ByE XI:¡Ays, el amor!

De la última a la primera, aquí están todas las entradas anteriores de «Barras y Estrellas». Si debutas en la lectura, empieza por abajo del todo 😉

Rosa miraba a Fernando de hito en hito, pero cuando fue a hablar, desvió la mirada y la elevó hacia el techo.

– Porque me estaba empezando a enamorar de él.

– ¡Amos anda!

Allí surgía, de nuevo, la exquisita sensibilidad de Antonio, a flor de piel.

– ¡A otro perro con otro hueso!

Fernando, rojo como el ketchup, no sabía ni qué hacer ni hacia dónde mirar. Fue el inspector López quién volvió a tomar las riendas:

– A ver si lo entiendo: como te estabas enamorando, dejaste de salir con él. Justo antes de lo secuestraran y sin decirle nada.

– ¿A que suena ridículo?

– Mucho.

– Pues así fue.

Y fue Isabel la que, nuevamente, terció a favor de Rosa:

– Y si la niña hubiera tenido algo que ver en todo este asunto, ¿para qué iba a haber aparecido de nuevo por aquí?

La verdad era que, de tan improbable, podía ser verdad.

– Y pensaste que no podías vivir si Fernando, te diste cuenta que era el amor de tu vida, y viniste a buscarlo.

– Antonio, siempre tan desagradable… No. Sencillamente vine a decirle que, a partir de ahora, me gustaría que saliéramos por gusto. Y a ver qué pasaba. Y tuve que venir a buscarlo porque su teléfono ha estado apagado o fuera de cobertura desde el domingo.

– Es que móvil sí que me ha desaparecido – aclaró tímidamente Fernando.

– ¡Pues mira que bien! – tronó Estrellita. – Si todo este melodrama es cierto, y no pongo en duda que lo sea, estamos como al principio, ¿no?

– No del todo –señaló el inspector.

– ¿Ah no?

– No. Porque ahora sabemos, al menos, qué fue lo que aporreó Fernando para terminar con los nudillos en carne viva. O mejor dicho: a quién. Así que, arreando, chaval. Coge la cazadora que nos vamos a comisaría.

¿Y los anteriores 6 de abril? 2008, 2009, 2010 y 2011.

ByE X: Yo confieso

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– Y si no es así, que Fernando me desmienta o me corrija. De puta, nada. Chica de compañía. Y a mucha honra. Efectivamente, licenciada en periodismo. Con prácticas, becas y sustituciones hechas en varios medios de comunicación. Pero en paro. Como tanta otra gente.

– Sin trabajo, pero con desparpajo –puntualizó Isabel.

– ¡Ya te digo! Sin trabajo, pero con ganas de abrirme paso. Y con energía. Y fue cuando escuché hablar de las Escort.

– Perdona Rosa, pero en Internet, la Escort son sinónimo de putas. De alta gama, eso sí, de las que puedes llevar a una comida de negocios sin desentonar, pero putas, al fin y al cabo.

Luis estaba con la mirada fija en su iPad, del que se había hecho inseparable y que utilizaba, en muchas ocasiones, para sentenciar determinadas conversaciones con Antonio. ¡Cuánto daño habían hecho los dispositivos móviles y las conexiones portátiles a Internet a esos bocazas de barra de bar que, antaño, pontificaban sobre lo divino y lo humano, dándoselas de sabios al manejar datos, cifras, noticias y referidos imposibles de contrastar!

– Sí Luis. Google nos muestra lo peor de cada casa. ¡Pues claro que hay putas de lujo y que las redes que las explotan saben como posicionar sus servicios en los buscadores de Internet! ¡Acabáramos! Pero no todas las Escort tienen porqué dedicarse a la prostitución.

En ese punto, terció nuevamente Isabel, que sin conocer nada del asunto, había hecho piña con Rosa. Y lo había hecho arrastrada, más allá de por una cuestión de género, por una enorme corriente de simpatía para con ella.

– A ver, chicos. Si ustedes escuchan en una misma frase “chica” y “compañía”, ¿en qué piensan? ¿En una abnegada muchacha que cuida a ancianos o a una puta?

– ¡Justo! Y lo mismo hacen los buscadores de Internet. Que quede claro: de puta, nada. Me ofrezco para acompañar a hombres, y alguna vez también a mujeres, a eventos, citas o acontecimientos a los que no quieren ir solos. Y lo mismo represento el papel de su secretaria, colaboradora, buena amiga y, en casos excepcionales, el de novia.

– Caso excepcionales como… ¿el de Fernando?

– A ver, Fernando, ¿te acuerdas que lo hablamos antes de venir al Cinema, a que me presentaras a tus amigos?

– ¡Y tanto que me acuerdo!

