CICLOS, TIEMPOS Y VUELTAS

Pensaba que habían sido 20 años. ¡Toda una vida! Pero no. “Sólo” han pasado 14. 14 años desde que mi hermano, May y el Paquillo estuvimos aquí.

Nunca volvió a haber un cartel como éste en un Festival de Rock en España. Fue lo más. Superbandas que, entonces, estaban en el cénit de su popularidad.

La vida nos ha llevado, a todos, por caminos diferentes. Y los gustos musicales van cambiando. Por mi parte, cada vez escucho menos rock duro. Perseveré en el jazz, me enamoré de la música africana, me aficioné a las fanfarrias balcánicas…

Y llegó el anuncio del Rock in Río, la versión posmoderna, a la española, de los grandes macrofestivales europeos.

Cuando se anunció el cartel del día 11, me acuerdo que lo comente con mi Cuate. Durante nuestro On the Road de agosto, habíamos escuchado a Rage Against The Machine, a todo volumen, por las carreteras del Arco Mediterráneo, ahora tan en boca de todos.

Por un momento me planteé ir a RyR. Pero lo descarté. Ya había visto a los RATM y a Cypress Hill y era demasiado trajín.

Y entonces explotó la bomba. Se sumaba otro grupo al cartel.

Ese mismo día actuarían los renacidos Jane’s Addiction del sin par Perry Farrell.

¡Uf!

Jane´s Addiction.

¡Cuántas horas he pasado escuchando sus discos, viendo sus conciertos grabados en vídeo! ¡Cuántas vueltas, hasta encontrar la película de Farrell, “The gift”! ¡Qué zozobra, cuando se separaron los Jane´s y Dave Navarro se fue con los Red Hot Chilli Peppers! ¡Qué gusto, cuando Farrell montó su Porno for Pyros! ¡Qué poco duró!

Nunca conseguí ver a los Jane´s en directo.

Es, posiblemente, mi mayor “fracaso” como amante de la música en vivo.

Y allí estaba. Un cartel de lujo. Tres de las grandes bandas de los noventa. El 11 de junio. Justo antes de que llegue la Caída del Viejazo.

Una tentación irresistible.

Un plan irrenunciable.

Hablé con mi hermano. Hablé con mi Cuate. Y sí. Había qúorum. Así que… nos vamos. Aunque echaremos de menos a Álvaro, claro. A pegarle el cerrojado a mis treinta y tantos. A cobrarnos una deuda pendiente con los años noventa. A cerrar un ciclo, entre lo vital, lo cultural, lo festivo y lo existencial.

No sé cómo nos veremos, mañana, gritando aquello “Fuck you, I won´t do what you tell me, mother fucker!” pero lo que sí se es que, cuando vea a Farrell y escuche aquello de “Caught stealing” o “Jane says”, será algo muy, muy especial. Tanto que no hemos escatimado en la inversión. ¡Lo disfrutaremos a lo grande!

Ya hablamos, a la vuelta.

Y espero poder contar que sí. Que ha sido una jornada tan memorable como singular. ¡Ojalá!

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

ELECCIONES

Estaba esta tarde repasando esos recorticos de prensa que me gusta guardar cuando me encontré con la siguiente frase, un aforismo de origen hondureño que me ha enamorado a la primera lectura:

«Bien vale perder un barco por conocer un puerto».

 

¿Sí? ¿Seguro? ¿Siempre? ¿Según? ¿Y si ese barco era, precisamente, el que te hubiera conducido al paraíso?

Jesús Lens, dudoso.

VINIERON COMO GOLONDRINAS

Ignacio Midore, responsable de nuestro Club de Lectura de CajaGRANADA (que presentamos AQUÍ), nos pidió que hiciéramos una breve valoración de la novela que habíamos leído y diseccionado a lo largo de tres intensas jornadas: “Vinieron como golondrinas”, de William Maxwell.

Y, como el tiempo apremiaba, la resumí en cuatro palabras.

La primera, TALLER. O sea, club. De Lectura. Porque, como comentamos AQUÍ, lo bueno de apuntarte a un Club de Lectura es que permite descubrir nuevas lecturas. Si por un casual me hubiera encontrado frente a frente con el libro de Maxwell en la estantería de cualquier librería, habría pasado de él. Y en el remoto caso de que hubiera acabado en mis manos, habría leído la contraportada… y lo habría devuelto al anaquel. No. En principio, no era mi libro.

Enlazando con la primera palabra, DESDOBLAMIENTO. Porque la novela está protagonizada por dos hermanos, de nueve y catorce años de edad, que conviven en la misma casa y, por supuesto, comparten padre, madre, familia y vivencias. En realidad, ambos personajes no son sino el propio autor de la novela, que cuenta su infancia y juventud, pero sin hacerlo de forma lineal, a través de un juego de espejos entre los épocas consecutivas en el tiempo, pero muy diferentes la una de la otra. Un recurso literario de una grandeza absoluta.

La tercera palabra es UNIVERSALIDAD. A buena parte de los miembros del Club de Lectura, “Vinieron como golondrinas” les retrotrajo a momentos de su infancia, les recordó a personas o situaciones que han sido importantes en sus vidas, les habló muy directamente de cosas que les han pasado. Y no es fácil que la lectura provoque ese tipo de efectos en el lector. Maxwell, desde luego, lo consigue.

Y la CULPA. ¿Quién no ha hecho (o dejado de hacer) algo en su vida de lo que se ha arrepentido por siempre jamás? El sentimiento de culpa por una decisión errónea está perfectamente reflejado en la novela de Maxwell. ¿Cuántas veces no se despertará ese padre, en mitad de la noche, bañado en sudor y presa de las pesadillas provocadas por haber tomado un tren en vez de otro?

“Vinieron como golondrinas” es una novela corta que, sin embargo, tiene en su interior enormes cargas de profundidad. Una novela que, como decía al principio de estas notas, nunca habría leído y que me he alegrado enormemente de leer.

Si en algún momento tuve dudas acerca de los Clubes de Lectura, el dirigido por Ignacio Midore en la Mediateca de CajaGRANADA me las ha despejado por completo, al posibilitar una interesantísima y muy divertida apertura de mente literaria que me ha sacado, en muchos momentos, de mis trillados caminos literarios habituales, lo que es muy de agradecer.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

PARADOJAS

Siempre me gustó esta triste, pero clarividente historia

Cierto día, un hombre deprimido y triste fue a ver al médico. Este lo encontró relativamente bien y le dijo:

– «Usted lo que necesita es algo que lo alegre. ¿Sabe que el famoso payaso Grimaldi está en la ciudad? Vaya a ver a Grimaldi, que él lo hará reír».

A lo que el paciente respondió:

– «Pero, doctor… yo soy Grimaldi».