas que, perteneciendo a un grupo, están perfectamente individualizadas, mostrándose altivas, dignas y orgullosas.

 

 

Por lo mismo, me encanta un collage en que gitanos de Almería conviven con un maestro geómetra de Madagascar o unas mujeres de la India cuyo origen y procedencia es difícilmente reconocible si no se lee la leyenda que acompaña a cada foto. Porque el mundo es muy grande, pero en cada rincón del mismo, la vida de las personas tiene un denominador común: ganarse la vida… y divertirse.

 

 

Exposiciones de un Blanco y Negro que, en su versión más radical o mostrando una infinita y sugerente gama de grises –esos amenazadores pájaros de Iturbide, sombra ominosa sobre el cementerio- ponen el acento en la visión de los seres humanos como eje central de una forma sincera y comprometida de entender el mundo de la fotografía.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros