Giggs: ¡poder viejuno!

El tercero de los aPostados de este agosto reivindica a una figura «menor» dentro de los Juegos Olímpicos. Porque no solo de la ÑBA, Phelps, Mireilla o Bolt vive Londres… ¡poder viejuno! (Por cierto, gracias a Barrera por convertirnos en parte de su verano, como podéis leer aquí.)

Ryan Giggs, Ryan Giggs, running down the wing,

Ryan Giggs, Ryan Giggs, running down the wing,

Feared by the blues, loved by the reds,

Ryan Giggs, Ryan Giggs, Ryan Giggs.

Cántico de los aficionados del Manchester United

Hace muchos, muchos años, cuando un servidor ejercía como abogado y el Turno de Oficio aun pagaba las guardias y las asistencias a los detenidos; Internet era algo que, al conectarse, hacía ruidos y gemía como los goznes de una casa antigua en una noche de tormenta. Recuerdo aquellos extraños lamentos de la línea telefónica porque prácticamente todos los días me iba a la habitación de mi hermano para jugar al novedoso y extraordinario PC Fútbol y su Liga Manager, en la que eras a la vez el presidente, el entrenador, el mánager y hasta el psicólogo de tu equipo.

El programa valoraba a los jugadores entre el 1 y el 100. Los mejores jugadores, con un noventa y pico de valoración, eran Stoichov, Cantona y Overmars, creo recordar. Y había por ahí una estrella emergente, que apenas sobrepasaba los 80 de valoración, llamado Nazario, posteriormente conocido como Ronaldo. El de entonces. El vividor. El gordo. El de amarillo. El brasileño. El genio.

Pero entre los grandes cracks de aquel primitivo PC Fútbol, igualmente valorado con un noventa y pico, también se encontraba un lateral zurdo del Manchester United, de origen galés: Ryan Giggs.

¡Dos grandes viejunos, todavía en activo... y revoltosos!

Si están ustedes siguiendo los Juegos Olímpicos y no han abominado del fútbol tras la debacle y el ridículo del combinado español (ya solo el nombre de La Rojita es sonrojante) estén atentos al equipo de Gran Bretaña, capitaneado por un “joven” jugador que ya no sube la banda izquierda a la velocidad del rayo para centrar misiles al área contraria, sino que, más centrado, sabe cómo templar, mandar y dirigir a su equipo desde la solvencia, la sapiencia y la experiencia de quién debutó en 1991, con 17 años, en Old Trafford, el mítico estadio del no menos mítico Manchester United. Su nombre: Giggs. Ryan Giggs.

A nada que hayan puesto las neuronas a funcionar y hayan echado cálculos, les habrá salido que, efectivamente, Giggs tiene ya la friolera de 38, para 39 años (los cumple en noviembre).

¡39 tacos y ha renovado, un año más, con el United, equipo en el que sigue jugando partidos de la Premier League y la Champions! Treinta y nueve primaveras, 876 partidos oficiales disputados con los Red Devils, 33 títulos ganados y, sobre todo, un récord absolutamente fantástico: nunca ha sido expulsado en los 909 partidos que ha jugado, en las diferentes competiciones en las que ha participado.

Tan es así que, en 2003, en el cénit de su carrera, el inefable Homer estaba viendo la televisión y se sorprendía en uno de los episodios de “Los Simpson”, exclamando: “¿Pueden creer que han amonestado a Giggs?”

Y, sin embargo, Giggs no es ningún ser apocado, blandito o timorato. Cuenta la leyenda que, una noche, Beckham le pidió ayuda ya que alguien había entrado a robar en su casa. No tardó el galés en presentarse en el hogar de su compañero y amigo acompañado de… un bate de beisbol.

Ahora que otro jovencito incombustible, Roberto Carlos, se ha retirado; ahora que Vinokurov ha anunciado su adiós, después de hacerse con la medalla de oro de ciclismo en ruta; a la generación de los primeros setenteros cada vez nos quedan menos espejos en los que mirarnos, si buscamos a deportistas de élite, de primera línea mundial, competitivos, comprometidos, luchadores y ganadores.

Así las cosas, Ryan Giggs es, hoy más que nunca, uno de esos referentes a los que admirar y reverenciar. Por su tenacidad, por su espíritu de sacrificio y por su voluntad.

¡Larga vida (también deportiva) a Giggs!

Jesús admirativo Lens

Éste ha sido el tercer aPostado de agosto. Los anteriores: «Batman» y «Ejército enemigo«. ¡Seguimos!

¿Y el 3 de agosto de 2008, 2009, 2010 y 2011?

Entre el fuego y el precipicio

Leyendo la narración de los momentos de pánico que se vivieron en Portbou cuando se declaró el incendio que ha asolado el Ampurdán, no pude evitar hacer una analogía con la actual situación de la economía española, con todo el respeto por las personas fallecidas y heridas en la tragedia.

Según parece, cuando se extendió el fuego provocado por la impaciente colilla de un conductor aburrido, las personas que estaban varadas en mitad del típico atasco de un fin de semana de verano se vieron obligadas a tomar una súbita decisión. ¡Qué sangrante, el contraste: pasar del disfrute de un domingo de sol y playa a tener que luchar por salvar tu vida!

De las doscientas personas que se encontraron frente una lengua de fuego que amenazaba con abrasarlas vivas, ciento cuarenta decidieron quedarse quietas y esperar a ver qué ocurría. Por el contrario, las otras sesenta optaron por poner pies en polvorosa y huir de la amenaza, aunque eso supusiera tener que bajar por un escarpado acantilado repleto de rocas sueltas y espinosos cactus. Un descenso para el que, con un calzado inadecuado, la mayoría de las personas no estaban preparadas. Magulladuras, ansiedad, pinchazos, pies rotos, sufrimiento y episodios de heroísmo y solidaridad fueron el balance principal de una odisea imprevista y, hasta cierto punto, obligatoria.

La travesía culminó con éxito para todos los expedicionarios, excepto para cinco franceses que, presas del pánico, se arrojaron al mar desde distintas alturas del acantilado. De los cinco, tres sufrieron heridas de distinta gravedad y se encuentran hospitalizados. Otros dos, sin embargo, perdieron la vida.

Llevamos semanas escuchando que la economía española está al borde del precipicio y no dejamos de leer todo tipo de análisis, vaticinios y previsiones; cada uno más catastrofista e intranquilizador que el anterior. Mientras que el gobierno y los poderes públicos optan por mantenerse a pie firme, esperando que el viento cambie la dirección del fuego; cada vez hay más partidarios de adentrarse en el acantilado, abandonar la zona de riesgo y buscar la salvación de una forma activa y diferente a la de, sencillamente, esperar.

Como ciudadano, cada vez me siento más estupefacto e impotente ante el panorama al que nos enfrentamos. Entiendo incluso a quiénes quieren saltar, esperando encontrar la salvación definitiva ahí abajo, en mitad de las aguas. Pero no puedo dejar de pensar que aquellas ciento cuarenta personas que esperaron a ver qué pasaba, finalmente pudieron subirse a su coche para volver a casa.

En determinadas ocasiones, la vida nos sitúa en escenarios y momentos que nos obligan a tomar decisiones tan trascendentales que marcarán nuestro futuro. España se encuentra, ahora mismo, en esa encrucijada: al borde del abismo y hostigada por una lengua de fuego que amenaza con calcinarla. ¿Cambiará el viento? ¿Bajarán las temperaturas y se aplacará el fuego? ¿Llegarán a tiempo los bomberos y los equipos de salvamento? ¿Saltaremos? ¿Habrá agua debajo?

Jesús Lens