Estrellita no pudo reprimir una sonrisa, al acordarse de aquella primera vez. Cuando Fernando presentó a Rosa como a una amiga, comenzaron las miradas cómplices de los parroquianos del bar. Y cuando insistió en que no había nada entre ellos, que eran unos mal pensados e hizo la famosa pregunta retórica “¿es que un hombre y una mujer no pueden ser nada más que amigos?” terminó de convencer a todos de que, por fin, había pescado algo serio.

– ¿Quién se acuerda de tan siquiera un beso que nos diéramos? Si es que sois tan cazurros, tan previsibles, que ni un piquito le tuve que dar a vuestro amigo para que todos dierais por descontado que nos acostábamos…

El ambiente se había distendido bastante. Lo suficiente como para que interviniera la autoridad competente:

– ¿Y por qué desapareciste justo la noche en que tu no-novio fue drogado y presumiblemente secuestrado, Rosa?

A ver, los 5 de abril de 2008, 2009, 2010 y 2011.

ByE IX:Escort

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– No soy una puta. Soy una Escort.

– ¿Escort? ¿Y eso qué es? ¿Cómo una Scout, pero del sexo?

Antonio no lo podía evitar. Era así. Y punto.

– Los hombres, sobre todo los que sois impotentes, tenéis una fijación extraordinaria con el sexo.

– Oye bonita, a ver a quién llamas tú impotente…

– Venga, machote. Dime eso tan original, tan racial y tan español de que si te acompaño al baño voy a comprobar lo dura que la tienes.

A Estrellita empezaban a llevárselo los demonios. Aquello, además de ser un topicazo infumable, era un absurdo sinsentido que no venía sino a complicar aún más las cosas.

A “Café-Bar Cinema” entraban muchos y muy diferentes clientes, a lo largo del día. Y de la noche. Era lo bueno que tenía abrir desde bien temprano, por la mañana, hasta bien tarde, por la noche. Muchos de ellos iban en grupo, en pareja y, desde que no se podía fumar en los locales cerrados, hasta en familia.

Pero otros muchos iban solos. Y no solo porque, como Luis, fueran solitarios vocacionales, sino porque en aquella barra se sentían a gusto y reconfortados, haciendo un alto en el camino de sus vidas llenas de tensiones laborales, discusiones familiares o angustias económicas.

Cuando Estrellita se decidió a montar su local tuvo clara una cosa: allí dentro, el tiempo tenía que transcurrir más despacio que fuera. Si no, no tenía sentido. “Café-Bar Cinema” tenía que ser la isla a la que llega el náufrago, el oasis en el desierto, la gasolinera del conductor de fondo. Pero, además y sobre todo, el objetivo era que el cliente no quisiese ser rescatado por un barco y que, allí sentado, no tuviera ganas de continuar la ruta. Que volviese, o sea.

Y, desde luego, si empezaba a correrse el rumor de que allí se drogaba a la gente para anularle la voluntad y, después, desvalijarla, violarla o lo que fuera que hacían con ella; mal iban a irle las cosas.

Por eso, que Rosita hubiera entrado por la puerta y que Antonio estuviera enfangado con ella en una de sus habitualmente estúpidas e inanes discusiones, no era lo que más apetecía a Estrellita.

– Antonio, o cierras el pico ahora mismo o llamo a tu mujer y pongo el manos libres para que escuche la edificante conversación que estás manteniendo con Rosa.

Y, sin darle tiempo a siquiera intentar encontrar una réplica, se volvió hacia la interpelada:

– Y tú, empieza a explicarte pero ya.

– Eso. Explícate y convénceme de que no será necesario tomarte declaración en comisaría, con llamada al abogado de turno incluida…

Sin que nadie se hubiera percatado, enfrascados todos como estaban en la efervescente discusión entre Estrellita, Luis y Rosa; el inspector López había entrado en el Cinema y se había sentado en la barra, muy cerquita del mogollón.

Veamos cómo íbamos el 4 de abril de 2008, 2009, 2010 y 2011.

ByE VIII: Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores

Aquí, las entradas anteriores de «Barras y Estrellas», de la más nueva a la más antigua.

Y justo mientras Fernando recogía sus manos, se abrió la puerta del “Café-Bar Cinema” e hizo su triunfal aparición en escena alguien a quiénes todos llevaban esperando mucho, mucho tiempo.

– ¡Isabel, cabrona, ya te vale! Lo tuyo no ha sido una baja maternal. Ha sido una desaparición en toda regla.

Y, todos a una, en un alarde de originalidad sin precedentes, entonaron el cántico con que celebraban la presencia en la cocina del local de una mujer con mano de seda en los fogones:

– ¡Qué bien, qué bien; hoy cenamos con Isabel!

– Hoy todavía no –contestó la interfecta, sin hacer lo más mínimo por reprimir la inmensa sonrisa que le iluminaba su expresivo rostro. – Pero el lunes que viene me tenéis de vuelta. He venido a echarle un vistazo a esto. Y a vosotros. Y a ver cómo seguís.

