La zona

Apenas escuché al Jefe Taibo el comienzo de su presentación de “La zona”, en Semana Negra, supe que tenía que comprarla. Y leerla. A toda velocidad. Porque si a Paco Ignacio se le había metido en la cabeza el runrún de Nigeria, ¿qué os voy a contar yo, que llevo todo esto año tratando de dar cuerpo a nuevo proyecto literario-cinematográfico con África como protagonista?

El resto de la presentación de la nueva novela de Juan Miguel Aguilera y Javier Negrete terminó de convencerme de que, posiblemente, “La zona” iba a ser uno de los grandes libros de Semana Negra, junto a “Cenital”, de Emilio Bueso. Al menos, en su dimensión más terrorífica y de ciencia ficción que puramente policíaca. Lo que pasa es que, posiblemente y por desgracia, las historias que nos cuentan Bueso y el dúo Aguilera & Negrete tienen mucho más de ciencia que de ficción. Lo que no dejaría de ser terrible, por supuesto.

“La zona”, efectivamente, comienza en Nigeria, tiempo ha. Allí, la compañía farmacéutica Janus tiene instalados unos laboratorios en los que determinados científicos investigan en unas condiciones más “abiertas” de lo que podrían hacer en sus países de origen. Como que la ética se relaja, cuando uno trabaja en determinados ambientes. Como que sus habitantes son más maleables, más accesibles, a la hora de hacer ciertas experimentaciones, como tuvimos ocasión de leer y ver en “El jardinero fiel”, novela escrita por John Le Carré y trasladada a la pantalla por Fernando Meirelles.

Pasa el tiempo y, aquí y ahora, en un lugar tan improbable como la zona agrícola de El Ejido, estalla una alerta sanitaria por una posible amenaza biológica de origen desconocido. Una experta española proveniente de un organismo internacional con sede en Suiza y un joven becario inglés se plantan en Almería con el fin de aclarar la situación, seguramente algún tipo de anomalía sin la menor importancia, y allí se encuentran con el ejército, que ha trazado un perímetro infranqueable en torno a la zona caliente, y con Aguirre, médico de la localidad de Matavientos, centro neurálgico de la alarma.

Vestidos con sus trajes de aislamiento, con todo su equipo en ristre y escoltados por algunos soldados, los protagonistas entran en la zona y, a partir de ahí…

A partir de ahí, si quieres saber más, tendrás que hacer una cosa muy sencilla: ir a una librería y comprar un ejemplar de “La Zona”. O pedirlo por Internet, claro. Que, con este calor, echarse a las calles cuesta trabajo. Pero, desde luego, tienes que hacerte con la novela de Aguilera y Negrete. Porque sus quinientas cincuenta páginas son de esas que te mantienen imantado al libro, de las que te impiden apagar la luz por la noche, aunque ya te escuezan los ojos. Una novela de las que te obligan a seguir con la lectura, sí o también.

Sin contar nada que pueda reventar la trama de la novela, diremos que, si entrar en la zona caliente resulta relativamente sencillo a los personajes; salir no lo será tanto. Y que, en la narración, hay referentes a historias clásicas de grupos heterogéneos de personas muy distintas entre sí que, por mor de las circunstancias, se ven obligados a convivir durante unas horas y a enfrentar peligros y amenazas muy diferentes. En “La diligencia” eran los indios; en “Río Bravo” eran los sicarios contratados por un cacique; en “El enigma de otro mundo” está claro lo que eran y en “Asalto a la comisaría del distrito 13” eran bandas de pandilleros.

¿Qué, quién y por qué amenaza al grupo de investigadores que se internan en “La zona”?

Ya tardas en comprar el libro, leerlo y descubrirlo. ¡Y disfrutarlo!

Jesús Lens

Y con este último aPostado llegamos al final del propósito que nos hicimos cuando julio terminaba: una propuesta lúdico-cultural para cada uno de los días del mes más irreal y fantasmagórico del año. Creo que lo hemos cumplido.

¿Y los 31 de agosto de 20082009, 2010 y 2011?

Brave

Hace no excesivo tiempo, surgió en el mundo del cine una revolución que, como un vendaval, alteró nuestra percepción de lo que podían ser las películas animadas. Pixar fue como un huracán que, a través de títulos como “Wall E”, “Toy Story”, “Ratatouille” o “Up”, hicieron que los mejores momentos del año, cinematográficamente hablando, los pasáramos viendo dibujos animados, embobados frente a una pantalla convertida en un fastuoso lienzo en el todo era posible.

No era solo que las imágenes fueran absolutamente perfectas, es que los personajes y sus historias eran memorables, sus diálogos eran gloriosos y los guiones, prodigiosos. Creo que pocas veces he utilizado tantos superlativos como los vertidos en mis reseñas sobre aquellas películas.

El año pasado falté a mi cita veraniega con Pixar. Estuve varias semanas perdido por Sudamérica y, a la vuelta, no hice excesivos esfuerzos por ver la segunda parte de “Cars”, que ya me había de lo más flojo de la factoría. Además, lo que había leído sobre ella no me hacía concebir demasiadas esperanzas y no quería llevarme ninguna decepción.

Tras las noticias, primeras fotos y el tráiler de “Brave”, llegamos a nuestra cita pixariana de este verano del 2012. La verdad sea dicha, lo (poco) que habíamos leído sobre la historia de Mérida, una pelirroja princesa celta de la Escocia medieval; no era muy prometedor. Pero ni por asomo me esperaba que la película me resultara tan, tan, tan decepcionante.

A ver, técnicamente, “Brave” es una joya. Cada detalle, cada gesto, cada paisaje y cada retrato son perfectos. Desde el punto de vista de la animación, momentos como la escalada de Mérida hasta las cascadas o la secuencia de su larga cabalgada disparando flechas son una gozada. Pero ya está. Destellos. Pirotecnia. Fuegos artificiales. Como los que sirven a la Disney, al principio de la película, para proclamar desde su castillo encantado que lo han conseguido, que han reconducido a los díscolos chicos de Pixar a los territorios más tradicionales de las historias animadas: reyes y princesas, conjuros mágicos, pruebas de superación y aquí todos felices, comiendo perdices.

Así, el argumento de “Brave” es el que podría inventar una criaturica de diez años a la que le pidieran que escribiera un cuento como trabajo de fin de curso. Desde que empieza la película puedes imaginar todo lo que va a pasar, anticipando cada página de un libreto que nos sabemos de memoria, variaciones de un mismo tema, tomadas de dos en dos. ¿Dónde está la magia? ¿Y la poesía? ¿Dónde ha quedado el revolucionario genio y chispeante ingenio de anteriores producciones de Pixar? Porque el chiste del “por qué no te callas”, a propósito de un rey obsesionado con matar a un oso… no es marca de la casa, precisamente.

Quizá, la marca de la casa queda para pequeñas piezas como esa “La Luna” que, a modo de aperitivo o tapa, deja mucho mejor sabor de boca que el supuesto plato principal de un menú que se ha relajado en exceso y se ha hecho previsible, aburrido, reiterativo y poco apetitoso. Y lo peor es que el tráiler de la segunda parte de “Monstruos S.A.”, la siguiente entrega de Pixar, tampoco es que me haya entusiasmado, precisamente.

Lo que se dice una pena, vamos.

Jesús Lens

Vamos llegando al final de agosto. ¡Y hemos cumplido con el reto de los aPostados! O, al menos, esperamos culminarlo. Aquí, los 29 anteriores. Se dice pronto…

¿Y el 20 de agosto de 2008, 2009, 2010 y 2011?

Actitudes: ¿pollo o tortilla?

El muro de Facebook de mi querido y admirado Colin Bertholet es una gozada y siempre invita, además de a la extática contemplación de sus Garabatos Digitales y otras ocurrencias, a la reflexión.

