El ser cerdos

Una de las cosas que más me gustaron de Armenia fue la extremada limpieza de la capital, Yereván, con calles impolutas y los suelos de los bares y cafeterías inmaculados. Y, sobre todo, los baños. ¡Qué pulcritud! En muchos de ellos, eso sí, hay que pagar. No mucho. Veinte céntimos de euro. A cambio, el acto de evacuar no se convierte en una tortura para la pituitaria, lo que es muy de agradecer.

Yerevan

Además, estoy convencido de que el hecho de disfrutar de unos baños públicos refulgentes, hace que los ciudadanos de Yereván sean más cuidadosos a la hora de mantener limpia su ciudad.

Me acuerdo de todo ello al leer acerca la falta de higiene en el recién estrenado hospital del PTS. A la espera de saber en qué queda la investigación policial sobre el posible boicot de algunos trabajadores a las nuevas instalaciones hospitalarias, me llama la atención una foto publicada en IDEAL en la que se ve un aseo con varias toallitas tiradas por el suelo… mientras la papelera parece bastante vacía.

Hospital Granada suciedad

Sí. Es cierto que da mucho asco entrar a un baño y encontrárselo hecho un estercolero. Hace no mucho, en un moderno edificio de oficinas, choqué con uno por el que parecía haber pasado la niña de El exorcista. Era un espectáculo tan grotesco que me tuve que dar la vuelta y salir por piernas, conteniendo las arcadas. ¿Qué pensaría el personal de limpieza que tuviera que enfrentarse a semejante desaguisado?

En España seguimos siendo muy cerdos. Me decía Aga, una de mis compañeras de viaje por Armenia, que cuando ve a alguien tirando algo al suelo, se le acerca y le dice que por favor lo recoja y lo tire a una papelera, que ella vive por allí cerca y no le gusta que haya basura en la puerta de su casa. A veces me han dado ganas de hacer algo parecido, pero mi volumen corporal cercano al 2×100 (2 metros de altura x 100 kilos de peso) me echa para atrás, que alguien podría acusarme de acoso, bullying, amenaza o intimidación.

El ser cerdo

Nos quejamos. Nos quejamos mucho. Pero el Mesón Baena de La Herradura invita a cañas a los ciudadanos que llenen vasos con colillas encontradas en la playa. La pregunta es, por tanto: ¿por qué somos tan redomada e irremediablemente cerdos, puercos e irrespetuosos?

Jesús Lens

Twitter Lens

Armenia, el país que casi no es

Que Armenia exista como nación independiente es uno de esos extraños misterios de la historia que, sin embargo, tiene su explicación. Tras un par de semanas recorriendo el montañoso y atractivo país asiático he conseguido entender cómo es posible que, tras quinientos años de ocupación, ora persa, ora turca, y después de formar parte de la URSS; Armenia haya conseguido volver a ser lo que históricamente fue: un estado independiente, actualmente conformado por tres millones y medio de personas tan libres como orgullosas.

Armenia columna

Armenia, un país hermoso y arrebatador, contumazmente zarandeado por la historia… y por la naturaleza. Armenia, una de las culturas más antiguas de la civilización y cuyo nombre ya figuraba en los mapas y en los documentos más primitivos de los que la humanidad guarda memoria. Armenia, un país que suspira por el monte Ararat que, todavía hoy, pertenece a Turquía, provocando la melancolía de los habitantes de Yereván, la capital del país, que lo pueden ver desde cualquier calle, plaza o avenida de la ciudad.

armenien43

Armenia, una nación marcada por el horror del genocidio de 1915, inspirado por el régimen de los Jóvenes Turcos y aún no reconocido por decenas de países, España entre ellos. Más de un millón y medio de armenios fueron asesinados en uno de los episodios más tétricos y oscuros del siglo XX. Armenia, marcada también por el terremoto de 1988, que provocó un número de víctimas nunca aclarado, pero que pudo sobrepasar las 50.000, siempre oficiosamente.

Armenia, un país que ha sobrevivido a una historia tempestuosa gracias a su cultura, a su idioma, a su alfabeto, a sus sabios filósofos, a sus manuscritos y, por supuesto, a su religión cristiana apostólica. Los Monasterios armenios son algo más que recintos dedicados al culto o meras reliquias del tiempo. Porque son centros de resistencia de toda una cultura que se yerguen, orgullosos, a todo lo ancho y lo largo de una geografía muy complicada, repleta de montañas, gargantas, picos y valles.

Armenia luces

Armenia, un país cuyos jóvenes tratan de mirar al futuro de forma que, una vez conmemorado el centenario del Genocidio, quieren pasar página y trabajar por la consecución de un estado de derecho moderno que deje de tener como referente los mapas, los anhelos y los sueños de un pasado remoto que nunca podrá volver a ser.

Jesús Lens

Twitter Lens

Tapar o descubrir el cuerpo

Entre los doce y los veinte años yo fui gordo. Gordo de verdad. No rellenito, rollizo o entrado en carnes. Gordo. Y créanme si les digo que, en la adolescencia, ser gordo no es nada fácil.