– Pues ya ves. ¡Hartos! Estamos hartos de las tapas de mierda que nos pone Estrellita, desde que te fuiste. Y de los bocatas.

– Mira que le dije que yo misma le buscaba a alguien que me sustituyera durante de estos meses…

– Ya. Pero ya sabes cómo es Estrellita. Luego le coge cariño a la gente y ponerla de patitas en la calle, le cuesta la misma vida. Pero bueno. Agua pasada no mueve molinos así que, dinos, ¿qué va a ser lo primero que cocines el lunes, para celebrar tu vuelta a casa?

– ¿Qué os parecen unos buenos callos?

– ¡Así habla una mujer como es debido!

Y todos los clientes del “Café-Bar Cinema” brindaron al unísono.

– ¿Y a ti que te pasa, chaval? Que nunca has sido muy hablador, pero que hoy te noto especialmente mustio.

Isabel se dirigía a un Fernando que, lógica y efectivamente, tenía más pinta de poeta nostálgico y venido a menos que nunca.

– Hay algo que no os he contado.

No hizo falta que Estrellita hiciera callar a todo el mundo a través de los enérgicos ademanes que le caracterizaban cuando algo le importaba o le llamaba especialmente la atención.

– En realidad, Rosa no era nada mío.

– ¿De qué habla este muchacho? –quiso saber Isabel.

– Luego te lo explicamos. Rosa es, en teoría, su novia. O ligue. O amiga.

– Ni ligue ni amiga. Y no digamos ya novia… No. Como os decía, Rosa no es nada mío.

– Pues hombre, algo tuyo sería, aunque la cuestión de la propiedad esté cuestionada, en lo referente al amor y a las relaciones. Algo habría, que no veas los arrumacos y los cariñitos que os hacíais. Con tanto almíbar, ya no necesitábamos azúcar para el café.

– Siento decepcionaros, pero no. Nada mío. A Rosa la saqué de una agencia de contactos.

– ¡No me jodas! ¿Qué Rosa era una puta?

– ¡Puta, tu madre!

La voz, estridente, tronante y vociferante, venía de junto a la puerta del “Café-Bar Cinema”. Y pertenecía a una chica que, hasta entonces, se había mostrado encantadora, mimosa y cariñosa con todos.

Rosa había aparecido.

Veamos, los 3 de abril de 2008, 2009, 2010 y 2011.

ByE VII: Manos de pianista

Aquí, las entradas anteriores de «Barras y Estrellas». La más antigua, abajo. Y subiendo.

Eso mismo le preguntó el inspector López. Que qué pasaba con Rosa. Y la respuesta era que con Rosa no pasaba nada. De nada. Porque había desaparecido.

– ¿Cómo que ha desaparecido?

– Desaparecido. Sí. Esfumado. Volatilizado.

– ¿Estás de coña?

– Ya me gustaría…

– Joder. ¿Y se lo has dicho al pasma aquél? Porque la cosa está clara, ¿no? La tía te camela, empieza por calentarte los cascos, sigue por los bajos y, cuando te tiene a punto de caramelo, te despluma como a un pardillo.

– No.

– ¿Cómo que no?

– Pues que no.

– ¿Sabrás tu…?

– No, hostias, serás tú el que sepas, Antonio. Que lo sabes todo sobre todo y sobre todos.

No era fácil que Fernando levantara la voz. Ni que reaccionara a las puyas de los parroquianos habituales del “Café-Bar Cinema”.

Estrellita trató de calmar los ánimos.

– Antonio, cierro el pico de una vez y deja que se explique el chaval.

Con un mohín de disgusto, Antonio hizo el gesto de cerrar una cremallera por encima de sus labios. Estrellita le agradeció el gesto sirviéndole una Alhambra Especial y animó a Fernando a que siguiera contando su historia.

– Digo que no fue para robarme para lo que me drogaron. No digo que no fuera Rosa, pero, desde luego, no para sacarme los cuartos.

Cuando Antonio se disponía a volver a meter baza, Nando le hizo mantener la boca cerrada con un enérgico gesto de su brazo.

– Y puedo jurar que no fue para robarme porque no me quedaba un céntimo en el bolsillo. De hecho, Rosa tuvo que pagar su tónica y mi botellín de agua. Y no. Antes de que lo preguntéis. No llevaba la tarjeta del cajero encima: me había dejado la cartera en casa.

– Y, si no era para robarte, ¿para que te drogaron? Porque violarte, tampoco te violaron. Salvo que haya algo que no nos hayas contado – dijo Luis, en tono muy serio.

– Pues no. Tampoco me dieron dado por el culo. Pero, mirad cómo tengo las manos.

Fernando mostró unas manos, habitualmente finas, delgadas y delicadas, mano de pianista, como las definía su madre; hinchadas, amoratadas y llenas de heridas y desgarros.

Veamos, los 2 de abril anteriores: 2008, 2009, 2010 y 2011.