Por ejemplo, a partir de esta imagen:

¡Me encanta! Se puede decir tanto con tan poco… Y, entonces, surge la pregunta: ¿qué diferencia a un huevo que acaba siendo tortilla de otro que termina alumbrando a un pollito?

Lo sé. lo sé. Además de una explicación puramente científica…

Jesús preguntón Lens

19 cámaras

En mi personal y subjetivo mundo literario, los personajes de las novelas que voy leyendo se dividen en dos: aquellos con los que saldría a tomarme una Alhambra Especial bien fría en alguno de mis bares favoritos y esos otros con los que no compartiría ni una apresurada 0,0 en el tranco de la esquina.

Ojo, la distinción no es entre buenos y malos. Mis afinidades no tienen que ver con que unos ayuden a las ancianitas a cruzar la calle y otros apiolen a todo bicho viviente. Ni mucho menos. De lo que se trata es de empatizar con los personajes. De conectar con ellos a través de las páginas del libro. De sentirlos vivos, reales y auténticos. De que sean creíbles y cercanos; cargando a cuestas con sus grandezas y sus miserias, con sus penas y sus alegrías, con sus manías, sus tics, sus aficiones, sus adicciones, sus fallos, sus caídas y sus levantadas…

Así las cosas y recién terminada “19 cámaras”, la última novela de Jon Arretxe (*) publicada en la colección Cosecha Roja de la editorial Erein; me gustaría proponer a todos sus personajes que se pillaran un par de coches y se vinieran a Granada, a vaciar dos o tres barriles de cerveza. En el Alegría, por ejemplo. A todos sin excepción. Desde el protagonista, ese Touré, un burkinés inmigrante ilegal en Bilbao que decidió hacerse vidente, pensando que a la gente le hace falta un poquito de magia y va repartiendo tarjetas por la Pequeña África, el barrio de San Francisco de Bilbao; a Cristina, la sobrina de la Loles, camarera en un bareto de La Palanca.

Y a los libreros. Y a las chicas nigerianas. Y a Charo y al Mariachi, por supuesto, aunque por momentos hayan resultado irritantes y molestos. Pero les queremos. Porque todos ellos forman parte de un microcosmos en el que Jon Arretxe nos introduce con pasmosa facilidad, haciéndonos sentir cómodos, acogiéndonos con afecto, ternura y simpatía.

Y eso que las vidas de la mayoría de los personajes no son fáciles. Lo de hacerse vidente, para Touré, ha sido más una necesidad para poder comer que una revelación mística: con la crisis, ya no hay trabajo en la construcción. Y toca buscarse la vida. Solo que la vida, para un burkinés sin papeles, en Bilbao, no es fácil. Ni para él ni para otros muchos inmigrantes que, al calor del milagro económico español, eran recibidos con los brazos abiertos para hacer los trabajos más duros, esos trabajos en los que los españoles, nuevos ricos, ya no querían ni pensar; con horarios interminables y en condiciones laborales más que precarias.

Ahora, los inmigrantes sobran. Son un lastre para las cuentas públicas y, dicen, su peso en el déficit parece empujarnos a todos hacia el despeñadero. Por eso, grupos vecinales empiezan a patrullar las calles, para hacerlas más seguras, dado que la policía parece estar en otras cosas. Y, así, lo mismo se ahoga un inmigrante magrebí un día que, poco después, una nigeriana aparece en un contenedor de basura. Muerta, claro.

Y ahí tenemos a Touré, olisqueando en asuntos de cuernos y echando los caurís a un nigeriano de lo más amenazador. Un Touré al que todo el mundo le hace la misma pregunta, cuando le proponen lo mismo ir a coger percebes que a ver un partido de la Champions a San Mamés o que hacer una prueba para un coro operístico: “¿Es que tienes algo mejor que hacer?”

Una pregunta que, resume, a la perfección, la existencia cada vez más precaria de millones de personas que han perdido las riendas de sus vidas y, en mitad de esta tormenta entre financiera, económica, solar y planetaria; hacen lo que pueden.