Lo peor, por supuesto, era el verano. El verano en la playa. El verano en que los chavales corrían en bañador, sin camiseta, luciendo sus cuerpos al sol. Más o menos esbeltos, más o menos musculados; todos morenos. Menos yo. Que siempre estaba vestido con una camiseta. Tapado, mejor dicho, con ropa que me ponía a todas horas, menos por gusto que por vergüenza. Y de ello hablo en mi artículo de IDEAL de hoy.

Jesus Lens

A eso de los veinte años sufrí un cambio metabólico, me dijeron los médicos. También dejé de comer dos plátanos de postre y de zamparme toda una barra de pan, mojando en la salsa de las albóndigas. Y adelgacé. Mucho. De hecho, entre un verano y otro, perdí más de treinta kilos. Y me quedé en las guías. Cambié tanto que hubo gente que no me reconocía.

El verano en que pesé 75 kilos, creo que no me puse la camiseta un solo minuto. Aunque distaba mucho de ser un Brad Pitt de la vida, ver mis costillas marcadas en la piel era un placer incomparable. Mi padre me decía que estaba escrofuloso -palabra complicada donde las haya- pero a mí me daba igual. Solo el que ha sido gordo puede entender el inmenso placer que supone verte delgado.

Desde entonces, he ido cogiendo peso, progresivamente. Pero aprendí a cuidarme –más o menos- y me aficioné a hacer deporte. Aún así, volví a los 80, a los 90, a los 95… ¡Hasta los 100 kilos he llegado a volver a ver en la báscula, en alguna terrorífica ocasión!

Mi última estadía en la playa, con mi hermano.
Mi última estadía en la playa, con mi hermano.

El caso es que mis michelines, mi Gran Abdominal y yo formamos un equipo inseparable. Y, tras pasar por una época de pudor sin límites, seguida por otra de un interminable exhibicionismo impúdico; llegué a una conclusión: ¡que la gente haga con su cuerpo lo que le venga en gana!

Yo soy yo... y mis camisetas.
Yo soy yo… y mis camisetas.

El que quiera ir tapado, por razones éticas, dermatológicas, estéticas o religiosas, bien hará en cubrir sus carnes, si así se siente más cómodo. Y al que le guste lucir palmito, pues… ¡felicidades, también! Pero basta ya de la tiranía impuesta por los gustos y las costumbres comúnmente aceptados por la mayoría.

Jesús Lens

Twitter Lens

Cruzando Ferragosto

¿Cómo ha ido el tránsito de Ferragosto? Una vez traspasada la frontera de mitad de mes, el verano empieza a terminarse, indefectiblemente. Pero todavía no se ha acabado del todo.

Los romanos celebraban la festividad de Ferragosto en que la cosecha de trigo había finalizado y los días empezaban a ser más cortos. Aquí, mientras van procesionando las Vírgenes de los mares y pueblos, empezamos a escuchar conceptos tan deprimentes como Operación Retorno o Vuelta al Cole. Y a este tema dedico mi primera columna de IDEAL, en la rentré.

Ferragosto

Estos días podrán leer los expertos consejos de ciertos psicólogos que nos advierten sobre cómo comportarnos para evitar la depresión postvacacional. A quiénes hemos tenido el privilegio de tener vacaciones. Que para mucha gente, por desgracia, la depresión camina por otros derroteros.

Pero volvamos a los expertos que aconsejan no romper con las rutinas, hábitos y horarios habituales para mitigar uno de los síndromes más estúpidos que se han podido inventar. Porque si usted ha tenido la suerte de gozar de unas buenas vacaciones, lo ha pasado bien y ha hecho las cosas que le gustan; la vuelta a la rutina tiene que fastidiarle. Obligatoriamente. ¡Sospeche de esa gente que, tras el asueto veraniego, se muestra exultante en su vuelta al día a día! Es gente que ha dedicado las vacaciones a pensar en el trabajo, a diseñar nuevas estrategias y que, por tanto, llega dispuesta a probar esas novedades. Y tratará de arrastrarle a usted. Huya de ese estrés temprano, en la medida de lo posible.

estres postvacacional

Yo, por ejemplo, todavía no me hallo. Tras un par de semanas de viaje por Armenia, llevo unas horas en Granada. He deshecho el equipaje, me he tomado una Alhambra Especial con una tapa de morcilla, me he dado una vuelta por el Zaidín, he saludado a los pocos parroquianos con los que me he cruzado… pero no. Sigo pensando en Armenia. En esos madrugones antes del alba para triscar montes, en sus maravillosas ensaladas y en la mística de sus monasterios perdidos en lo más profundo de sus valles.

Foto: Jesús Lens
Foto: Jesús Lens

Así las cosas y con el fin de mitigar el síndrome, les contaré algunas cosas de mi viaje, tratando de no hacerme cansino, y trufando estos artículos con las muchas conexiones que he encontrado entre la Armenia milenaria y la Granada eterna. A ver si así, el tránsito hacia septiembre se hace más llevadero.

¡Bienvenidos, amigos!

Jesús Lens

Twitter Lens