Menos mal que hay autores como Jon Arretxe que, con su mirada y su prosa, nos descubren a estos personajes con los que nos iríamos alegremente de potes. Por la zona de Ledesma. Incluso por Miribilla.

Porque, además de a su maravillosa galería de personajes, el autor también nos presenta las calles y los barrios de su ciudad, tratándolos con el mismo cariño y respeto. Pero con ojo crítico. Un ojo crítico que no es, precisamente, el que está detrás de esas cámaras que todo lo ven, que todo lo graban, que todo lo presencian. Pero que no provocan la más mínima reacción.

Como la vida misma, oiga. Como la vida misma…

Jesús Lens

A ver, los anteriores aPostados, que son ya 28, nada menos.

¿Y los 29 de agosto de 2008, 2009, 2010 y 2011?

(*) Reseñas de «Sueños de Tánger» y «Shamaran«, las dos novelas anteriores de Jon Arretxe.

Ecce Homo World Tour

– “Si los Rolling lo aguantan, yo también”.

¡Ese es el espíritu, Cecilia!

Dicen quiénes la rodean que, al principio, pensó que era una tomadura de pelo. Y, después, cuando se convenció de que era cierto, se negó porque le daba pereza, ciertamente.

Pero no están los tiempos para vaguear, precisamente. Y Cecilia ha recogido el guante que le lanzó la Iglesia.

¡El 1 de septiembre arranca el Ecce Homo World Tour que llevará a Cecilia por iglesias desconocidas de pequeños pueblos sin mucho movimiento, por aquello de la crisis, para hacer Restauraciones Express de piezas de poco valor histórico artístico!

La idea, solo aparentemente descabellada, se le ocurrió al párroco de un pequeño pueblo de las Islas Canarias, que pide discreción y no quiere salir del anonimato.

“Este año, entre el incipiente volcán que obligó a evacuar una de las islas casi por completo, los incendios forestales y la crisis, parecía que a las antaño Islas Afortunadas las hubiese mirado un tuerto. Así que, cuando vi las colas de gente en Borja, para fotografiar al Ecce Homo, pensé que el pueblo tenía que estar de bote en bote, todos los bares haciendo su agosto, en un año en que hasta agosto está siendo calamitoso. En nuestra parroquia tenemos la imagen de una Virgen que, la verdad, es más sosa que un febrero sin carnaval. Y se me ocurrió que podría venir Cecilia y darle ese toque suyo, tan personal. Seguro que salíamos en las noticias y que el turismo se reactivaba.

 

Lo hablé con la gente del pueblo y me dijeron que sí. Que les parecía una idea estupenda. Que mejor Cecilia que no Sánchez Gordillo, saqueando supermercados, para poner en el Candelabro a nuestra localidad.

 

Así que lo planteé al arzobispado y me dijeron que les parecía una idea a tener en cuenta. A fin de… cuentas, cualquier fórmula no pecaminosa para llevar a la gente de vuelta al seno de la Iglesia debería ser bienvenida, ¿no?”

Y así nació la idea para el “Ecce Homo World Tour”.

Ya son veintitrés las citas confirmadas, de aquí a final de año. Y si siguen las peticiones, ya se ha planteado que Cecilia imparta talleres para que sean sus discípulos los que difundan el logotipo del “Ecce Homo”, una vez registrado y legalizado, por todo el mundo.

En tiempos de crisis… ¡imaginación!

Los estudiantes chilenos en huelga, guiados por el Ecce Homo

Atentos a la web de la Conferencia Episcopal para conocer el recorrido de la caravana. Y, sobre todo, atentos a EcceMásterCard. Las entradas Premium para asistir con pase VIP a las intervenciones de Cecilia, en vivo y en directo, son las primeras en agotarse.

Recuerden, eso sí, que está prohibida la filmación de las performances así como el consumo de palomitas y otros chuches durante la actuación de la artista.

¡Ha nacido una estrella!

¡Sigue en Twitter la gira de Cecilia Superstar y dale al Me Gusta en la página de Facebook del “Ecce Homo World Tour”.

Porque es tiempo de milagros…

Jesús Lens